"La verdadera oración es enfocada, incesante y hecha con el corazón lleno de arrepentimiento y la mente atenta. El vehículo de la oración es siempre la humildad, siendo que la oración es, asimismo, una manifestación de aquella. Porque, siendo conscientes de nuestra propia limitación, le pedimos fuerza a Dios. La oración nos une con Dios: es una conversación divina y una comunión espiritual con el Ser más bello y sublime.
La oración es alejarse de todo lo que nos ata al mundo y elevarnos al cielo. Por medio de la oración nos acercamos a Dios. La oración es, en verdad, una coraza celestial, y sólo ella puede resguardar a quienes le dedican su vida a Dios. La oración es el medicamento usual para sanar todos nuestras aflicciones, para abstenernos de pecar y para la redención de nuestras faltas. La oración es un tesoro invaluable, un esfuerzo meritorio, la base de toda serenidad, la raiz y madre de innumerables bendiciones.
Cualquier cristiano debería saber que si no eleva su alma y su corazón hacia Dios, por medio del ayuno y la oración cristiana - no farisea - no podrá llegar jamás al verdadero conocimiento de su estado de pecador y a la búsqueda con toda el alma del perdón de esas faltas. Debemos entender que sólo en la medida en que elevemos nuestra mente y nuestro corazón a Dios, llegaremos a conocer nuestros pecados; y que nos elevamos a Dios en la medida en que nuestra alma se aligera y se ilumina con el ayuno y la oración.
La oración y el ayuno - ayuno cristiano - sirven como medios de búsqueda en el conocimiento de uno mismo, del conocimiento de nuestro verdadero estado moral y para llegar a valorar cuáles son nuestros pecados y su verdadero carácter. Sin ayuno y oración nos faltan los medios para alcanzar ese conocimiento, y no podremos llegar a tener una imagen real de nuestras faltas, un conocimiento pleno de ellas y el arrepentimiento por haberlas cometido, como camino hacia una verdadera y fructífera confesión. Además, porque el ayuno y la oración cristiana son las únicas maneras de preparar una verdadera confesión, debemos guardar con celo estos mandatos de la Iglesia, para no equivocarnos en el objetivo que nos hemos trazado, para lograr llevar al supremo bien que buscamos (la salvación).
El ayuno es un mandamiento de la Iglesia, obligando al cristiano a guardarlo en determinados días. En relación a esto, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña: "Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Cuando tú ayunes, lávate la cara y perfúmate el cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mateo 6, 17-18).
De las enseñanzas del Salvador realizamos, entonces:
a) Que el ayuno es agradable a Dios.
b) Que el que ayuna, para elevar su mente y su corazón hacia Dios, será recompensado por su esfuerzo, por parte de Dios, Quien es el más generoso dador de bienes celestiales."
Paso a paso en la Ortodoxia: Traducción tomada de: "Sfantul Nectarie de Eghina. Viata, minunile si scrierile". Constantin Cavarnos. Editura Bunavestire. Bacau (Rumanía), 2011.
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