EL MUNDO QUE VIENE. ENTREVISTA A PETER HANKE
El escritor está cansado, no de las caminatas previas al 'Ensayo sobre el cansancio', sino del talento humano para automatizar respuestas servidas por el Gran Hermano de turno sin indagar más, sin hacerse preguntas. En Europa, los apóstoles de la correción política lo convirtieron en enemigo a batir por sus artículos sobre la guerra de Yugoslavia.
ELVIRA HUELBESCARGO: Escritor y licenciado en Derecho por la Universidad de Graz / CREDO: Convertido a la Iglesia Ortodoxa en 1999 / AFICIONES: Andar descalzo, pasear por la España solitaria, Las Bárdenas y la Sierra de Gredos, San Juan de la Cruz y hacer cine con su amigo Wenders / SUEÑO: «Una Europa sin fronteras, libre, que abandone el nuevo chovinismo que levanta barreras internas».
En 1995 viajó por los escenarios de las guerras de Yugoslavia porque no se fiaba de la abrumadora información unilateral. Lo contó en Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Sava, Morava y Drina o Justicia para Serbia. Desde entonces su preocupación por una prensa ecuánime le ha valido ataques y descalificaciones. Peter Handke visita a menudo los enclaves serbios de Kosovo, lugares desafectos, calificados como campos de concentración. Conoce bien a sus pobladores que viven ahora la pesadilla del abandono por parte de todos. Hace tiempo que Peter Handke anda en el combate de las acusaciones repetidas por los medios contra los serbios y que ahora voces autorizadas, como la prestigiosa The Lancet, desmienten. Hablamos en su casa de París, tras uno de sus viajes.
PREGUNTA.- La justicia francesa acaba de condenar a Ruth Valentini (Nouvel Observateur), por difamación, al atribuirle a usted frases no propias que fueron repetidas por otros medios.
RESPUESTA.- Ah, ¿lo sabe Vd.? Porque la prensa francesa no ha dicho nada absolutamente, ni Libération ni Le Monde. Ni siquiera han mencionado el juicio. Me han declarado la guerra por lo que he escrito durante años, pero de esto, nada.
P.- La banalidad del mal, según Hanna Arendt, puede llegar a ser estremecedora. Puede que Valentín ignorara mucho de lo que escribía contra usted.
R.- No, en este caso había una clara intención de hacer el mal. Resulta raro comprobar cómo Le Nouvel Observateur, que hace treinta años estaba ligado a Albert Camus -el propio director, Jean Daniel, siempre se ha enorgullecido de la amistad que les unía-, desde la guerra de Yugoslavia se ha vuelto una mala revista. Le Figaro, a veces publica algunos artículos bastante interesantes y casi objetivos. Pero en absoluto pasa eso en la prensa que se hace llamar de izquierdas.
P.- Quizá se produce un fenómeno mimético, como dice René Girard: se dice lo que hay que decir, lo que se espera que se diga según lo indicado por la corriente mayoritaria.
R.- Vale, me parece muy bien, pero me sobran las explicaciones. Ese tipo de periodistas se han acabado para mí como seres humanos.
P.- El caso es que el lenguaje de lo correcto triunfa y quien lo contraría sale trasquilado. A usted le han retirado una obra de teatro en Francia y ha tenido que renunciar al Premio Heine que le habían concedido en Alemania, por las protestas que levantó.
R.- Sí, ¡qué pena me da! [risas] Es muy triste, ¿no? No, la verdad es que no estaba preparado para eso. Cuando salió Un viaje de invierno..., hace doce años, durante casi un mes se produjo un silencio total en la prensa. Después, se lanzaron a emitir juicios utilizando unas palabras que resultaban más peligrosas que los carros de combate. Yo prefiero los carros, disparan y ya está, pero no esa hipocresía, esa mierda en que se ha convertido el periodismo. Hay una agresividad completamente oculta, en cuanto alguien le contradice la máscara cae, y una especie pre-darviniana hace su aparición.
P.- ¿La invención de cifras y la repetición de noticias no confirmadas ha hecho mucho mal en esta guerra?
R.- Una guerra terrible, muy cruel. Además ha sido una guerra oculta, se ha matado sin que se viera, se ha destruido la estructura de Serbia. La prensa ha preparado bien la guerra, es profundamente culpable. Le Monde tituló: «Los serbios han matado a sesenta mil albaneses en Kosovo», siguiendo el testimonio de Médicos sin Fronteras, que es una organización cuyos miembros se han burlado del juramento hipocrático y que, desde entonces, se me ha vuelto odiosa, detestable porque ha tomado partido [la cifra de albaneses muertos durante el bombardeo de la OTAN, de 1999, fue de 6.000]. Yo tengo gran admiración por la Francia de Georges Bernanos, de Michel de Montaigne y de Voltaire, pero esta Francia que crea una actualidad tan perjudicial es una vergüenza para Europa.
