martes, 29 de junio de 2010

San Juan Crisóstomo: Homilía sobre San Pedro y San Elías

¡POCOS SON LOS QUE HOY HAN CONCURRIDO! ¿Cuál es el motivo? ¡Celebramos la memoria de los mártires y nadie nos acompaña! ¿Acaso el largo camino los hizo perezosos? ¡Pero no! ¡no fue el impedimento del camino, sino la desidia! Porque así como a un varón diligente y alerta nada lo detiene, así al remiso y perezoso todo le es impedimento Los mártires dieron su propia sangre por la verdad ¿y tú ni siquiera acometes un poco de camino? Ellos ofrecieron su cabeza por Cristo ¿y tú por Cristo ni siquiera sales de la ciudad? El Señor murió por ti ¿y tú te muestras perezoso para con el Señor? Se presenta la memoria de los mártires ¿y tú permaneces en la desidia? ¡Conviene que estés presente para que veas vencido al demonio y vencedor al mártir; a Dios gloriosamente celebrado y a la Iglesia coronada!

Pero ellos se excusan diciendo: "¡Pecador soy y por lo mismo no puedo acercarme!" Pues precisamente porque eres pecador acércate, a fin de que no decaigas de la justicia. Pero ¡dime! ¿cuál de los hombres está sin pecado? Mas, por eso existen el sacrificio y la Iglesia, por eso las oraciones y el ayuno: porque las llagas del alma son muchas. Por eso se han encontrado muchos remedios, y se han preparado para cada herida los que a cada herida convienen. Tienes a la Iglesia, que ofrece sacrificios; tienes las oraciones de los sacerdotes, la administración del Espíritu Santo, el recuerdo de los mártires, las reuniones de los fieles y otras muchas cosas de este género, que pueden desde el pecado volverte a la justicia. Pero no te acercaste a las oraciones de los mártires. ¿Tienes algún perdón?

No se interpone cosa alguna difícil ¿y con todo te has abstenido de concurrir a la reunión de los mártires? ¿Es que te detuvo algún cuidado propio del siglo? ¡Pues mayor es la acusación! ¿No has querido poner a rédito ante Dios ni siquiera una hora, con lo que lucrarías el día entero? ¡Pecador soy, repites, y por eso no puedo! Pues ¡precisamente porque eres pecador, ven acá! ¿Ignoras acaso que también los que están sentados junto al altar son pecadores? ¡De carne están vestidos, de sangre están hechos, con huesos están fabricados! ¡Y nosotros mismos los que nos sentamos en el trono y somos Doctores, estamos enredados en pecados! Pero, no desesperamos de la divina benignidad ni achacamos a Dios dureza o inclemencia. Porque todos somos hombres y estamos compuestos de los mismos elementos. Y no nos negamos a enseñar, mirando al piélago de la benignidad divina.

Si vosotros entráis acá aunque seáis pecadores, la acusación no es tan grave, puesto que aún estáis bajo la enseñanza. Nosotros, en cambio, cuanto más sobresalimos por la dignidad, tanto más expuestos estamos a la acusación. Porque es cosa distinta que peque el discípulo a que peque el Doctor. Y con todo, no lo rehusamos, a fin de no caer en pereza, bajo las apariencias de humildad. Y es providencia de Dios que los sacerdotes mismos caigan en pecado. Escucha cómo es la cosa. Porque si los maestros y sacerdotes no cayeran en pecado ni estuvieran sujetos a las pasiones de la vida, se volverían inhumanos con los demás y no concederían el perdón a los que pecan. Por esto, quiso Dios que los sacerdotes y los príncipes estuvieran sujetos a las pasiones, para que por sus propias enfermedades se inclinaran a conceder el perdón a otros.

Y de esta manera templó Dios las cosas, no solamente en estos tiempos sino también en los tiempos pasados, en los que permitió que cayeran en pecado aquellos a quienes iba a entregar la Iglesia y el pueblo, a fin de que por sus propias caídas fueran humanos para con los demás. Porque si no pecaran tampoco concederían el perdón a los que pecan; sino que inhumanamente a todos los echarían de la Iglesia. Y que esto sea así y que yo no hablo por meras conjeturas, ¡ea! ¡vayamos adelante en nuestro discurso y lo veremos, considerando los hechos!

Las llaves de la Iglesia habían de entregarse a Pedro. Más aún: se le entregaban las llaves del Reino de los cielos, y se le entregaría después toda la multitud del pueblo. Porque ¿qué dice el Señor?: Cuanto ligares sobre la tierra quedará ligado en el cielo; y cuanto desatares sobre la tierra quedará desatado en el cielo. Pues bien: Pedro era un tanto duro. Entonces, si además hubiera sido impecable ¿qué perdón iban a tener aquellos a quienes él debía enseñar? Por esto dispuso la gracia divina que cayera en cierto pecado; a fin de que por lo que él había experimentado, se volviera más humano con los otros.

Y considera en qué clase de pecado permitió la gracia que cayera siendo el jefe de los apóstoles, el fundamento inconmovible, la piedra que no puede quebrarse, el príncipe de la Iglesia, el puerto inexpugnable, la torre firmísima. Este es aquel Pedro que dijo a Cristo: ¡Aunque sea necesario que yo muera contigo, no te negaré! Es el Pedro que por revelación divina confesó la verdad y dijo: ¡Tú eres Cristo el Hijo de Dios vivo!

Pues a este Pedro, como hubiera entrado en el palacio aquella noche en que Cristo fue entregado, y estuviera sentado junto al fuego para calentarse, se le acercó una criada y le dijo: ¡También tú estabas ayer con este hombre! 5 Y Pedro respondió: ¡No conozco a ese hombre!

Hace poco, oh Pedro, exclamabas: "¡Aunque fuera necesario morir contigo no te negaré!", y ahora en cambio dices: "¡No conozco a ese hombre!" ¡Oh Pedro! ¿es esto lo que habías prometido? ¡Aún no experimentas los tormentos ni los azotes, ni las llagas, ni el furor de los verdugos, ni el de los príncipes, ni las espadas agudas, ni los decretos lanzados por los reyes, ni a los reyes mismos, ni la muerte, ni la cárcel, ni los precipicios, ni el mar, ni cosa alguna de éstas ¿y ya negaste?: "¡No conozco a ese hombre!" Y la criada de nuevo enseguida: "¡También tú estabas ayer con este hombre!" Y Pedro de nuevo le responde: "¡No conozco al hombre que dices!"

¿Quién es el que habla contigo para que así niegues a Cristo? ¡Ninguno de tus parientes, sino una criada y esa portera y abyecta esclava y despreciable! ¿Habla ella y tú niegas? ¡Oh cosa más nueva! ¡Se acerca a Pedro aquella muchacha, a Pedro aquella meretriz, y lo conturba en su fe! ¡Aquella columna, Pedro, aquel torreón, no soportó las amenazas; sino que apenas habló la muchacha y la columna se sacudió y el torreón se bamboleó! ¿A quién viste, oh Pedro, que así niegas? ¡A una vil chiquilla, a una despreciable portera! ¡A esa viste y negaste! Y por tercera vez: "¡Tú también estabas ayer con este hombre!" Entonces finalmente, habiéndolo visto Jesús, le trajo a la memoria lo que le había ya dicho. Y Pedro, habiéndolo entendido, comenzó a llorar y a hacer penitencia por su pecado.

Pero el benignísimo Señor permitió que cayera, porque sabía que, como a hombre que era, le acontecía algo propio del hombre. Mas, como ya dije, permitió la divina providencia que Pedro pecara, porque se le había de entregar y poner a su cuidado un gran pueblo; y para que así no se mostrara severo con él, en el caso de no haber antes experimentado el pecado, y sucediera que no quisiera conceder el perdón a sus hermanos. Cayó en pecado a fin de que reflexionando sobre su pecado y el perdón que Dios le había concedido, él a su vez también lo concediera a los demás, en una forma conveniente con lo dispuesto por Dios. Se permitió que cayera en pecado aquel que había de tener encomendada toda la Iglesia, la columna de las iglesias, el puerto de la fe. Se permitió que Pedro, el Doctor del orbe, pecara, a fin de que esta permisión fuera un argumento de benignidad para con los demás.

Mas, ¿por qué he referido estas cosas? ¡Porque nosotros, sacerdotes, que nos sentamos en la cátedra y enseñamos, también estamos ligados con el pecado! Por esto el sacerdocio no se encomendó a un ángel ni a un arcángel (ellos ciertamente son impecables), para que no, llevados de su severidad, hirieran al punto con el rayo a quienes de entre el pueblo pecaran. Sino que esta cátedra y trono se encomendó y otorgó a un hombre nacido de hombre y que también estaba atado por el pecado y la concupiscencia, para que si acaso se encontraba con algún pecador, por la experiencia de los propios pecados se le mostrara benigno. Pues si el sacerdote fuera un ángel y se encontrara con un fornicario, sin estar él mismo sujeto a semejante enfermedad, al punto daríale sentencia de muerte. De manera que si un ángel hubiera recibido la potestad sacerdotal, no habría enseñado sino matado, movido de ira, por no ser él así. Por esto, pues, se le confió la potestad al sacerdote: a fin de que como conocedor de los pecados y experimentado en ellos, perdonara a los pecadores, y no se dejara llevar de la ira y no convirtiera la Iglesia en Sinagoga.

Mas ¿por qué me detengo en Pedro y me alargo en este asunto y no paso a otra persona? ¡Ea! ¡traigamos al medio a otro, al profeta Elias, a ese ángel en la tierra y hombre celeste! ¡al que caminaba por la tierra y gobernaba los cielos! ¡al hombre de tres codos de altura, que con todo, marchaba por las alturas, sublimado hasta la bóveda misma del cielo! ¡al distribuidor de las aguas, cuya lengua era tesoro de ellas y llave del cielo! El era pobre y rico, idiota y sabio. Pobre porque nada poseía; pero rico porque tenía una lengua que mandaba en las nubes a la lluvia.

Pues bien: éste era a su vez áspero con los pecadores, tanto que alguna vez llegó a rogar que no descendiera la lluvia. Y ¿qué dice?: ¡Vive el Señor que no habrá lluvia, sino por mandato de mi boca! ¿Qué dices y qué haces, oh Elias? A lo menos ruega primero al Señor y luego di: ¡Vive el Señor que no habrá lluvia, sino por mandato de mi boca! 7

¿Dónde están los herejes que afirman que el Hijo de Dios suplica? ¡Hombre infeliz y miserable e impudente! ¿Elias es el que pronuncia las palabras y el Hijo de Dios es el que suplica? ¿El siervo ordena y el Hijo suplica? ¡Ni siquiera le concedes un honor igual al de Elias! ¿Acaso no quieres conceder al siervo y al Señor una dignidad igual? ¡Aquél no ruega ni suplica, sino que profiere una palabra de verdad y con ella cierra los cielos! ¡Ruega primero, oh Elias! Pero ¿qué responde Elias? ¡Yo sé que mi Señor me oirá! ¡hago esto movido! ¡movido por su celo! ¡Oh cosa nueva y admirable! ¡El Señor superado en la benevolencia por su siervo! ¡Porque Elias hizo eso por celo de su Señor!

