Dios no solo actúa a través de la historia, sino que también gobierna la naturaleza, que creó.
También a través del profeta Moisés, el Señor mostró al pueblo elegido que su prosperidad depende de su fidelidad a Dios y del cumplimiento de las leyes que Él le había dado al hombre. Si se apartan del cumplimiento de los mandamientos y adoran a los ídolos, entonces: “El Señor se enojará contigo y restringirá el cielo; y no habrá lluvia, y la tierra no dará su fruto, y perecerán rápidamente de la buena tierra que el Señor les ha dado (Det. 11:17).
Y por el contrario, el Señor Dios envía lluvias fructíferas a su pueblos cuando vive piadosamente: “si caminas en mis mandamientos y guardas mis mandamientos, y los cumples, entonces te daré la lluvia en su estación, y la tierra producirá sus frutos, y los árboles del campo darán su fruto (Det. 11:17).
Considerando el significado vital de la humedad para la tierra, el profeta Oseas dice del Señor: “Él vendrá a nosotros como la lluvia temprana y tardía sobre la tierra” (Os 6: 4). Después de un verano seco que dura desde mediados de mayo hasta finales de octubre, en Palestina comienza un período de lluvia. Las lluvias más beneficiosas para los cultivos fueron las lluvias tempranas (de octubre a noviembre) y tardías (de febrero a principios de marzo), sobre las cuales los escritores de la Sagrada Escritura hacen mención (Jer. 5:24; Js. 5: 7). Especialmente necesarias para los cultivos fueron las lluvias tardías, que caen en primavera. La cosecha dependía de ello. Gracias a estas lluvias, los embalses se llenan y se pueden regar los campos durante los secos meses de verano.
Para el hombre bíblico, criado según las enseñanzas de los libros sagrados divinamente revelados, la idea de que el clima existe independientemente de Dios habría parecido absurda. En el capítulo 14 del libro del profeta Jeremías, habla acerca de la sequía. El profeta le dice al Señor: “¿Pueden los cielos derramar agua [por sí mismos]? ¿No eres Tú el Señor nuestro Dios, a quien hemos buscado? porque Tú hiciste todas estas cosas” (Jer. 14:22).
Este pensamiento sobre la Divina Providencia en la naturaleza es muy importante y se desarrolla también en el Nuevo Testamento. Dios testifica de sí mismo, que hizo el bien y nos dio lluvia del cielo y estaciones fructíferas, llenando nuestros corazones de comida y alegría (Hech. 14:17).
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