P.- De la guerra civil española siempre se habló de un millón de muertos y ahora se sabe que fue un tercio.
R.- No quiero entrar en detalles de cifras, ahora se sabe que las dadas entonces no son verdad. No quiero ser revisionista, es una tragedia y una vergüenza para los serbios que cometieron crímenes. Pero he estado muchas veces en Srebrenica, en invierno y en verano. Había un montón de pueblos alrededor de Srebrenica, todos serbios, y se sabe que el bosnio musulmán Naser Oric los destruyó y mató a su gente que había sido desmilitarizada por la OTAN. [Oric está en libertad después de pasar por el Tribunal Internacional de La Haya]. Cuando estuve en Cravica sólo vi gente llorando. Porque no fue como en Srebrenica, donde sólo murieron hombres, sino que también mujeres y niños fueron asesinados. Eso sí que es un genocidio. Pero no se ha vuelto a hablar de eso. Teniendo en cuenta que hubo fracciones de musulmanes en Bosnia que lucharon entre sí, la proporción de muertos está equilibrada, triste decirlo. Es una vergüenza trampear con los muertos. La guerra de Yugoslavia empezó en Eslovenia, en verano de 1991, hubo 62 víctimas, ni un solo esloveno; sólo soldados del Ejército nacional yugoslavo. Los paramilitares eslovenos tiraban como locos a sus blancos. Y luego hablaban de nuestra guerra de liberación; un catolicismo hipócrita.
P.- ¿Por qué se habrá elegido a Serbia como chivo expiatorio?
R.- Creo que lo ha hecho gente de izquierdas, con muy mala conciencia, personas que habían suscrito las ideas socialistas, comunistas, y para los que la Unión Soviética era el monstruo. Una vez desaparecida, lo que quedaba más cercano era el socialismo de Yugoslavia, que había encontrado una idea magnífica que funcionó bien durante mucho tiempo, pero después, cuando falló la economía las ideas ya no sirvieron. No pudieron con Rusia y les quedaba energía para hacer el mal, para pelearse -todo intelectual quiere ser un pequeño Malraux que quiere luchar por no sé qué-, así que lo único que había era Yugoslavia, de la que nadie sabía nada. Nadie. Gente que se denominaba a sí mismos «expertos en los Balcanes», auténticos criminales, descendientes de la antigua Ustacha [organización terrorista fascista croata cuyos sucesores fueron la punta de lanza de la independencia de Croacia]. Y esta unión de la ignorancia y de los autodenominados «expertos en los Balcanes» ha conducido el estado de cosas a las puertas del infierno. Y con una retórica rota y maniquea que empeora aún más la situación.
P.- El asunto de los Balcanes es muy complejo, dicen.
R.- No lo es en absoluto. Sólo hacen falta unas cuantas palabras, unas cuantas imágenes, unos instantes con los serbios, y no solamente con los ocupantes: los alemanes de la KFOR por ejemplo, gente encantadora que no hizo el menor gesto por proteger un valioso monasterio como el de Prizren, simplemente porque fueron cobardes y no cumplieron el mandato por el que están allí. Hay soldados que trabajan magníficamente, como los italianos que protegen Decani, los austriacos que rodean Velika Hoca, los suizos. Me encuentro con soldados que me respetan y me animan a continuar. Cuando se habla de los Balcanes sólo surgen prejuicios, todo está preparado así. En cuanto se ponen a escribir artículos sobre Serbia hay frases que están como plastificadas. No hay que pensar; sobre todo no hay que mirar. No se mira. Porque si se mirara, cambiaría todo.
P.- Para Vd. mirar es muy importante.
