lunes, 18 de febrero de 2008

La Gran Cuaresma: "Ábreme las puertas del arrepentimiento"



El servicio Divino adquiere un matiz especial durante la Gran Cuaresma. Su espíritu es estrictamente penitente. Aun los domingos se agregan oraciones de arrepentimiento. Los días de semana toda oración dentro del templo es una conmovida aflicción por los pecados. A poco tiempo de la apódosis (despedida) de la fiesta del Bautismo del Señor, comienzan las semanas de preparación para la Gran Cuaresma. La Iglesia utiliza ejemplos convincentes y explica en qué consiste el verdadero ayuno y su importancia para nosotros.
Lo primero que nos infunde la Iglesia es el evitar la forma de ayunar del fariseo, y así, la primera semana de preparación es la "semana del fariseo y el publicano." Esa parábola evangélica se lee ese domingo. Con ella la Iglesia enseña a las personas a verse sin embelesamiento, a reconocer su profunda indignidad delante de Dios y, a ejemplo del publicano, sólo rezar: "¡Oh, Dios! ten piedad de mí, pecador." "Huyamos de las palabras grandilocuentes del fariseo, y aprendamos del publicano la altura de las palabras humildes, clamando con arrepentimiento: Salvador del mundo, purifica a Tus siervos."
Ese domingo se cantan por primera vez en los matutinos, después del Evangelio, los troparios "Ábreme las puertas del arrepentimiento, ¡oh, Vivificador!" "Dirígeme por la senda de la salvación, ¡oh, Madre de Dios!" "Tiemblo al pensar en la multitud de maldades que he cometido." Estos troparios se cantan todos los domingos hasta la quinta semana de la Gran Cuaresma. En la semana siguiente a la del "publicano y el fariseo" no hay ayuno el miércoles y el viernes, y se la denomina continua. La Iglesia nos libera del ayuno, para evitar la posibilidad de que repitamos con el fariseo: ayuno dos veces por semana.
El domingo siguiente es la "semana del hijo pródigo," y se lee esa parábola. Los cánticos de ese día corresponden con el Evangelio. En ellos se nos infunde la conciencia de lo misericordioso que es nuestro Padre Celestial. Como el padre del hijo pródigo, Él extiende sus brazos paternales hacia todo pecador, sin considerar la profundidad del pecado, sólo si la persona se acerca con arrepentimiento profundo y sincero. El sedalion de esa semana (es decir, la oración que sigue al tercer canto del canon): "Ábreme los brazos Paternales, ya que he malgastado mi vida" (es de notar, que esta oración es el cántico principal en el orden de la tonsura monacal). El tema del hijo pródigo se repite en los cánticos durante toda la cuaresma. En los maitines de ese domingo y en los dos siguientes antes de la cuaresma, después de las kathismas se canta el salmo: "Junto a los ríos de Babilonia." Este cántico les habla a los cristianos acerca de la pérdida por parte de la humanidad de su patria espiritual — el paraíso: el camino de vuelta nos fue abierto por Cristo, pero conduce a través del arrepentimiento.
Luego sigue la "semana sin carne," después del domingo no se permite ingerir alimentos que contengan carne. También se la llama "semana del Juicio Final," de acuerdo con la lectura del Evangelio y los cánticos. El sábado anterior a esta semana está dedicado a la conmemoración de los difuntos. Ya que la idea del juicio no nos concierne sólo a nosotros, entonces pensamos también en el destino de nuestros parientes y rezamos por su perdón y descanso. En ese día, la Iglesia reza especialmente por aquellos, quienes por alguna razón no han recibido cristiana sepultura. El domingo de la "semana carnestolende" y los días subsiguientes, la Iglesia dirige nuestra atención hacia las hazañas de amor humanitario: "Habiendo comprendido los mandamientos del Señor, vivamos de acuerdo con ellos: alimentemos a los hambrientos, demos de beber a los sedientos, vistamos a los desnudos..." Esta última semana antes de la Gran Cuaresma se denomina semana de los lácteos, o carnaval. En su transcurso se permite ingerir alimentos lácteos aun el miércoles y el viernes. Aunque nos libera del ayuno, la rúbrica eclesiástica indica realizar en esos dos días postraciones y rezar la oración de San Efrén el Sirio: "Señor y Soberano de mi vida..." La Iglesia demuestra que el fin de la cuaresma no está en el ayuno en sí mismo, sino, en nuestra purificación espiritual. El miércoles y el viernes de la semana de los lácteos no corresponde oficiar ninguna Liturgia.
El último día antes de la cuaresma, el sábado de la semana de los lácteos, la Iglesia culmina nuestra preparación para la Gran Cuaresma, recordando la multitud de santos, que resplandecieron en el ayuno. En el oficio de ese día se recuerdan por su nombre cerca de 190 santos del primer milenio. El domingo de carnaval — es el ultimo día de productos lácteos antes de la Gran Cuaresma. En los cánticos se recuerda cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. Siguiendo el mandamiento del Salvador, la Iglesia nos exige paz para con nuestro prójimo: "mas, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros ofensas" (Mat. 6:15). Por ello pedimos perdón los unos a los otros y el mismo domingo se llama "Domingo del Perdón."