Veía él que se cometían muchos pecados. Veía la fornicación unida a la mucha malicia. Era una noche que cubría a todo el orbe; una nube densísima que envolvía todas las cosas. Porque todos se lanzaban al mal y era universal el naufragio, no de aguas sino de concupiscencias. Quitada de en medio la temperancia, triunfaba la intemperancia. La virtud era echada fuera y florecía el vicio. Manchados estaban los collados, los montes, los bosques, los caminos, los dispensarios y el aire. Andaba el sol oscurecido, la tierra emporcada, el cielo en desprecio, y todas las criaturas enfermas a causa de la idolatría. Como en una noche, así caminaban todos sin atender a la naturaleza de las cosas. Veían una piedra y la adoraban como a Dios; observaban un árbol y también creían que éste era dios: ¡envueltos estaban en una noche densísima en la que veían al Creador, pero adoraban a las criaturas!

Elias era el único que poseía la lámpara de la verdad y estaba asentado en la sabiduría como en la cumbre de un monte; y ahí se ejercitaba a sí mismo, armado con la lámpara de la piedad. Pero esta luz a nadie ayudaba, porque todos estaban entregados al sopor y enredados en la idolatría. Así pues, Elias se irritaba, se consumía, se lamentaba: ¡hablaba y nadie le escuchaba! ¡exhortaba y nadie le atendía! Finalmente, movido del celo, quiso castigarlos y al mismo tiempo enseñarlos, a fin de que, consumidos por el hambre, dirigieran sus preces al Señor, y el hambre les sirviera de motivo para la piedad.

Nada puede enmendarlos, se dijo, si no es el hambre. Así, cercados por todas partes por las aflicciones, se refugiarán en el Creador de todos. ¿Qué hace, pues, Elias? ¡Vive el Señor, dice, que no habrá lluvia sino por mandato de mi boca! Apenas pronunció estas palabras y el aire se inmutó y el cielo se hizo de bronce; no porque cambiara de naturaleza, sino porque quedó frenada su virtud. Al punto quedaron cambiados los elementos. ¡Cayó la palabra del profeta a la manera de una fiebre sobre las entrañas de la tierra y al punto quedaba todo seco, todo desolado, todo destruido! Veían los hombres las hierbas al punto marchitadas y también las plantas y los árboles, aun los fructíferos lo mismo que los infructuosos, y lo mismo los de los campos que los que estaban cercanos al mar. Todo estaba seco y todo ser viviente de cualquier edad languidecía y moría. Gemían los niños y lloraban las madres y todo era desesperación.

Una palabra dijo el profeta y mira cuántas cosas obró. Todos los seres vivientes se morían, así las bestias feroces como los animales domésticos, los niños y los hombres, los vivientes todos y las aves del cielo. Un universal naufragio y desgracia llenaba el orbe todo a la vez. Nadie se salvaba, sino que todos al faltar el agua se morían. Se secaban las plantas, las fuentes, los ríos, los lagos: en una palabra todos se morían. Un universal naufragio llenaba todo el orbe y no de agua sino de escasez de lluvias. El cielo estaba como atado y del todo impedido y se había cambiado de todo en todo su natural. De manera que todos morían y perecían a causa de la ira enviada desde el cielo. Y Elias no se preocupaba porque el celo lo tenía como embriagado.

Perecía todo en edad aún no madura. ¿Qué haces, oh Elias? ¡Pase que los adolescentes hayan pecado y se les castigue! Pero ¿por qué son castigados los niños pequeños? ¡Pase que hayan pecado los hombres! Pero ¿por qué mueren también los animales domésticos? ¿De tan grande crueldad te has revestido? ¡No te cuidas de los hombres! ¡no tienes mujer! ¡no tienes hijos! ¡por esto no te preocupas de los que mueren! Y ¿qué le dice Dios? ¡Anda, le dice, hasta el río Querit, y yo ordenaré a los cuervos que ahí te sustenten. Con gusto preguntaría yo a un judío que ahora se me presentara aquí delante, con el objeto de demostrarle que la Ley destruyó a la Ley en lo que ésta mandaba, y que la Ley misma no procedía correctamente, sino que se contradecía; porque no era ella la verdad sino la sombra: aquellas cosas sombra eran, las actuales son la verdad; aquéllas eran la figura, éstas son los objetos mismos.

Pues bien, oh judío: ese Elias a quien tú veneras y esperas que vendrá y de quien tanto hablas y lo llamas profeta, ese digo ¿de qué manera fue alimentado por el cuervo? Porque según la ley el cuervo es animal impuro: la Ley misma lo establece así, que el cuervo sea animal impuro. ¿Cómo, pues, el profeta era sustentado por el cuervo impuro? ¡Porque, si la Ley ordenó que el cuervo fuera impuro, el que fuera sustentado por el cuervo también quedaba impuro! Pero las cosas no iban por ahí, ¡ni de lejos! El cuervo nutría a Elias, y Elias no juzgaba impuro nada de cuanto ha criado Dios.

Pasado algún tiempo, como también aquel río se secara, Dios excita al profeta a buscar el sustento: ¡Anda, le dice, a Sarepta de Sidón! ¡Yo ordenaré a una viuda que ahí te sustente! Y esto lo hacía Dios con una particular providencia. Puesto que Elias no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo (puesto que estaba solitario en un sitio y no veía aquella desgracia del orbe todo, y cómo se habían secado lagunas, fuentes, ríos, plantas, árboles frutales e infructuosos, los que había cerca de las fuentes y los que estaban cerca de los estanques de agua, y habían muerto los volátiles, las bestias domésticas y los demás animales, y los niños, y cómo lloraban las madres, y en fin toda esa desgracia del orbe entero), Dios lo incita y le ordena recorrer una gran distancia, desde ahí hasta la tierra de Sidón; a fin de que de este modo, viendo personalmente cómo estaban las cosas, rogara con porfía al Señor que concediera la lluvia. Por esto, pues, lo envía a recorrer un tan largo camino. No porque no pudiera Dios alimentarlo ahí, sino porque quería mostrarle toda aquella calamidad, y que así Elias le rogara desatar la lluvia. Dios podía hacerlo sin que Elias le rogara; pero no quiso hacer injuria a su siervo al hacerlo aparecer como causante del mal y a Sí mismo como causante del bien, sino que esperó la oración de su siervo.

Pero éste ni aún así quiso doblegarse, sino que seguía su camino, como llevado de cierta arrogancia, y sin moverse ni a un poco de misericordia, y sin cuidarse de nadie; movido, como ya dije, por el celo que lo tenía embargado. ¡Oh Elias! ¿por qué enloqueces? ¿por qué te has revestido de tan grande inhumanidad? ¡Espera un poco, y algo más adelante tú mismo te encontrarás culpable de un pecado! ¡Por los pecados de los habitantes atrajiste la sequía, cerraste los cielos, enfrenaste la tierra, impediste el natural curso de la naturaleza! ¿Y no quieres ahora rogar para que cese todo esto? ¡Dentro de poco tú mismo serás convencido de pecado, y alcanzarás el perdón de tu Señor para que te vuelvas más humano para con tus consiervos!

He emprendido el día de hoy mi discurso acerca de estas cosas, para demostrar que por esto, el sacerdote no es un ángel, sino un hombre nacido de otro hombre; con el objeto de que los pecadores no vayan a ser condenados por quien ignora el pecado. Porque si el sacerdote fuera un ángel exento del pecado, castigaría al punto a los pecadores. Pues por esto es un hombre, a fin de que, consciente de sus propias debilidades, perdone a quienes tienen la misma naturaleza. Enseguida expliqué cómo Dios, aun a los varones excelsos a quienes había de encomendar un gran pueblo, permitió que cayeran en pecado y luego los perdonó; para que después ellos, así enseñados, se hicieran más humanos. Y traje el ejemplo del gran apóstol Pedro. Se permitió que éste cayera en pecado, aunque luego, por la bondad de Dios, labó su pecado con la penitencia. ¡Ea, pues! ¡volvamos a Elias! ¡mostremos el piélago de sus buenas obras! ¡Quería Dios usar de benignidad, pero él no quería! ¡Quería Dios mandar la lluvia, pero requería los ruegos del profeta su siervo! ¿Qué fue pues lo que sucedió?

Terminó Elias su caminata y llegó a Sarepta de Sidón, y vio ahí a una viuda que recogía unos leños. ¡Considera ahora la sabiduría y la fe de Elias! ¡Un nuevo piélago de virtudes encontró allá! No dijo a Dios: ¿A quién me envías? ¿me obligas a pasar tantos peligros y me envías a una viuda cuando ya el hambre ha llegado a su extremo? ¿Acaso no hay otros varones más ricos que puedan aliviarme el hambre? ¿Tan grande espacio de tierras he de recorrer para venir a encontrarme con esa viuda, como quien dice al conjunto de todas las calamidades, y no solamente viuda sino por añadidura pobre? ¡Considera cómo nada de esto dijo aquel siervo de Dios, porque se fiaba del Señor que hace fáciles las cosas que parecen imposibles.

"¡Anda, le dice, a Sarepta de Sidón y encontrarás una viuda que junta unos leños!" ¿Por qué caminas, oh Elias? ¿Por qué te diriges a una viuda? ¡Tú conoces los vestíbulos de los pobres: no preguntes cuan grande sea su pobreza! ¡Has visto las puertas de los pobres: no preguntes lo que hay allá dentro! ¡A qué casa entras, oh Elias! ¿Has visto a esa mujer recogiendo unos leños y le vas a pedir que te sustente? ¡Pero como llevaba la palabra de Dios en prenda, se dirigió a hablar con la viuda! Y ¿qué le dijo?: "¡Dame un poco de agua para beber!" ¿Adviertes la prudencia de Elias? ¿Ves cómo no pide desde luego lo que era más sino aquello que era de precio menor? ¡No dijo: dame pan, sino dame agua! Primero pide el agua, conjeturando que si la viuda tiene agua también podrá tener pan! "¡Dame, le dice, un poco de agua!" Y la viuda partió y trajo el agua y aquél bebió.Cobrada con esto la confianza, añadió: "¡Tráeme también un bocado de pan para que yo coma!"

Aquélla le respondió: "¡Vive el Señor que no tengo pan subcinericio, sino un puñado de harina en la olla y un poco de aceite en el vaso, que voy a preparar, y lo comeremos yo y mi hijo para luego morir!" Y ¿qué hace Elias? "¡Anda, le dice, y prepárame aparte para mí un pan subcinericio y que yo lo coma, y luego prepararás para tus hijos y comerán!" ¿Qué haces, oh Elias? ¡Pase que pidas para ti el pan! Mas, ¿por qué exiges que se te aparte primero a ti? ¿Acaso no deberías dar gracias de que lo comieras juntamente con sus hijos? ¿Quieres comer tú solo y matar de hambre a los hijos? No quiero matarlos, dice, sino aumentar el beneficio; porque yo conozco la liberalidad y abundancia de mi Señor.

Y la viuda no se turbó ni pensó nada necio, ni dijo: "¿Quien eres tú que produjiste esta hambre, y ahora, en los extremos de ella, vienes a pedirme que te sustente? Ni dijo: ¿para esto recorriste tan grande distancia, para llegarte a mí y matar de hambre a mis hijos? ¿y eso siendo tú mismo el autor y causante de esta hambre? Sino que aquella mujer, digna de la fe de Abraham, entró en su casa e hizo lo que el profeta le decía. ¡Y era cosa de ver a aquella viuda más hospitalaria que Abraham! Porque éste, cuando abundaba en riquezas, hospedó a los ángeles; aquélla, en cambio, cuando esperaba la muerte por hambre, hospedó al profeta.

