jueves, 27 de octubre de 2016

ORACIÓN Y TROPARIO AL MILAGROSO ICONO DE LA MADRE DE DIOS QUE HACE CRECER LAS MIESES

 
 
Oración a la Madre de Dios que hace crecer las mieses
 
Oh Madre de Dios, Señora del Cielo y la tierra, bendice a las familias cristianas y sus hogares. Que sobre ellos descienda tu bendición y nunca falte el trabajo que necesitan. Atiende las necesidades de los huérfanos y las viudas, tú que has dado a luz al que sostiene al universo y has alimentado con tus pechos al que nutre la creación, al Pan de la vida, Cristo nuestro Dios. Oh Soberana, te suplicamos que concedas tu bendición materna a nuestros pueblos y protejas nuestros hogares haciendo que en ellos nunca falte el pan pues en ti ponemos nuestra esperanza. Te regamos que despiertes nuestros corazones a la contrición y a la humildad. Protege cada ciudad, pueblo y familia y guárdanos en la piedad y la Santa Fe Ortodoxa. Da fuerzas a los agotados, alegría a los tristes, trabajo a los parados, salud a los enfermos, consuelo a los ancianos. Protege a los niños y a las madres que los crían. Y a todos instrúyenos para que podamos pedir a Dios nuestro pan de cada día. Líbranos del hambre, la enfermedad, la guerra, los desórdenes, del fuego, del granizo, de los terremotos, del hambre, de las sequías y de todo mal y calamidad. Mora en nuestros hogares y familias, en nuestras almas y ruega a Dios que conceda su infinita misericordia a los que, llenos de fe, te alabamos por los siglos de los siglos. Amén.
 
Tropario, tono 3º
 
Purísima Virgen María, Madre del Rey del cielos y tierra, ruega por amor a tu Hijo, Cristo nuestro Dios, que guarde a todos los que trabajan en su nombre y les conceda su protección. Que nunca nos falte el pan y nos veamos libre de toda necesidad y opresión; que tus siervos seamos salvados del sufrimiento eterno y podamos gozar de la vida eterna.

lunes, 10 de octubre de 2016

Memoria de eternidad

La incertidumbre de las dos eternidades ocupaba continuamente la imaginación de David, le quitaba el sueño y le tenía amedrentado, como dice el mismo real Profeta: “Estuvieron mis ojos abiertos antes de la madrugada, estaba como atónito y sin articular palabra: púseme a considerar los días antiguos, y  meditar en los años eternos”.

San Cipriano hace esta pregunta:¿Que cosa era la que inspiró a muchos santos, a practicar una vida que fue un continuo martirio, por las continuas asperezas con que castigan su propio cuerpo? Y responde el mismo Santo: Estas asperezas se las inspiraba el pensamiento de la eternidad. Cierto monje se encerró en una fosa, en la que no hacía otra cosa que exclamar: ¡Oh eternidad! ¡Oh eternidad!

la pecadora, convertida por el abad Pafnucio, tenía siempre presente la eternidad , y decía: ¡Quién me asegura la eternidad feliz, y me liberta de la eternidad desgraciada!

 San Gregorio escribía “El que tiene fija en su mente la eternidad, no se engríe en a prosperidad, ni se abate en la adversidad; y como nada tiene en el mundo que apetecer, nada tiene tampoco que temer. Únicamente desea la eternidad feliz, y únicamente teme la eternidad desgraciada”.

 ¡Ay de los pecadores! dice San Cesáreo de Arlés. “Ellos entran en la eternidad sin haberla conocido; pero allí serán los gritos de dolor, cuando hayan en ella entrado y vean que no pueden salir. Al que ha de entrar en el Infierno, se le abre la puerta; pero luego que ha entrado, se le cierra para siempre”.

 “La sentencia de los condenados, -dice San Juan Crisóstomo– esta grabada sobre la columna de la eternidad, y no será jamás revocada”. En el Infierno no se cuentan ni los días ni los años.