martes, 19 de enero de 2021

LA DISPERSIÓN EN EL MOMENTO DE LA ORACIÓN


Es muy frecuente que en la confesión aparezca este tema de la dispersión en el momento de la oración: Cuando estoy en la iglesia o rezando en casa no puedo concentrarme en el servicio o en las oraciones. Mi mente vuela con innumerables pensamientos que acuden a ella.

No exagero si digo que esto lo dicen nueve de cada diez personas que hablan con su sacerdote o con el padre espiritual. Por lo general se enfrentan a esto aquéllos que tienen muchas o demasiadas responsabilidades en sus vidas, familia, hijos, vida social intensa, duras y exigentes condiciones laborales y demás situaciones que embargan hoy al hombre moderno agotando totalmente sus energías. A esto se añaden nuestras propias compulsiones y pasiones a las que no consideramos como una auténtica enfermedad.
Todo lo anterior no puede ser considerado una regla pues también existen personas que no tienen tantas obligaciones y sin embargo no siguen una correcta práctica espiritual y nadie les ha enseñado como ha de ser su relación con Dios.
¿Cómo podemos responder a esta situación de una manera clara y eficiente?
La falta de concentración se debe a la falta de vida espiritual, la falta de oración diaria, falta de lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, falta de asistencia a la Iglesia, nula conversación sobre temas religiosos y sobre la vida espiritual, falta de comunión con Dios…
Cuando vamos a la iglesia una vez por semana y el resto de los días vivimos según los criterios de este mundo, es normal que esta mundanidad nos abrume e impida el cultivo y desarrollo de la vida espiritual; y esto no sucede porque seamos malas personas o unos pecadores empedernidos, sino porque el tiempo que utilizamos en los asuntos mundanos, dejamos que pisotee, ahogue y destruya el tiempo y el espacio espiritual que necesitamos.
¿Cómo podemos revertir esta situación? Muy sencillo: aumentando el tiempo que dedicamos a lo espiritual, a lo santo, a lo divino… en nuestro día a día. Hacer las oraciones de la mañana y den la noche. bendecir los alimentos antes de cada comida y dar gracias al finalizar; dedicar un tiempo a la lectura de la Sagrada Escritura y los Santos Padres; tener nuestro rincón de oración, así como iconos en el resto de la casa que continuamente hagan dirigirse nuestro pensamiento a Dios; Repetir la oración de Jesús siempre que sea posible en el coche, en el autobús, mientras se realizan las tareas de la casa; cumplir con las reglas del ayuno que nos ayuda a mantener sanos nuestro cuerpo y nuestra alma y es el arma perfecta en la lucha contra las pasiones; ser puntuales a la hora de llegada a los oficios pues esto, junto con el ayuno nos ayuda a controlar el natural caprichoso de nuestro cuerpo; buscar las amistades que compartan las mismas inquietudes espirituales lo que favorecerá también el desarrollo de los hijos si se tienen.
“Padre, es que no tengo tiempo, el trabajo, la casa… Para un momento, el día tiene 24 horas, 7 las dedicas a dormir, ¿Cuánto tiempo pasas viendo la televisión? ¿Cuánto pegado al móvil o al ordenador, en facebook, Instagram, wasap… cuánto? ¿Y no tienes una hora, u hora y media para Dios? Siempre llegas tarde a la Liturgia y aludes mil escusas como los niños, por ejemplo, cuando la única causa de tu retraso es tu pereza y dejadez.
“El que tiene la mente (alma) unida, cuando ora conscientemente y presta atención a lo que dice echa fuera a los demonios con la llama de su oración, pero el que vuela y dispersa la mente con pensamientos inútiles, se une a ellos” dice San Efrén el Sirio.

El hogar cristiano

Una casa sin una lámpara de aceite encendida frente a los íconos es fría y oscura, pero cuando tienes una lámpara de aceite encendida frente a tus íconos, te estás dando un recordatorio físico de la energía del Espíritu Santo en la casa.

Debemos adquirir el bendito hábito de recibir la gracia santificante de los misterios de la Iglesia. En nuestros hogares debemos tener agua bendita, antidrón seco, y todas las mañanas debemos antes de salir para ir a trabajar, dedicar un rato a la oración, consumir el antidrón, beber nuestra agua bendita, y nuestras vidas enteras cambiarán, así como la vida futura de nuestras familias convirtiendo así nuestros hogares en una pequeña iglesia.
Debemos "electrificar" nuestros hogares, para tener la energía del Espíritu Santo en ellos, con iconos santos, lámparas de aceite, agua bendita, incienso y nuestras oraciones.
En un hogar donde hay blasfemias y gritos, es natural que tenga una energía opuesta a la energía del Espíritu Santo.
Si hay una persona en ese hogar, que se ocupa de resistir la energía de Satanás, esa persona orará en el hogar, tendrá íconos, se encargará de rociar el hogar con agua bendita, entonces la Gracia de Dios derrotará al presencia del diablo.
Monseñor Athanasios de Limasol