jueves, 22 de octubre de 2009

Contra adventistas (sabatistas) y testigos de Jeovah.

Por desgracia muchos ortodoxos al llegar a España caen en las garras de las sectas adventistas (sabatistas) y los testigos de Jeovah. Sirva esto de ayuda para combatir e iluminarlos en uno de los errores extendidos en estas perniciosas sectas.

La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios -no es “producida” por los padres-, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

A pesar de que la doctrina de la inmortalidad del alma está claramente revelada en las Escrituras, existen sectas y denominaciones protestantes (testigos de Jehová, adventistas, etc.) que apegándose a una interpretación privada de la Biblia se obstinan en rechazarla. He aquí un resumen de sus argumentos.

¿Cuáles son los argumentos de las sectas para negar la inmortalidad del alma?

Un resumen de los argumentos que utilizan los testigos de Jehová para negar la inmortalidad del alma lo he tomado de su revista Despertad, del 22 de octubre de 1982.

“Los testigos de Jehová … creen que el alma humana es mortal, que los muertos no sienten nada en absoluto. ¿A qué se debe que crean esto? …los escritores de las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento) jamás, ni una sola vez, añadieron a las palabras “néphesh” (palabra hebrea para “alma”) ni “rúahh” (palabra hebrea para “espíritu”) la calificación de “inmortal.” Más bien, enseñaron que el alma humana muere: “El alma que pecare, ésa es la que morirá.” (Ezequiel 18, 4, 20, Versión Moderna; vea también Salmo 22, 29; 78, 50.) Se dice que los muertos están inconscientes: “Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos … Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol [sepulcro común de la humanidad] a donde te encaminas.” (Eclesiastés 9, 5, 10)

Las Escrituras Griegas (Nuevo Testamento) dan el mismo punto de vista acerca del alma y la muerte. Jesús dijo que Dios “puede destruir tanto el alma como el cuerpo.” De modo que, si el alma puede ser destruida, no puede ser inmortal. (Mateo 10:28) Respecto a Jesús, el apóstol Pedro declaró: “Cualquier alma que no escuche a ese Profeta será completamente destruida.” (Hechos 3:23) Jesús también mostró que los muertos están inconscientes, porque asemejó la muerte a ‘un sueño que da descanso.’ (Juan 11, 11-14) Esto está en armonía con lo que fácilmente puede discernir cualquier persona que asista a un funeral donde pueda verse el cuerpo del difunto.Según el relato de la creación registrado en Génesis 2:7, Adán fue formado del polvo del suelo y “el hombre vino a ser alma viviente.” Por lo tanto, a menudo la Biblia usa la expresión “su alma” para referirse a la persona “misma,” Despertad 1982. Partiendo de este breve resumen, podemos desglosar sus argumentos para estudiarlos uno por uno.

Argumento 1: Los muertos no tienen conciencia de nada

“Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria. Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol” Eclesiastés 9, 5-6.
Los testigos de Jehová han tomado literalmente y fuera de contexto este texto bíblico para afirmar que la persona cuando muere no tiene conciencia de nada, por tanto no hay un alma inmortal que la sobreviva. Para ellos cuando una persona muere deja de existir y solo queda “en la memoria de Jehová” . Pero para entender por qué los testigos de Jehová han llegado a esta conclusión, hay que comprender su forma de ver las Escrituras.

Su principal dificultad reside quizá en no comprender que la revelación divina ha sido progresiva. No debería sorprendernos no encontrar ninguna referencia a la resurrección en todo el pentateuco, (las primeras menciones a la resurrección las encontramos en Isaías 26, 19 y Daniel 12, e incluso en tiempos de Jesús los saduceos la rechazaban), y mucho menos el reconocer que la razón es que para ese entonces no había sido revelada. La revelación misma del Mesías como Hijo de Dios y Dios no es igual de clara en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Muchos ejemplos se podrían citar, pero seguramente cualquier lector cuidadoso podrá notar sin mucha dificultad este desarrollo de la revelación a medida que avanza leyendo las páginas de la Biblia, lo cual implica que hubo momentos de la historia donde el conocimiento de ciertas verdades era parcial y limitado y fue aumentando a medida que fue avanzando la transmisión de la revelación al pueblo de Dios.

