miércoles, 4 de agosto de 2010


Nos han transmitido nuestros Padres Teoforos la tradición de no comer del fruto de las vides hasta que estos no han sido bendecidos el día de la Transfiguración del Señor.

La costumbre de traer frutas al templo se remonta a los tiempos del Antiguo Testamento (Gen. 4:2-4; Ex. 13:12; Num. 15:19-231; Deut. 8:10-14). De los Apóstoles la costumbre pasó a la Iglesia de Nuevo Testamento (1 Cor. 16:1-2). Las indicaciones sobre frutas traídas al templo se pueden encontrar en el tercer canon de las Constituciones Apostólicas.

En Grecia, España, Bulgaria, Rumanía... en agosto maduran los frutos y los mas importantes son espigas y uva. Desde antigüedad, la gente traía a la Iglesia para su bendición estos frutos, como acción de gracias a Dios. Sobre esto escribía ya San Juan Crisóstomo: "El agricultor recibe los frutos de la tierra, no tanto por sus esfuerzos y dedicación, como por la benignidad Divina, que se los devuelve, ya que él que planta y riega — es nada — todo es Dios que provee."

La uva se trae al templo por su relación directa con la Eucaristía, por eso, en la oración de bendición de uva el sacerdote dice: "Tú mismo bendice el fruto de la vid aquí presente, y llena de gozo a los que coman de estas uvas. Perdona nuestros pecados por la participación del Sagrado Cuerpo y de la Preciosa Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo."

Esta es la traducción de la oración de bendición según aparece en el Eucologio.



BENDICIÓN DE LAS UVAS
EN LA FIESTA
DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

(6 de agosto)




Las uvas que traen los fieles a bendecir, se disponen en un tetrápodos delante del icono de la fiesta. Si la bendición se hace en la Liturgia, el coro, después de la Oración detrás del Ambón, canta el tropario y el contaquio del día.
Tropario, tono 7º
Te transfiguraste en el monte, Cristo Dios, mostrando a tus discípulos tu gloria, en cuanto podían resistirla. Brille también para nosotros pecadores tu luz eterna, por la intercesión de la Madre de Dios. ¡Tú que das la Luz, gloria a ti!

Contaquio, tono 7º
Te transfiguraste en el monte, Cristo Dios, y tus Discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente, y anunciarían al mundo que Tú eres en verdad el resplandor del Padre.

Diácono: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Dios Salvador nuestro, que te dignaste llamar a tu Hijo unigénito, nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, la Vid verdadera, y por Él nos has concedido el fruto de la inmortalidad, Tú mismo bendice el fruto de la vid aquí presente, y llena de gozo a los que coman de estas uvas. Perdona nuestros pecados por la participación del Sagrado Cuerpo y de la Preciosa Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Conserva nuestra vida sin daño, concédenos siempre tu paz y adorna nuestra vida con tus dones inmortales, por la intercesión de nuestra purísima Señora la Madre de Dios y siempre Virgen María y de todos tus Santos, que por todos los siglos te han agradado. Porque Tú eres el que bendice y santifica todas las cosas, Dios bueno que amas a la humanidad, te damos gloria, a ti, Padre sin origen con tu Hijo unigénito y con tu Santísimo Espíritu Bueno y Vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Y tomando con un ramo de albahaca el agiasma, rocía los racimos de uva diciendo:

Sacerdote: Sean bendecidas estas uvas por la aspersión de esta agua santa, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Coro: Amén.



¡Feliz fiesta!

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