Pudo ahí verse despreciada la naturaleza y honrada la hospitalidad y hecho a un lado el afecto maternal y recibido el profeta. Y abrió aquella mujer el sepulcro para toda la turba de sus hijos. Porque, por lo que hace al propósito que aquella mujer tuvo, todos ellos murieron; aunque por la benignidad de Dios sucedió que vivieran y quedaran salvos. ¡No sé con qué alabanzas ensalzar a esta viuda! ¡hizo a un lado a sus hijos y abrazó la hospitalidad! ¿Cómo su naturaleza no se paralizó? ¿cómo su matriz no se inmutó? ¿cómo sus entrañas no se deshicieron al ver que enseguida todos sus hijos perecerían por el hambre, sino que, haciéndose superior a todo, recibió en hospedaje al profeta?

Mas el profeta, una vez que hubo gustado el pan que había recibido, entonces hizo el pago. La viuda sembró la hospitalidad y enseguida cosechó los frutos completos de la hospitalidad. Porque le dijo Elias: ¡Vive el Señor que la olla de harina no quedará exhausta ni el vaso de aceite se disminuirá!12 Así la mano diestra de la viuda se hizo lagar y la izquierda se hizo era; y produjeron los manojos que trajeron el fruto en el momento de la necesidad, y nutrieron a la viuda, gracias a la palabra del profeta. La casa de la viuda se tornó en lagar y en era. Ni la lluvia, ni la llovizna, ni la primavera, ni el otoño, ni el verano, ni el calor, ni la fuerza de los vientos, ni los cambios de las estaciones, sino una sola palabra proferida por determinación del profeta, suministró a la viuda en abundancia todas las cosas.

De ahí luego (¡para terminar brevemente!) se fue al rey Acab. Y ahora explicaré sus hazañas preclaras, para que cuando lo veas pecar, afirmes que la gracia de Dios es benigna para con el hombre. ¿Qué fue lo que íe dijo Acab? ¿Tú eres el que perviertes a Israel? Y el profeta le contestó: ¡No soy yo sino tú y la casa de tu padre! ¿Adviertes la libertad de hablar del profeta y cómo confunde al rey? Y luego, como aquél estuviera sentado en un monte, se le acercó un centurión y le dijo: ¡Hombre de Dios! ¡desciende! ¡el rey te llama! " Pero el profeta le dijo: ¡Si soy hombre de Dios, baje juego del cielo y te consuma juntamente con esos cincuenta tuyos! Por segunda vez, otro jefe con cincuenta soldados, le dice: ¡Hombre de Dios! ¡desciende! ¡el rey te necesita! Y ¿qué le contesta Elias?: ¡Si soy hombre de Dios, baje juego del cielo y te consuma y juntamente a los cincuenta tuyos!

Después, cuando se presentó en cierto sitio, para la prueba concertada de la oración, provocó a los sacerdotes del infame ídolo Baal, y les dijo: ¡Construios un altar aparte y elegios dos bueyes y poned uno sobre la leña del sacrificio, pero no le pongáis juego; yo sacrificaré el otro y haré otro tanto. Luego, invocad el nombre de vuestros dioses y yo invocaré el nombre de mi Dios. Y el Dios que oyere y enviare el juego, ese es el verdadero Dios. Entonces aquellos infames sacerdotes construyeron un altar y comenzaron a invocar a Baal: ¡Óyenos, Baal, óyenos! Y como tras de mucho rogar no hubiera quien los escuchara (porque no resonaba ni se oía voz alguna), Elias esperaba con grande paciencia, mientras ellos rogaban. Y como viera el grande empeño que ponían, pero que nadie los oía, se burlaba de ellos con estas palabras: ¡Gritad con fuerza! ¡no sea que vuestro dios esté dormido!

Mas, cuando llegó el mediodía y avanzó el tiempo, les dijo: ¡Apartaos ahora y yo procederé a mi holocausto! E hizo un altar y colocó en él la leña, y dijo: ¡Traed agua y echadla en torno del altar! Y la trajeron. ¡Poned el doble de ella! Y lo pusieron. ¡Poned el triple! ¡y la triplicaron! Pero, notad la razón porque hace esto Elias. Porque es propio del error revestirse de aquello que es característico de la verdad: ¡que es lo que hacen las meretrices, pues cuando se injurian, se adelantan a llamar meretrices a las mujeres honradas, a fin de que éstas no tengan ya injuria que lanzarles!

Pero en este caso Elias fue prudente. ¿Por qué? ¡Lo que voy a deciros lo he visto yo, con mis propios ojos! En los altares de los ídolos hay, en la parte inferior del altar, ciertos agujeros, y debajo del altar una cueva oculta. Y los fabricadores de la mentira descienden a la cueva, y así desde debajo, soplan fuego hacia arriba por los agujeros, para que queme el sacrificio, de manera que muchos con eso se engañen y crean que aquel fuego es fuego del cielo. Pues Elias, a fin de que no recayera en él semejante sospecha, de que hubiera maquinado algo parecido, mandó derramar el agua, para que se viera que no había cueva alguna. Porque el agua, si encuentra una cueva, no se detiene, sino que corre hacia abajo.

Llenó, pues, el altar, y suplicó con estas palabras: ¡Óyeme hoy, oh Señor, por medio del fuego! ¡me oíste acerca del agua, óyeme también acerca del fuego!1T Y he aquí que al punto, cuando él aún invocaba, bajó fuego del cielo y consumió el sacrificio y lamió las piedras del altar y el agua. ¿Qué dijo entonces el profeta al pueblo? ¡Aprehended a los sacerdotes infames!: ¡no quede ninguno de ellos! Y los aprehendieron y mataron a los cuatrocientos y cincuenta sacerdotes de Baal y a los cuatrocientos sacerdotes de los montes. Oyó Jezabel, la mujer de Acab, lo que había sucedido y envió un recado a Elias, y le dijo: ¡Esto me hagan y esto me añadan los dioses, si mañana no hago contigo lo que tú hiciste con ellos! Y Elias, cuando oyó aquellas cosas, huyó.

¿Dónde está aquel Elias tan grande y tan excelente? Porque me propongo demostraros que cometió un pecado. Pecado, digo, no por acusar al justo, sino por procurarte materia de salvación. Para que cuando veas a esos justos pecar, y que con todo no desesperan de su salvación, sino que alcanzan el favor divino, también tú, aunque caigas en pecado, a pesar de todo no desesperes de tu salvación. Cuando dijo Jezabel: "¡Esto me hagan y esto me añadan los dioses, si no hago mañana contigo lo que tú has hecho con ellos!", lo oyó Elias y huyó por espacio de cuarenta días. ¡No uno, ni dos, ni tres! ¡Sino que, en cuanto llegó a sus oídos la voz de la mujer, no sabiendo qué partido tomar a causa del miedo, emprendió aquella grande fuga!

¡Oh Elias! ¿qué es esto? ¿Eres tú aquel que cerró los cielos, enfrenó la lluvia, mandó a los vientos, hizo bajar fuego del cielo, mató a los sacerdotes y dijo a Acab: "¡Tú eres el que destruyes a Israel, y la casa de tu padre!", y eres el que dijo: "¡Vive el Señor que no lloverá sino por mandato de mi boca!" y el que convirtió en lagar y en era y en manojos de grano la casa de la viuda, y el que imperó a los elementos? ¿Tú el que al solo oír la palabra de una meretriz huyó y en cierta forma fue hecho prisionero por una mujer? ¡Las dos fortalezas de la Iglesia temieron: Pedro a una criada, éste a Jezabel! ¡Cayeron ambos en el mismo pecado!

Y huyó Elias durante cuarenta días de camino. ¿Dónde está ahora, oh Elias, aquel tu celo con que clamabas: "¡Vive el Señor que no lloverá sino por mandato de mi boca!", y cuando confundías a Acab, y cuando hacías bajar el fuego del cielo? ¿Tan grandes hazañas hiciste y no soportaste la voz de una mujer? ¿Dónde está aquella tu constancia de cuando te negaste a rogar al Señor que mandara la lluvia sobre la tierra? Porque El claramente te lo daba a entender; como si te dijera: "¡Ruégame por la lluvia! Porque, aunque yo puedo enviarla sin ti, pero no quiero; para que así como fuiste consejero en los males, así seas la causa y principio de los bienes". ¿Por qué hiciste, oh Elias, una cosa tan llena de inhumanidad? Pero Dios se movió a misericordia al ver la desgracia; porque es El el Creador y el que ha fabricado todas las cosas; y tiene providencia de ellas; y por esto quiso suavizar tu inhumanidad; pero tú perseveraste en ella.

El te decía: "¡Conozco la calamidad que ha sobrevenido! ¡conozco el llanto de las madres! ¡conozco los gemidos de los infantes! ¡veo desolada la tierra que yo crié! Pero quiero tra ls No es exacta la frase: Pedro cayó en el pecado gravísimo de negar al Señor; Elias no parece que haya cometido falta alguna en huir de Jezabel. Más aún: el ángel del Señor lo alimenta para el camino de huida y le señala el sitio a donde ha de ir. Nótese que el número de cuarenta días es un número general para indicar algo indefinido, como ya lo había observado San Agustín. Horeb no dista tanto. Significa pues sólo un largo camino.

tarla con benignidad. Con todo, no quiero hacerte injuria, ni enviar la lluvia sin tu consentimiento, a fin de que no seas tú causa de los males sino de los bienes. ¡Quiero honrarte! ¡Oh humanidad de Dios, superada por la benignidad para con su siervo! Pero ¡Elias era muy arrogante, como si él fuera impecable! En cambio ahora se nos muestra caído en pecado, permitiéndolo así la providencia de Dios con el objeto de que, de aquellas cosas de que él luego logró el perdón, sacara como provecho el no ser inhumano para con los demás.

Y huyó Elias, dice, durante cuarenta días. ¿Dónde están ahora aquellas palabras que dijo a los jefes de cincuenta soldados, y bajó fuego del cielo y los consumió? Pues, como quisiera manifestar Dios que cuando se producían los milagros, no se hacían por virtud de Elias, sino por su poder de El, ve lo que hace. Cuando Dios obraba caían por tierra los reyes, los príncipes y los pueblos; pero se apartó Dios y entonces la débil naturaleza humana fue vencida. Y habiendo huido Elias durante cuarenta días, llegó a un cierto sitio y se durmió. Y entonces vino a él Dios, el Señor al siervo; Aquel, digo, que tiene providencia y amor de todos los hombres.

Y ¿qué hace? Conocedor de la causa porque Elias había llegado a ese sitio, con todo le pregunta: ¿Qué haces aquí tú, oh Elias? ¿Qué haces? Respondió Elias: ¡Señor! ¡han dado muerte a tus profetas y han derribado tus altares! ¡He que dado yo solo y andan asechando contra mi vida para quitármela!

Y ¿qué le contesta Dios? ¡Al punto le arguye en contrario! ¡No, Elias, no has huido por eso! ¡porque no eres tú solo el que no has adorado a Baal! Y confundiéndolo, añade: ¡Me he reservado siete mil hombres que no han doblado su rodilla de lante de Baal. De manera que lo acusa de que no fue la causa de su fuga sino el miedo a una mujer. De esta manera una sola mujer hizo huir a un tan grande y excelente varón a fin de que aprendas, oh Elias, que cuando alguna maravilla llevas a cabo, esa no se ha de atribuir a tu poder, sino al de Dios.

18 Estas palabras, según el hebreo, se las dijo el Señor a Elias, cuando ya había terminado su viaje y se había refugiado en una cueva del monte Horeb. Ahí le explicó cuál es el Espíritu de Yavé, y lo devolvió a Israel a que ungiera rey a Jehú.

