Esta mañana hemos celebrado la Liturgia del día de la Expulsión de Adán del Paraíso, el último de los domingos de la Precuaresma. En este domingo vemos como Adán come del fruto prohibido entrando en el mundo el pecado y la muerte. No habíamos sido creados para esto. Dios crea al hombre a su imagen y semejanza y lo crea `para la vida inmortal, para la eterna bienaventuranza en el Paraíso, más el hombre, queriendo ser Dios, tentado por el maligno, por Satán el envidioso de esa condición de nuestros primeros padres, de ese Paraíso creado para ellos y su desentendencia, lo tienta, le die que Dios les ha engañado y caen en su mentira.
Más que es lo que hemos celebrado, que nos disponemos a celebrar cuando se cumplan estos días. Si por Adán entro el pecado, por el nuevo Adán Cristo somos perdonados; si el comió del árbol, Cristo subirá al árbol de la Cruz para convertirse en fruto de redención. Si por Adán entro la muerte, por Cristo y su muerte recuperamos la vida; si Adán sucumbió al engaño de la serpiente, Cristo la engaña con su muerte, haciéndole creer que ha vencido, para descender a los infiernos y romper sus cerrojos pisando su cabeza y liberando a los que allí estaban cautivos.
Si por un hombre nos separamos de Dios, ahora es el Theantropo, el Hombre-Dios el que nos abre las puertas de Paraíso.
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