sábado, 6 de noviembre de 2010

Domingo XXIV después de Pentecostés


El Evangelio de hoy nos narra dos de los milagros realizados por el Señor: La curación de la Hemorroisa y la resurrección de la hija de Jairo.

Cristo va a casa de Jairo para ver a su hija y allí se encuentra con un gran gentío que no le deja avanzar. Entre todos los que allí estaban había una mujer agotada, enferma desde hacía doce años, impura por su enfermedad, que le obligaba a no tener contacto con nadie porque el sólo hecho de rozar a alguien le transmitía su impureza por la pérdida de sangre. Ella es consciente de su realidad, se siente indigna de dirigirle al palabra al Señor, sin embargo fue capaz de romper los obstáculos que la bloqueaban y va al encuentro de Jesucristo Salvador. Su fe le dice que con sólo rozar la orla del manto de Cristo será curada y así sucede: Su amor ha abierto el tesoro milagroso del amor divino de Cristo.

la fe y el amor a Cristo han de ser los fundamentos de nuestras vidas. En medio del hastío y del cansancio del día a día, de la lucha, de la ascesis por dejar el hombre nuevo y las obras de las tinieblas hemos de ser conscientes de que la victoria no la obtendremos por nuestras propias fuerzas. Sólo con Él saldremos victoriosos en la lucha contra la muerte y el pecado.

El Señor siempre recompensa la fe del que se acerca a Él. La fe en Cristo le da el premio de la salud a la Hemorroisa. Ella quería mantenerse oculta, llena de humildad se considera indigna de su favor. Pero el Señor no deja sin respuesta la humildad fruto de la fe.

En el ejemplo se agota y el desafío de una comunicación personal con Cristo. Podemos tener éxito sólo cuando ya no se basan exclusivamente en nuestras propias fuerzas. Elemento fundamental en nuestras vidas debe ser el amor de Cristo.
El amor y la humildad de aquella mujer recibió el don divino del poder de Cristo y por su fe es levantada de la enfermedad que la tenía postrada humana y espiritualmente. Jesús la honra públicamente: “Hija de Tarsis, tu fe te ha salvado, vete en paz.”

Es la fe en Cristo la única salvación de la humanidad. Cuando el hombre pone su fe en sí mismo, entonces el fruto es el egoísmo que causa el bloqueo del corazón.
En la resurrección de la hija de Jairo, el amor y la fe en Cristo se convierte en una puerta hacia la eternidad. Cristo es el Señor de la vida y su poder vence a la muerte. “No está muerta, duerme”. Estas son las palabras que nos consuelan: No morimos para siempre, sólo dormimos esperando la Resurrección.

A nosotros la fe nos lleva a acercarnos con fe y confianza a los Santos Misterios de nuestra fe, por los cuales participamos en la acción salvadora de Cristo. Y nuestra Santa Iglesia Ortodoxa nos transmite hoy el mensaje salvador del Señor, con las mismas palabras que le dijo a Jairo: ”No tengas miedo, sólo cree y serán salvado”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)

Anónimo dijo...

Saludos, muy interesante el post, espero que sigas actualizandolo!