sábado, 31 de enero de 2009

Domingo de la Mujer Cananea ( 2 Cor 6: 16-18 y 7:1; Mt 15: 21-29)

"La sabiduría, el discernimiento, la humildad y la fe"

Una mujer preocupada busca una solución para la salud de su hija enferma -el Evangelio nos dice que estaba endemoniada- esta mujer era cananea, es decir pertenecía a un pueblo que tenía pactos con los ídolos, no adoraban al Dios de los judíos, al creador de todo. Los habitantes de Canaán servían a falsos dioses, ídolos de piedra con forma de animales. Ella, tal vez, harta de pedirle a los ídolos por la salud de su hija, recurre a Dios, al Dios de los Judíos. En nuestra época, cuando uno tiene problemas y no los puede resolver, pide a Dios, y como no contesta con la celeridad que querríamos, nos desesperamos y recurrimos a cualquier cosa que supuestamente nos pueda dar una solución. Desde golpear cualquier puerta legal o ilegal, hasta recurrir a la magia o a la brujería, a gente que dice tener poderes sobrenaturales y que son capaces desde vendernos rituales raros, aceites curativos, aguas milagrosas, u otras prácticas indeseables, hasta mandarnos a las iglesias a prender velas de diferentes colores según el Santo o el día de la semana. Todas prácticas contrarias a la fe y a Dios.

Jesús no ha sido jamás, ni lo será, un Dios ídolo, proveedor de soluciones mágicas para nuestras necesidades o desvaríos. Ahora bien, ¿por qué Jesús en algunas oportunidades, como en el caso de esta mujer, aparentemente no nos escucha o no quiere escucharnos? Le pidió una, dos, tres o cuatro veces y no quiso ayudarla. Y eso escandaliza a la gente, y principalmente a nosotros los cristianos, que tal vez hace mucho tiempo que estamos pidiéndole a Dios soluciones para nuestros problemas, y Dios no nos contesta, no responde a nuestras necesidades. A raíz de ello, nos creemos con todo el derecho del mundo de cuestionarIo, y desde darle consejos para que haga tal o cuál cosa, hasta negarlo, pasamos por todas las actitudes negativas que podamos imaginar. Actitudes que por otra parte, no hacen otra cosa que alejarnos del camino que nos llevaría directamente a Él. ¿Qué pasa con Dios en estas ocasiones? ¿Qué pasa que no nos responde?, ¿O es que no nos escucha?

Jesús nos da una enseñanza de sabiduría, discernimiento, humildad y fe.

En primer lugar menciona San Pablo ¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque él sabía que entre los habitantes de Canaán y los ídolos había un pacto, un acuerdo, y Dios para salvar tiene que romper con los acuerdos entre nosotros y el mal, entre nosotros y el pecado en todas sus formas. Jesús nos dice: Hijos míos, Yo, para ayudarlos pongo una condición ineludible deben romper con la esclavitud a que los tiene sometidos el pecado, sirviendo a ídolos y obrando el mal.

Yo no puedo ayudarlos, no puedo solucionar sus problemas mientras no rompan con los acuerdos pecaminosos que tienen entre vosotros, de pensamiento, palabra u obra. ¡Sino rompen esos acuerdos, yo no puedo solucionar nada! Y para romper con estos acuerdos hace falta humildad, mucha humildad, tanta como la de la mujer del Evangelio de hoy, que fue rechazada muchas veces, hasta llegaron a intervenir los Apóstoles y Jesús tampoco le dio una señal positiva, y hasta llegó a sufrir la humillación en público de ser comparada con una cría de animal, con “los cachorros”.

Pero Él en realidad lo que le estaba diciendo, cuando mencionó: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del Pueblo de Israel”. Es: Yo vengo a salvar a la gente de mi pueblo que adora al Dios Verdadero, y tú perteneces a un pueblo que tiene pactos con los ídolos, con el pecado, ustedes tienen un plan distinto al mío, baño distinto al del Dios Todopoderoso, creador de todas las cosas, por ella Él no puede recibir sus súplicas, no puede obrar en usted, no puede ayudarla.