R.- Y escuchar, también. Es muy importante escuchar el ritmo de la frase, la sonoridad de la voz, la vacilación, sobre todo, el espacio intermedio entre las palabras... No sé, forma parte de mi naturaleza, si no nunca me habría hecho escritor. No hay escuela de periodismo que enseñe esto y, realmente creo que sería deseable. Siempre se me ha dicho: «Ah, tú es que eres un poeta y ése es el lenguaje que no conviene a este tipo de problemas». Pero es justo lo contrario. Porque el lenguaje del poeta o del escritor es un lenguaje que carece de método. Con la prensa, sobre todo los semanarios, sólo hay que mirar la primera frase: todo es artificial, todo está preparado de antemano. Si analizas un artículo de, por ejemplo, The New Yorker, ves que hay un método -qué digo, método sería algo- hay una receta como las de McDonalds. El lenguaje de la literatura es espontáneo y preciso al mismo tiempo. Y rítmico. Llega del corazón y del espíritu y de los ojos y del oído. Cuando se da ese lenguaje, se da un sentimiento lo más natural del mundo. Si hay sentimiento se vuelve uno poético; si no hay sentimiento, se vuelve uno periodista.
P.- Es usted duro con la prensa.
R.- Mire, cada semana Le Monde hace un dossier de cinco páginas sobre algún problema europeo. Y yo digo: ya que ustedes han hecho la guerra contra los serbios, ¿por qué no hacen una semana un dossier sobre los refugiados en Serbia? Hay un millón de ellos, completamente ocultados, les he visitado dos y tres veces, esa pobre gente, la más miserable de Europa que he visto, cómo acogen a los que vuelven a Kosovo les dan un poco de pan, porque Serbia no es muy rica, eso va a cambiar gracias a Bruselas, seguramente. Quiero decirle a Le Monde: Usted ha escrito sobre los albaneses, con razón, y sobre Vukovar, con razón, pero por una sola vez, podría usted escribir sobre la situación de los serbios de Kosovo. Una vez. Si llegaran a hacer un dossier sobre, por ejemplo, los enclaves serbios de Kosovo, verían cómo resultaba apasionante saber qué pasa ahí. ¿Por qué no lo hacen? No lo comprendo. Y me parece un crimen de periodismo. ¿Por qué no hacen un dossier de cinco páginas sobre Velika Hoca, Orahovac, Decani, Pec, Urosevac? No sé. Creo que han perdido el honor.
P.- Usted ha escrito sobre mirar la realidad desde un tercer ángulo, en su Apéndice de verano a un viaje de invierno. ¿Serviría hablar con los monjes de Decani?
R.- Sí, he conocido a los monjes de Decani y a las religiosas de Gracanica; pero hay que hablar sobre todo, yo creo, con la gente que está en Orahovac, por ejemplo, con los niños, quedarse con ellos, verdaderamente. Habría que quedarse un par de semanas, por lo menos, vivir con ellos en invierno, sin luz, sin calefacción ni agua caliente. O ir hacia el norte de Kosovo, realmente la región más bella, la más idílica. Hay 80.000 serbios que viven allí. Familias de serbios que viven en un Estado que ya no va a ser el suyo. ¿Qué van a hacer? ¿Qué crimen han cometido? He leído que desde Bruselas han dicho que ya está libre la vía para la independencia, ¡y lo dicen en tono triunfal! Pero, ¿qué es lo que está libre? Nada está libre, ¡nada!
P.- ¿Una región hecha de odio?
R.- Resulta chocante que en Kosovo -y no tengo nada contra la gente; no merece la pena- los chicos albaneses de tres y cuatro años se líen automáticamente a lanzar piedras contra los autobuses escolares que llevan inscripciones en cirílico. ¿Qué hacen los padres, los abuelos? Es el aprendizaje del odio. ¿Cómo creer en las palabras del señor Thaci sobre reconciliación? ¡Uno de los peores criminales de los Balcanes! No merecen un Estado. Puede que dentro de diez años, si verdaderamente llegan a adquirir una cultura, cultura de las almas, de la lectura, del cine; pero ahora usan la cultura solamente en favor de sus intereses, con odio. Niños que tienen automatizado ese odio aprendido. ¿Qué tipo de Estado va a ser ése? Hay poblaciones enteras en las que los serbios han sido muertos o han huido, y los albaneses han ocupado sus casas y sus tierras. Si es ése el nuevo Estado que quiere Europa, mis felicitaciones. Han quemado las pinturas y los iconos serbios, han quemado los libros. Eso destruye nuestra Europa, verdaderamente nuestra Europa. Y yo me siento europeo, lo he sido siempre.
P.- ¿Es algo paranoico pensar que a Estados Unidos le convenga una Europa débil y dividida?
