sábado, 21 de abril de 2012

jueves, 19 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS 2012




LA SEMANA BRILLANTE O DE LA RENOVACIÓN



La Semana Brillante (Radiante) o de la Renovación, conocida también en la tradición ortodoxa occidental como “Septimana in Albis” va desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Tomás. El nombre lo toma de la vestidura blanca que llevaban durante toda esta semana los que habían sido bautizados el Sábado Santo y que habían recibido al salir de las aguas bautismales. En el ritual del bautismo, mientras el neófito recibe estas vestiduras blancas se canta precisamente la siguiente antífona: “Recibe esta vestidura de luz…”. Este día, el Sábado Santo, durante la Liturgia de San Basilio, era el único día al año en que recibían las aguas bautismales los catecúmenos que habían intensificado su preparación durante la Cuaresma mediante catequesis especiales, tal y como lo atestigua San Cirilo de Jerusalén y las preces especiales de la segunda letanía por los catecúmenos “que van a recibir la santa iluminación” y que se hacen durante la Liturgia de los Dones Presantificados, a partir del cuarto miércoles de Cuaresma.

Los siete días de la semana radiante, son vistos como un único día pascual, una continua celebración de la Resurrección en los que las horas son sustituidas por la Hora Pascual en la que continuamente suena el tropario de Pascua “Cristo ha resucitado de entre los muertos…” Se celebra todos los días la Liturgia del Domingo de Resurrección así como los Maitines, manifestándose así en la liturgia la unidad celebrativa.

De acuerdo con el canon nº 66 del Concilio de Trullo: “Desde el día Santo de l Resurrección de Cristo, nuestro Dios, hasta el Domingo Nuevo o de Tomás, durante toda la semana los fieles en las iglesias continuamente han de repetir los salmos e himnos espirituales regocijándose y celebrando a Cristo, escuchando las Sagradas Escrituras y gozando de los Sagrados Misterios. De esta manera seremos exaltados con Cristo y resucitaremos con Él. Durante estos días que no se hagan carreras de caballos o cualquier otro espectáculo público. Esta disposición sobre todo está pensada para que los fieles no tengan la tentación de distraerse de lo principal de estos días que es la celebración de la Resurrección de Cristo y que ésta no se vea empañada por espectáculos mundanos y vulgares. Bulgakov nos cuenta que en la Rusia de antes de la nefasta revolución bolchevique, las tabernas se cerraban durante esta semana en la que no se vendían bebidas alcohólicas.

Durante esta semana no hay ningún día de ayuno, prohibido severamente por los padres ya que es considerada en su unidad como un domingo en el que no se puede ayunar. Es un tiempo de renovación de todos los cristianos Ortodoxos que hemos participado en la Santa Resurrección de Cristo, no sólo de los que han sido bautizados. Es el tiempo en el que se disfrutan los frutos espirituales de la lucha cuaresmal y que ahora resplandecen a la luz sagrada de la resurrección por la que hemos sido iluminados.

Esta Semana es especialmente celebrada en toda la Iglesia siguiendo las antiguas costumbres de la ciudad imperial. El lunes y el martes son especialmente sagrados y en ellos se repiten las procesiones pascuales alrededor de la Iglesia. Estas procesiones adquieren su máximo esplendor actualmente en la sagrada montaña de Athos donde miles de peregrinos acuden a Kairies y al Monasterio de Ibirion para participar en las Letanías que se hacen con los iconos milagrosos de la Madre de Dios “Axion Estín” y Portaitisa. El Jueves Radiante, el Emperador y todo el pueblo participaban después de las Solemnes Vísperas en la Iglesia de Santa Sofía hasta la Iglesia de las Blanquernas en donde se bebían las aguas de la “Fuente de la Vida” y se permanecía en vigilia toda la noche celebrándose la Liturgia el Viernes por la mañana en presencia de los Emperadores. Así mismo en esta semana se indultaba a los presos y remitían las condenas militares.

Los servicios eclesiásticos se realizan con las puertas abiertas no cerrándose al terminar como signo del sepulcro abierto y vacío de Cristo y del velo del templo de los judíos deicidas, rasgado en el momento de la muerte de Cristo. El epitafio permanecerá encima del altar durante toda la Pascua que no se clausura el domingo de Tomás (siete días) como ocurre con las demás fiestas grandes sino que terminará en las vísperas del día de la Ascesión.