Uno tiene que romper con el pecado para recibir ayuda de Dios -gracias y poderes- para recuperar su vida, su salud, su alegría, si no va a seguir llorando y sufriendo, y este sufrimiento va a llegar a tal extremo, que nos va a quitar las ganas de vivir, es por ello que esta mujer insistió tanto.

De ahí San Pablo resalta que las soluciones que estamos pidiéndole a Cristo pasan por la salud del alma y del cuerpo y no solamente por las cuestiones materiales, físicas, carnales, nada más; porque Dios no habita solamente en el cuerpo, Dios no habita solamente en el alma, sino en el cuerpo y en el alma, en la carne y en el espíritu.

Y no olvidaros que en lo carnal sois el templo de Dios (1 Cor 9:19), porque el templo de Dios está compuesto de la carne, huesos y sangre, el templo de Dios está compuesto de humildad, de limpieza espiritual, porque el templo de Dios, que somos todos nosotros, tiene como destino la santificación (1 Tes 4:3, 1 Pe 1:15-15), sed Santos como Dios Padre es Santo, es el fin de este pacto con Cristo, santificarnos, vivir como Santos.

Y la santidad se elabora, la santidad es una obra en la que tenemos que trabajar, edificar nuestra santiticación, convertirnos en Santos (este concepto está reafirmado por otro que dice: quien no espiritualiza la carne, carnalizará hasta el Espíritu), no se olviden de este concepto práctico: si el cristiano no es Santo, no tiende a la santidad, se convertirá en un cerdo.

Dios nos llama a la santidad porque fuimos creados por El, somos la obra de sus manos y nos creó libres. A causa del pecado nos volvimos rebeldes y comenzamos a buscar otros caminos que indefectiblemente nos llevan a un Dios no auténtico.

Hermanos, no se debe confundir al Dios verdadero con un Dios hecho a la imagen de nuestras debilidades y nuestros pecados, un Dios hecho por nosotros y a nuestra medida, Dios es uno solo. No hay un Dios a mi manera, aunque sea una experiencia personal en cada uno de nosotros.
Los ídolos de Canaán, en la actualidad, se están encarnando en nosotros, ya no sabemos discernir entre el Dios verdadero y el falso, ni en la forma de adorarlo o de dirigirnos a El correctamente. Ya no distinguimos entre el comportamiento del ídolo y el Dios Padre amor que envió a su Hijo para rescatamos del pecado.

Nuestro Dios no es un ídolo, nuestro amor no es ídolo, nuestra fe no es una fe idólatra, es una fe verdadera, ¡Porque creo en ti, el Dios creador de todas las cosas, tengo fe!
Dios nos pide, insiste, sigue diciéndonos: no hagan pactos con los ídolos, no sean esclavos de falsos dioses que no pueden trascender lo temporal, no sean engañados por dioses falsos que no pueden darle la salvación y la vida eterna, ni los pueden acompañar al otro mundo.

A veces convertimos al dinero en un Dios falso diciendo: - con el dinero soluciono todos mis problemas, Padre.- y no es así, otras veces endiosamos a la salud: - dame salud y no voy a tener más problemas,- y no es así; otras veces al trabajo: -dame trabajo y no voy a tener más problemas,- y no es así. No es cierto que estos dioses nos procuren felicidad duradera, ni paz, y menos que menos la vida eterna.

Cuando uno tiene salud, no sabe como utilizarla, y ni la valora, ni a disfruta en plenitud; Cuando uno tiene dinero de más, tampoco sabe utilizarlo, lo malgasta; Cuando uno tiene trabajo, entra en la pereza no tienen ganas de trabajar. En definitiva, cuando uno tiene de todo no sabe valorar ni apreciar lo que tiene, pero cuando uno pierde todo, recién entonces empieza a valorar y a darle a cada cosa su verdadera dimensión. Y eso es lo que esta pasando con la humanidad en cualquier país del mundo. Cuando uno tiene la luz no la valora, cuando tiene hijos, tampoco tiene tiempo para ellos, y así con todo, tenemos cantidadde ropa que no usamos, tenemos comida que se pudre, y hasta a veces uno teniendo tiempo y comida para disfrutarla, no tiene salud para comer.