R.- Hay muchas explicaciones, ¿sabe?, muchos intereses simplemente estratégicos. Tienen una gran base en Kosovo [Camp Bondsteel, construida justo después del bombardeo de la OTAN de 1999]. Son ricos, tienen armas, imponen su ley, es normal. Ni siquiera hay mala voluntad. Pero me pregunto qué van a hacer para proteger el monasterio de Decani, el más rico al sur de Europa, el más gracioso, con esas capillas. ¿Hay acaso un plan para proteger los monasterios [hay cerca de 1.300, de los que los albaneses han destruido ya un total de 150]. ¿Cómo van a proteger los enclaves serbios? ¿Dónde está la solución? Son las gentes de la OTAN los que han creado la situación actual y ahora buscan culpables fuera. Se han visto obligados a proteger a los albaneses de los serbios, realmente una minoría, durante el ataque brutal de otoño de 1999, y ahora no hacen otra cosa que ocultar su culpabilidad diciendo mentiras. Claro, ha sido Slobodan Milosevic el único culpable.
«Tengo la convicción de que Milosevic no es culpable»
Hay mucha diferencia entre el Kosovo de los enclaves serbios y el de los albaneses.
- La zona alrededor de Mitrovica y el norte de Kosovo son muy bellos, ricos, llenos de armonía. Cuando se va hacia el sur, a partir de Mitrovica, los campos están abandonados, sin cultivar, hay suciedad, todo se ha vuelto caótico, ya no se tiene conciencia de estar en Europa. Se le ha destruido por mucho tiempo. ¿Por qué ha tenido que pasar esto? Todo por unas declaraciones de Slobodan Milosevic, cuando dijo ante un millón de serbios de Kosovo: «No vais a tener que combatir más», a propósito del aniversario de la batalla del Campo de los Mirlos [1389]. Habló de que les esperaban «otras guerras, otras batallas», que nada tenían que ver con tomar las armas. Y diez años después, se han utilizado estas frases contra él y contra Serbia.
¿Ha conocido a Slobodan Milosevic?
- Sí; estuve con él en la prisión de Scheveningen. Leí un magnífico artículo sobre él, bastante irónico, de un periodista de Le Figaro que conoce bien los Balcanes, que estuvo durante la guerra, y que escribía sin animadversión contra los serbios. Un buen periodista. Yo estaba en Belgrado cuando los acuerdos de Dayton. Vi en televisión cómo Milosevic partía para Dayton, y no se volvía a las cámaras al entrar en el avión. En ese momento, sentí confianza en él. Lo que pasa es que estaba rodeado de idiotas. Pero él mismo, no sé. Tengo la íntima convicción de que él no es culpable de lo que le han acusado.
Usted ha escrito tanto y se ha complicado tanto la vida con la guerra de Yugoslavia, ¿le quedan ganas de seguir escribiendo?
- Había pensado escribir algo sobre los niños en los enclaves serbios, los niños albaneses que lanzan piedras a los autobuses serbios; sobre cómo los serbios han sido expulsados de sus pueblos que compartían con los albaneses y cuando han querido regresar han visto que ni siquiera quedan sus cementerios en pie. Ni una piedra de la tumba a la que rezar. Y regresan y se topan de pronto con miles de albaneses que se plantan ahí para impedir que vuelvan. No les pasa nada porque están protegidos; hay un sector de la policía albanesa que protege a los serbios, una policía que es casi heroica. Pero, ¿de dónde salen tantos albaneses, qué hacen?, ¿es que no trabajan? Quiero escribir también lo que vi un día en el autobús, donde iba una chica rusa, y subió un niño serbio de unos cinco años y la chica hizo un pequeño gesto, casi imperceptible para no provocar y, después de unos segundos, el niño contestó con un leve gesto para indicarle que lo había captado. De todo eso quiero escribir, sin hacer ningún tipo de interpretaciones, sólo dejar leer. Toma, esto es lo que he escrito; coge el libro y lee. Y ya está.
LA CUESTION
- ¿Cree que la izquierda está muy ligada al lenguaje de la corrección política?
- Un lenguaje que carece de interés pero que hace mucho mal al mundo, a la realidad. No me explico cómo se ha podido llegar hasta este punto. Sobre todo ha sucedido con Yugoslavia. Con la caída de Yugoslavia, la lengua buena, la que protege y vela por la justicia, ha desaparecido de las páginas de los periódicos. De vez en cuando aparece algún articulito, bastante escondido; hay que estar muy atento para poderlo encontrar. Cuando se abandonó a Serbia a su suerte, todo lo que pasó en Srebrenica, había que buscar bien en la prensa francesa para enterarse de todo. El Tribunal Internacional de La Haya abandonó a Serbia, abandonó a Slobodan Milosevic, como presidente que era de la todavía Yugoslavia. De eso nada se ha dicho. Ni siquiera puedo rebelarme, simplemente me he quedado perplejo. ¿Qué pasa con el periodismo de hoy día?
