Contaquio I
Oh Cruz del Señor tres veces bendita, los creyentes te veneramos y nos postramos ante ti llenos de alegría en tu santa exaltación. Trofeo y arma invencible, por tu gracia protégenos, cúbrenos y se refugio para aquellos que te suplicamos diciendo:
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Icos I
Los ángeles del cielo rodean invisiblemente la vivificante Cruz con temor y con temor contemplan como derrama su gracia sobre los creyentes. Asombrados exclaman diciendo:
Regocíjate, oh Cruz, guardiana del mundo.
Regocíjate, gloria de la Iglesia Ortodoxa.
Regocíjate, pues generosamente sanas a los que suplican curación.
Regocíjate, pues iluminas con tu luz a toda la tierra.
Regocíjate, madero fragante que da la vida y tesoro de milagros.
Regocíjate, tres veces bendita y fuente de gracia.
Regocíjate, escabel divino.
Regocíjate, objeto precioso de nuestra veneración.
Regocíjate, cáliz de néctar divino.
Regocíjate, antorcha de fulgor esplendente.
Regocíjate, pues por ti es bendecida la creación.
Regocíjate, pues venerándote adoramos al Creador.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Contaquio II
La santa emperatriz Elena, llena de santo anhelo, le dijo a su hijo el Emperador: “Un gran deseo llena mi alma, ir a Tierra Santa y allí poder encontrar la Santísima Cruz” Puestos los ojos en el cielo, suplicante exclamaba: ¡Aleluya!
Icos II
Iluminada con una visión espiritual, convocó a sus sirvientes y les dijo: “Cavad aquí y sacad prestos de las profundidades de la tierra el Santo Madero para que pueda venerarlo el Orbe entero. Cuando lo vio la Santa Emperatriz, llena de temor, exclamó:
Regocíjate, causa y signo de nuestra alegría.
Regocíjate, redención de la antigua maldición.
Regocíjate, tesoro ocultado por la envidia de los paganos.
Regocíjate, tú que apareciste en los cielos como una señal.
Regocíjate, rayo fulgurante de fuego divino.
Regocíjate, pues fuiste anunciada desde antiguo como escalera por la cual subimos al cielo.
Regocíjate, maravilla de los ángeles.
Regocíjate, tú que hieres a los demonios.
Regocíjate, reliquia bendita del Verbo.
Regocíjate, antorcha que nos ilumina.
Regocíjate, oh Cruz, protección del desvalido.
Regocíjate, corona de los vencedores.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Contaquio III
Tres cruces descubrieron y ante la dudad de cual sería la de nuestro Salvador acercaron el Santo Madero a una mujer que terminaba de morir. Ante todos se manifestó su poder y por el Árbol del que pendió el Fruto de la Vida resucitó y se le levantó exclamando llena de alegría: ¡Aleluya!
Icos III
Sosteniendo la Cruz, el arma invencible, la emperatriz Elena corrió ante su hijo. El santo emperador Constantino se llenó de alegría y profundamente emocionado al contemplar el Madero Santo cuya imagen había visto en el cielo lloró diciendo:
Regocíjate, cáliz luminoso.
Regocíjate, tesoro de vida eterna.
Regocíjate, torre que contiene los dones del Espíritu Santo.
Regocíjate, puerto seguro en el que se refugian los agitados por las tormentas.
Regocíjate, altar en el que está Cristo como víctima del sacrificio.
Regocíjate, vid que ha producido el racimo místico.
Regocíjate, tú que proteges los cetros de los príncipes.
Regocíjate, pues aplastas las cabezas de los demonios.
Regocíjate, signo santo de nuestra fe.
Regocíjate, defensa y protección del orbe.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Oh Cruz del Señor tres veces bendita, los creyentes te veneramos y nos postramos ante ti llenos de alegría en tu santa exaltación. Trofeo y arma invencible, por tu gracia protégenos, cúbrenos y se refugio para aquellos que te suplicamos diciendo:
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Icos I
Los ángeles del cielo rodean invisiblemente la vivificante Cruz con temor y con temor contemplan como derrama su gracia sobre los creyentes. Asombrados exclaman diciendo:
Regocíjate, oh Cruz, guardiana del mundo.
Regocíjate, gloria de la Iglesia Ortodoxa.
Regocíjate, pues generosamente sanas a los que suplican curación.
Regocíjate, pues iluminas con tu luz a toda la tierra.
Regocíjate, madero fragante que da la vida y tesoro de milagros.
Regocíjate, tres veces bendita y fuente de gracia.
Regocíjate, escabel divino.
Regocíjate, objeto precioso de nuestra veneración.
Regocíjate, cáliz de néctar divino.
Regocíjate, antorcha de fulgor esplendente.
Regocíjate, pues por ti es bendecida la creación.
Regocíjate, pues venerándote adoramos al Creador.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Contaquio II
La santa emperatriz Elena, llena de santo anhelo, le dijo a su hijo el Emperador: “Un gran deseo llena mi alma, ir a Tierra Santa y allí poder encontrar la Santísima Cruz” Puestos los ojos en el cielo, suplicante exclamaba: ¡Aleluya!
Icos II
Iluminada con una visión espiritual, convocó a sus sirvientes y les dijo: “Cavad aquí y sacad prestos de las profundidades de la tierra el Santo Madero para que pueda venerarlo el Orbe entero. Cuando lo vio la Santa Emperatriz, llena de temor, exclamó:
Regocíjate, causa y signo de nuestra alegría.
Regocíjate, redención de la antigua maldición.
Regocíjate, tesoro ocultado por la envidia de los paganos.
Regocíjate, tú que apareciste en los cielos como una señal.
Regocíjate, rayo fulgurante de fuego divino.
Regocíjate, pues fuiste anunciada desde antiguo como escalera por la cual subimos al cielo.
Regocíjate, maravilla de los ángeles.
Regocíjate, tú que hieres a los demonios.
Regocíjate, reliquia bendita del Verbo.
Regocíjate, antorcha que nos ilumina.
Regocíjate, oh Cruz, protección del desvalido.
Regocíjate, corona de los vencedores.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
Contaquio III
Tres cruces descubrieron y ante la dudad de cual sería la de nuestro Salvador acercaron el Santo Madero a una mujer que terminaba de morir. Ante todos se manifestó su poder y por el Árbol del que pendió el Fruto de la Vida resucitó y se le levantó exclamando llena de alegría: ¡Aleluya!
Icos III
Sosteniendo la Cruz, el arma invencible, la emperatriz Elena corrió ante su hijo. El santo emperador Constantino se llenó de alegría y profundamente emocionado al contemplar el Madero Santo cuya imagen había visto en el cielo lloró diciendo:
Regocíjate, cáliz luminoso.
Regocíjate, tesoro de vida eterna.
Regocíjate, torre que contiene los dones del Espíritu Santo.
Regocíjate, puerto seguro en el que se refugian los agitados por las tormentas.
Regocíjate, altar en el que está Cristo como víctima del sacrificio.
Regocíjate, vid que ha producido el racimo místico.
Regocíjate, tú que proteges los cetros de los príncipes.
Regocíjate, pues aplastas las cabezas de los demonios.
Regocíjate, signo santo de nuestra fe.
Regocíjate, defensa y protección del orbe.
¡Regocíjate, Madero santo y bendito!
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