sábado, 24 de noviembre de 2007

Gran Mártir Catalina de Alejandría




Santa Catalina nació en Alejandría en la segunda mitad del tercer siglo. Descendía de una familia de abolengo y se distinguía por su inteligencia, erudición y belleza. Muchos ricos y nobles pretendientes pedían su mano. La madre y los parientes trataban de convencerla para que se case, pero Catalina no se decidía y decía a sus allegados: "Si quieren que me case entonces encuéntrenme alguien quien me igualare en la hermosura y erudición." Dios hizo que Catalina conozca a un anacoreta, hombre inteligente y de vida ejemplar. Examinando con Catalina los méritos de sus pretendientes el anacoreta dijo: "Yo conozco al Novio que es superior en todo a ti. No hay nadie igual." Después él le dio el icono de la Santísima Virgen, prometiendo que Ella ayudaría a Catalina a ver al Singular Novio". Durante la próxima noche, adormecida Catalina vio a la Theotokos rodeada de ángeles parada delante de ella con el Niño que resplandecía como el Sol. Fueron vanos los esfuerzos de Catalina para ver Su rostro. El se daba vuelta. "No desprecies a Tu creación — pedía la Madre de Dios a Su Hijo — dile lo que tiene que hacer para ver Tu imagen brillante, Tu Rostro." "Que ella regrese y pregunte al anacoreta" — contestó el Niño. Este singular sueño asombró a la joven. Ni bien amaneció, ella fue a ver al anacoreta. Se arrodillo a sus pies pidiendo consejo. El anacoreta le explico detalladamente sobre la verdadera fe, sobre el paraíso y la vida en el paraíso de los justos y sobre la perdición de los pecadores. La sabia joven comprendió la superioridad de la fe cristiana sobre la pagana. Creyó en Jesucristo como el Hijo de Dios y se bautizó. Y entonces la luz divina entró en ella y la llenó con una gran alegría. Cuando Catalina regreso a su casa con su alma renovada, ella rezó durante mucho tiempo agradeciendo a Dios por la Gracia otorgada. Durante la oración se quedó dormida y vio nuevamente a la Madre de Dios. Ahora el Niño Divino la miraba con benevolencia. La Santísima Virgen tomó la mano derecha de la joven y el Niño le puso un maravilloso anillo, diciendo: "No tengas otro novio terrenal" Catalina comprendió que a partir de este momento ella estaba comprometida con el Cristo y se despertó con mayor alegría en su corazón. A partir de este sueño ella cambió completamente. Se hizo humilde, benévola y amable. Empezó a rezar a Dios frecuentemente pidiendo Su Guía y la ayuda. Única meta que la entusiasmaba: era vivir para Cristo. Poco tiempo después vino a Alejandría Maximiano (años 286-305) codirigente del emperador Diocleciano. El envió mensajeros a las ciudades de Egipto para invitar al pueblo a la fiesta en honor a los dioses paganos. Catalina estaba muy triste porque el emperador, en vez de ayudar a instruir al pueblo, extendía la superstición pagana. Cuando llegó el día de la fiesta ella fue al templo pagano, donde estaban reunidos los sacerdotes paganos, la nobleza y el pueblo y dijo sin miedo al emperador: "¡Emperador, no te da vergüenza orar a los repugnantes ídolos! Reconoce al verdadero Dios eterno e infinito. Con Él los reyes reinan y esta el universo. El bajó a la tierra y se hizo hombre para nuestra salvación." Maximiano se enojo con Catalina por la falta de respeto hacia la dignidad imperial y ordenó encarcelarla. Después, él ordenó a la gente erudita convencer a Catalina de la autenticidad de la religión pagana. Durante varios días ellos exponían diferentes argumentos en pro de la religión pagana, pero Catalina los vencía con su lógica y sus razonamientos, les demostraba que no tenían razón. Sin embargo, al sufrir la derrota sobre el campo intelectual, Maximiano no dejó su intención de convencer a Catalina. La llamó y trato de seducirla con regalos, promesas de favores y gloria. Pero Catalina no se dejó seducir. Maximiano tuvo que ausentarse de la ciudad por un corto período. Al otro día Maximiano llamó a Catalina por última vez y le ofreció ser su esposa, prometiendo todos los bienes materiales. Pero Santa Catalina no quiso saber nada. Viendo la inutilidad de todos sus esfuerzos el emperador ordenó matarla y un guerrero la decapitó en el año 304. Más tarde las Santas Reliquias de la mega mártir Catalina fueron llevadas al monte Sinaí y allí están en el monasterio que lleva su nombre.

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