lunes, 5 de julio de 2010

Explicación del Credo:Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios.


Una nueva luz desciende sobre vosotros, oh hombres instruidos. Vosotros que llevais la imagen de Dios en vosotros. A través del velo entreabierto por la mano del Altísimo, un nuevo rayo de luz cae sobre vosotros y deslumbráis como hijos de Dios. Esta luz os revela el misterio eterno, el misterio radiante de la paternidad y de la filiación eternas. En esta luz, la bendición desciende sobre ustedes, como así también el bálsamo de la consolación sobre sus ojos afligidos.

El Señor Jesucristo es único, en tanto como Cristo al igual que como Hijo de Dios. En cuanto como Cristo en el sentido del Mesías, Él es único desde el origen hasta el fin de los tiempos. El género humano no puede ni encontrar ni tampoco esperar otro Mesías. Falsos cristos vendrán y “engañarán a muchos” (Mt 24:5; 24). Esto fue profetizado por el Único, el Verdadero, el Clarividente. Falsos mesías hubo, hay hoy, y existirán todavía más tanto cuanto el fin del género humano se aproxima. Pero el verdadero Mesías es único, el Cristo verdadero, el inigualable Amigo del hombre. Este Mesías verdadero, auténtico, inigualable, es bien el Mesías para todas las naciones y tribus de la tierra, de todos los tiempos y para siempre. Es el Mesías único e incomparable para los vivientes como para los muertos: para los que son, aquellos que se fueron, y aquellos que vendrán.

Por ello, son llamados, oh hombres instruidos, a decir a las naciones y tribus; Oh tribus, oh naciones, pueden bien tener hombres grandes, los más grandes de entre los más grandes, pueden tener hijos e hijas nobles, los más nobles de entre los más nobles; pero Cristo es uno para todos ustedes. Uno solo y único. No esperéis ninguno más, no aguardéis a otro. En verdad, aquel que vendría bajo este nombre, fuera de Él, el Único, sería mentira e hijo de la mentira. Entonces, el único Mesías dice: “Entonces si alguien os dice: 'Mirad, aquí está el Cristo (el Mesías),' o 'Allí está,' no lo creáis” (Mt 24:23). No seáis como los hebreos que siguen esperando a su Mesías judío. En verdad, no habrá otro Mesías, ni judío, ni ruso, ni hindú, ni americano. Porque lo propio del Mesías auténtico es ser para toda la humanidad, es manifestarse a los ojos de todos, arriba de todos y para todos.

Oh tribus, oh naciones, tenéis al Mesías auténtico, como tenemos al sol ardiente sobre la bóveda celestial. Así como un sol os alumbra a todos, blancos y negros, amarillos y rojos, también el Mesías alumbra a todos, ilumina a todos, sirve a todos; reina sobre todos. ¿Acaso alguno de vosotros pide otro sol? ¡No! ¿Por qué pues alguien pediría otro Mesías mientras que la luz de Cristo el Mesías es más luminosa que la luz del sol, más luminosa, inmanente, vivificante, radiante, salvífica?

Cuidaos de los nuevos Mesías, oh naciones, oh tribus; guardaos de los numerosos Mesías, porque causan la caída de las almas y son servidores del Maligno. Satanás quiere reducir la importancia de nuestro Señor Jesús en el mundo, transformando el título del Mesías, de Cristo, título único y que no es de este mundo, en una distinción cualquiera, que entrega a una multitud. Pero tienen que saber que ser un verdadero residente de un palacio es una cosa, y otra es llevarse todas sus distinciones - esto no significaría ser un palaciego. Desconfiad de los Mesías que se anuncian por aquellos que no son bautizados. Vuestro Mesías lleva una sola señal, un solo título honorífico: la Cruz. La Cruz que es el estandarte de la Victoria. Es por estas señales que reconocerán a vuestro Mesías, único y verdadero. Es Él mismo que ha venido “inclinado” para sembrar en el campo, y que vendrá otra vez, “enderezándose”, para cosechar por intermedio de sus ángeles.

El único Mesías del mundo es el Hijo de Dios mismo, engendrado por el Padre desde antes de los siglos. Es Su sello celestial, la garantía de Su mesianismo verdadero. Todo aquel que niega que el Señor Jesucristo es el Mesías estará atrapado en la mentira.

Es lo que les dice, pero todavía de una manera más intransigente, el apóstol que se había recostado sobre el pecho de Jesucristo. He aquí sus palabras: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?”, o sea el Mesías (I Jn 2:22). ¿Quién más pequeño que el Hijo de Dios podría ser el Mesías? ¿Acaso los hombres aceptarían como Mesías a alguien más pequeño?

Era necesaria Su sangre a fin de podar el árbol envejecido y corrompido de la humanidad. Ninguna sangre de mortal ha sido suficientemente pura, ni suficientemente joven, tampoco suficientemente poderosa y vivificante para revivificar y hacer fértil un árbol viejo. En realidad, la sangre de ningún otro sino la del Hijo de Dios con la que cubrió como escarlata su divinidad eterna.

Explicación del Credo
por San Nicolás Velimirovich (+1956)

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