Lo mismo sucede a la comprensión del pueblo de Dios respecto a su conocimiento del más allá y sobre todo respecto a la recompensa o sanción de cada uno. Es así que para el autor del Eclesiastés, como a los autores de los libros sagrados anteriores, no hay un conocimiento claro de premio o castigo a excepción de los bienes y los males de la vida presente. Parece si, vislumbrar que Dios juzgará las acciones del justo y del malvado (Eclesiastés 3, 17; 11, 9; 12, 14) pero sin conocer la naturaleza de la recompensa.

Es simple así comprender que no es que el autor ponga en duda la inmortalidad del alma y la retribución futura, sino que las ignora, y por eso compara la condición de los vivos con la de los muertos conforme a sus concepciones respecto del seol (lugar donde antes de la resurrección de Cristo descansaban las almas, y en el cual no tomaban parte ya del mundo de los vivos).
Se pueden encontrar a lo largo de todo el libro textos que confirman esto: “¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?” (Eclesiastés 3, 21). El mismo autor reconoce aquí no saber que sucede con el aliento de vida de los humanos y si se diferencia del de las bestias.

En otra parte escribe: “Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia…” (Eclesiastés 3, 19), textos que dan a entender que el autor habla desde lo que conoce y lo que hasta ese momento ha sido revelado. Sin embargo los testigos de Jehová sostienen toda su doctrina en textos del Antiguo Testamento cuando la revelación estaba en pleno progreso, y se ven obligados a torcer todos los textos claros del Nuevo Testamento que contradicen tu teología.
Lo más contradictorio de su teología es que al interpretar Eclesiastés 9,5-6 como lo hacen, deberían concluir que tampoco hay recompensa futura, ya que el texto afirma que para los muertos “no hay ya paga para ellos” , aunque sabemos que “el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mateo 16, 27)

Argumento 2: El alma que peque morirá.

“Mías son las almas todas; lo mismo la del padre que la del hijo, mías son, y el alma que peca, ésa perecerá.” (Ezequiel 18, 4)

De alguna manera los testigos de Jehová han optado por interpretar que este texto se refiere la aniquilación o destrucción del alma. Quizá la principal dificultad aquí sea su falta de comprensión respecto al significado de la palabra muerte en la Biblia, la cual en unos casos hace referencia a la separación del alma y del cuerpo (muerte física), pero en otros casos a la separación del hombre de Dios por causa del pecado (muerte espiritual).

Entre algunos textos donde la muerte referencia a la muerte física donde se separan el alma y el cuerpo:

“Y al exhalar el alma, pues estaba moribunda, le llamó Ben-‘oní; pero su padre le llamó Benjamín.” (Génesis 35, 18)

“pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros.” (Filipenses 1, 21-24)
En el texto anterior San Pablo está consciente de que al morir partirá de su cuerpo para estar con Cristo, prefiere sin embargo, permanecer todavía en carne, pero por causa de la evangelización. El siguiente texto es aun mas explicito: "Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión… Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle." (2 Corintios 5, 6-9)

Basta este solo texto para desarmar toda la teología de testigos de Jehová y adventistas, ya explícitamente se habla de cómo se puede vivir en el cuerpo y fuera de él, y que en ambos estados podemos afanarnos por agradar a Dios.

Entre algunos textos donde la muerte referencia a la separación del hombre de Dios por el pecado tenemos:

“Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2, 1) “…estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados “ (Efesios 2, 5) “Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.” (Efesios 5, 14) “Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos.” (Colosenses 2, 13)

Es por eso que no es coherente interpretar Ezequiel 18, 4 como una aniquilación de la existencia del alma, sino por el contrario, lo que realmente significa: un estado donde esta queda apartada de Dios por toda la eternidad.

“Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán la pena de una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,” (2 Tesalonicenses 1, 6-9) “«Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera.” (Lucas 13, 28)

Otras referencias a la muerte del alma, no como una aniquilación definitiva, sino como una separación del hombre de Dios, la tenemos en el apocalipsis, donde se habla de la muerte segunda:

“El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.” (Apocalipsis 2, 11)

“Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21, 8)

“Y el Diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. ” (Apocalipsis 20, 10)

“Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»” (Mateo 8, 12)

Al leer cuidadosamente estos textos es posible darse cuenta de que la muerte segunda (se le llama así precisamente porque es la muerte del alma) que sufrirán los condenados junto con el Diablo, la Bestia y el falso profeta, implicará no solo verse apartados de Dios por toda la eternidad sino el tormento eterno.

“Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.” (Daniel 12, 2)

En absolutamente todos los textos que hablan del destino final de los condenados (Mateo 8,12; 13,42; 24,51; 25,30; Lucas 13,28) tenemos lo mismo: La muerte del alma es un estado de separación definitivo de Dios, y nunca se habla de una destrucción o cese de la existencia.
Nota: Los testigos de Jehová afirman que solo resucitarán los justos. Bajo su forma de ver las cosas es casi lógico, dado que no tendría sentido que los injustos resucitaran solo para volver a ser destruidos, pero observe que eso contradice lo que el profeta Daniel ya había profetizado en el texto que se acaba de citar (Daniel 12, 2)

Argumento 3: Jesús dijo que Dios “puede destruir tanto el alma como el cuerpo. De modo que, si el alma puede ser destruida, no puede ser inmortal. (Mateo 10: 28)

Aquí el error de los testigos es nuevamente interpretar esta muerte del alma como una aniquilación. Su argumento es que el texto griego utiliza allí ἀπόλλυμι, que traducen e interpretan literalmente como destruir. El diccionario de griego Strong nos da el siguiente significado:

Literalmente o figurativamente:-destruir, matar, morir, perder, perdido, perecedero, perecer.
No hay razón alguna, para interpretar en ese texto la palabra apólumi como una aniquilación o destrucción literal del alma. El contexto del mismo texto no solamente rechaza esta idea sino que sirve para refutarla:

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.” (Mateo 10, 28)

Dado que los adventistas y testigos de Jehová no creen en la inmortalidad del alma, ¿Cómo podría algo matar solo el cuerpo y no matar el alma? Recuerde que ellos afirman que no existe alma que sobreviva al cuerpo, y que al morir el cuerpo muere el alma. Sin embargo, no es eso lo que Jesús dice allí, sino todo lo contrario, y es que hay causas que pueden matar el cuerpo sin matar el alma (un accidente o cualquier cosa que pueda causar la muerte física pero no la espiritual), por ende, el alma sobrevive al cuerpo una vez separada de él. Así, el contexto de muerte o destrucción del alma de la que se habla allí no es una aniquilación, sino un estado de muerte espiritual definitiva.

Evidencias bíblicas a favor de la inmortalidad del alma

Evidencia 1: La promesa hecha al Buen Ladrón.

Seguramente todos recordamos lo sucedido con el buen ladrón cuando Jesús fue crucificado:
“Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: «Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.». Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: «¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación? Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo». Y dijo a Jesús: «Señor, acuérdate de mí cuando vinieres en tu Reino». Entonces Jesús le dijo: «De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso»” (Lucas 23, 39-43)

Lo interesante de ese suceso es que Jesús le promete al Buen Ladrón estar ese día con El en el paraíso, pero ¿Cómo podría ocurrir eso si el alma no sobrevive al cuerpo?. Dado que este simple texto desmoronaría instantáneamente toda la teología de los testigos y adventistas, se han inventado un argumento bastante original para justificarse, y consiste en alegar que como en dicha época no existían los signos de puntuación, lo que Jesús quiso decir fue: “ Yo te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso” (note donde colocan la coma) o lo que es lo mismo: “Yo te aseguro hoy, que algún día estarás conmigo en el paraíso” . (La posición de una coma puede cambiar todo el sentido de una frase)

El problema de este argumento es que dicha forma de expresarse era completamente ajena a la forma de hablar de Jesús recogida en todo el Nuevo Testamento. Cuando Jesús utilizaba la expresión “de cierto te digo” (otras traducciones traducen “en verdad te digo” , “yo te aseguro” , etc.) nunca la utilizaba de esa manera. Ejemplos hay por docenas, algunos de los cuales podemos mencionar:

“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más mozo, te ceñías, é ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras.” Juan 21,18 “De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.” Mateo 5,26“Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3, 3) “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3, 5) “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.” (Juan 3, 11) “Le respondió Jesús: ¿Tu alma pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.” (Juan13, 38)
En todas estas ocasiones Jesús jamás dice “De cierto de digo HOY”, sino solamente y de manera muy solemne “de cierto te digo”.