Durante toda la semana el Artos está delante del icono de la resurrección en la Iglesia. Este es un pan que se bendice en la noche de la Pascua y que simboliza la presencia de Cristo en medio de sus Apóstoles. Es besado por los fieles al entrar en la Iglesia como saludo a Cristo Resucitado. Es repartido durante la Liturgia del Sábado Radiante.

Durante estos cuarenta días pascuales, los fieles cambian sus saludos habituales por el “¡Cristo ha resucitado!” que resuena continuamente en toda la Iglesia Ortodoxa.

¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡EN VERDAD HA RESUCITADO!

miércoles, 18 de abril de 2012

San Justin Popovich: Las tres caídas




En la historia de la raza humana, ha habido tres principales caídas: la de Adán, la de Judas, y la del papa de Roma. La característica principal de caer en el pecado es siempre la misma: querer ser bueno por su propio bien, querer ser perfecto por su propio bien; querer ser Dios por su propio bien. De esta manera, sin embargo, el hombre inconscientemente se equipara al diablo, porque el diablo también quiere llegar a ser Dios por su propio bien, ponerse en el lugar de Dios. Y en esta auto-elevación instantáneamente se convierte en demonio, completamente separado de Dios, y siempre en oposición a Él. Por lo tanto, la esencia del pecado, de todo pecado (svegreha), consiste en este arrogante auto-engrandecimiento. Esta es la esencia misma del diablo, de Satanás. No es nada más que querer permanecer dentro de su propio ser, de no querer nada dentro de uno mismo que no sea uno mismo. El diablo entero se encuentra aquí: en el deseo de excluir a Dios, en el deseo de estar siempre por sí mismo, a pertenecer siempre sólo a uno mismo, de estar completamente dentro de sí mismo y siempre para sí mismo, de estar siempre cerrado herméticamente en oposición a Dios y todo lo que pertenece a Dios.

¿Y qué es esto? Es el egoísmo y el amor propio abrazado para toda la eternidad, es decir: es el infierno. Por eso es esencialmente lo que el humanista es, enteramente dentro de sí mismo, por sí mismo, para sí mismo, siempre con rencor cerrado en oposición a Dios. Aquí se encuentra todo el humanismo. La culminación de tan satánicamente orientado humanismo es el deseo de ser bueno para el bien del mal, de convertirse en Dios por el bien del diablo. Procede de la promesa del demonio a nuestros padres en el Paraíso, que con su ayuda “serían como dioses” (Gn 3: 5).El hombre fue creado con un potencial teantrópico (divino-humano) por Dios, que ama a la humanidad, para que voluntariamente pudiera dirigirse a sí mismo, a través de Dios, para llegar a ser Dios-hombre, basado en la divinidad de su naturaleza. El hombre, sin embargo, con su libre albedrío buscó la impecabilidad a través del pecado, buscó a Dios a través del diablo. Y seguramente, siguiendo este camino se habría hecho idéntico al diablo de no haber intercedido Dios con su inmenso amor a la humanidad y su gran misericordia. Al hacerse hombre, es decir, Dios-hombre, Él redirigió al hombre hacia el Dios-hombre. Él le presentó a la Iglesia que es su cuerpo, a la recompensa (podvig) de theosis a través de los santos misterios y las santas virtudes. Y de esta manera le dio al hombre la fuerza para convertirse en “un hombre perfecto, en la medida de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13), para lograr, el destino divino, de convertirse voluntariamente en Dios-hombre por la gracia.

La caída del Papa es una consecuencia del deseo de sustituir al hombre por el Dios-hombre. En el reino del humanismo el lugar del Dios-hombre había sido usurpado por el Vicarius Christi, y el Dios-hombre ha sido así exiliado al Cielo. Esto sin duda da lugar a una reenarnación peculiar de Cristo, el Dios-hombre, ¿no?

A través del dogma de la infalibilidad el Papa usurpa para sí mismo lo que es para el hombre, toda la jurisdicción y todas las prerrogativas que pertenecen sólo al Señor Dios-hombre. Él efectivamente se proclamó como la Iglesia, la iglesia papal, y se ha convertido en su (de la iglesia) principio y final de todo, el autoproclamado gobernador de todo. De esta manera el dogma de la infalibilidad del Papa ha sido elevado al dogma central (svedogma) del papado. Y el Papa no puede negar esto de ninguna manera en tanto que siga siendo papa de un papado humanista.

De “Reflexiones sobre la infabilidad del hombre europeo” en el “Orthodox Faith and Life in Christ” Belmont, MA: Instituto de estudios griegos modernos y bizantinos, 1994, Asterios Gerostergios, ed.

