lunes, 27 de agosto de 2012

Funerales: porqué los cristianos ortodoxos no se hacen incinerar




La cremación, reducir a cenizas el cuerpo de los difuntos, es una practica que se nos vende cómo económicamente más eficaz que la sepultura tradicional del cuerpo, y esta, a nivel de coste y de espacio requerido. Sin embargo, a lo largo de la historia, la Iglesia ortodoxa ha prohibido esta práctica. Pero en el campo de la Fe, es importante tomar tiempo para comprender porqué la Iglesia ha adoptado tal posición. De tal forma, no solamente nos acrecentaremos en nuestro propio conocimiento del Señor y de Su Iglesia, sino que estaremos mejor preparados para responder a cuestiones que otros nos presenten a propósito de la Fe Cristiana Ortodoxa.

La compilación que sigue a continuación viene de extractos del periódico ortodoxo “Life Transfigured”, una publicación del monasterio Holy Transfiguration en Ellwood City, y de “Contemporary Moral Issues” (problemas morales actuales) por el padre Stanley Harakas.

Una práctica y un problema creciente.

En nuestros países, la cremación es practicada de manera creciente. Esto tiende en parte al hecho de la influencia de religiones orientales como el hinduismo y el budismo, y al aire del neopaganismo. Pero también a la erosión de la práctica tradicional en los cristianos no ortodoxos. En la multitud de confesiones cristianas, y en todo caso entre su clero liberal, ya no es necesario creer en la “tumba vacía”, en la Resurrección física de Cristo. Estos predicadores tratan la “tumba vacía” como mito y reducen las apariciones de Jesús después de la Resurrección a experiencias espirituales virtuales. La convicción ortodoxa de que el Hijo de Dios es también verdaderamente hombre y que fue revelado en toda Su naturaleza humana, cuerpo y alma, explica el rechazo tradicional de la cremación por la Iglesia, una práctica que está diametralmente opuesta a la esperanza de la resurrección de los muertos en Cristo. Si la Resurrección ya no es más que una leyenda o una bella metáfora, entonces hay que ver lo que San Pablo dice: “Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1ª Corintios 15:17)

Fundamentos históricos para la Iglesia

A lo largo de su historia, la Iglesia ha puesto el acento sobre la importancia de comprender que Jesús nació con un verdadero cuerpo humano, teniendo los mismos atributos y necesidades que cualquier otro cuerpo humano, el cual murió después de la crucifixión, de la misma muerte que cualquier otro cuerpo fallecido. Tres días más tarde, la Resurrección concernía también a Su cuerpo humano.

A través de todo esto, Jesús manifiesta claramente que toda nuestra humanidad, el cuerpo al igual que el alma, ha sido llamado a la Salvación y a la vida eterna. Toda la naturaleza humana ha sido elevada por la Ascensión de Cristo a la diestra del Padre. Jesús nos ha dado muchas pruebas, pero esto resurge muy particularmente en la aparición de Cristo a Santo Tomás. En su “Comentario sobre San Juan”, San Cirilo de Alejandría escribe:

“¿Qué necesidad tenía Él de mostrar Sus manos y Su costado atravesado, si después del extravío de algunos, no resucitó con Su propia carne? Si quería que Sus discípulos creyeran de nuevo en Su persona, ¿por qué no se apareció nuevamente para rebajar la forma carnal, para conducirlos a otra comprensión? Pero era de mayor importancia el que Él se mostrara así mismo correctamente en aquel momento, para que creyeran en la futura resurrección de la carne”.

San Cirilo añade que el Cuerpo de Cristo había de ser arrebatado a la muerte a fin de vencer a la muerte y destruir el poder de la corrupción de la carne. El Cuerpo de Cristo, que Santo Tomás pudo constatar bien real, tocándolo, da claramente testimonio de la futura resurrección de nuestros cuerpos.

A imagen de Dios.

La persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios. Cuando somos bautizados, no es solamente el alma la que se convierte en templo del Espíritu Santo, sino también el cuerpo. Cuando recibimos la Santa Comunión, recibimos en nuestros cuerpos los verdaderos Cuerpo y Sangre de Cristo. En los misterios de la Crismación y de la Santa Unción, es nuestro cuerpo el que es ungido con el santo Crisma. Una prueba particular de la santidad del cuerpo se ve en los santos como Espiridón, Paraskeva, Saba, Gerásimos y Dionisio, cuyos cuerpos permanecieron incorruptos durante siglos después de sus muertes físicas. La Iglesia conoce innumerables relatos de sanaciones sobrevenidas habiendo sido bendecido con las reliquias de un santo. Estas mujeres y hombres han llevado su vida en Cristo de una forma tan entera que no solamente sus almas fueron ascendidas al Cielo, sino que sus cuerpos conservan la santidad y el poder sanador de la presencia del Espíritu Santo.

El ejemplo del Viernes Santo.

La futura resurrección del cuerpo y del alma del fiel, según la verdad que Cristo ha revelado, dicta la naturaleza de las tradiciones ortodoxas concerniente al cuerpo y a su muerte. En los funerales ortodoxos, los fieles en duelo se asemejan “a las mujeres miróforas, a fin de servir por última vez al cuerpo cristiano, en preparación para la Resurrección”. Cualquiera que haya asistido a los oficios ortodoxos del Viernes Santo conoce la secuencia que sigue a la muerte de Cristo: José de Arimatea soporta el gran riesgo de ir a suplicar a Pilatos para obtener el cuerpo de Jesús. Como lo muestran nuestros iconos, la Theotokos, Nicodemo, el Apóstol Juan y las mujeres miróforas ayudan a José, cubriendo el Preciosísimo Cuerpo con sus lágrimas.

