sábado, 28 de junio de 2008

28 de Junio:VIDOVDAN

Batalla de Kosovo

A fines del siglo XIV, el ejército musulmán otomano se expandía conquistando territorios e infundiendo terror. Su objetivo era alcanzar Europa y convertir por la fuerza al Islam, a los pueblos cristianos. Para lograr esta meta, debían pasar por el territorio serbio. El Príncipe Lázaro, hombre devoto y temeroso de Dios, decide presentarles batalla sabiendo que contaba con una muy pequeña chance de vencer. Pero sabía que, aunque sea, debilitaría en gran manera a su adversario y así detendría su marcha hacia Europa. El 28 de junio de 1389, el Príncipe Lázaro y la gran mayoría de su ejército (al cual se unieron ejércitos de la Europa cristiana) dejaron sus vidas en defensa de "la honorable cruz y la dorada libertad," ante el ejército musulman otomano. Este sublime sacricicio por la fe cristiana, el pueblo serbio lo pagó con una terrible derrota que significó 500 años bajo el yugo musulmán otomano, pero que a la vez fue el factor de la unión espiritual del pueblo, en la esperanza en que Dios los libraría de esa esclavitud.
La tradición dice que antes de la batalla, un halcón gris (en realidad un ángel) voló desde Jerusalem hasta donde estaba el Príncipe Lázaro, y dejó caer sobre su falda un libro de parte de la Virgen Madre de Dios. Y el libro por sí mismo comenzó a predicar al Príncipe:



"¡Oh, Príncipe Lázaro de noble linaje!
¿Qué reino eligirás?
¿Eligirás el Reino Celestial
o eligirás un reino mundano?
Si eliges el reino terrenal,
¡ensilla tus caballos, reúne a tus reinos,
tomen sus sables, envainen sus puñales
y apresúrate a atacar a los turcos;
y toda la multitud de los turcos perecerá.
Pero si eliges el Reino Celestial,
entonces construye una iglesia en el campo de Kosovo;
no hagas su fundamento de mármol,
sino adórnala con puro brocado escarlata.
Luego que hagas que todos tus soldados reciban la Comunión,
llévalos a la batalla. Todo tu ejército perecerá,
y tú, ¡oh, Príncipe! perecerás con ellos."
Luego que el Zar haya escuchado estas palabras,
comenzaron a pesarle toda clase de pensamientos:
"¡Oh, amado Dios! ¿Qué debo hacer y cómo?
¿Cuál reino debo elegir?
¿Debo elegir el reino terrenal,
o debo elegir el Reino Celestial?
Si decido elegir el reino terrenal,
el mismo es por un corto tiempo;
pero el Reino Celestial es en todo tiempo y por siempre."



MARTIRIO DEL SANTO ZAR LAZAR

¿Qué es este clamor alcanzando los oídos del Príncipe? ¿Qué es este victorioso grito? ¿Por qué esta cuadrilla de guerreros asiáticos se están congregando como una ola espumosa hacia la tienda del Sultán? ¿Qué estan sintiendo los bravos soldados de Murat con tal excitación?

Es una nueva victoria para los no bautizados, una nueva derrota para los bautizados. Hasta los guardias alrededor de Lázaro estaban disparando con gran deleite. Lázaro levantó sus pesados párpados, y miró y vió. El Estandarte de la Cruz de Bosko Jugovic se agitaba sobre la compañía de soldados turcos. Había sido capturado y secuestrado. Eso significaba que el bravo hermano de Milica había perecido. Era una certeza que sus inseparables hermanos y su valiente padre, Jug Bogdan, habían igualmente fallecido juntos con él. Estos pensamientos llenaron la mente de Lázaro, pero no fue entristecido.

El Estandarte fue plantado en el suelo, mientras los mensajeros salieron a alguna parte para reportárselo a alguien. Después la compañía de turcos comenzaron a abrir filas y formaron una senda. Lázaro observó y vió al hijo del Sultán, Bayazid, montado en un caballo tan blanco como la leche. Los soldados turcos capturaron el Estandarte y lo ubicaron en el suelo frente al trono del Sultán. Luego de que su caballo se paró sobre el Estandarte desplegado, Bayazid ajustó su brida dorada y el caballo blanco relinchó mientras hollaba el Estandarte de la Cruz del ejército Cristiano con sus pezuñas. Levantando su cabeza hacia el cielo, el jinete exclamó: "¡Allah akbar!" (Dios es el vencedor).

En ese momento el ejército entero alrededor de él cayó sobre sus rodillas, agacharon sus cabezas hacia el piso y en forma tonante exclamaron: "¡Allah akbar!" Todo esto vió Lázaro, lo oyó, y se entristeció.

¿Qué es ese susurro alrededor de Lázaro?¿ Qué es ese susurro excitante que nace de boca en boca entre los hijos de Asia? ¿Qué son esas misteriosas reuniones, como el crujido de las hojas por el viento?

El Sultán está muriendo. En medio del susurro general sólo una clara voz es oída desde el interior de la carpa. El hijo del moribundo Sultán está impartiendo órdenes. ¿Qué clase de órdenes puede él dar a esta hora? Ellas no son órdenes militares. Ellas no pertenecen a la batalla. La batalla ya está terminada. Los hijos de Asia la han ganado. Más bien, el nuevo Sultán está comandando que, antes de la muerte de su padre, el infiel Zar debe ser ejecutado.

"¡Decapitad al Zar infiel antes de que el Sultán Murat el Invencible expire!" El enfurecido Bayazid furiosamente repitió esta órden cuando apareció en la entrada de la tienda. Lázaro escuchó ésto y lo comprendió más no se entristeció.

¿Qué es esta nueva conmoción? ¿Qué es este confuso y penetrante bullicio? Los hijos de Asia estan buscando un poste de un árbol donde ellos puedan tronchar la cabeza del Zar Cristiano. Ellos estan buscando uno por todo el campo sin árboles, y estan fallando en encontrarlo. Ardiendo con cólera, Bayazid nuevamente ruge como un león enojado y amenaza a los ejecutores con la muerte.

Lázaro entendió qué estaban buscando y qué querían. Así que él levantó su mano derecha y se persignó, y pronunció en voz alta: "¡Oh Cristo nuestro Dios, perdona todo y gloria a Ti por todo!"
Luego de decir ésto, Lázaro se zafó de los puños de los guardias turcos con la agilidad de un jóven, los atravesó y se arrodilló frente al cuerpo de Vojvoda Milos. Con facilidad y dignidad se extendió sobre el piso, y apoyó su cabeza sobre la de su fiel general. Cuando vió ésto el ejecutor manchado de sangre, sintió gratitud hacia el noble esclavo, porque de esa forma Lázaro estaba ayudándolo a él a escapar de su propia muerte. El ejecutor blandió su cimitarra. La curvada espada resplandeció por el aire como un relámpago, cortó el cuello de Lázaro y se estrelló en el omóplato de Milos.

Pero los dos heraldos celestiales volaron hacia el cielo con el alma de su nuevo compañero, San Lázaro. Con el fin de recibirlos con una serenidad comparable con la luz de la luna, las santas naciones del cielo cantaban estas palabras:

El reino terrenal dura sólo por un corto tiempo,
mas el Reino Celestial por siempre y para siempre.
Monasterio de Gracanica

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