lunes, 5 de octubre de 2009

Oración del Padre Sofronio


¡Oh Eterno Señor y Creador de todas las cosas, que en tu bondad inescrutable me has llamado a esta vida y me has dado la gracia del Bautismo y el Sello del Don del Espíritu Santo. Has puesto en mí el deseo de buscar tu rostro, escucha mi oración

No tengo vida, ni luz, ni alegría, ni fuerza, ni sabiduría sin ti, oh Dios. A causa de mi maldad, no me atrevo a alzar mis ojos en tu presencia. Pero te obedezco a ti que dijiste: “En verdad os digo, todo lo que pidáis en la oración, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” “Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.”

Por lo tanto, me atrevo a acercarme a ti. Purifícame de toda mancha de carne y espíritu. Enséñame a orar apropiadamente. Bendice este día que me has dado a mí, tu indigno siervo. Por el poder de tu bendición permíteme en todo momento hablar y actuar con un espíritu puro para tu gloria, con fe, esperanza y amor, humildad, paciencia, mansedumbre, paz, pureza, sencillez, sobriedad, valor y sabiduría. Permíteme estar siempre consciente de tu presencia.
En tu inmensa bondad, Señor Dios, muéstrame tu voluntad y concédeme caminar en tu presencia sin pecado.

Oh Señor, a quien todos los corazones están abiertos, Tú sabes lo que necesito y lo que me es necesario. Tú conoces mi ceguera y mi ignorancia; Tú conoces mi debilidad y corrupción. Mi dolor y angustia no te son desconocidas. Por lo tanto, te ruego: escucha mi oración y enséñame, por el poder de tu Espíritu Santo, la forma en que debo andar. Y cuando mi voluntad pervertida me conduzca de otra manera, oh Señor, no me lo permitas, sino oblígame a regresar a tu senda.

Concédeme, Señor, aferrarme a lo que es bueno por el poder de tu amor. Guárdame de toda palabra y acto que corrompa el alma, y de todo impulso que te sea desagradable y perjudicial para la gente que me rodea. Enséñame lo que debo decir y cómo he de hablar. Si es tu santa voluntad que deba estar en silencio y no contestar, inspírame estar en silencio en un espíritu de paz que no cause daño ni lastime a mis semejantes. Establece en mí el camino de tus mandamientos, y hasta mi último aliento no me dejes desviarme de la luz de tu voluntad. Que tus mandamientos sean la única ley de mí ser en esta vida y para toda la eternidad.
Oh Señor, te ruego que tengas piedad de mí. Guárdame en mi aflicción y miseria y no me ocultes el camino de salvación.

En mi locura, oh Dios, te ruego por muchas y grandes cosas. Sin embargo, estoy siempre consciente de mi maldad, mi bajeza, mi vileza. ¡Ten piedad de mí! No me eches de tu presencia, a causa de mi necia presunción. Aumenta en mí la correcta presunción de tu gracia y concédeme que yo, la peor de las personas, pueda amarte con toda mi mente, todo mi corazón, toda mi alma y con toda mi fuerza, como tú lo has mandado.

Por tu Espíritu Santo, Señor, enséñame el buen juicio y conocimiento sano. Déjame conocer la verdad antes de morir. Mantén mi vida en este mundo hasta el final para que pueda ofrecerte un arrepentimiento digno. No me lleves mientras mi mente aún este ciega y limitada por la oscuridad.

Cuando estés satisfecho de poner fin a mi vida, avísame para poder preparar mi alma para que vaya ante ti. Permanece conmigo, Señor, en esa hora asombrosa y asegúrame por tu gracia la alegría de mi salvación. Límpiame de faltas secretas. Purifícame de los pecados ocultos y que tu sentencia sea favorable cuando me presente ante tu temible tribunal.

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