Cómo cuidamos del cuerpo.

Desde la Crucifixión de Cristo, la Iglesia ha enseñado siempre, sin equivocación, que la manera conveniente de tratar al muerto era con un servicio funerario respetuoso del cuerpo, en el marco de unos funerales religiosos apropiados, con oraciones por los que se han dormido en el Señor. Cantamos himnos y Salmos para acompañar al difunto en el camino y para expresar a Dios nuestro reconocimiento por su vida y su muerte. Amortajamos al cuerpo con un lino nuevo, simbolizando la nueva vestidura de incorruptibilidad que la persona está destinada a recibir. Vertimos miro y aceite sobre el cuerpo, como lo hacemos en el bautismo. Acompañamos esto con incienso y velas encendidas, mostrando nuestra fe en la liberación de la persona de las tinieblas y su avance hacia la verdadera Luz. Situamos el cuerpo en la tumba, vuelto hacia el Este, para simbolizar la Resurrección que viene. Lloramos nuestra pena, pero con moderación, pues conocemos el júbilo que llegará.

El proceso de la muerte

¿Dónde quedó, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh muerte, tu aguijón? (1ª Corintios 15:55). La muerte no es ni una fatalidad, ni incluso una etapa de la evolución. En su sabiduría, la Iglesia conmemora a los santos el día en que murieron a esta vida, recordando el día de su nacimiento a la vida eterna del Cielo. Una muerte cristiana significa la vida eterna con Cristo, donde en el Juicio Final, el cuerpo y el alma serán reunidas y glorificadas juntamente.

La Cámara Nupcial

Un espléndido verso de los Maitines (Orthos) de Pascua sobre el tema de la Resurrección corporal de Cristo, salido vivo de la tumba, insiste sobre la bienaventurada esperanza que nos ha dado a todos, diciendo:

“En aquel día, de la tumba, como al salir de la cámara nupcial, resplandeciente se elevó Cristo, colmando de júbilo a las miróforas diciéndoles: Anunciad a los Apóstoles de la Resurrección”

Una imagen de fondo

En conclusión, la aceptación de la cremación representaría un abandono radical de una práctica establecida por la cual no parece haber razón válida para instituir un cambio. El argumento que los cementerios pertrechan sobre el espacio, no tiene lugar en países como los nuestros, en particular cuando la gran disponibilidad de medios de transporte permite tener lugares de sepultura fácilmente accesibles lejos de los centros urbanos. El precio desorbitado de algunos funerales ya no es visto como una razón obligada para autorizar la cremación, pues la Iglesia no pide que estos funerales sean extravagantes y costosos, sino que sea mostrado un cierto respeto con relación al cuerpo humano que era en otro tiempo el templo de un alma humana. Por eso la Iglesia, con cuidado pastoral por la preservación de una justa creencia y una práctica correcta que está arraigada en la Tradición de los Padres, y por el sentido de respeto por sus difuntos, debe continuar oponiéndose a esta práctica. Cada cristiano ortodoxo debería saber que, puesto que la cremación está prohibida por los Cánones (reglas de la Iglesia), los que insisten en obtener su cremación no podrán tener funerales en el seno de la Iglesia. Naturalmente, hay excepciones, cuando la Iglesia está confrontada con el caso de accidentes o de cataclismos naturales, donde la cremación es necesaria para salvaguardar la salud de los vivos. En estas situaciones particulares, la Iglesia autoriza la cremación de fieles ortodoxos concernientes, pero con autorización episcopal previa, y únicamente por “economía”.

“Hemos de tener en cuenta que los padres de la Iglesia sostienen que no hay salvación para aquellos que voluntariamente eligen la cremación”

“Entró y tomó la mano de la joven”

Desde que Cristo entró en nosotros por Su propia carne, resucitaremos enteramente. Es inconcebible, o más bien imposible, que la Vida no haga vivir a aquellos en los que se ha introducido. Como se recubre un tizón ardiente con una brizna de paja para guardar intacto el germen del fuego, así nuestro Señor Jesucristo oculta la vida en nosotros por Su propia carne y pone como una semilla de inmortalidad que borra toda la corrupción que llevamos dentro. Esto no es, pues, solamente por su palabra por lo que Él lleva a cabo la resurrección de los muertos. Para mostrar que Su cuerpo da la vida, como lo hemos dicho, toca los cadáveres y por Su cuerpo da la vida a estos cuerpos ya en vías de descomposición. ¡Si el único contacto de Su carne sagrada da la vida a estos muertos, qué provecho no obtendremos en Su Mística Cena vivificando cuando la recibamos! No bastaría más que nuestra alma solamente fuera regenerada por el Espíritu para una vida nueva. Nuestro cuerpo pesado y terrestre también debería ser santificado por su participación en un cuerpo tan consistente y del mismo origen que el nuestro y debería ser llamado así a la incorruptibilidad. (San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el Evangelio de Juan 4)

El Antiguo Testamento conoce también el milagro de la resurrección de un muerto por el contacto de las reliquias de un santo, ocurrido con las del profeta Eliseo.

“Murió Eliseo y lo sepultaron. Al comienzo del próximo año, los guerrilleros de Moab hicieron una incursión en el país, y vieron a los guerrilleros algunos que estaban enterrando a un hombre. Entonces arrojaron al hombre en el sepulcro de Eliseo; y al tocar el hombre los huesos de Eliseo, revivió y púsose en pie” (4º Reyes 13:20-21)

Traducido por P.A

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