El demonio es como un perro rabioso que huele el miedo. Tenemos testimonios de los Padres de ataques físicos pero normalmente es más sutil. Sabe que tecla hay que pulsar y cuando la tiene que tocar. En nosotros surge entonces el miedo, más que a la tentación a las consecuencias de caer en ella; y este miedo es el que aprovecha porque es un miedo que surge de la falta de fe y confianza en Dios que nos da la gracia para que podamos vencer a la tentación. En medio de esa lucha no estamos indefensos:
“Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas (insidias) del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas (aire).” (Ef. 6:11-12).
Y estas armas son la oración y el ayuno. En los momentos en los que el perro ve que la presa se le escapa redobla los ataques. Cuando a la presa la tiene agarrada en sus fauces no neesita hacer nada.
Hemos de rezar muchas veces el salmo 90, siempre que sintamos necesidad, siempre que nos sintamos tentados No es un amuleto, ni una cosa mágica pero deberíamos imprímirlo y llévarlo siempre con nosotros, pues la Palabra de Dios nos defiende de las insidias del enmeigo que no soporta estar donde hay un libro de las Sagradas Escrituras según nos dicen nuestros Santos Padres Teophoros.
P Hm Nicolás (Vera)
No hay comentarios:
Publicar un comentario