Mateo 15, 12–21
En aquel tiempo, cuando los discípulos se acercaron a Jesús, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, al oírte, se escandalizaron? Y respondiendo Él, dijo: Todo brote que no haya plantado mi Padre celestial, será desarraigado. Déjalos; son guías ciegos para los ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo. Entonces Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Él dijo: Ahora, ¿tú también eres ignorante? ¿No comprendes que todo lo que entra en la boca va al estómago y se tira? Y lo que sale de la boca, del corazón sale, y eso contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estos son los que contaminan al hombre, pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre. Y saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón".
¿Cómo limpiar nuestro corazón?
San Macario el Egipcio, Las cincuenta homilías espirituales,
homilía XVII, 15,
“Conviene, pues, investigar cómo y por qué (medios) se
obtiene la pureza del corazón. (Hay que decir que) por nadie sino por Aquél que
fue crucificado por nosotros; Este es el Camino, la Verdad, la Puerta, la
Perla, el Pan vivo y celestial. Sin esta Verdad, uno no puede conocer la verdad
y ser salvo".
San Clemente de Ohrid, Palabras y enseñanzas útiles para
cualquier cristiano
Reunámonos en la iglesia, porque allí recibiremos salud para
nuestras almas y cuerpos; en ella se realiza para nosotros un Misterio
indeciblemente grande; aquí la voz divina habla a los oídos de nuestro corazón;
aquí la oscuridad del pecado es desterrada de nuestros corazones; aquí el
Divino Hijo se sienta sobre la mesa en forma inefable, derramando su Santa Sangre
por nosotros como un cordero, para el perdón de nuestros pecados y haciéndonos herederos
de su Reino.
Por eso, hermanos, debemos lavar toda nuestra impureza con
el arrepentimiento y así dar un paso hacia Él, enjugando con lágrimas los
pecados conocidos y desconocidos. Rompamos nuestro corazón con la humildad,
como Él se humilló por nosotros, haciéndose, al mismo tiempo, Dios y Hombre,
para salvar al hombre de las maldades diabólicas. Y el Señor nos mostró el
camino de la salvación, diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados".
El que no llora por sus pecados, llorará desconsolado en el
tormento eterno.