El escritor está cansado, no de las caminatas previas al 'Ensayo sobre el cansancio', sino del talento humano para automatizar respuestas servidas por el Gran Hermano de turno sin indagar más, sin hacerse preguntas. En Europa, los apóstoles de la correción política lo convirtieron en enemigo a batir por sus artículos sobre la guerra de Yugoslavia.
ELVIRA HUELBESCARGO: Escritor y licenciado en Derecho por la Universidad de Graz / CREDO: Convertido a la Iglesia Ortodoxa en 1999 / AFICIONES: Andar descalzo, pasear por la España solitaria, Las Bárdenas y la Sierra de Gredos, San Juan de la Cruz y hacer cine con su amigo Wenders / SUEÑO: «Una Europa sin fronteras, libre, que abandone el nuevo chovinismo que levanta barreras internas».
En 1995 viajó por los escenarios de las guerras de Yugoslavia porque no se fiaba de la abrumadora información unilateral. Lo contó en Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Sava, Morava y Drina o Justicia para Serbia. Desde entonces su preocupación por una prensa ecuánime le ha valido ataques y descalificaciones. Peter Handke visita a menudo los enclaves serbios de Kosovo, lugares desafectos, calificados como campos de concentración. Conoce bien a sus pobladores que viven ahora la pesadilla del abandono por parte de todos. Hace tiempo que Peter Handke anda en el combate de las acusaciones repetidas por los medios contra los serbios y que ahora voces autorizadas, como la prestigiosa The Lancet, desmienten. Hablamos en su casa de París, tras uno de sus viajes.
PREGUNTA.- La justicia francesa acaba de condenar a Ruth Valentini (Nouvel Observateur), por difamación, al atribuirle a usted frases no propias que fueron repetidas por otros medios.
RESPUESTA.- Ah, ¿lo sabe Vd.? Porque la prensa francesa no ha dicho nada absolutamente, ni Libération ni Le Monde. Ni siquiera han mencionado el juicio. Me han declarado la guerra por lo que he escrito durante años, pero de esto, nada.
P.- La banalidad del mal, según Hanna Arendt, puede llegar a ser estremecedora. Puede que Valentín ignorara mucho de lo que escribía contra usted.
R.- No, en este caso había una clara intención de hacer el mal. Resulta raro comprobar cómo Le Nouvel Observateur, que hace treinta años estaba ligado a Albert Camus -el propio director, Jean Daniel, siempre se ha enorgullecido de la amistad que les unía-, desde la guerra de Yugoslavia se ha vuelto una mala revista. Le Figaro, a veces publica algunos artículos bastante interesantes y casi objetivos. Pero en absoluto pasa eso en la prensa que se hace llamar de izquierdas.
P.- Quizá se produce un fenómeno mimético, como dice René Girard: se dice lo que hay que decir, lo que se espera que se diga según lo indicado por la corriente mayoritaria.
R.- Vale, me parece muy bien, pero me sobran las explicaciones. Ese tipo de periodistas se han acabado para mí como seres humanos.
P.- El caso es que el lenguaje de lo correcto triunfa y quien lo contraría sale trasquilado. A usted le han retirado una obra de teatro en Francia y ha tenido que renunciar al Premio Heine que le habían concedido en Alemania, por las protestas que levantó.
R.- Sí, ¡qué pena me da! [risas] Es muy triste, ¿no? No, la verdad es que no estaba preparado para eso. Cuando salió Un viaje de invierno..., hace doce años, durante casi un mes se produjo un silencio total en la prensa. Después, se lanzaron a emitir juicios utilizando unas palabras que resultaban más peligrosas que los carros de combate. Yo prefiero los carros, disparan y ya está, pero no esa hipocresía, esa mierda en que se ha convertido el periodismo. Hay una agresividad completamente oculta, en cuanto alguien le contradice la máscara cae, y una especie pre-darviniana hace su aparición.
P.- ¿La invención de cifras y la repetición de noticias no confirmadas ha hecho mucho mal en esta guerra?
R.- Una guerra terrible, muy cruel. Además ha sido una guerra oculta, se ha matado sin que se viera, se ha destruido la estructura de Serbia. La prensa ha preparado bien la guerra, es profundamente culpable. Le Monde tituló: «Los serbios han matado a sesenta mil albaneses en Kosovo», siguiendo el testimonio de Médicos sin Fronteras, que es una organización cuyos miembros se han burlado del juramento hipocrático y que, desde entonces, se me ha vuelto odiosa, detestable porque ha tomado partido [la cifra de albaneses muertos durante el bombardeo de la OTAN, de 1999, fue de 6.000]. Yo tengo gran admiración por la Francia de Georges Bernanos, de Michel de Montaigne y de Voltaire, pero esta Francia que crea una actualidad tan perjudicial es una vergüenza para Europa.