Desde el lunes comienza la proeza espiritual de la Gran Cuaresma. El domingo por la tarde la estiquera nos llama a comenzarlo con las siguientes palabras: "Comencemos con claridad el tiempo del ayuno, predisponiéndonos para proezas espirituales. .." Con el "lunes de purificación" comienza la Santa Cuaresma, es decir, el ayuno de cuarenta días a ejemplo del mismo Señor Jesucristo, Quien se alejó al desierto inmediatamente después de ser bautizado por San Juan. Todo el orden de los servicios Divinos y el aspecto exterior del templo les infunden a los fieles, que este es un período de profunda humildad y lamentación por los pecados. Los días de la semana se aparta toda festividad y solemnidad. Las Liturgias se ofician sólo los sábados y domingos. Los miércoles y viernes y el jueves de la quinta semana está establecido oficiar la Liturgia de los Santos Dones presantificados. En los servicios impera la lectura. El Evangelio y las epístolas se leen sólo los sábados, domingos y días festivos. El contenido principal de los oficios lo compone el Salterio, que se llega a leer en su totalidad dos veces por semana. Se ofrecen lecturas del Antiguo Testamento: el libro del Génesis, del profeta Isaías. Con frecuencia se repiten las palabras del arrepentido David: "ten piedad de mí, ¡oh, Dios! ten piedad de mí," la invocación del buen ladrón: "Acuérdate de mí, cuando llegues a Tu Reino." Cada oficio y hora contiene la oración de San Efrén el Sirio. Todos los servicios se realizan en tono bajo, lentamente, las vestimentas son oscuras, la luz está restringida, la puerta real se abre poco, el repique de las campanas es poco y lento. Los fieles en el templo son llamados con frecuencia a postrarse.
Los oficios terminan relativamente tarde, para que la ingestión de alimentos sea cercana al anochecer. Los alimentos deben ser simples y en cantidades moderadas. El pescado sólo se permite para la fiesta de la Anunciación y el domingo de Ramos. El sentido espiritual del ayuno se revela en los cánticos:
"Ha llegado el ayuno, madre de castidad, acusador de pecados" (lunes de la primera semana)
"Cumplamos con el ayuno agradable" (lunes de la primera semana)
"Al ayunar corporalmente, hermanos, ayunemos también con el espíritu" (miércoles de la primera semana)
"Venid, purifiquémonos con las misericordias y generosidades de los pobres" (segunda semana).
Los primeros cuatro días de la primera semana de la Gran Cuaresma, en los grandes post-vespertinos se lee el canon de San Andrés de Creta, dividido en 4 partes. "¿Dónde empezaré a llorar por los actos de mi vida condenada?.. ." Este canon se denomina grande por su contenido y forma: contiene 250 troparios, al tiempo que los cánones usuales tienen sólo 30. El Gran Canon se lee también en el maitines del jueves de la quinta semana de la cuaresma (el miércoles por la tarde), unido con el canon de Santa María de Egipto. Los días domingos de la cuaresma, la Iglesia los acompaña con recuerdos especiales.
El primer domingo es el Domingo de la Ortodoxia, y se estableció recordar la victoria sobre la herejía iconoclasta del siglo IX. La veneración de iconos es una expresión evidente de nuestra fe ortodoxa. Todo el camino de la Iglesia pasa al lado de las enseñanzas anticristianas y heréticas que se levantan contra ella, pero la verdad cristiana pura permanecerá incólume hasta el fin de los tiempos.
El segundo domingo está dedicado a la memoria de San Gregorio Palamas. Él y sus compañeros del monte Athos enseñaron y con su vida de hazañas demostraron, que el hombre puede alcanzar la iluminación desde lo alto por medio de la constante purificación del alma, el silencio de los pensamientos, la oración y pensamientos en Dios. San Gregorio fue el acusador de un tal Barlaam, quien enseñaba que la verdad sobre Dios se revela sólo a partir de los principios del razonamiento y de juicios filosóficos.
La tercera semana, la Iglesia ofrece la Santa Cruz, para fortalecimiento espiritual de los fieles. La Cruz es colocada solemnemente en el centro del templo en el maitines y permanece allí durante toda la semana para ser venerada, como imagen de amor y hazaña espiritual del propio Salvador nuestro.
El cuarto domingo se recuerda a San Juan Clímaco, gran santo del Sinaí del siglo VI, compositor de la "Escalera." San Juan muestra en los 30 escalones de su "Escalera" el camino práctico de elevación espiritual. El miércoles de la siguiente semana se lee el Gran canon, y en el maitines del sábado (viernes por la tarde) se realiza el Elogio a la Madre de Dios con la lectura del akathistos.
El quinto domingo, parte de los cánticos están dedicados a las hazañas de María de Egipto, quien mostró la posibilidad que tiene el hombre de elevarse desde la profundidad de su caída hasta la altura de la pureza espiritual. La lectura del Evangelio acerca del rico y Lázaro, nos enseña a huir la falta de misericordia del rico, e imitar la paciencia del magnánimo Lázaro.
El viernes de la sexta semana terminan los días de la Santa Cuaresma. "Habiendo cumplido la cuaresma para provecho espiritual.. . pedimos ver también la semana de Tu pasión..." A partir del sábado comienza el recuerdo de los acontecimientos evangélicos antes de la entrega del Salvador. El sábado se recuerda la Resurrección de Lázaro, y el domingo es la fiesta de la Entrada de nuestro Señor en Jerusalén, o domingo de Ramos

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