sábado, 26 de mayo de 2007

PENTECOSTES



CREO EN EL ESPÍRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR DE VIDA,

QUE PROCEDE DEL PADRE

Y QUE CON EL PADRE Y EL HIJO, RECIBE UNA MISMA ADORACIÓN Y GLORIA

Y QUE HABLÓ POR LOS PROFETAS.

Lectura de la profecía de Ezequiel [36:24-28]

Esto dice el Señor: Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras manchas y de todos vuestros ídolos os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.

(Paremia del Oficio de Vigilia del santísimo día de Pentecostés)

Hemos sido rociados por el Agua pura del Bautismo, hemos sido convocados de todas las naciones. Ya no hay entre nosotros ni judíos ni gentiles. Somos un pueblo nuevo, la Iglesia. Por la muerte hemos sido vivificados, muriendo en las aguas del Bautismo hemos renacido en Cristo, dejando sepultado al hombre viejo. Hemos sido sellados con el Don del Espíritu Santo, hemos recibido al Santificador que quiere hacer morada en nuestros corazones, somos templos del Espíritu Santo, resto escogido por Dios, nación santa, ovejas de su rebaño.

Él arrancará nuestro duro corazón, quitará el corazón de piedra y nos dará un corazón de carne. Él será nuestro Dios, Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo y hará de nosotros testigos que se levanten en medio de las plazas dando testimonio de su inmenso amor por la humanidad.

Abramos nuestros corazones es esté santísimo día de Pentecostés, dejémonos empapar por el rocío del Espíritu, abandonemos las obras de las tinieblas para caminar iluminados por el Paráclito. Que no encuentre en el día de su descenso las puertas cerradas de nuestra alma, que no nos encuentre en medio de la oscuridad del pecado, si no que nos halle en vela.

No hay icono de la fiesta mañana en el analogio, nosotros somos el icono vivo de la fiesta de pentecostés, la Iglesia unida, de oriente a occidente, en las grandes catedrales, en las pequeñas capillas, en las parroquias, en los monasterios, de rodillas en oración junto a la Madre de Dios pidiéndole a Él que descienda y que nos transforme:

"Rey Celestial, Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y que todo lo llenas, tesoro bienes y dador de vida, ven y habita en nosotros, límpianos de toda mancha y salva, oh Bondadoso, nuestras almas."

Feliz fiesta de Pentecostés, feliz fiesta de la Iglesia.

P Nicolás Vera

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