P.- De la guerra civil española siempre se habló de un millón de muertos y ahora se sabe que fue un tercio.
R.- No quiero entrar en detalles de cifras, ahora se sabe que las dadas entonces no son verdad. No quiero ser revisionista, es una tragedia y una vergüenza para los serbios que cometieron crímenes. Pero he estado muchas veces en Srebrenica, en invierno y en verano. Había un montón de pueblos alrededor de Srebrenica, todos serbios, y se sabe que el bosnio musulmán Naser Oric los destruyó y mató a su gente que había sido desmilitarizada por la OTAN. [Oric está en libertad después de pasar por el Tribunal Internacional de La Haya]. Cuando estuve en Cravica sólo vi gente llorando. Porque no fue como en Srebrenica, donde sólo murieron hombres, sino que también mujeres y niños fueron asesinados. Eso sí que es un genocidio. Pero no se ha vuelto a hablar de eso. Teniendo en cuenta que hubo fracciones de musulmanes en Bosnia que lucharon entre sí, la proporción de muertos está equilibrada, triste decirlo. Es una vergüenza trampear con los muertos. La guerra de Yugoslavia empezó en Eslovenia, en verano de 1991, hubo 62 víctimas, ni un solo esloveno; sólo soldados del Ejército nacional yugoslavo. Los paramilitares eslovenos tiraban como locos a sus blancos. Y luego hablaban de nuestra guerra de liberación; un catolicismo hipócrita.
P.- ¿Por qué se habrá elegido a Serbia como chivo expiatorio?
R.- Creo que lo ha hecho gente de izquierdas, con muy mala conciencia, personas que habían suscrito las ideas socialistas, comunistas, y para los que la Unión Soviética era el monstruo. Una vez desaparecida, lo que quedaba más cercano era el socialismo de Yugoslavia, que había encontrado una idea magnífica que funcionó bien durante mucho tiempo, pero después, cuando falló la economía las ideas ya no sirvieron. No pudieron con Rusia y les quedaba energía para hacer el mal, para pelearse -todo intelectual quiere ser un pequeño Malraux que quiere luchar por no sé qué-, así que lo único que había era Yugoslavia, de la que nadie sabía nada. Nadie. Gente que se denominaba a sí mismos «expertos en los Balcanes», auténticos criminales, descendientes de la antigua Ustacha [organización terrorista fascista croata cuyos sucesores fueron la punta de lanza de la independencia de Croacia]. Y esta unión de la ignorancia y de los autodenominados «expertos en los Balcanes» ha conducido el estado de cosas a las puertas del infierno. Y con una retórica rota y maniquea que empeora aún más la situación.
P.- El asunto de los Balcanes es muy complejo, dicen.
R.- No lo es en absoluto. Sólo hacen falta unas cuantas palabras, unas cuantas imágenes, unos instantes con los serbios, y no solamente con los ocupantes: los alemanes de la KFOR por ejemplo, gente encantadora que no hizo el menor gesto por proteger un valioso monasterio como el de Prizren, simplemente porque fueron cobardes y no cumplieron el mandato por el que están allí. Hay soldados que trabajan magníficamente, como los italianos que protegen Decani, los austriacos que rodean Velika Hoca, los suizos. Me encuentro con soldados que me respetan y me animan a continuar. Cuando se habla de los Balcanes sólo surgen prejuicios, todo está preparado así. En cuanto se ponen a escribir artículos sobre Serbia hay frases que están como plastificadas. No hay que pensar; sobre todo no hay que mirar. No se mira. Porque si se mirara, cambiaría todo.
P.- Para Vd. mirar es muy importante.
R.- Y escuchar, también. Es muy importante escuchar el ritmo de la frase, la sonoridad de la voz, la vacilación, sobre todo, el espacio intermedio entre las palabras... No sé, forma parte de mi naturaleza, si no nunca me habría hecho escritor. No hay escuela de periodismo que enseñe esto y, realmente creo que sería deseable. Siempre se me ha dicho: «Ah, tú es que eres un poeta y ése es el lenguaje que no conviene a este tipo de problemas». Pero es justo lo contrario. Porque el lenguaje del poeta o del escritor es un lenguaje que carece de método. Con la prensa, sobre todo los semanarios, sólo hay que mirar la primera frase: todo es artificial, todo está preparado de antemano. Si analizas un artículo de, por ejemplo, The New Yorker, ves que hay un método -qué digo, método sería algo- hay una receta como las de McDonalds. El lenguaje de la literatura es espontáneo y preciso al mismo tiempo. Y rítmico. Llega del corazón y del espíritu y de los ojos y del oído. Cuando se da ese lenguaje, se da un sentimiento lo más natural del mundo. Si hay sentimiento se vuelve uno poético; si no hay sentimiento, se vuelve uno periodista.