Traducido por H.M.P ©

Duminica Floriilor Domingo de Ramos Κυριακή των Βαΐων ბზობა

Video del Domingo de Ramos en la Parroquia Ortodoxa de Alicante

P. George Pap



"Los estudios en los seminarios católicos romanos provocan que: en el curso de espiritualidad, pierdes tu devoción; en el curso de filosofía, pierdes la lógica; y en el curso de teología, pierdes la Fe”.

P. George Pap ex sacerdote jesuita que abandono la heterodoxia y se hizo ortodoxo.




martes, 10 de abril de 2012

CONFESION DE FE O JUSTÍSIMA APOLOGÍA

CONFESION DE FE O JUSTÍSIMA APOLOGÍA

Por San Nicodemo el Aguiorita, introducción de su libro “Confesión de Fe”

Queridos, la envidia es una cosa terrible e intranquilizadora que siempre está en movimiento y nunca para de realizar su atributo natural, es decir, manchar a los immaculados, el inculpar a los no culpables, y a los muy piadosos y muy ortodoxos difamarles como heterodoxos e impíos. Como corroboración de esto son bastantes los ejemplos de los grandes Maestros y santos de nuestra Iglesia, es decir, San Atanasio el Grande, San Basilio el Grande, San Juan Crisóstomo y todos los demás, los cuales, mientras ellos mismos eran piadosísimos y muy ortodoxos, eran difamados por sus adversarios como impíos y heteroodoxos.

Entonces, si estos tan grandes e importantes Santos de la nuestra Iglesia no pudieron salvarse de la envidia y las calumnias, ¿como es posible que estemos nosotros por encima de ellos, de los cuales no somos dignos ni de lavarles los pies? No es nada extraño, entonces, si también nosotros somos acusados y calumniados con difamaciones y nombran como heterodoxos a causa de la envidia, de la terquedad y del odio incitado por algunos hermanos.

Hay incluso algunos, los cuales sin conocer qué significa Kolibás y sin conocer la causa por la cual somos acusados y calumniados, sólo al escuchar los demás llamarnos Kolibades, heréticos, heterodoxos y otras calumnias parecidas, inmediatamente ellos siguen las mismas calumnias.

Así se parecen a aquellos necios Atenienses, seres ignorantes, los cuales acusaron al justo Arístides y escribieron en su contra en el óstraco (fragmento de cerámica empleado para condenar, mediante voto, al ostracismo) que merecía ser condenado y exiliado de Atenas.Y aunque no lo conocían en absoluto con anterioridad, sin embargo, escuchaban sólo de los otros que era digno de condena y exilio, como está referido de él en los Paralelos de Plutarco; y no nos referimos, por motivo de la difamación, a aquel vulgar y popular refrán que encaja en esta situación y que dice: “Cuando ladra un perro, inmediatamente ladra también otro”.

Por este motivo, para que sea conocida la verdad, nos vemos obligados a exponer aquí la presente y de propia mano Confesión de nuestra Fe para defendernos con pocas palabras, para exponer qué creemos sobre todo aquello por lo que somos injustamente acusados. Porqué escuchemos al eminente Pedro anunciar: “Que estéis siempre preparados para contestar a todo aquel que os pida explicaciones” ( 1 Pedro 3,15), de manera que todos los que propagan con pasión estas cosas contra nosotros, que cierren sus bocas, temiendo a Dios y a la recompensa o castigo futuros; y los otros hermanos, que también se escandalizan por ignorancia y se enfrían por todo lo que se dice en contra nuestra, que paren de escandalizarse, viendo ya revelarse con este discurso y escrito las convicciones que hay en nuestros corazones. Ya que de acuerdo con el Apóstol “ con el corazón el hombre cree todo lo que conduce a la justicia, con la boca confiesa todo lo que conduce a la salvación” (Romanos 10, 10)

PRIMERO.

Confesamos, proclamamos y admitimos los 12 Artículos que existen en el Símbolo común de la Fe, es decir, a aquellos artículos que están contenidos en el Creo en un solo Dios, los cuales los leemos a diario en solitario, en común, en nuestras celdas, en los santos templos de Dios y en cualquier parte que nos encontremos. Ya que escuchamos al San Juan Crisóstomo decir: “Los terribles cánones que hay en el símbolo, son dogmas que han bajado del cielo” (Homilía 40 en la 1ª Epístola de los Corintios).

SEGUNDO.