¿Habéis visto cómo, en separándose la gracia, fue vencidala naturaleza? "¡Huyó Elias durante cuarenta días!" ¡Oh temor excesivo! ¡oh fuerza del terror! ¡No huyó durante un día, ni durante dos o tres, sino durante cuarenta; y se marchó a una región completamente distante y desierta, sin llevar consigo ningún alimento ni manjar! ¡Como ebrio por el temor, ni siquiera se cuidó de eso; sino que buscó el desierto! ¡Entró en el profeta la palabra de una mujer; y a la manera que un viento huracanado soplando sobre el velamen de un navio lo empuja con ímpetu, así la palabra de una mujer, habiendo entrado en el profeta, lo arrojó violentamente al desierto.

¿Dónde está, oh Elias, aquella tu libertad de hablar? ¿dónde aquella tu boca terrible? ¿dónde aquella lengua que administraba las lluvias? ¿dónde está el que mandaba a ambos elementos, y unas veces cerraba los cielos y otras hacía descender fuego para el sacrificio? ¡Pero, como dije, todos esos prodigios los hacía obrándolos la gracia; y por esto el mismo Dios lo convence de ello. ¿Ves cómo permitió Dios que cayera en aquel pecado pequeño a fin de que se revistiera del vestido completo de la benignidad? ¡Finalmente, oh Elias, Dios te ha enseñado! ¡Sé tú benigno como lo es Dios, como has sido enseñado por El, como de tu Señor lo has aprendido!

¿Has visto cómo permitió Dios que cayeran en un pequeño pecado aquellas fortalezas, columnas y torres, a fin de que no sucediera que si estaban del todo exentos de pecado a todos los arrojaran de la Iglesia? Y para que cuando vieran a alguno caer en pecado y se sintieran movidos a no mostrarle misericordia al recibirlo, se acordaran de sus pecados y ejercitaran con él la benignidad que habían alcanzado del Señor.

Todo esto lo hemos dicho, no para acusar a aquellos justos, sino para abriros a vosotros el camino de la salud. Para que si caéis en pecado no desesperéis de vuestra salvación, acordándoos de aquellos varones que cayeron; pero mediante la penitencia, permanecieron, sin menoscabo alguno, en el mismo grado y honor. En primer lugar os declaramos sus virtudes y luego sus pecados. Tú, pues, si eres pecador, no faltes de la Iglesia; y si eres justo, tampoco te apartes. Todo con el objeto de que, teniendo delante la narración de las Escrituras, sigas siendo justo, y recuerdes el reino de los cielos, y los bienes que Dios ha preparado para los que le aman. Porque a El pertenece la gloria, con el Hijo y con el divino Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Homilia I de san Juan Crisóstomo en honor del Apóstol San Pablo


¿De dónde, pues, podremos con oportunidad mayor tomar comienzo para sus alabanzas? ¿Por dónde comenzaremos a alabarlo primero, sino ante todo por esto: que demostremos cómo él posee los bienes de todos? Porque si los profetas ostentaron algún poder y nobleza, o bien los patriarcas o los justos o los apóstoles o los mártires, Pablo tiene todo eso juntamente y con tanta excelencia con cuanta no poseyó ninguno de aquéllos en el particular bien en que sobresalía. ¡Examina, pues, esto con mayor diligencia!

Ofreció Abel un sacrificio y por ello es alabado. Pero, si lo comparamos con el sacrificio de Pablo, aparecerá éste tan superior a aquél como el cielo está sobre la tierra. ¿Cuál sacrificio suyo queréis que traiga a la memoria? Porque no ofreció uno solo, sino que cada día se ofreció a sí mismo y se inmoló. Y ese sacrificio cotidiano lo ofrecía doblemente: de un modo, muriendo cada día, y de otro llevando sin interrupción en su cuerpo la mortificación. Constantemente se preparaba para los peligros y con su voluntad consumaba el martirio. Y mortificando en sí mismo la natural tendencia de la carne, no cumplía menos, antes mucho más, con el oficio de hostia inmolada a Dios. No ofrecía ovejas ni bueyes, sino que se inmolaba a sí mismo doblemente cada día, como ya dijimos.

Y por esto, confiadamente decía: ¡Yo ya me inmolo!, llamando inmolación a su sangre. Ni se contentó con solos estos sacrificios; sino que, como se había consagrado completamente a Dios, procuró además ofrecerle todo el universo, puesto que recorrió la tierra y el mar, Grecia y la tierra de los bárbaros, y todas las regiones que existen debajo del cielo, como si estuviera dotado de alas. Y esto no con un trabajo sencillo, como quien recorriera vanamente los caminos, sino arrancando al mismo tiempo las espinas del pecado, sembrando en todas partes la palabra de la piedad, extirpando los errores, trayendo a los hombres a la verdad y haciéndolos de hombres ángeles: ¡más aún, como arrebatando esos mismos hombres a los demonios y llevándolos a los ángeles!

Por esto, ya próximo a salir de este mundo, tras de tantos sudores y de innumerables victorias, decía, para consuelo de sus discípulos: Pero si me inmolo en libación añadida al sacrificio y en servicio de vuestra fe, me alegro y me congratulo con todos vosotros; de lo cual vosotros también alegraos y congratulaos conmigo? Pues ¿qué cosa se encontrará que iguale el sacrificio en que Pablo, habiendo desnudado la espada del Espíritu Santo, se inmoló y se ofreció sobre el altar que está colocado en los cielos? Cuanto a Abel, murió herido dolosamente por su hermano, y por esto quedó más esclarecido. Pero yo te mostraré innumerables muertes, tantas cuantas fueron los días que este bienaventurado vivió predicando.

Mas, si quieres conocer aquella muerte también, que finalmente se cumplió en realidad, observa que Abel fue muerto por su hermano a quien él no había ofendido, pero tampoco había colmado de beneficios; mientras que Pablo fue muerto por aquellos a quienes deseaba sacar de infinitos males y por los que sufrió todo lo que había padecido. Cuanto a Noé, fue varón justo y perfecto en su generación, y el único que era tal entre todos: pero también Pablo fue encontrado tal el único entre todos. Y se lee que aquél se libró solamente a sí mismo y a sus hijos: éste, en cambio, cuando inundaba al mundo un diluvio mucho más cruel, no fabricando una arca con tablas ensambladas, sino en vez de tablas fabricando epístolas, libró de entre las olas no a dos o tres de sus hermanos, sino en absoluto a todo el orbe amenazado de sumergirse.

Ni era esta arca de tal naturaleza que solamente pudiera ser llevada en torno de un lugar, puesto que abarcaba en sí todos los términos de la tierra. Porque hasta el día de hoy, Pablo los introduce a todos en esta arca que preparó con capacidades para salvar a toda la multitud; arca que habiendo recibido en su seno a gentes casi más necias que los animales irracionales, las hizo imitadoras de los ángeles. Y aun en esto vence esta arca a la otra. Porque aquélla, habiendo recibido en su interior un cuervo, cuervo lo devolvió a los aires; y habiendo recibido un lobo, no pudo cambiarle su fiereza. Pero no así ésta: porque habiendo recibido lobos los cambió en ovejas; habiendo recibido gavilanes y grajos, los volvió palomas; y habiendo excluido toda fiereza e irracionalidad, introdujo en el mundo la mansedumbre del Espíritu Santo; y hasta el día de hoy permanece flotando y no se desbarata. Porque no puede destrabar sus tablas tempestad ninguna de malicia. Más aún: al navegar, frenó los ímpetus de las tempestades; que fue cosa connatural a ella. Porque sus tablas no están calafateadas con pez y betún, sino ungidas con el Espíritu Santo.

Pero dirás que a Abraham todos lo admiran. Porque, en oyendo: ¡Abraham! ¡sal de tu tierra y de tu parentela!, al punto abandonó su tierra y su casa y sus amigos y parientes, cuya pérdida sólo se compensaba con el amor al precepto divino. También nosotros por eso lo admiramos. Pero ¿cómo puede equipararse a Pablo? Porque Pablo, no solamente abandonó su patria y casa y parientes, sino el mundo mismo. Más aún: abandonó el cielo y los cielos de los cielos: todo lo despreció mirando a Cristo y buscando una sola cosa en vez de todas esas otras, que era la caridad de Cristo. Porque dice: Ni las cosas presentes ni las futuras, ni lo alto, ni lo profundo, ni otra criatura alguna, podrá separarnos de la caridad que es en Cristo Jesús Señor Nuestro.

Pero Abraham, entregándose a sí mismo al peligro, arrancó de manos de los bárbaros al hijo de su hermano. Así es. Mas Pablo arrancó no al hijo de su hermano, ni a tres ni a cinco ciudades, sino al universo entero de las manos no de los bárbaros sino del demonio, afrontando cada día innumerables peligros, y procurando, además, la salvación de todos, mediante mil muertes suyas. Todavía, lo principal de las buenas obras de aquél y el colmo de su prudencia y sabiduría fue el haber querido inmolar a su propio hijo. Pero, aun en esto encontramos que Pablo se le aventaja; puesto que no inmoló a su hijo, sino a sí mismo infinitas veces, como ya dijimos.

Y en Isaac ¿qué admiraría alguno? Ciertamente muchas otras cosas, pero sobre todo su paciencia. Porque, cavando pozos y siendo orillado hasta los últimos extremos, no se resistía, sino que llevaba en paciencia el que los pozos por él excavados fueran luego ensolvados y tuviera que pasarse a otro lugar. Y no se lanzaba contra sus adversarios y no reunía un ejército de los suyos; sino que en todas partes cedía sus posesiones hasta saciar la injustísima iniquidad de aquéllos. Pero Pablo, no mirando pozos cubiertos de piedras, sino su propio cuerpo lapidado, no solamente no se daba por vencido como aquél, sino que procuraba llevar al cielo a los mismos que lo lapidaban. Porque esta fuente, cuanto más la ensolvaban tanto brotaba con mayor ímpetu y corría difundiendo más abundosos caudales.

Se admira la Escritura de la longanimidad y paciencia del hijo de éste, Jacob. Pero ¿qué alma hay tan de diamante que pueda imitar la paciencia de Pablo? Porque Pablo soportó les trabajos de la servidumbre por la esposa de Cristo no durante catorce años, sino durante toda su vida; y no solamente quemado al calor del sol en el día y del hielo en la noche, sino además sobrellevando mil géneros de tentaciones. Y ahora destrozado y despedazado con azotes o con piedras, ahora luchando ya con las bestias feroces ya con las olas del mar, ahora en fin peleando días y noches con el hambre continua, y haciendo frente a todos los peligros en todas partes, sacaba de las fauces del lobo a las ovejas que ya había arrebatado.

Cierto que también José fue adornado con la virtud del pudor. Pero yo temo no vaya a ser incluso ridículo alabar a Pablo por este capítulo: ¡a Pablo, que crucificándose al mundo, de tal manera miraba no solamente la belleza de los cuerpos sino también todo cuanto de belleza y de ornato aparece en las demás cosas, como nosotros vemos las cenizas y pavezas, y permanecía insensible y como un muerto delante de otro cadáver! Y como reprimiera con tan grande empeño los naturales incentivos y sus vicios, nunca sufrió nada humano en demasía por lo que toca al afecto para con las demás personas.

Gen. XXVI, 15.