Hermanos, no todo lo que uno desea poseer soluciona sus problemas. No es cierto que las soluciones de todos nuestros problemas dependan únicamente de la posesión de cosas materiales, o del trabajo y la comida. ¡No! Pasa también por la fe, por la confianza que tengamos en Dios, en su plan de salvación, pasa por la posibilidad que nos dio Dios de optar libremente entre hacer su Santa Voluntad o la nuestra; Optar libremente es la posibilidad de elegir entre lo falso y lo verdadero. Pero para ello hace falta de su ayuda, sin É no vamos a lograr discurrir con plenitud, sin Él no vamos a poder diferenciar, no vamos a poder evitar los sutiles engaños del demonio.

La fe humilde, nos va a llevar a discernir correctamente, a diferenciar, a decir: Padre te quiero a ti y no me confunden otros dioses, no van a poder hacerse pasar por ti. Y de esta manera ya sabemos como y a quién amar y a quién rechazar diciendo: tú eres un dios intruso en mi vida, mi solución pasa por el amor verdadero a mi Padre auténtico, que es Dios el Padre de todos, y todo lo demás vendrá por añadidura (Mt. 6:33, Lc 12:31)

Cuídense hermanos, porque hay un engaño en este mundo, hay un engaño sutil que se repite todos los días y la gran obra del demonio es confundirnos. El que confundamos lo imprescindible, de lo prescindible; lo necesario de lo vano. Esa trampa de la confusión nos lleva a la desesperación, nos convierte en esclavos de esos dioses ídolos, nos lleva a adorarlos y a pedirles cosas que no nos van a poder dar jamás. Porque no nos escuchan por que no tienen oídos. No nos contestan por que no tienen lengua. No nos conceden nuestros deseos porque no tienen poder alguno. Pero nosotros, en nuestra confusión seguimos insistiendo y Jesús no en vano prolonga su silencio, no en vano, no responde a nuestras peticiones, porque todavía existen en nosotros, en cada uno de nosotros, pactos y acuerdos con el mal.

Cuando uno vive en el pecado, sigue diciendo a Jesús, no puedo romper el acuerdo con la mentira, con la impureza, con los insultos, con los malos pensamientos, con la angustia, con la tristeza, con los malos hábitos.

Prácticamente entre los malos hábitos y nosotros hay pactos, lo firmamos nosotros y tenemos miedo de romperlos. Pactos con el pecado, sea cual fuere el pecado, su forma, olor y tamaño, hay pactos. Y Jesús quiere que rompamos esos pactos, esos acuerdos, pero para hacerlo necesitamos audacia, coraje, humildad, fe; para decirle no al pecado. Y únicamente lo vamos a poder lograr reanudando nuestros vínculos con Jesús, y entonces, y sólo entonces Jesús estará con nosotros, y entonces y sólo entonces podremos gozar de la paz verdadera, de la protección, de la misericordia de Dios. Os lo repito, tened fe en Dios, buscad su reino y su justicia, buscad lo principal, y lo demás se os dará por añadidura.

¡Alégrense! Nos decía Jesús, Yo soy vuestra paz, vuestra salvación, sin mí vosotros no puedéis hacer nada. Soy el agua que calmará vuestra sed para siempre.

En definitiva, Cristo viene a salvarnos de la esclavitud del odio y recuperar la paz en cada uno de nosotros, y a desafiarnos a que probemos esta sensación de estabilidad que nos da el saber que somos amados y podemos intercambiar nuestro amor con el Padre celestial, la satisfacción que significa volver a la fuente del amor puro y sublime, en definitiva, santificarnos.

Dios es amor y esa es toda la cuestión. Hermanos, nos hace falta cortar con el pecado para escuchar la voz de Cristo y sentir su presencia, para oírlo cuando responde a cada una de nuestras solicitudes, de nuestras preocupaciones.

Jesús va atender todas nuestras inquietudes, pero primero debemos romper con el pecado y tener la humildad de seguir insistiendo en nuestro clamor: ¡Jesús ayúdame! Hijo de Dios, ten piedad de mí! Y entonces, y sólo entonces, Jesús nos va a responder. Amén.

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