Inclusive cuando Cristo utilizó “hoy” en ese tipo de expresiones fue para afirmar que ese suceso sucedería ese mismo día.

“Y le dice Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.” (Marcos 14, 30)

Aquí a ningún adventista ni testigo de Jehová se le ocurriría decir que Cristo estaba diciendo que Cristo estaba diciendo “HOY” que algún día Pedro le negaría, pues sabemos que Cristo se refería a que Pedro le negaría ESE DIA (“Hoy” para ese entonces)

Otros ejemplos donde Jesús utilizó este tipo de formas de expresarse sin jamás utilizar “HOY” para reafirmar su promesa o enseñanza los podemos encontrar a lo largo de todo el evangelio (Mateo 3, 9; 5, 22. 28. 32. 34. 39. 44; 12, 36; 19, 9; 21, 27; Lucas 4, 25; 9, 27; 11, 9; 12; 44; 16, 9; 19, 26; Juan 16, 7).

Los testigos de Jehová y adventistas sostienen también que el buen ladrón no pudo haber estado con Jesús ese día en el paraíso, porque Jesús subió al padre solo después de la resurrección:
“Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»” (Juan 20, 17)

A esta aparente contradicción, Cristo, para asumir en sí mismo nuestras penas, quiso que su cuerpo fuera puesto en el sepulcro, así también quiso que su alma descendiese al infierno. Pero su cuerpo permaneció en el sepulcro un día entero y dos noches para que se comprobase la verdad de su muerte. Por lo que es de creer que también su alma estuviese otro tanto en el infierno, a fin de que salieran a la vez su alma del infierno y su cuerpo del sepulcro. Cristo, al bajar al infierno, libró a los santos que estaban allí, no sacándolos al instante del lugar del infierno, sino iluminándolos con la luz de su gloria en el mismo infierno. Y, no obstante, fue conveniente que su alma permaneciese en el infierno todo el tiempo que su cuerpo estuviese en el sepulcro. Por tanto, esas palabras del Señor deben entenderse, no del paraíso terrenal corpóreo, sino del paraíso espiritual, en el que se dice que viven los que gozan de la vida divina. Por lo cual, el ladrón descendió localmente con Cristo al infierno, para estar con Él, puesto que le dijo: estarás conmigo en el paraíso; pero, por razón del premio, estuvo en el paraíso porque allí gozaba de la divinidad, como los demás santos.

Evidencia 2: La parábola de Lázaro y el rico.

“«Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.” «Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.” Díjole Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.” El dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.” Le contestó: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite."»” (Lucas 16, 19-31)

Aquí tenemos, de la boca del propio Jesús, una parábola donde partiendo de personajes ficticios Jesús nos explica una situación real aplicable a cada uno de nosotros: La recompensa o castigo que recibiremos de acuerdo a nuestras obras.

No debería creerse como creen las sectas que por ser una parábola eso no se encierra allí una enseñanza real. Sería bastante curioso que Jesús colocara una parábola que haga alusión a la inmortalidad del alma si esta realmente fuera una doctrina pagana. Y es que si el alma fuera mortal, nada mas inapropiado que utilizar una parábola cuya interpretación reforzaría la concepción judía de la inmortalidad del alma, cuando Jesús perfectamente pudo haber cambiado un poco la parábola, indicando que el rico simplemente no existía ya luego de su muerte, mientras que Lázaro era recompensado resucitando el último día.

Evidencia 3: La Transfiguración

“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús” (Marcos 9, 2-4)

Otro evento que derrumba la teología de las sectas, ya que si el alma no sobrevive al cuerpo no se explica que hacían Moisés y Elías conversando con Jesús. Es oportuno recordar que muerte de Moisés está claramente registrada en las Escrituras (Deuteronomio 34, 5-6).

Adicionalmente a la Transfiguración, tenemos el evento de la bruja de Endor, donde Samuel después de muerto es evocado por orden de Saúl (1 Samuel 28, 6-20).

Tanto en el caso de Samuel, como el de Elías y Moisés no se puede alegar que se trata de parábolas, tampoco de alucinaciones, y mucho menos, como me comento alguien de creencias adventistas en una ocasión: Que Samuel era un demonio y Moisés resucito temporalmente en la transfiguración para posteriormente volverse a morir.

