sábado, 27 de agosto de 2011

BENDICIÓN DE LA FANUROPITA





Si la bendición se hace en la Liturgia, el coro, después de la Oración detrás del Ambón, canta el tropario y el contaquio del Santo.

Tropario tono 4.

Himnos celestiales de alabanza se cantan en la tierra y los coros de los ángeles se unen a la celebración de esta fiesta, alabando en lo alto y contestando con cantos a la Iglesia que en la tierra proclama la gloria celestial que has obtenido, oh Glorioso San Fanurio,

Gloria al Padre… Ahora y siempre…

Contaquion, tono 3º.

Salvaste a los sacerdotes de la impía cautividad, y rompiste sus cadenas, oh Piadosísimo, con el divino poder. Valientemente avergonzaste a los audaces tiranos, y fuiste causa de alegría para los coros de los ángeles. Nosotros ahora te honramos, oh Fanurio glorioso, soldado invicto de Cristo.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

El sacerdote, de pie ante las Santas Puertas y vuelto ligeramente ante el icono de Cristo, inciensa la fanurópita mientras dice la siguiente oración:

Sacerdote: Señor Jesucristo, Pan celestial y dador generoso del alimento de vida eterna que en todo momento nos concedes tus dones abundantes, que por medio de las oraciones de Elías terminaste con la carestía y el hambre, esperanza del desesperado, ayuda del desvalido y salvación de nuestras almas. Bendice estos presentes y a aquellos que los han ofrecido en tu honor y en memoria de San Fanurio. Concede a tus siervos N. que lo han preparado toda clase de bienes terrenales y celestiales, llena sus corazones de tu alegría y condúcelos por el camino de la salvación. Atiende sus necesidades y cumple los deseos de sus corazones, guíalos por el camino de tus mandatos y haz que se regocijen para que puedan siempre glorificarte y entonar un himno de alabanza a tu nombre glorioso y bendito, por intercesión de la Santa Madre de Dios, del glorioso mártir San Fanurio y de todos tus Santos.

Coro: Amén.

Y a continuación se recita o canta el salmo 33:

Salmo 33

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él. Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; Él cuida de todos sus huesos, y ni uno sólo se quebrará.


Y se termina la Divina Liturgia como de costumbre.

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