viernes, 3 de julio de 2009

Una de despropósitos.




Yo no se por qué razón se ha colado en mi televisor la TV3 y digo “por qué razón” porque el Gobierno de la Generalitat de la Comunidad Valenciana pidió reciprocidad al gobierno de la otra autonomía española llamada Cataluña, o sea que si ellos se empeñaban en que se pudiera captar la señal de la TV3 en la Comunidad Valenciana, ocurriera lo mismo con Canal 9 en Cataluña. Como no les interesó mucho lo dejaron estar. Por eso creo que tiene que ser cosa de ONO que por cierto también me coge Tele Madrid, y Canal Sur.


Bueno pues haciendo zapping, después del arrebato de les Fogueres de Sant Joan que en Alicante, de pronto me veo una monja en televisión. “Espere padre, que tiene que estar viendo visiones”, me dije asombrado. Pues no, una monjita con toca, de esas que van con bolso por la calle, en la TV. Por lo que hablaba me supuse que sería la TV3 y no Canal 9. Presté atención porque tenía un acento difícil de captar y ahí empezó el espanto.


La monjita en cuestión, católica y del monasterio de las benedictinas de Monserrat se llama Teresa Forcades y ¡Cristo Dios! la de barbaridades que salieron por su boca que me dejaron a mí con la boca abierta o bocavadat que decimos por aquí.


El programa en cuestión se llama “Singulars” y esta hija de Santa Escolástica y de San Benito, Padre de los monjes de Occidente, fue definida como feminista, y activista con hábito. Como la cosa prometía, corrí a buscar una cinta de video para grabar el programa (creo que se ha perdido una copia del bautizo de un sobrino mío, pero la ocasión lo merecía). La Sor estaba la mar de contenta con la definición que le hacían y entonces… comenzó el disparate ya que esta hermanita de la escuela de la Sefa Amell, según me informe después gracias al buscador de Google, afirmaba que le encantaría que hubiera un papa mujer y tergiversando la historia presentaba como compañeras feministas a mujeres como Teresa de Jesús. Es de suponer que en su celda monacal no tendrá un icono de Santa María de Egipto, sino de Santa Hipatia, filósofa y mártir, muerta a manos de la intransigencia patriarcal de los monjes de Escete.


Pero sigamos porque la cosa dio más de sí. Yo me acordaba de la tía de un amigo, benedictina ella en el monasterio de Aranda de Duero y que vino a cuidar durante unos meses de la abuela enferma y era una monja con todas las letras de la palabra, de las de “Ora et Labora” como es propio de las hijas de San Benito. Por mucho que quisiera identificar a la sor de bolso con ella no podía, y menos cuando soltó por su boquita que tendría que estar dedicada a cantar las alabanzas divinas, que estaba a favor de la píldora del día después y que le parecía fantástica si se daba por razones humanitarias.


La cosa no quedó ahí. Según ella el aborto no es un crimen como lo es asesinar a otra persona, porque el feto no es otra vida sino que forma parte de la madre, con quien tiene una relación única y singular. Incluso llegó a decir que ha sido Dios quien ha puesto esto feto en la madre y por tanto es la madre la que debe decidir. El entrevistador incidió en que esta no era la doctrina de la Iglesia, a lo que ella contestó diciendo que no hablaba en nombre de la Iglesia sino en el suyo propio.


Esta monjita tan mediática es una heroína para muchos/as, es admirada por otros/as tantos/as. Para mi sólo es una pobre desgraciada, a la que no se puede llamar monja porque con esto se degrada e insulta a las miles de monjas que si lo son. Lo peor de todo es que refleja el pensamiento de muchos que se creen que el cristianismo es un saco en el que caben todos.

Esto es lo que piensa la monjita teóloga feminista de la Santísima Trinidad:


La imagen que tenemos de Dios tiene que ver con la imagen que tenemos de nosotros mismos y de nuestras sociedades. La pirámide en la que Dios es el punto más alto y el Hijo y el Espíritu están en posición inferior ha permitido a la Iglesia afirmar que la única forma posible de gobierno es la monarquía absoluta.Pero desde que el hombre ha buscado liberarse de quienes ocupaban el poder (decían que por la Gracia de Dios), asimilando los conceptos de la Revolución Francesa de Libertad, igualdad y fraternidad, se ha ido librando de quienes le quieren mandar, y ama por encima de todo su libertad, a la que también podemos llamar “autonomía”.


Después de la modernidad ya no es posible creer que haya personas que estén por debajo de otros, ha afirmado el teólogo alemán Greshake. Por eso, la representación de una Trinidad poniendo el Padre al vértice de un triángulo y al Hijo y al Espíritu en la base, “subordinados”, no representa un modelo que acepte la sociedad actual acepte. El Hijo no es menos Dios que el Padre, y el Espíritu tampoco. Existe una nueva concepción trinitaria que sitúa en un plano de igualdad a las tres personas divinas, entendida cada una como una persona diferente, no clonada, y relacionadas en amor puro, o sea, en comunión.


Esta relación trinitaria, en comunión, nos ofrece un modelo para organizar nuestra sociedad a su imagen y semejanza. La mujer y el hombre de hoy pueden aceptar que Dios sea el centro de todas las cosas (teocentrismo), pero no que a la hora de la verdad en este centro se sitúen personas que dicen hablar en nombre de Dios y que interpretan su voluntad. Este es el problema.Si Jesús actúa según la voluntad del Padre no es un modelo para el hombre moderno. Jesús manifiesta su independencia en el Huerto de Getsemaní cuando dirigiéndose al Padre dice: “que se haga tu voluntad, y no la mía” Él no se siente obligado, pero haciendo ejercicio de su libertad, hace donación de su vida al Padre.


Podríamos decir que sólo hay tres clases de amor. Ni cuatro, ni una; tres, que son: dar, recibir y compartir.La donación pura es aquella que a pesar de ser hecha en espíritu de reciprocidad, si ésta no se da, se seguiría ejerciendo. Pero seguiría buscando en el otro alguna forma de reciprocidad.La donación que se siente completa en sí misma, que no le importa la respuesta del otro, aunque se le llame a veces “amor altruista” o incluso “espiritual” quiere decir en la práctica que el otro no se tiene en cuenta, que es menospreciado, y no lo llamaremos amor, sino paternalismo o maternalismo.


Dios no nos ama así. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos sale al encuentro y busca nuestra respuesta porque para Él nuestro ”Sí” es importante.De modo parecido, la recepción pura es aquélla en la que la persona que recibe, aunque por enfermedad o circunstancias personales no pueda “dar nada”, muestra su agradecimiento a la persona dando.La recepción sin espíritu de reciprocidad no sería amor, sería infantilismo.En la donación pura y en la recepción pura se desea la reciprocidad. Sin embargo, una donación que obligase a un retorno equivalente, no sería amor sino mercantilismo. La tercera clase de amor, la reciprocidad, sería como la síntesis de las dos anteriores. Compartir quiere decir vivir en una comunidad de amor.


Está en su libro sin parangón: La Trinitat, avui (Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2005)

Desde luego la cosa no tiene despercio. Donde no hay gracia, no hay vida en el Espíritu Santo y sólo hay muerte y para muestra este botón.

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