sábado, 30 de julio de 2011

Fiesta de la Procesión de la Santa y Vivificante Cruz en Constantinopla.



Este domingo, celebramos de forma anticipada la fiesta de la Procesión de la Santa y Vivificante Cruz en Constantinopla.

Tres veces es celebrada la vivificante Cruz a lo largo del año: el Domingo de la Cruz en la Gran Cuaresma, el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación y este día del primero de Mayo, inicio del ayuno de preparación para la fiesta de la Dormición de la Madre de Dios.

Tenemos en la parroquia el gran tesoro espiritual de dos pequeñas astillas de la Verdadera Cruz que se veneran en dos cruces relicarios. Una es una preciosa Cruz icono pintado por las madres del Monasterio de Santa Elisabeth de Misnk en Bielorusia y que se pone a la veneración de los fieles; el otro es un relicario de madera tallada con todos los instrumentos de la pasión del siglo XIX y es utilizado para bendecir el Aghiasma pequeño en las conmemoraciones de la Cruz.

Como punto de reflexión para la celebración de esta santa fiesta, sirvan estas homilias de San Andrés de Creta. Que ella sea para nosotros defensa y arma contra todos los enemigos visibles e invisibles.

«Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo que vuelve hoy de Betania y por propia voluntad se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para poner fin al misterio de la salvación de los hombres. Porque el que iba libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, para levantar consigo a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura, “por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre conocido” [Ef 1,21].

«Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa… sino manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna. Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo a su paso ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.

… «Y si antes, teñidos como estábamos de la escarlata del pecado, volvimos a encontrar la blancura de la lana gracias al saludable baño del bautismo, ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”».

(Sermón 9 sobre el domingo de Ramos: PG 97,990-994: leer más > LH domingo de Ramos).

«Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales. Tal y tan grande es la posesión de la cruz.

«Quien posee la cruz posee un tesoro. Y al decir tesoro, quiero significar el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original. Porque sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, y el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni dospojado el lugar de los muertos.

«Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufriimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; y el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en sal­vación universal para todo el mundo.

«La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros… Él mismo nos enseña que la cruz es su exaltación, cuando dice: “cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” [Jn 12,32]».

(Sermón 10: MG 97, 1018-1019)

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