Y después de oír esto, ¿no le arde a uno el corazón, se le llenan los ojos de lágrimas y sólo desea que lleguen pronto los días santos? ¿No deberíamos estar como las novias, nerviosos porque ya está cercano el Esposo? ¿No se hacen ligeros el ayuno y las horas de plegaria cuando sabemos que ya está cercano el Novio, que viene cubierto con su sangre, como varón que pisa los racimos, acompañado por un clamor de olivos? ¡Que viene el Esposo, salid a recibidlo, con las lamparas encendidas con el aceite del ayuno, la vigilia y la oración! ¡Aleluya, aleluya, aleluya!
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