P.- Es usted duro con la prensa.
R.- Mire, cada semana Le Monde hace un dossier de cinco páginas sobre algún problema europeo. Y yo digo: ya que ustedes han hecho la guerra contra los serbios, ¿por qué no hacen una semana un dossier sobre los refugiados en Serbia? Hay un millón de ellos, completamente ocultados, les he visitado dos y tres veces, esa pobre gente, la más miserable de Europa que he visto, cómo acogen a los que vuelven a Kosovo les dan un poco de pan, porque Serbia no es muy rica, eso va a cambiar gracias a Bruselas, seguramente. Quiero decirle a Le Monde: Usted ha escrito sobre los albaneses, con razón, y sobre Vukovar, con razón, pero por una sola vez, podría usted escribir sobre la situación de los serbios de Kosovo. Una vez. Si llegaran a hacer un dossier sobre, por ejemplo, los enclaves serbios de Kosovo, verían cómo resultaba apasionante saber qué pasa ahí. ¿Por qué no lo hacen? No lo comprendo. Y me parece un crimen de periodismo. ¿Por qué no hacen un dossier de cinco páginas sobre Velika Hoca, Orahovac, Decani, Pec, Urosevac? No sé. Creo que han perdido el honor.
P.- Usted ha escrito sobre mirar la realidad desde un tercer ángulo, en su Apéndice de verano a un viaje de invierno. ¿Serviría hablar con los monjes de Decani?
R.- Sí, he conocido a los monjes de Decani y a las religiosas de Gracanica; pero hay que hablar sobre todo, yo creo, con la gente que está en Orahovac, por ejemplo, con los niños, quedarse con ellos, verdaderamente. Habría que quedarse un par de semanas, por lo menos, vivir con ellos en invierno, sin luz, sin calefacción ni agua caliente. O ir hacia el norte de Kosovo, realmente la región más bella, la más idílica. Hay 80.000 serbios que viven allí. Familias de serbios que viven en un Estado que ya no va a ser el suyo. ¿Qué van a hacer? ¿Qué crimen han cometido? He leído que desde Bruselas han dicho que ya está libre la vía para la independencia, ¡y lo dicen en tono triunfal! Pero, ¿qué es lo que está libre? Nada está libre, ¡nada!
P.- ¿Una región hecha de odio?
R.- Resulta chocante que en Kosovo -y no tengo nada contra la gente; no merece la pena- los chicos albaneses de tres y cuatro años se líen automáticamente a lanzar piedras contra los autobuses escolares que llevan inscripciones en cirílico. ¿Qué hacen los padres, los abuelos? Es el aprendizaje del odio. ¿Cómo creer en las palabras del señor Thaci sobre reconciliación? ¡Uno de los peores criminales de los Balcanes! No merecen un Estado. Puede que dentro de diez años, si verdaderamente llegan a adquirir una cultura, cultura de las almas, de la lectura, del cine; pero ahora usan la cultura solamente en favor de sus intereses, con odio. Niños que tienen automatizado ese odio aprendido. ¿Qué tipo de Estado va a ser ése? Hay poblaciones enteras en las que los serbios han sido muertos o han huido, y los albaneses han ocupado sus casas y sus tierras. Si es ése el nuevo Estado que quiere Europa, mis felicitaciones. Han quemado las pinturas y los iconos serbios, han quemado los libros. Eso destruye nuestra Europa, verdaderamente nuestra Europa. Y yo me siento europeo, lo he sido siempre.
P.- ¿Es algo paranoico pensar que a Estados Unidos le convenga una Europa débil y dividida?
