jueves, 20 de agosto de 2020

MASCARILLAS

En diciembre de 2014, un barco que navegaba en el Adriático naufragó. En él iban numerosos peregrinos georgianos y un sacerdote, Mamao Nicolosi. El ayudó a muchos a ponerse a salvo, más él después de ayudarlos pereció.

Cuando los ávaros asediaban la ciudad de Constantinopla en el 610, Dios salvó la ciudad, sin embargo en 1453, cuando la ciudad fue asaltada por los turcos, está cayó; los cristianos que se refugiaron en Santa Sofía fueron masacrados en el altar y la iglesia fue convertida en lugar de blasfemia.

No conocemos cuál es la voluntad de Dios, ni cuáles son sus designios.

Ahora estamos obligados por el estado a llevar mascarillas y como cristianos hemos de seguir las indicaciones que se nos dan. Protégete y te protegeré. Pero hemos de hacer una reflexión muy necesaria.

Obligatorio es entrar en la iglesia con la mascarilla, si la policía entrará y viera a alguien en ella sin la mascarilla puesta recibiría una multa. San Juan Crisóstomo, en su libro Sobre Aquila y Priscila, dice: “Criticas al sacerdote y te crees digno de pasar por la puerta del nártex de la Iglesia.” Bien, ¿Cuándo eres más digno de entrar en la Iglesia? ¿Cuándo tienes una mascarilla para no enfermar y cumplir la ley, aunque tu alma esté cargada de pecados?

Llevamos la mascarilla y nos creemos libres de peligro, mientras el alma está manchada y enferma por nuestras iniquidades.



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