jueves, 19 de abril de 2012

LA SEMANA BRILLANTE O DE LA RENOVACIÓN



La Semana Brillante (Radiante) o de la Renovación, conocida también en la tradición ortodoxa occidental como “Septimana in Albis” va desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Tomás. El nombre lo toma de la vestidura blanca que llevaban durante toda esta semana los que habían sido bautizados el Sábado Santo y que habían recibido al salir de las aguas bautismales. En el ritual del bautismo, mientras el neófito recibe estas vestiduras blancas se canta precisamente la siguiente antífona: “Recibe esta vestidura de luz…”. Este día, el Sábado Santo, durante la Liturgia de San Basilio, era el único día al año en que recibían las aguas bautismales los catecúmenos que habían intensificado su preparación durante la Cuaresma mediante catequesis especiales, tal y como lo atestigua San Cirilo de Jerusalén y las preces especiales de la segunda letanía por los catecúmenos “que van a recibir la santa iluminación” y que se hacen durante la Liturgia de los Dones Presantificados, a partir del cuarto miércoles de Cuaresma.

Los siete días de la semana radiante, son vistos como un único día pascual, una continua celebración de la Resurrección en los que las horas son sustituidas por la Hora Pascual en la que continuamente suena el tropario de Pascua “Cristo ha resucitado de entre los muertos…” Se celebra todos los días la Liturgia del Domingo de Resurrección así como los Maitines, manifestándose así en la liturgia la unidad celebrativa.

De acuerdo con el canon nº 66 del Concilio de Trullo: “Desde el día Santo de l Resurrección de Cristo, nuestro Dios, hasta el Domingo Nuevo o de Tomás, durante toda la semana los fieles en las iglesias continuamente han de repetir los salmos e himnos espirituales regocijándose y celebrando a Cristo, escuchando las Sagradas Escrituras y gozando de los Sagrados Misterios. De esta manera seremos exaltados con Cristo y resucitaremos con Él. Durante estos días que no se hagan carreras de caballos o cualquier otro espectáculo público. Esta disposición sobre todo está pensada para que los fieles no tengan la tentación de distraerse de lo principal de estos días que es la celebración de la Resurrección de Cristo y que ésta no se vea empañada por espectáculos mundanos y vulgares. Bulgakov nos cuenta que en la Rusia de antes de la nefasta revolución bolchevique, las tabernas se cerraban durante esta semana en la que no se vendían bebidas alcohólicas.

Durante esta semana no hay ningún día de ayuno, prohibido severamente por los padres ya que es considerada en su unidad como un domingo en el que no se puede ayunar. Es un tiempo de renovación de todos los cristianos Ortodoxos que hemos participado en la Santa Resurrección de Cristo, no sólo de los que han sido bautizados. Es el tiempo en el que se disfrutan los frutos espirituales de la lucha cuaresmal y que ahora resplandecen a la luz sagrada de la resurrección por la que hemos sido iluminados.

Esta Semana es especialmente celebrada en toda la Iglesia siguiendo las antiguas costumbres de la ciudad imperial. El lunes y el martes son especialmente sagrados y en ellos se repiten las procesiones pascuales alrededor de la Iglesia. Estas procesiones adquieren su máximo esplendor actualmente en la sagrada montaña de Athos donde miles de peregrinos acuden a Kairies y al Monasterio de Ibirion para participar en las Letanías que se hacen con los iconos milagrosos de la Madre de Dios “Axion Estín” y Portaitisa. El Jueves Radiante, el Emperador y todo el pueblo participaban después de las Solemnes Vísperas en la Iglesia de Santa Sofía hasta la Iglesia de las Blanquernas en donde se bebían las aguas de la “Fuente de la Vida” y se permanecía en vigilia toda la noche celebrándose la Liturgia el Viernes por la mañana en presencia de los Emperadores. Así mismo en esta semana se indultaba a los presos y remitían las condenas militares.

Los servicios eclesiásticos se realizan con las puertas abiertas no cerrándose al terminar como signo del sepulcro abierto y vacío de Cristo y del velo del templo de los judíos deicidas, rasgado en el momento de la muerte de Cristo. El epitafio permanecerá encima del altar durante toda la Pascua que no se clausura el domingo de Tomás (siete días) como ocurre con las demás fiestas grandes sino que terminará en las vísperas del día de la Ascesión.

Durante toda la semana el Artos está delante del icono de la resurrección en la Iglesia. Este es un pan que se bendice en la noche de la Pascua y que simboliza la presencia de Cristo en medio de sus Apóstoles. Es besado por los fieles al entrar en la Iglesia como saludo a Cristo Resucitado. Es repartido durante la Liturgia del Sábado Radiante.

Durante estos cuarenta días pascuales, los fieles cambian sus saludos habituales por el “¡Cristo ha resucitado!” que resuena continuamente en toda la Iglesia Ortodoxa.

¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡EN VERDAD HA RESUCITADO!

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