domingo, 7 de febrero de 2010

Sinaxario del Domingo del Juicio Final


Cuando te sientes a juzgar el mundo, oh Juez de todos,

hazme digno de ser llamado a tu derecha por ti


En este día conmemoramos la inescapable Segunda Venida de Cristo, cuya celebración fue instituida por los muy divinos padres para el domingo después de la parábola del Pródigo, a fin de que nadie que ha aprendido de esta última acerca del amor de Dios por la humanidad viva en pereza, diciendo: «Dios ama a la humanidad, y cuando me separe de él por el pecado, todo esta preparado para mi restauración». La conmemoración de este terrible día de juicio ha sido ordenada para este momento a fin de que, mediante el temor a la muerte y la expectación del tormento futuro, aquellos que viven en pereza sean exhortados a las virtudes, no sólo confiando en el amor de Dios, sino también dándose cuenta de que él es el justo Juez que juzgará a cada uno según sus obras. En otras palabras, toda alma que deja esta vida necesariamente será juzgada. La presente fiesta es un tipo de símbolo de esto pues se nos presenta ahora como una celebración final, del mismo modo que será el último evento después de nuestra muerte. Pues conviene que contemplemos que así como el principio del mundo y la caída de Adán en el Paraíso son conmemoradas el próximo domingo, en este día conmemoramos el fin de los días y del mundo mismo.

La conmemoración está mandada para este día en que nos despedimos de la carne para que, maravillados por este evento, limitemos nuestro consumo de comida terrenal, no entregándonos a la gula, y seamos exhortados a amar a nuestro prójimo. En otras palabras, ya que hemos sido expulsados del Edén, malditos y condenados por haber comido del fruto, el presente evento ha sido ordenado para este momento porque el próximo domingo seremos expulsados a través de Adán, hasta que Cristo venga de nuevo para levantarnos al Paraíso. Se llama la Segunda Venida porque Cristo se nos ha manifestado en la carne en su primera venida y ha liberado a la raza humana, y vendrá de nuevo para juzgar si observamos aquello que nos ha mandado. ¿Cuando ocurrirá esta Segunda Venida? Nadie lo sabe; pues aunque el Señor mencionó muchas señales que la precederían, ocultó esto de sus Apóstoles. Pero antes de su Venida aparecerá el Anticristo. Este vivirá su vida a la manera de Cristo, haciendo milagros como los que Cristo hizo, y resucitando a los muertos. Sin embargo, todas sus obras serán una ilusión. Después de esto el Señor vendrá repentinamente, como un relámpago en el cielo, yendo ante su santa Cruz, y un río de fuego ardiente fluirá ante él limpiando la tierra de su impureza. El Anticristo será capturado de inmediato junto a sus siervos y todos serán condenados al fuego eterno. Y cuando los ángeles suenen las trompetas, todas las naciones de la humanidad se reunirán en Jerusalén desde todo lugar y desde todos los confines de la tierra, pues esa ciudad es el centro de la tierra. Y se establecerán allí los tronos para el juicio. Entonces todas las almas serán reunidas con sus cuerpos y revestidas de belleza incorruptible, transformadas en una sola imagen. Y con una palabra separará el Señor a los justos de los pecadores.

Aquellos que han hecho el bien recibirán la vida eterna, y los pecadores serán enviados de nuevo al tormento eterno. Nótese que Cristo no preguntará quién ayunó, quién estaba desnudo, o quién obró milagros; porque aunque estas cosas son buenas, la misericordia y la compasión son mucho mejores. Él interrogará tanto a los justos como a los pecadores acerca de seis virtudes que son como mandamientos, de las cuales todos son capaces: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. [....] En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (cfr. San Mateo 25:35-36, 40). Entonces todos confesarán que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre (cfr Filipenses 2:11).

Ahora bien, según el Santo Evangelio, los tormentos son el llanto y crujir de dientes, «donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga», siendo «echados a las tinieblas de afuera» (cfr. San Marcos 9:44; San Mateo 8:12). Y toda la Iglesia de Dios se deleitará gozosamente al alcanzar el Reino de los cielos, estando cerca de Dios en su lugar santo, y recibiendo gloria eterna y exaltación. Pero aquellos que están separados de Dios por haber desperdiciado la vida de sus almas (cfr. Salmo 23[24]:4, LXX) en pereza y alimentos temporales recibirán tormento y oscuridad, estando privados eternamente de la Luz divina.


(Traducido del Triodio eslavo)

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