sábado, 13 de febrero de 2010

ORACIONES PARA EL INICIO DE LA GRAN CUARESMA

ORACIONES PARA EL COMIENZO DE LA GRAN CUARESMA

El sacerdote, vestido con el epitrachilion, lee estas oraciones en la iglesia con compunción, el primer lunes del Gran Ayuno, o en otro día de la primera semana del Ayuno, después de Maitines o después de las Horas.

S Roguemos al Señor.

C Señor ten piedad.

S Oh Dios, esperanza de toda la tierra, de uno a otro confín, que has ordenado los días del ayuno por medio de la Ley, de los Profetas y de los Evangelistas, permítenos pasar este santo tiempo, de forma pura, conservando la fe intacta, y guardando tus mandamientos todos los días de nuestras. Envía un ángel de paz para guardar nuestras idas y venidas en cada trabajo bueno para que, siendo obedientes y agradables a ti, podamos estar en comunión perfecta con tus santos y puros Misterios. Acepta, oh Señor y Dueño nuestro, las postraciones y ayunos de tus siervos concediendo la salud y purificación de cuerpo y alma a todos aquello que te bendecimos, a ti Padre Eterno, a tu Hijo unigénito y a tu Todo Santo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén.

S Roguemos al Señor.

C Señor ten piedad.

Bendito seas, oh Señor, Dios de nuestros padres, de Abraham, Isaac, y Jacob; que creaste el cielo, la tierra y el mar con lo que contiene.

Que nos ofreces un tiempo de salvación para que podamos arrepentirnos de nuestras iniquidades, que aceptaste las lágrimas de tu siervo el profeta y rey David y le otorgaste la remisión de los pecados cuando se arrepintió.

Que aceptaste la oración de Manases el cual estaba atado con cadenas de hierro y te pidió perdón, arrepentido, de sus pecados.

Que salvaste a la prostituta que acogió a los enviados de Israel para reconocer Jericó

Escucha ahora las peticiones de tu indigno siervo y no tengas en cuenta los pecados y ofensas de los que se postran ante ti arrepentidos. Concédenos contrición de corazón y remordimientos de por nuestros pecados, pues sólo Tú, nuestro Creador, puedes limpiarnos de ellos y perdonarnos.

Concédeles la gracia de poder presentarse ante ti y con corazón contrito y humillado poder confesarlos, con santo temor ante tus indignos ministros, como si lo hicieran ante ti mismo, Justo y Temible Juez.


Y de acuerdo a tus promesas perdonar a los que se postren ante ti compungidos, humillados y arrepentidos implorando el perdón completo y la remisión de los pecados.

Pues tu dijiste que lo que se desligue en la tierra quedará desligado en el cielo, Dueño nuestro, Señor Jesucristo nuestro Dios, acepta a tus siervos que arrepintiéndose de sus pecados, conocidos y desconocidos, voluntarios e involuntario, los confiesan según tus preceptos.

Haz que recibiendo tu perdón misericordioso seamos llenados de tu gracia y seamos fortalecidos para que ninguno vuelva al pecado y a las malas acciones impropias de los que han sido perdonados. Levántalos y ayúdalos a salir de toda trampa y superstición e influencia mala del diablo para que puedan servirte en santidad y justicia todos los días de su vida.

Pues Tú eres nuestro Dios y viniste al mundo no para llamar al virtuoso si no para acoger al pecador arrepentido. Tú nos mandaste perdonar setenta veces siete las ofensas pues te muestras con nosotros infinitamente compasivo y misericordioso.

Así mismo, como no condenaste a la mujer adultera que te trajeron los fariseos para probarte, si no que la acogiste con misericordia y perdonándola le dijiste que no pecara más, perdónanos a nosotros pues eres misericordioso y amas a la humanidad.

Y como fuiste compasivo con la pecadora que te ungió los pies y los limpió con sus lágrimas, secándolos con sus cabellos, concede a tus siervos el don de poder llorar y limpiar con lagrimas de arrepentimiento sus pecados

Da firmeza a sus mentes y corazones para que puedan conocer en tu Unigénito, al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Acéptalos como aceptaste a Pedro que se arrepintió y lloró amargamente el pecado de haber renegado de ti tres veces y tiéndeles tu mano como se la tendiste a él para que no perezcan cuando el demonio arremeta contra ellos.

Limpia sus almas y cuerpos de todo lo malo y sánalos, Médico de nuestras almas y cuerpos, pues Tú dijiste que no necesita el médico el sano, si no el enfermo. Visítanos y sálvanos pues si no es por ti pereceremos.

Por eso, oh Señor nuestro Jesucristo, concede a tus siervos que puedan completar este ayuno, que ahora comienzan, limpios de toda mancha, cumpliendo tus mandatos y siendo perseverantes en la oración y así serte agradables todos los días de su vida y participar intachables en la comunión col precioso Cuerpo y la Preciosa Sangre de tu Hijo

Porque Tú eres, oh Dios, la remisión del penitente pues no quieres la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Pues no quieres que perezca la obra de tus manos y no te alegras de las desgracias del hombre, sino que tienes misericordia y salvas abriendo las puertas del conocimiento de la Verdad

Se ahora la fuerza de tus siervos y concédeles la gracia de rechazar el pecado, renunciar a toda mala acción y volverse a ti. Concédenos la gracia de cumplir con el ayuno en paz, llenos de obras buenas y así poder celebrar tu Pasión salvadora y tu gloriosa Resurrección y al final de nuestras vidas unirnos a todos los que te han sido agradables y participar de las eternas alegrías dándote gloria a ti, y a tu Padre sin principio y a tu Todo Santo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén

Plegaria de San Efrén

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. (Gran metanía)

Da en cambio a tu siervo/a el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. (Gran metanía)

Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano. Porque Ti eres bendecido por los siglos de los siglos. Amén. (Gran metanía)

12 metanías diciendo: “Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador.”

y se termina diciendo:

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. Da en cambio a tu siervo/a el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano. Porque Ti eres bendecido por los siglos de los siglos. Amén.

Después bendice con la mano diciendo:

S Que la bendición de Dios sea con vosotros por medio de su gracia, compasión y amor a la humanidad, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén

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