Confesamos y admitimos todos los otros dogmas, todos los que confiesa (admite) y proclama la santa Católica y Apostólica Iglesia de Cristo, tanto todos aquellos dogmas que se refieren a la elevada y Trinitaria teología, es decir, sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de los cuales una es la divinidad, de acuerdo con el 5º cánon del Segundo Concilio Ecuménico, como los dogmas que conciernen a la profunda y encarnada Economía del Logos de Dios. También hacemos referencia aquí al discurso del padre de la Iglesia San Basilio el Grande: “Creemos tal como hemos sido bautizados, y alabamos y glorficamos a Dios tal como hemos creído” (1º Discurso Ascético).

TERCERO.

Confesamos y admitimos con piedad o con pensamiento los 7 divinos y santos misterios de nuestra Iglesia, los cuales son: el Santo Bautismo, la Santa Crismación, La Divina Eucaristía, el Sacerdocio, el Matrimonio legal, el Arrepentimiento y la Unción. Estos misterios honramos y reconocemos con toda nuestra fe y piedad, ya que ayudan de manera imprescindible a la salvación de nuestras almas, y admitimos la santa gracia y la santificación que provienen de estos misterios, de acuerdo al orden que actúa y se guarda en la Iglesia de Cristo de Oriente.

CUARTO.

Conservamos las tradiciones Apostólicas, en las cuales hemos sido enseñados, ya sea con discursos, ya sea con las epístolas de los divinos y venerables Apóstoles, y permanecemos creyentes en todo lo que aprendimos y en lo que fuimos cerciorados, como anuncia el Apóstol Pablo a nosotros y a todos los cristianos en su 1ª Epístola a las Corintios, en la 2ª Epístola a los Tesalonicenses y en la 2ª Epístola a Timoteo.

QUINTO.

Junto con las tradiciones de los Apóstoles, mantenemos y admitimos las Tradiciones de la Iglesia, es decir, las tradiciones que fueron determinadas por los sucesores de los Apóstoles. Así, aparece el heterodoxo Montano, que alcanzó su esplendor en el siglo II y su convicción era el violar e incumplir las tradiciones y las costumbres de la Iglesia, según Eusebio (Libro 5º cap. 15 de la Historia Eclesiástica). Ya que los dogmas y las tradiciones de la Iglesia no son opuestos entre si, todo lo contrario, más bien los unos completan a los otros. Ya que los dogmas de la Fe constituyen las tradiciones de la Iglesia, mientras que las Tradiciones de la Iglesia se sostienen encima de los dogmas de la fe, pero los dos juntos tienen el mismo e idéntico poder en el tema de la fe. Por esto también dijo San Basilio el Grande “los dos tienen idéntico poder en el tema de la fe” (Cánon 91).

Ya que, como las grandes piedras se tiene en pie junto con las pequeñas y las dos juntas constituyen el edificio, si alguien quiere echar abajo las pequeñas, simultáneamente echa abajo también las grandes, así los dogmas de la Fe permanecen juntos con las tradiciones de la Iglesia, también si alguien quiere violar e incumplir las tradiciones de la Iglesia, viola e incumple junto a éstas los dogmas de la Fe. Por esto dijo también San Basilio el Grande: “Si intentamos incumplir lo no escrito de las costumbres y tradiciones, con el pretexto que no tienen un gran poder, por este error, provocaremos un gran daño en el Evangelio. Más bien convertiremos el kerigma del Evangelio en simplemente un nombre bonito y fino.” (Cánon 91).

SEXTO.

Sostenemos y admitimos todos los santos cánones de los muy honorables Apóstoles, los cánones de los 7 Concilos Ecuménicos, los cánones de los Concilios Locales y de los santos y teóforos Padres que vivieron en todo lugar, los cánones que contiene el 2º Artículo del Sexto Concilio Ecuménico y los cánones que fueron ratificados en el 1º Artículo del Séptimo Concilio Ecuménico. Junto con los Cánones admitimos también las Actas de los mismos Concilios, ya que ambos tienen idéntico poder.

SEPTIMO.

Y hablando en general: todo lo que la Iglesia Santa, Universal, Apostólica y Oriental, nuestra madre común y espiritual, admite y confiesa, esto es lo que nosotros junto con ella aceptamos y confesamos. Y todo lo que ella aborrece, detesta y rechaza, igualmente también nosotros repudiamos, rechazamos y detestamos junto con ella como sinceros y verdaderos hijos suyos.

Traducido por T.C.G ©






Miércolés Santo


 
Unjamos tambnién nosotros los pies de Cristo,
no con la esencia costosa del nardo,
sino con un bálsamo todavía más valioso:
las lágrimas de nuestro arrepentimiento.