San Isidro era el párroco de la iglesia de San Nicolás de la ciudad de Yuriev, la actual Taru en Estonia. El día de la Santa Teophanía, fue a bendecir las aguas al río Omovzha junto a los feligreses de la parroquia. Habían cortado el hielo que cubría las aguas en forma de cruz y la habían levantado rodeándola de ramas verdes de abeto.
Los ortodoxos de la zona eran perseguidos por los alemanes que querían que renegasen de la verdadera fe y abrazasen el error de Roma. Contaban con una extraordinaria fuerza maligna, los caballeros teutones, que no tenían ningún reparo en arrasar los campos y aldeas de los ortodoxos para presionarlos.
Ante tales atrocidades San Isidoro se había manifestado en numerosas ocasiones con valentía en defensa de la Fe Ortodoxa. Pero el obispo y la nobleza papista de la ciudad los acusaban continuamente.
Aquella mañana y a pesar de las amenazas recibidas, salieron de la iglesia parroquias con los estandartes y los iconos cantando el tropario de la santa Theophanía. Mientras estaban en el río bendiciendo las aguas , fueron detenidos y llevados ante el obispo de los latinos, Andrés, y los jueces de la ciudad maniatados como si fueran criminales. A orillas del río habían quedado tiradas las cruces y los estandartes. Se les presionaba para que aceptasen el papismo, se les amenazaba con la tortura y la muerte, a hombres, mujeres, ancianos y niños. Más San Isidoro y su rebaño se negaban a renunciar a Cristo y la Fe Ortodoxa. Enfurecidos los metieron en la cárcel. Allí San Isidoro, alentaba a sus fieles para prepararse para el martirio. Todos confesaron y tomaron los Santos Dones que les habían llevado en secreto.
Al día siguiente fueron llevados ante el obispo y los jueces de la ciudad y una vez más le exigieron que se convirtieran al papismo. San Isidoro y sus feligreses se negaron a hacerlo. Fueron conducidos hasta el río en medio de empujones y golpes y todos, hasta los niños pequeños en brazos de sus madres fueron arrojados a las gélidas aguas en el hueco que se había abierto para la bendición. Todos murieron cantando el tropario del Bautismo del Señor que les ortogó las coronas de gloria inmarcesible.
La fiesta de los Santos mártires se celebra el 8 de enero.
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