Todos los hombres admiran a Job y por cierto con muchísima razón. Porque es un adroirable atleta y tal que puede ver de frente al mismo Pablo, por la paciencia y la pureza de su vida y el testimonio de Dios y su esforzadísima lucha contra el demonio y la victoria que en semejante combate consiguió. Pero Pablo, habiendo durado en la batalla no unos meses sino muchos años, brilló tan resplandeciente, no precisamente rayendo la pus de su carne con la gleba de la tierra, sino cayendo con frecuencia en las mismas fauces del león dotado de inteligencia, y luchando contra infinitas tentaciones, que permaneció más inmóvil que una roca; y soportó no a tres ni cuatro amigos, sino a todos los infieles y falsos hermanos que lo cargaron de oprobios, como un escupido y maldito de todos.

Pero dirás que aquel Job ejercía grande hospitalidad y tenía sumo cuidado de los pobres: ¡no lo negamos! Mas creemos que esa hospitalidad era inferior a la de Pablo; y tanto más inferior era cuanto es más inferior el cuerpo respecto del alma. Porque la caridad que aquél tenía con los enfermos según la carne, éste la mostraba con los enfermos del alma, unas veces dirigiendo por el verdadero camino a quienes cojeaban y estaban privados del recto raciocinio; otras vistiendo con la estola de la celestial sabiduría a quienes andaban deformes por la desnudez espiritual. Y aun en los beneficios corporales, tanto más superaba Pablo a Job, cuanto es más el prestar auxilio a los necesitados cuando se vive en la indigencia y el hambre, que proveerlos de todo cuando se tiene abundancia de riquezas. Porque la casa de Job se abría a todo el que llegaba, pero el alma de Pablo abierta estaba a todo el universo y a todo el pueblo de los fieles, a los cuales recibía en benigno hospedaje dentro de su corazón, y les decía: ¡No estáis estrechos en nosotros, estáis estrechos en vuestras entrañas!

Y por cierto, Job se mostraba liberal con los pobres porque tenía innumerables ovejas y bueyes; Pablo, en cambio, no poseyendo otra cosa que su cuerpo, de su escasez suministraba suficientemente a los necesitados. Y él mismo dice en alguna parte recordándolo: ¡Estas manos suministraron para mis necesidades y las de los que estaban conmigo! "' Porque del trabajo de su cuerpo hacía una renta para los pobres y los hambrientos. Pero a Job, dirás, los gusanos y las llagas le causaban terribles e intolerables dolores. ¡Lo confieso! Mas si consideras los azotes de Pablo durante tantos años, y su desnudez unida al hambre continua, y sus cadenas y las cárceles y asechanzas y los peligros que afrontaba ya de los domésticos, ya de los extraños, ahora de los tiranos y ahora, en una palabra, del orbe todo; y a eso añades otras cosas aún más amargas, como los sufrimientos que padecía por causa de los que se escandalizaban y por la solicitud de todas las iglesias y cómo se quemaba con cada uno de los que eran escandalizados, verás que el alma que tales cosas sufría era más dura que cualquier roca, y superaba al hierro y al diamante en la firmeza. Lo que Job en su carne, eso lo sufrió Pablo en su espíritu; puesto que por cada uno de los que caían lo consumía una tristeza mucho más molesta que cualesquiera gusanos.

Y por esto derramaba fuentes de lágrimas continuas no solamente de día, sino también durante la noche; y por cada uno se afligía mucho más que la mujer en sus partos; y por esto exclamaba: ¡Hijitos míos a quienes yo de nuevo doy a luz! Y después de Job ¿a quién otro se juzgará digno de admiración? ¡Sin duda que a Moisés! Pero también lo sobrepasa Pablo con su excelente virtud. Muchas y preclaras cosas tiene Moisés. Mas sin duda la principal y como cumbre de aquella alma santa, fue que eligió el ser borrado del libro de la vida por la salvación de los judíos. Pero Moisés prefería morir juntamente con los otros, mientras que Pablo lo prefería en favor de los otros. Porque no quiso perecer con los que perecían, sino que eligió perder la eternidad de la gloria para que los otros se salvaran.

Moisés lucha con Faraón, pero Pablo luchaba cada día con el demonio. Aquél luchó por un pueblo, éste por el orbe de la tierra y esto no brotándole sudor sino sangre en vez de sudor por todas partes, mientras llevaba al culto de la piedad no solamente las regiones habitadas del mundo sino también las desiertas; y no solamente a los griegos sino además a los bárbaros.

Podría yo traer a comparación a Jesús de Nave y a Samuel y a otros profetas; para no alargar mi discurso, acudiré a los principales. Porque una vez que aparezca superior a ésos, ya no quedará duda alguna acerca de los otros. ¿Cuáles, pues, os parece que fueron los más eminentes? ¿Quién, tras de los dichos, sino David, Elias y Juan; de los cuales uno fue el Precursor de la primera venida y el otro el de la segunda? Razón por la cual tienen el apelativo común de precursores. ¿Qué es, pues, lo más excelente que se encuentra en David? ¡Sin duda la humildad y el ferviente amor de Dios! Pero, ¿quién más o siquiera igualmente al alma de Pablo tuvo con perfección ambas cosas?

Por mi parte, no creo que en Elias se haya de admirar el que cerrara los cielos, atrajera el hambre sobre la tierra, hiciera con su palabra llover fuego del cielo; sino que ardía en celo de la gloria de Dios, y en este afecto de su mente ardía más que el fuego mismo. Pero, si consideras con diligencia el celo de Pablo lo encontrarás tanto más excelso cuanto aquél sobresalía entre los demás profetas. Porque ¿qué se encontrará igual a las palabras con que, por el celo de la gloria del Señor, exclamaba: Porque deseaba yo ser anatema por mis hermanos que son de mi linaje según la carne? 9 Y, como tuviera delante los cielos y las coronas y los premios, se retardaba y emperezaba y decía: ¡Mas, permanecer en la carne, lo creo necesario por vosotros! Por esto, para mostrar el celo y caridad con que ardía en Cristo, creyó que no le bastaba con las criaturas visibles ni con las invisibles, sino que buscaba otras que no existiesen para expresar lo que con tanto ardor deseaba.

¡Pero Juan comía langostas y miel silvestre! ¡Sí! Pero Pablo se condujo entre el estrépito del mundo lo mismo que aquél en el desierto; no ciertamente comiendo langostas y miel silvestre, sino servido de una mesa mucho más pobre; y aun ni siquiera tomando el necesario alimento, por el fervor y empeño que en la predicación tenía. ¡Pero en aquél brilló una grande constancia en contra de Herodes! Mas éste no a uno, ni a dos, ni a tres, sino a innumerables hombres, constituidos en potestad semejante a la de aquél, los corrigió, y eran aún mucho más crueles que aquel tirano.

Sólo queda que comparemos a Pablo con los ángeles. Por esto, abandonemos la tierra y subamos hasta las cumbres de los cielos. Y nadie acuse de audacia nuestras palabras. Porque si la Escritura a Juan y a los sacerdotes de Dios los llamó ángeles ¿cómo se puede admirar de que a Pablo, más excelente que todos aquéllos, lo comparemos con las celestiales Virtudes? ¿Qué es, pues, lo que juzgamos grande en los ángeles? Sin duda que con grande cuidado sirven a Dios. David, admirado precisamente de eso, decía: ¡Poderosos en su fortaleza, que hacen sus mandatos! ll Ya que no hay bien alguno en absoluto igual a éste, aun cuando ellos sean mil veces incorpóreos. Porque esto es lo que sobre todo los hace felices, que obedecen los preceptos de Dios y no los desobedecen en ninguna cosa.

Pues esto mismo podemos observar cómo Pablo manifiestamente lo cumplió con toda diligencia y cuidado. Ni solamente cumplió la palabra de Dios, sino además sus preceptos y aún más que sus preceptos. Y declarando esto dijo: ¿Cuál es pues mi mérito? ¡Que al evangelizar lo hago gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización! Pues ¿qué otra cosa es la que admira en los ángeles el profeta? Porque dice: El que hace ángeles a sus espíritus y a sus ministros fuego quemante.13 Mas esto, también en Pablo lo podemos encontrar. Porque él, a la manera de fuego y de espíritu, recorrió todo el orbe de la tierra, y recorriéndolo lo purificó.

¡Pero Pablo aún no ha participado del cielo! Pues ¡esto es lo más admirable! ¡que de tal manera procedía acá en la tierra y vestido aún con la carne, que competía con la virtud de las Potestades incorpóreas! ¡De cuan grande condenación, por consiguiente, somos dignos nosotros, si no procuramos imitar siquiera en alguna mínima parte al hombre que en sí reunió todos los bienes! ¡Considerando estas cosas, mostrémonos ajenos a la culpa, y procuremos acercarnos al celo que aquél tuvo, para que merezcamos llegar a los mismos bienes a que él llegó, por gracia y misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien compete la gloria y el poder ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Sermón de San Agustín, Obispo de Hipona, en la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


Hoy la Santa Iglesia piadosamente conmemora los sufrimientos de los Santos Gloriosos y Alabadísimos Apóstoles Pedro y Pablo.

San Pedro, el ferviente seguidor de Jesucristo, por la confesión profunda de Su Divinidad: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente", fue considerado digno por el Salvador a conocer en respuesta, "Bienaventurado eres, Simón ... Yo te digo, que tú eres Pedro [Petrus] y sobre esta piedra [petra] Yo edificaré mi Iglesia "(Mt.16 :16-18). En "esta piedra" [petra], está en lo que dices: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente" es en esta confesión que yo edificaré mi Iglesia. Por lo cual el "tú eres Pedro": viene de la "piedra" [petra] que Pedro [Petrus] es, y no de Pedro [Petrus] de donde la "piedra" [petra] es, al igual que el cristiano es de Cristo, y no a Cristo de los cristianos. ¿Quieres saber, de qué tipo de "piedra” [petra], el apóstol Pedro [Petrus] fue nombrado? Escucha el apóstol Pablo: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis” dije el Apóstol de Cristo “que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron la mar; Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar; Y todos comieron la misma vianda espiritual; Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo. "(1 Cor.10: 1-4). Aquí está el (lugar) de donde la "piedra" es Pedro.

Nuestro Señor Jesucristo, en los últimos días de su vida terrenal, en los días de su misión para la raza humana, eligió de entre los discípulos a sus doce Apóstoles para predicar la Palabra de Dios. Entre ellos, el apóstol Pedro por su caliente ardor fue concedido ocupar el primer lugar (Mt.10: 2) y de ser lo que era la persona representante para toda la Iglesia. Por lo tanto, se le dice, preferentemente, después de la confesión: "Yo te daré las llaves del reino de los cielos: y todo lo que atares en la tierra, quedará atado en el cielo: y todo lo que desatares en la tierra: quedará desatado en los cielos "(Mt.16: 19). Por lo tanto, no era un hombre, sino la Única y Universal Iglesia, que recibió estas claves "y el" derecho a atar y desatar.” Y aquella era en realidad la Iglesia, que recibió este derecho, y no exclusivamente a una sola persona, dirija su atención a otro lugar de las Escrituras, donde el mismo Señor dice a todos sus apóstoles, "Recibid el Espíritu Santo" y aún más después de esto, “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos.” (Juan 20: 22-23), o: " todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo. "(Mt.18: 18). Por lo tanto, es la Iglesia que liga, la Iglesia que desatara, construida sobre la piedra angular, Jesucristo mismo (Ef 2:20), quien liga y desata. Que las dos cosas atar y desatar se teman: desatar, con el fin de no caer en esto otra vez, atar, con el fin de no permanecer para siempre en esta condición. Por lo tanto "Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y detenido será con las cuerdas de su pecado," dice la Sabiduría (Prov. 5:22); y con excepción de la Santa Iglesia en ninguna parte es posible recibir la desligación.

