sábado, 29 de agosto de 2009

Reflexión en torno al Martirio de San Juan el Bautista

Icono de la cabeza de San Juan Bautista y Reliquia del precursor de Cristo
que se veneran en la Parroquia Ortodoxa de San Andrés y San Nicolás de Alicante.


Del Evangelio según el Santo Apóstol y Evangelista Marcos (Mc 6, 14-29)

14 Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas."15 Otros decían: "Es Elías"; otros: "Es un profeta como los demás profetas."16 Al enterarse Herodes, dijo: "Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado."17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.18 Porque Juan decía a Herodes: "No te está permitido tener la mujer de tu hermano."19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré."23 Y le juró: "Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino."24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: "¿Qué voy a pedir?" Y ella le dijo: "La cabeza de Juan el Bautista."25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: "Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista."26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Así nos narra el Santo Evangelista Lucas el Martirio de San Juan Bautista. Juan el Bautista denunció el pecado incestuoso de Herodes al que decía: "No te está permitido tener la mujer de tu hermano." Herodías deseaba su muerte pero Herodes temía al Profeta de Dios. Al final la lujuria del Rey da la corona del martirio al Precursor de Cristo, el último de los Mártires del Antiguo Testamento.

Pensamos muchas veces en los Profetas como personajes bíblicos que anuncian el futuro, más si leemos los textos del antiguo testamento descubrimos que no sólo anunciaron al Mesías que habría de venir o las calamidades que sufriría el pueblo por correr detrás de los Baales. Descubrimos en ellos otra misión, la de denunciar el pecado del pueblo y sobre todo de aquellos que ejercen el poder. Así vemos al profeta Natán denunciando a David por su pecado al haber mandado poner a Urías al frente del ejército en el lugar más peligro para que muriera y así poder tomar a Betsabé, su esposa, a la que deseaba pecaminosamente.

Esta función profética es la que ejerce San Juan Bautista cuando denuncia el pecado de incesto del rey Herodes que se había casado con la mujer de su hermano Filipo. y es esta denuncia del pecado del Rey lo que le lleva a la muerte.

¿Qué conclusión podemos nosotros sacar de todo esto? la conclusión es sencilla. La Iglesia, en medio de esta sociedad descristianizada, entregada a toda clase de vicios que ha abandonado la casa de Dios, ha de denunciar como en tiempos de Israel a los cristianos que sin temor de Dios corren detrás de los nuevos Baales. Y no sólo eso, ha de estar preparada para denunciar también los pecados de los poderosos y de los gobernantes.

Actualmente lo que se pretende es que la Iglesia se preocupe sólo de si hay que poner este icono en el analogio, o si es mejor usar el ornamento azul o el dorado. Molesta cuando la Iglesia denuncia u opina sobre cosas que según los gobernantes no les incumbe. Más ¿cómo no nos incubiran los pecados del pueblo? Si fuera así la Iglesia perdería su función profética. Y sobre tdo ha de saber denunciar y plantarse ante los poderosos de este mundo para poner delante de ellos sus iniquidades.

Lo fácil es caer en la adulación del poderoso, mirar hacia otro lado, poner la mano y aceptar las subvenciones… pero esto no es precisamente lo correcto.

Se debaten en estos días muchas cuestiones en nuestro país que no son más que los anuncios del plan descristianizador que se esta llevando a cabo por el gobierno de España, pero no crean que en otros países de tradición ortodoxa la cosa cambia y si no hay está el ejemplo de Grecia. Puede callar la Iglesia Ortodoxa ante situaciones tan descabelladas como el aborto libre de niñas de 16 años sin que sea necesario el permiso paterno. puede la Iglesia callar ante los cuatro millones de parados de los cuales un millón no recibe ningún tipo de subsidio, puede la Iglesia callar ante el derroche injustificado y ridículo de algunos políticos empeñados en crear realidades históricas inexistentes mientras en otras zonas hay pueblos en los que el 95% de los hombres está en paro; se puede estar callado cuando se lleva a cabo una campaña feroz contra todo lo que suponen los valores cristianos sobre todo en los ámbitos de la educación y la familia a la que s e pretende deshacer completamente para poder llegar a esa nueva España laica, deshecha territorialmente y sostenible que pretenden nuestros gobernantes. No podemos vivir en medio de un perpetuo angelismo engañándonos a nosotros mismos y diciéndonos que “todo va bien”.

Hemos de pedir a Dios que perdone nuestros pecados, que abra los corazones de muchos para que pueda descender la gracia del Espíritu Santo, que sean muchos los que se vuelvan Cristo. Pero para eso es necesario que se levanten hombres y mujeres en medio de las plazas para denunciar el pecado del pueblo y anunciar la Redención del Señor. Quiera el Señor, por intercesión de San Juan Bautista, su profeta y Precursor, darnos fuerzas para ello. Amén.

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