R.- Hay muchas explicaciones, ¿sabe?, muchos intereses simplemente estratégicos. Tienen una gran base en Kosovo [Camp Bondsteel, construida justo después del bombardeo de la OTAN de 1999]. Son ricos, tienen armas, imponen su ley, es normal. Ni siquiera hay mala voluntad. Pero me pregunto qué van a hacer para proteger el monasterio de Decani, el más rico al sur de Europa, el más gracioso, con esas capillas. ¿Hay acaso un plan para proteger los monasterios [hay cerca de 1.300, de los que los albaneses han destruido ya un total de 150]. ¿Cómo van a proteger los enclaves serbios? ¿Dónde está la solución? Son las gentes de la OTAN los que han creado la situación actual y ahora buscan culpables fuera. Se han visto obligados a proteger a los albaneses de los serbios, realmente una minoría, durante el ataque brutal de otoño de 1999, y ahora no hacen otra cosa que ocultar su culpabilidad diciendo mentiras. Claro, ha sido Slobodan Milosevic el único culpable.
«Tengo la convicción de que Milosevic no es culpable»
Hay mucha diferencia entre el Kosovo de los enclaves serbios y el de los albaneses.
- La zona alrededor de Mitrovica y el norte de Kosovo son muy bellos, ricos, llenos de armonía. Cuando se va hacia el sur, a partir de Mitrovica, los campos están abandonados, sin cultivar, hay suciedad, todo se ha vuelto caótico, ya no se tiene conciencia de estar en Europa. Se le ha destruido por mucho tiempo. ¿Por qué ha tenido que pasar esto? Todo por unas declaraciones de Slobodan Milosevic, cuando dijo ante un millón de serbios de Kosovo: «No vais a tener que combatir más», a propósito del aniversario de la batalla del Campo de los Mirlos [1389]. Habló de que les esperaban «otras guerras, otras batallas», que nada tenían que ver con tomar las armas. Y diez años después, se han utilizado estas frases contra él y contra Serbia.
¿Ha conocido a Slobodan Milosevic?
- Sí; estuve con él en la prisión de Scheveningen. Leí un magnífico artículo sobre él, bastante irónico, de un periodista de Le Figaro que conoce bien los Balcanes, que estuvo durante la guerra, y que escribía sin animadversión contra los serbios. Un buen periodista. Yo estaba en Belgrado cuando los acuerdos de Dayton. Vi en televisión cómo Milosevic partía para Dayton, y no se volvía a las cámaras al entrar en el avión. En ese momento, sentí confianza en él. Lo que pasa es que estaba rodeado de idiotas. Pero él mismo, no sé. Tengo la íntima convicción de que él no es culpable de lo que le han acusado.
Usted ha escrito tanto y se ha complicado tanto la vida con la guerra de Yugoslavia, ¿le quedan ganas de seguir escribiendo?
- Había pensado escribir algo sobre los niños en los enclaves serbios, los niños albaneses que lanzan piedras a los autobuses serbios; sobre cómo los serbios han sido expulsados de sus pueblos que compartían con los albaneses y cuando han querido regresar han visto que ni siquiera quedan sus cementerios en pie. Ni una piedra de la tumba a la que rezar. Y regresan y se topan de pronto con miles de albaneses que se plantan ahí para impedir que vuelvan. No les pasa nada porque están protegidos; hay un sector de la policía albanesa que protege a los serbios, una policía que es casi heroica. Pero, ¿de dónde salen tantos albaneses, qué hacen?, ¿es que no trabajan? Quiero escribir también lo que vi un día en el autobús, donde iba una chica rusa, y subió un niño serbio de unos cinco años y la chica hizo un pequeño gesto, casi imperceptible para no provocar y, después de unos segundos, el niño contestó con un leve gesto para indicarle que lo había captado. De todo eso quiero escribir, sin hacer ningún tipo de interpretaciones, sólo dejar leer. Toma, esto es lo que he escrito; coge el libro y lee. Y ya está.
LA CUESTION
- ¿Cree que la izquierda está muy ligada al lenguaje de la corrección política?
- Un lenguaje que carece de interés pero que hace mucho mal al mundo, a la realidad. No me explico cómo se ha podido llegar hasta este punto. Sobre todo ha sucedido con Yugoslavia. Con la caída de Yugoslavia, la lengua buena, la que protege y vela por la justicia, ha desaparecido de las páginas de los periódicos. De vez en cuando aparece algún articulito, bastante escondido; hay que estar muy atento para poderlo encontrar. Cuando se abandonó a Serbia a su suerte, todo lo que pasó en Srebrenica, había que buscar bien en la prensa francesa para enterarse de todo. El Tribunal Internacional de La Haya abandonó a Serbia, abandonó a Slobodan Milosevic, como presidente que era de la todavía Yugoslavia. De eso nada se ha dicho. Ni siquiera puedo rebelarme, simplemente me he quedado perplejo. ¿Qué pasa con el periodismo de hoy día?
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