Después de Su Resurrección el Señor encomendó al Apóstol Pedro para apacentar Su rebaño espiritual, no porque, entre los discípulos sólo Pedro era el único que ante merecía apacentar el rebaño de Cristo, pero Cristo se dirige sobre todo a Pedro, porque, Pedro fue el primero entre los Apóstoles y, como tal, el representante de la Iglesia, además se había dirigido solamente a Pedro, como al Apóstol principal, Cristo en esto confirma la unidad de la Iglesia. "Simón de Juan" - dice el Señor a Pedro - "¿me amas?" - Y el apóstol respondió: "Sí, Señor, Tú sabes que te amo", y una segunda vez se preguntó lo mismo, y una segunda vez se Le respondió, le pregunta por la tercera vez, viendo que no le creía, se entristeció. Pero, ¿cómo es posible que él no crea a Aquel Uno, Que conocía su corazón? Y por esto Pedro contestó: "Señor, Tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo." "Y Jesús le dijo” tres veces "Apacienta mis ovejas" (Jn 21:15-17).

Además de esto, la triple pregunta del Salvador a Pedro y la triple confesión de Pedro ante el Señor tenían un propósito benéfico particular para el Apóstol. Ese, a quien se le dio "las llaves del reino" y el "derecho a atar y desatar," se obligaba tres veces por el miedo y la cobardía (Mt. 26:69-75), y el Señor le desata tres veces por Su llamada, y por su confesión de fuerte amor. Y, literalmente, apacentar el rebaño de Cristo fue atribuido a todos los Apóstoles y sus sucesores. “Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño ", el apóstol Pablo exhorta a los presbíteros de la iglesia," en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre. " (Hechos 20:28), y el apóstol Pedro a los ancianos: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; Y no como teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciere el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. "(I Pe. 5:2-4).

Es notable que Cristo, habiendo dicho a Pedro: "Apacienta mis ovejas", no dijo: " apacienta tus ovejas," sino para apacentar el buen siervo, las ovejas del Señor. “¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿ó habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?" (1 Cor.1: 13). "Apacienta mis ovejas." Por lo cual "lobos ladrones, lobo opresores, los maestros mentirosos y mercenarios, no estar preocupados por la grey" (Mt.7: 15; Hech 20:29; II Pe 2:1, Juan 10:12), después de haber robado un rebaño ajeno y hacer los despojos, como si fueran de su propia ganancia particular, piensan que apacientan sus rebaños. Estos no son buenos pastores, como los pastores del Señor. "El buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 10:11), que le han encomendado el principal Pastor (I Pe. 5:4). Y el Apóstol Pedro, fiel a su vocación, entregó su alma por el rebaño de Cristo, que selló su apostolado con la muerte de mártir, es ahora glorificado por todo el mundo.

El apóstol Pablo, antes Saulo, fue cambiado de un lobo ladrón en un cordero tierno. Antes era un enemigo de la Iglesia, y después, se manifiesta como un Apóstol. Anteriormente la acechaba, luego predicaba. Habiendo recibido de parte los sumos sacerdotes la autoridad de tirar todos los cristianos en cadenas para su ejecución, ya estaba en el camino, respirando aún “amenazas y muerte contra los discípulos del Señor" (Hech 9:1), con la sed de sangre, pero "El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos." (Sal 2:4). Cuando él, "había perseguido y hostigado" mucho "la Iglesia de Dios" (I Cor.15: 9, Hech 8:5), llegó cerca de Damasco, y el Señor del Cielo le dijo: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?" y Yo estoy aquí, y Yo estoy allí, estoy en todas partes: aquí esta Mi cabeza; allí esta Mi cuerpo. No se hay nada sorprendente en esto, nosotros mismos somos miembros del Cuerpo de Cristo. "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues, dura cosa te es dar coses contra el aguijón." (Hech 9:4-5). Saúl, sin embargo, "temblando y asustado," dijo: "¿Quién eres, Señor?" El Señor le respondió: "Yo soy Jesús a quien tú persigues".

Y Saúl de repente sufre un cambio: "¿Señor, qué quieres que haga?"dijo. Y de repente para él dijo la Voz: " Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer." (Hech 9:6). Aquí el Señor envía a Ananías: "Levántate y vete a la calle" a un hombre, "llamado Saulo", y bautízalo," porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel: "(Hech 9, 11, 15, 18). Este vaso debe ser llenado con Mi Gracia. "Entonces Ananías respondió: Señor, he oído á muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho á tus santos en Jerusalén. Y aun aquí tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes de prender á todos los que invocan tu nombre." (Hech 9:13-14). Pero el Señor con urgencia mando a Ananías: "Busca y tráemelo, porque instrumento escogido me es este: Porque yo le mostraré cuánto le sea menester que padezca por Mi nombre. (Hech 9:11, 15-16).

Y en realidad el Señor le mostró al Apóstol Pablo que cosas tenia que sufrir por Su Nombre. Él le dio instrucciones sobre los hechos; Él no se detuvo en los lazos, las cadenas, las prisiones y naufragios, y El mismo sentía por él en sus sufrimientos, El mismo lo guió hacia el día de hoy. En un solo día el recuerdo de los sufrimientos de estos dos Apóstoles se celebra, a pesar de que sufrieron en días separados, sino por el espíritu y la cercanía de su sufrimiento se considera solo uno. Pedro fue primero, y Pablo le siguió poco después. Anteriormente llamado Saulo, y luego Pablo, ha transformado su orgullo en humildad. Su mismo nombre (Paulus), que significa "pequeño, poco, menos", lo demuestra. ¿Que es el Apóstol Pablo después de esto? Pregúntele a él, y él le da respuesta a esto: "Yo soy", dice él, "el más pequeño de los Apóstoles ... he trabajado más que todos ellos: pero no yo, sino la gracia de Dios que fue conmigo."(I Cor.15 :9-10).

Y así, hermanos, celebrando hoy la memoria de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, recordando sus venerables sufrimientos, estimamos su fe verdadera y vida santa, estimamos la inocencia de sus sufrimientos y la confesión pura. Amando en ellos la calidad sublime e imitándolos por los grandes hechos”(2 Tesalonicenses 3: 5-9), alcanzamos esa bienaventuranza eterna, que es preparada por todos los santos. El camino de nuestra vida antes era más grave, más espinosa, difícil, pero "también teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos " (Hb 12, 1), habiendo pasado por lo largo de ella, hace ahora más fácil para nosotros, y más ligero, y más fácilmente de transitar. En primer lugar, pasó por ella "el autor y consumador de nuestra fe," Nuestro Señor Jesús Cristo mismo (cf. Hb 12, 2); Sus Apóstoles audaces Lo siguieron, y luego los mártires, los niños, las mujeres, las vírgenes y una gran multitud de testigos. Quien actuó en ellos y les ayudó en este camino? El que dijo: "Sin mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5).

viernes, 25 de junio de 2010

Los brujos, los hechiceros y los magos de todo pelaje en la noche de San Juan.


Lo de este país está llegando a un extremo en el que ya no sabemos si estamos boca abajo o boca arriba. Los alcaldes socialistas se traen a brujas en medio del año 2010 para hacer rituales que aplaquen a los espíritus de los fusilados mientras se prohíben los crucifijos en los lugares públicos. Miles de personas saltan hogueras (incluidos ortodoxos) en las playas, queman papeles con deseos y realizan sortilegios recomendados en la televisión y la radio por hechiceros, mientras se ridiculiza a Cristo y al Evangelio. Y así barbaridad tras barbaridad disfrazadas de de costumbres, tradiciones, y demás pamplinas tan favorecidas por el sincretismo religioso y la New Age.

Mientras tanto a los cristianos se nos acusa de integristas y fanáticos y tachan el Evangelio de relato mítico mientras se entregan los acusadores a toda clase de despropósitos oscurantistas propios de tribus del África profunda.

A los cristianos ortodoxos recordarles los mandamientos del Señor: “Sólo a tu Dios adorarás” y “No tendrás otro dioses delante de mí”.

Pero en medio de esta sociedad enloquecida, pronto todo se contagia de una manera sutil y los piadosos cristianos ortodoxos no ven más problema en consultar horóscopos y adivinos; realizar rituales paganos en los que se adora al demonio disfrazado de espíritus y dioses bondadosos y compasivos y en llevar amuletos de lo más variado como piedras, bolsitas con hierbas…

¡Qué sutil es el enemigo de las almas! Todo propiciado para alejar las malas influencias y atraer la fortuna. ¡Ignorantes! Pisoteáis y desprecias la sangre de Cristo derramada por nuestra salvación para entregaros a los demonios y a la blasfemia.

“Sólo a tu Dios adorarás y ante Él sólo te postrarás en adoración” SÓLO a ÉL, SOLO.

Tengamos hermanos muy presente esto y no corramos tras los falsos dioses y cultos que como vemos en las actas de los Santos Mártires y nos dicen los Padres Teoforos, sólo ocultan la adoración del demonio y sus pompas.

miércoles, 23 de junio de 2010

Sermon de la Natividad de San Juan Bautista de San Agustín, Obispo de Hipona


La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo, y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una joven virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.

Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.

Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y él respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio.

martes, 22 de junio de 2010

San Agustín y la oración: "La oración es un ejercicio de amor"


1. La oración es un don de Dios, por lo que el hombre debe pedirlo como un mendigo. Sea rico o sea pobre el hombre ante Dios siempre será un mendigo. La oración para san Agustín parte de este preámbulo. (Homo mendicus dei: En in Ps. 29, 2, 1; Sermo 56, 9; Sermo 61, 4).

2. La oración es ejercicio de humildad, partiendo del autoconocimiento frente a Dios:

*"Dios que eres siempre el mismo, Que me conozca a mí, que te conozca a ti: (Sol. 2, 1)".
Pues: "Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes". (1 Pe 5, 5)

3. La oración es obra del Espíritu Santo, que clama en nuestro interior (Rm 8, 26) para que nos dé las palabras y la voz para orar ante Dios

* "La misma caridad gime, la misma caridad ora; contra ella no sabe hacerse el sordo aquel que te la dio. Estate seguro, ruegue la caridad y allí estarán atentos los oídos de Dios" (In Io. ep. tr. 6, 8)

* "Dios llenó a sus siervos de su Espíritu para que le alabasen" (En. Ps. 144, 1)

4. La oración es un ejercicio de recolección, recogimiento interior. Hay que entrar en el propio corazón evitando la dispersión, para encontrarnos con Cristo Maestro interior.