Evidencia 4: Cristo predica a espíritus encarcelados

“Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua;” (1 Pedro 3, 18-20)

Este texto hace alusión al descenso de Cristo a los infiernos después de su muerte en la cruz, donde predica a todos aquellos justos que estaban retenidos de espera de que Cristo con su muerte y resurrección abriera el camino para entrar en el cielo (Hebreos 2, 10; 9, 8. 15; 10, 19-20; 1 Pedro 3,19). No hace falta decir que en este evento, se encuentra otra prueba palpable de la inmortalidad del alma, dado que la predicación de Cristo va dirigida a difuntos.

Hay que descartar los argumentos poco convincentes de las sectas que sugieren que dicha predicación fue un mero acto de presencia ante los demonios o un acto condenatorio . Y es que el sentido del verbo griego κηρύσσειν, es indicado por el contexto general, que trata de la misericordia de Dios y de los efectos de la redención. La predicación tuvo que ser, por lo tanto, el anuncio de una buena nueva, lo que estaría en armonía con las palabras de Pedro casi inmediatamente después:

“Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en espíritu según Dios” (1 Pedro 4,6)

La hipótesis de una predicación condenatoria estaría en contra del espíritu del pasaje. Adicionalmente hay que resaltar que κηρύσσειv, en el Nuevo Testamento, se emplea siempre para designar la predicación de una buena nueva.

Tampoco hay cabida a la suposición de que eran demonios, cuando se hace referencia a personas incrédulas que vivían en tiempos de Noé.

Hay que hacer notar sin embargo, que si bien el apóstol distingue especialmente a los contemporáneos de Noé, no quiere decir esto que excluya al resto de los justos, sino que resalta la eficacia redentora de Cristo, la cual alcanzó incluso a aquellos que en otro tiempo fueron considerados como grandes pecadores y provocaron el mayor castigo de Dios sobre el mundo. Serían así aquellos que en tiempos de Noé habían sido incrédulos a sus exhortaciones al arrepentimiento pero luego al desencadenarse el diluvio se arrepintieron, y antes de morir pidieron a Dios perdón.

Evidencia 5: La Biblia muestra a los salvados en presencia de Dios.

En el capítulo 11 de Hebreos se mencionan a todos los patriarcas y santos de la antigüedad como modelos para los cristianos. Ellos que no alcanzaron “la promesa,” y hubieron de esperar a que Cristo con su muerte y resurrección abriera el camino para entrar en el cielo que Cristo (Hebreos 2, 10; 9, 8. 15; 10, 19-20; 1 Pedro 3, 19) se nos presentan como testigos en torno nuestros.
“Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone” (Hebreos 12, 1)

San Pablo se sirve así de una metáfora tomada de los juegos públicos, a los que era aficionada la sociedad greco-romana. Se imagina que al igual que en aquellos juegos hay toda una nube de testigos observando, lo mismo los cristianos estamos rodeados de toda una “nube de testigos” contemplando nuestro esfuerzo. Estos testigos por su puesto, son los antepasados que acaba de mencionar, y quienes están en la ciudad del Dios vivo, en la asamblea de los primogénitos inscritos en el reino de los cielos, por ser los espíritus de los justos llegados a su consumación.
“Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación” (Hebreos 12,22-23).

Nótese que se habla aquí de los espíritus de los justos. Estos justos no han sido todavía resucitados, cosa que queda clara en primer lugar porque se les llama espíritus, y en segundo porque la resurrección será el último día (Juan 6, 39)

Otro texto donde se ve claramente las almas de los justos consientes y en presencia de Dios antes de la resurrección la tenemos en el apocalipsis:

“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos.” (Apocalipsis 6, 9-11)

Cuando el Santo Diácono Esteban es martirizado, antes de morir ve como el cielo se abre para recibir su espíritu:

“Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió” (Hechos 7, 55-60)

Conclusión

Las evidencias a favor de la inmortalidad del alma son muchas. Y de hecho, no solamente los cristianos sino también los judíos que solo reconocen el Antiguo Testamento creen en ella. Son solo las sectas que precisamente llevan la delantera en cuanto a profecías fallidas (adventistas y testigos de Jehová) las que se obstinan en negarla y prefieren torcer cada texto bíblico que les reprocha su error.

Espero este resumen sirva para transmitirles la doctrina ortodoxa de la Santa Iglesia y les permita salir de su error.

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