* "No salgas fuera, regresa a ti mismo, en el interior del hombre habita la Verdad". (Vera religione 39, 72)
* "Tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más alto mío". (Conf. 3, 6, 11)

5. La oración es un ejercicio de amor.

a. Orar es amar y dejarse amar por Dios:
*Orar es: "abrazar a Dios con amor, abrazar el amor de Dios". (De Trin. 8, 8, 12)

b. Orar es amar, es dejarse transformar por el mismo Dios en la oración por el fuego de su amor, dejando las cosas de la tierra y llenándose de Dios:
* "¿Amas la tierra?, Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Diré que serás Dios? No me atrevo a decirlo como cosa mía. Oigamos a la Escritura: Yo dije: Todos sois dioses e hijos del Altísimo. (.)" (In Io. ep. tr. 2, 14)

c. Orar es amar, para vaciarse del amor del mundo y llenarse de Dios:
* "No ames el mundo. Excluye de ti el amor malo del mundo, para que te llenes del amor de Dios. Eres un vaso, pero estás lleno; arroja lo que tienes para que recibas lo que no tienes" (In Io. ep. tr. 2, 9)

d. Orar es amar, para apegarse a Cristo olvidándose de todo lo demás. Todas las cosas se relativizan cuando desde la oración, se ama profundamente a Cristo:

* "Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor, ni trabajo para mí, sino que toda mi vida será viva y llena toda de ti" (Conf. 10, 28, 39)
* "El amor mismo es la voz que alaba a Dios" (En. in ps. 117, 23)

6. Tu oración es diálogo amoroso con Dios

a. Se dialoga escuchando y respondiendo a la Palabra de Dios:
* "Tú oración es un diálogo con Dios; cuando lees las Escrituras Dios te habla; cuando oras, tú hablas a Dios". (En. in ps. 85, 7)

b. Se dialoga para encontrar a Dios y se le encuentra para seguirlo buscando con mayor amor.
* "Se le busca (a Dios) para que sea más dulce el hallazgo, se le encuentra para buscarle con más avidez" (De Trin. 15, 2)

7. La oración es el encuentro con la voluntad de Dios

a. Orar para no resistir a la voluntad de Dios:

* "¿Qué quiere decir 'hágase tu voluntad? Hágase en mí de manera que no resista a tu voluntad" (s. 56, 7)

* "Tu mejor servidor es aquél que no tiene sus miras puestas en el oír de tus labios lo que él quiere, sino en querer, sobre todo, aquello que ha oído de tu boca" (Conf. 10, 26, 37)

b. Orar para abandonar mi vida en las manos de Dios, sabiendo que es él quien me capacita para cumplir su voluntad.

* "Da lo que mandas y manda lo que quieras" (Conf. 10, 40)

* "No orarás si no dices esta oración (el Padre Nuestro); si empleas otra, Dios no te oirá, puesto que no te la dictó el Legislador a quien envió. Luego es necesario que, cuando oramos, oremos conforme a esta oración; y cuando la pronunciamos, entendamos bien lo que decimos. (En. in ps. 103, I, 19)

8. La oración es el deseo enamorado de Dios.

a. Es parte de la oración continua. Nunca se deja de orar si nunca se deja de desear a Dios.

* "Hay otra clase de oración interior continua, que es el deseo. Hagas lo que hagas, si permanece en ti el deseo de aquel descanso (de la vida eterna), sin interrupción oras. Si no quieres cortar tu oración, no interrumpas el deseo" (En. in ps. 37, 14.)

* "Por medio de la fe, esperanza y la caridad oramos siempre con un deseo ininterrumpido. Pero, precisamente por eso, en determinados momentos oramos a Dios también con palabras, para exhortarnos a nosotros mismos con estos signos (.) (Ep. 130, 9, 18)

b. La oración es el "grito del corazón":

* "Nadie dudará que es vano el clamor que elevan a Dios los que oran si lo ejecutan con el sonido de la voz corporal sin tener elevado el corazón a Dios. Cuando oramos a Dios con la boca cuando sea necesario o en silencio, siempre ha de clamarse con el corazón. El grito del corazón es un pensamiento vehemente que cuando se da en la oración, expresa el gran afecto del que ora y pide, de suerte que no desconfía de conseguir lo que pide" (En. in ps. 118, s.29, 1)

9. Orar es sentirse Iglesia y comunidad.
El cristiano nunca está solo porque forma parte del misterio de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo.

* "Jesucristo, hijo de Dios ora por nosotros, ora en nosotros y a él oramos nosotros. Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como nuestra cabeza; y nosotros oramos a él como nuestro Dios. Reconozcamos en él nuestra voz y su voz en nosotros" (En. in ps. 85, 1)

* "Nosotros rezamos por el género humano, pedimos por el mundo entero, por todas las gentes para que se corrijan lo antes posible y teniendo ya recto el corazón, se encaminen a la rectitud de Dios". (En. in ps. 103, 13)

10. Orar es elevar el corazón hacia Dios.
Continuamente san Agustín comenta las palabras de la celebración de la Eucaristía "levantemos el corazón". Por ello orar es dejar que el corazón ascienda hacia Dios, buscando las cosas del mundo eterno, no las de la tierra, con un deseo enamorado de Dios:

lunes, 21 de junio de 2010

Explicación del Credo


Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible

Veamos con temor y estremecimiento a través del velo entreabierto de la eternidad. Este velo no ha sido entreabierto por la mano impotente del hombre. Ha sido entreabierto por Él, el Único, el Verdadero, el Vivo. Si Él no lo hubiera hecho, ¿quién hubiera podido hacerlo? Todos los espíritus de los hombres reunidos juntos con todos sus poderes que están bajo los cielos no hubieran podido desplazar el velo ni un centímetro.

Se compadeció de los hombres y desplazó el velo. Y tres rayos de luz se posaron sobre los hombres que llevan Su imagen en ellos. Y los hombres instruidos han visto esto, y empezaron a estremecerse con una sagrada alegría. Se anunció como Incomparable; igual solo a Sí mismo, el Único, el Verdadero, el Vivo, se anunció como Padre, Todopoderoso, Creador.

Tu cabeza agitada se apresura a preguntar: “¿El Padre de quién? ¿Y Padre desde cuándo?”. El Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre desde la eternidad. Antes de la creación del mundo era Padre. Antes del tiempo y de los seres temporales, antes de los ángeles y de todas las potestades celestiales, antes del sol y de la luna, antes del amanecer y del claro de luna, el Padre ha engendrado a Su Hijo único. ¿Acaso, hablando del Eterno, podemos utilizar la palabra “cuándo”? Desde cuando Dios es Dios, desde aquel momento, Dios es Padre. Y en Él, no hay ningún “cuándo”, porque en Él no hay ninguna huella de tiempo.

El Altísimo se anuncia en primer lugar como Padre, luego como Todopoderoso y Creador. Eso está claro para vosotros, hombres instruidos. Su paternidad concierne al Hijo coeterno, el todopoderío y la creatividad conciernen al mundo creado, visible e invisible. En primer lugar, entonces, Padre, luego Todopoderoso y Creador. En la eternidad, nadie ha podido llamar a Dios “Padre” excepto Su Hijo único. ¿Y en el tiempo? Ni en el tiempo, a través de los siglos y de los siglos; ¡nadie! Escuchen pues la historia antigua del género humano, y que vuestro corazón la adopte. Ella ilumina a vuestro espíritu y alegra a vuestra alma. Desde cuando el mundo ha sido creado, y desde cuando Adán ha sido echado del Paraíso por causa del pecado mortal - pecado repugnante de desobediencia hacia Su Creador -, hasta la llegada sobre la tierra del Hijo de Dios, ningún mortal osó llamar a Dios su padre. Los elegidos más notables Le daban los nombres más grandes, llamándole “Todopoderoso”, “Juez”, “Altísimo”, “Rey”, “Señor de los ejércitos”, pero jamás le dieron el dulce nombre de “Padre”.

Los mejores dentro del género humano hubieran podido sentirse como las criaturas de un Creador todopoderoso, como vasijas de un Alfarero divino, pero jamás como hijos del Padre celestial. Este derecho ha sido otorgado a los hombres por el Señor Jesucristo. Todos no tienen derecho a esto, sólo los que Lo han recibido. “Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1:12). Eso es que se nos había dado ser llamados hijos adoptivos y llamar a Dios: “Abba - Padre” (Ga 4:5-6; Rm 8:14-16).

Esta filiación adoptiva - don de la gracia de Dios – ha sido anunciada y propuesta a los hombres por Jesucristo mismo desde el inicio de su ministerio en el mundo. Anunció a los hombres que a partir de ese momento podían dirigirse a Dios llamándole Nuestro Padre: “Ustedes, pues, oren de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt 6:9). Desde entonces y hasta el día de hoy, millones y millones de jóvenes y ancianos sobre la tierra murmuran día a día: “Padre nuestro”.

Los espíritus impuros no tienen derecho de llamar a Dios su padre. Y los pecadores que no se arrepintieron no tienen derecho de pronunciar esta suave palabra: “Padre”. Sólo los justos y los arrepentidos tienen este derecho de gritar a Dios, en sus oraciones, con todo su corazón y toda su alma: “Padre nuestro”. Aquellos que, al contrario, están contra Dios y contra sus mandamientos, sea en pensamientos, palabras u obra, no tienen ningún derecho de llamar a Dios por este nombre suave paráclito: “Padre”.

Trescientos dieciocho Santos Padres, que redactaron en Nicea el Credo de todos los que llevan en ellos la imagen de Dios y son instruidos, nombraron a Dios primero como “Padre”, luego “Todopoderoso”, y después “Creador”, inspirados por el Espíritu Santo de Dios. Y esto, porque el Altísimo es el Padre de nuestro Señor Jesucristo antes del tiempo y de la creación del mundo. Luego, porque el Hijo de Dios encarnado ha traído como primera ofrenda a los hombres - a Sus discípulos - la filiación adoptiva, o sea el derecho de dirigirse a Su Padre llamándole su Padre. “¡Padre nuestro!”. ¿Qué alegría bajo el cielo puede regocijar más a vuestros corazones, oh hombres instruidos, ustedes que llevan la imagen de Dios en vosotros? No solo el Hijo de Dios nuestro Señor les ha permitido nombrar al Altísimo, el Único, el Verdadero, el Vivo, vuestro Padre, sino Él ha ordenado también: “Y no llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre, el que está en los cielos” (Mt 23:9). ¡Ah, qué alegría es vuestra alegría inefable! La verdadera paternidad está en el cielo, más allá del cielo y de los astros. La paternidad sobre la tierra no es más que símbolo y sombra.

San Nicolás Velimirovich

lunes, 14 de junio de 2010

Creo en un solo Dios


Serie “El Credo de nuestra Iglesia”

El Credo es una recopilación de nuestra fe, es un testimonio vivo de todas las enseñanzas de la Iglesia. Es una recopilación de nuestra fe, un testimonio de las enseñanzas de la Iglesia , es lo que le decimos al mundo acerca de lo que creemos. En el Credo está todo lo que necesitamos para hablarle a alguien acerca de Jesús y de nuestra fe.

Desde los tiempos apostólicos, los cristianos utilizaban los llamados “símbolos de la fe” (o credos) para recordar las más importantes verdades de la fe cristiana. En el siglo IV, cuando aparecieron las falsas doctrinas acerca de Dios Hijo y el Espíritu Santo, se suscitó la necesidad de completar los símbolos de antaño.

El Símbolo de la fe que San Nicolás Velimirovich va a ir explicando semana a semana es el Credo Niceno Constantinopolitano y que fue compuesto por los Padres del Primer y Segundo Concilio Ecuménico. En el Primer Concilio Ecuménico fueron redactados los siete primeros artículos de este Símbolo, y en el segundo, los cinco restantes.

El Símbolo de la fe se divide en 12 artículos. En el primer artículo se habla de Dios Padre; desde el segundo hasta el séptimo artículo se habla de Dios Hijo; en el octavo artículo, de Dios Espíritu Santo; en el noveno, de la Iglesia ; en el décimo, del bautismo y finalmente, los artículos undécimo y duodécimo expresan nuestra fe en la resurrección de los muertos y en la vida eterna.


El Único. El Verdadero. El Vivo.

Existían dos tipos de hombres que se levantaron contra los apóstoles; unos nutriendo sus almas con el veneno de la idolatría únicamente, otros nutriendo sus cuerpos fabricando las estatuas de los ídolos. Estos no molestaron menos que aquellos. Por ejemplo: el apóstol Pablo y el platero Demetrio (Hech 19:24-27).

Unos consideraban que su alma estaba en peligro, otros que su vientre estaba en peligro, por causa de la nueva fe. Todos los hombres, todas las naciones de la tierra, con ciertas raras excepciones, pensaban así. A estos hombres excepcionales se los entregaba a una muerte cruel, tal como pasó con Sócrates en Atenas.

La cultura no podía hacer nada. Los pueblos más civilizados fabricaban los ídolos de las materias más preciosas y les daban formas más adecuadas que aquellas utilizadas por los pueblos bárbaros; sin embargo, los ídolos permanecían siendo ídolos, y la esclavitud del alma humana era la misma en este u otro caso. Cuando el apóstol Pablo estuvo en Atenas, una ciudad civilizada, “su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos” (Hech 17:16). Lo mismo ocurrió con Andrés en Sarmatia, con Mateo en Egipto y Bartolomé en la India. Ídolos en las plazas, ídolos frente a los tribunales y cuarteles, ídolos al umbral de las casas, ídolos en las casas, ídolos en las habitaciones, ídolos en todo lugar. Ninguna lista puede contar todos los dioses que los hombres y las naciones adoraban.

Todas las espinas idolatras afectaban y herían a los santos Apóstoles. Pero ellos las cortaban con valentía, se deshacían de estas para sembrar en su lugar el buen grano de la fe en un solo Dios Verdadero Vivo. Los apóstoles cumplían este trabajo gigante con la palabra, los prodigios, con amor y con sacrificio. Donde un método no funcionaba, aplicaban otro con éxito. Donde nada funcionaba, obtenían resultados con su sangre y muerte. Su sangre de mártires consumía a los ídolos como un fuego ardiente.

El único Dios Verdadero Vivo ha bendecido tanto las palabras de sus santos como sus labores, lágrimas, gemidos y sacrificios. Así, lo que sembraron dio fruto. Y este fruto consiste en creer en un solo Dios, lo que parece ser natural y simple a los hombres hoy, mientras que creer en numerosos dioses parece risible e insensato.

“Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás otros dioses delante de mí”. Este es el primer testimonio que Dios anticipa sobre Sí mismo, la primera revelación de Dios sobre Dios a los hombres de la tierra, y el primer mandamiento de Dios. “No tendrás otros dioses delante de mí”, ordena Dios, porque si tienes otros dioses, vas a ganarte dos desgracias. La primera es que creerás, tú también, en falsos dioses, inexistentes, inventados, imaginados. La segunda es que compartirás el temor, la estima y el amor que se me deben por entero a Mí entre el único Dios Verdadero Vivo, y los falsos dioses.

Así oscurecerás la fe en Mí. Tu temor, estima y amor hacia Mí se debilitarán. Ofendido y humillado, Me alejaré de ti. Te volverás un impío, mientras que tendrás la pretensión de creerte rico en piedad por causa de tu creencia en numerosos dioses. Porque el pagano y el impío son, en fin, una misma cosa. Ambos se encuentran sin el único Dios Verdadero Vivo.

La fe en un solo Dios Verdadero Vivo es precisamente la fe de los humildes y hombres sensatos. No es la fe de los orgullosos, - ya que el orgullo conduce a la insensatez -, y que así se veneran a sí mismos, o veneran a una criatura del Creador, pero no al Creador.

Tanto cuanto el hombre es humilde, tanto es sensato. Tanto cuanto es orgulloso, tanto es insensato. Dios da a los humildes el Espíritu para conocer y comprender, pero resiste a los orgullosos. Tanto cuanto los humildes son serenos ante el Señor, tanto el Señor les otorga el don del Espíritu. Pero el Espíritu es la luz que conduce a Dios, el único Dios Verdadero Vivo. Bienaventurados los que tienen el espíritu para darse cuenta de la precariedad del mundo aquí y la vanidad del hombre. Bienaventurados los que se sienten pequeños y pobres en espíritu, porque Dios los elevará hasta el conocimiento más elevado, hasta el conocimiento del ser y de la magnificencia del Dios altísimo.

Esta es vuestra fe, oh hombres portadores de Cristo, y la fe de sus antepasados los más humildes y más sensatos. Que sea también la fe de vuestros hijos, de generación en generación, hasta el fin de los siglos. Es una fe de la que no podemos avergonzarnos, una fe ortodoxa, una fe salvadora. Sus padres encontraron la salvación en ella. No la avergonzaron ni los avergonzó. En verdad, es la fe de los hombres instruidos, de los que llevan en ellos la imagen de Dios. En el Juicio Final, ellos no tendrán vergüenza ante los ángeles y los justos, sino que recibirán la gloria y serán llamados bienaventurados.

Explicación del Credo

San Nicolás Velimirovich (+1956)


domingo, 13 de junio de 2010

GRACIAS

Queridos Padres y Hermanos

Con esta breve nota quisiera agradeceros a todos los que durante estos días habéis rezado por mí y por mi salud. El miércoles por la tarde me intervenían quirúrgicamente para arreglar las dos hernias umbilicales que tantas molestias me habían causado durante estos dos últimos años. La operación, gracias a Dios y a su bendita Madre, ha salido muy bien y ahora queda la recuperación. El viernes me daban el alta y ya el sábado note una gran mejoría pues a pesar de las molestias normales por la herida, las grapas y demás, hay algo que es muy importante y es que ya no tengo el dolor continuo que producían las hernias.

Gracias sobre todo por vuestras oraciones, elevadas en tantos y tantos lugares por la salud de este pobre pecador, gracias por las Paraclesis, Acatistos, pomélnics… San Nicolás, los Santos Médicos Anárgiros y la poderosa intercesión de nuestra Bendita Soberana han permitido que los médicos hagan bien su trabajo. Seguid pidiendo por la salud de mi alma.

Gracias también por las llamadas, los e-mails, por las visitas, las flores, los dulces… Bueno ahora me conviene aligerar el peso del cuerpo con un buen ayuno prolongado.

Gracias a todos, que el Señor os colme de alegría y bendiciones. Siempre estaréis en las plegarias de este pecador que intercede indignamente ante el trono de Nuestro Dios.

A todos, muchas gracias y si Dios quiere y todo va bien nos vemos de nuevo el Domingo en la Gran Acción de Gracias, en la Divina Liturgia.
P Nicolás

viernes, 4 de junio de 2010

El Patriarca de Moscú acusa al clero occidental, influido por la nueva moda de las ideas liberales, de no llamar a los pecados por su nombre



El Patriarca Kiril, máximo jerarca de la Iglesia Ortodoxa de Rusia, criticó al clero occidental por seguir la moda liberal en vez de llamar los pecados por su nombre. «En algunas naciones de Occidente, la Iglesia, influida por la nueva moda de ideas liberales, desiste de calificar como pecado abortos, relaciones homosexuales y divorcios» mientras que la misión eclesiástica es «decir que es incorrecto y peligroso», proporcionarle a la gente «un criterio de verdad», manifestó el Patriarca durante su visita a la ciudad de Petrozavodsk, en el noroeste de Rusia.

La Iglesia, a su modo de ver, debería recordarle constantemente a la gente los principios éticos que se sustentan en la ley de Dios. “Es una cuestión de la que dependen la felicidad y la prosperidad del hombre”, agregó.

El Patriarca Kiril visitó esta semana Petrozavodsk, capital de la república de Karelia, junto a Finlandia, en vísperas de la celebración del 90 aniversario de la integración en Rusia de esta república. El jueves, el patriarca consagró un monumento al gran líder militar, religioso y político del medievo, Aleksandr Nevski, Gran Príncipe de Novgorod, Kiev y Vladimir, que fue canonizado por la Iglesia ortodoxa en 1547. El monumento está situado cerca de la Catedral de San Aleksandr Nevski de Petrozavodsk.

En sus declaraciones Kirill dijo claramente que Rusia y sus ciudadanos son responsables de la renovación espiritual del norte del país:

“En los últimos años se ha visto comenzar un renacimiento en toda regla de Karelia –siguió diciendo Kirill, citando su primera visita a la república en 1966–. En ese momento, centrábamos nuestras oraciones en el renacimiento espiritual del norte de Rusia, al menos en Karelia, donde a finales de 1960 sólo se habían abierto cuatro iglesias de pequeñas dimensiones. En aquél momento, todos creíamos firmemente en la resurrección espiritual de Rusia ”.

En este momento hay ya cerca de 500 parroquias en Karelia, un indicio claro de recuperación espiritual. En la república existían a principios del siglo pasado nada menos que 565 parroquias, 20 monasterios y más de 1.300 sacerdotes.

El patriarca Kirill dijo que la recuperación en curso de Karelia refleja los esfuerzos de Rusia por adherirse a los valores espirituales, lo que ha de contribuir considerablemente a su prosperidad y a su influjo en el mundo. Por el momento, la tarea principal de la Iglesia es para reconstruir lo que fue destruido, y aseguró que “nuestra santa fe contribuirá a realizar esta delicada tarea”.

Por otro lado, durante su intervención en el Concilio Mundial del Pueblo Ruso, dedicado a los problemas de la educación nacional, el Patriarca calificó de hazaña el oficio del pedagogo y exhortó a todos los maestros y profesores dar promesas de llevar una vida casta y servir de ejemplo a sus alumnos.

“La pedagogía es una materia ascética, es un trabajo vinculado con una hazaña y abnegación. Los pedagogos consagran su energía y hasta su vida que ya no les pertenece”, dijo el patriarca durante la inauguración del evento en la Catedral de Cristo el Salvador en Moscú.

El patriarca Kiril destacó que al igual que los médicos presentan el Juramento Hipocrático, los maestros y profesores “deben dar promesas de llevar una vida casta, proteger la santidad del matrimonio y servir de ejemplo” para sus discípulos, ya que, dijo, el ejemplo personal es el principal instrumento de influencia pedagógica.

jueves, 3 de junio de 2010

CONCILIO PANORTODOXO


"Hemos decidido facilitar el progreso de convocatoria del santo y gran Concilio de todas las Iglesias Ortodoxas", afirmó el Patriarca en una entrevista a la cadena de televisión rusa "Vesti 24", desde San Petersburgo este domingo, tras haberse reunido con el Patriarca de Moscú, Kiril I.

Explicó que el Concilio es uno de los grandes objetivos que se ha planteado desde que fue elegido Patriarca de Constantinopla, pues tendrá "un gran impacto en todo el mundo ortodoxo".

Según afirmó, la agenda para el evento "ya ha sido presentada y es bien conocida por la comunidad ortodoxa", abarcando diez puntos principales, entre los que se encuentran los principios para la declaración de la autonomía de las Iglesias ortodoxas (proclamación del carácter autocéfalo), así como los "dípticos", es decir, el orden en el que se mencionan a las Iglesias durante la Liturgia.

“Nuestra Iglesia Ortodoxa busca continuamente de ponerse al día con los tiempos, evitando hacer concesiones en su enseñanza, pero al mismo tiempo respondiendo al espíritu de los tiempos para ayudar a los creyentes a permanecer firmes en el mundo actual", afirmó el patriarca Bartolomé I en su entrevista.

El primer trabajo preparatorio del Concilio comenzó en los años sesenta, aunque la idea ya había surgido a inicios del siglo XX. El Concilio Panortodoxo es precedido por reuniones de la Conferencia Panortodoxa Preconciliar, que ya se han celebrado en años pasados y de la Comisión Interortodoxa Preparatoria.

Por su parte, el 31 de mayo, el patriarca Kirill de Moscú y de todas las Rusias confirmó que las relaciones entre las Iglesias de Rusia y Constantinopla avanzan positivamente.