Los sociólogos dicen que es imposible hacer que los rusos salgan a la calle, de hecho es uno de los países, si podemos llamarlo así, occidentales en el que menos manifestaciones hay, y cuando estás se producen no se contarán más de cien o doscientas personas.
Más hay algo que sí que es capaz de mover a cientos de miles de personas a la calle en un torrente constante, a lo largo de kilómetros, con lluvia, nieve o heladas: las Santas Reliquias y los Iconos milagrosos, lo que en ruso se denomina “Svyatyni” un fenómeno que ha sido olvidado en gran parte en Occidente, dominado por un fe errónea y un cristianismo carente de gracia pero que sigue muy vivo en el pueblo ruso al igual que en otros países ortodoxos como por ejemplo Rumanía y en menos medida en Grecia cada vez más occidentalizado, por desgracia.
En estos días estas manifestaciones religiosas se han producido a lo largo y ancho de la tierra Rusa. Millones de personas, y no es una hipérbole o metáfora, sino un dato real, han salido a la calle en unos actos sin precedentes en toda la historia de la Ortodoxia. El motivo no ha sido ni la llegada de un político, ni la de una superestrella del celuloide, ni un actor o deportista de fama. El causante de tal movimiento de masas nunca visto antes en el país ha sido el Cinturón de la Madre de Dios, una de las reliquias más sagradas del Monte Athos y que es guardad en el santo Monasterio de Vatopedi y que por primera vez salía de Grecia.
Salí el cinturón de la Madre de Dios con gran honor, escoltado por seis monjes de Vatopedi. En San Petersburgo fue recibido y venerado por el primer ministro Vladimir Putin. Se calcula que más de un millón de personas pasaron a venerar la Santa Reliquia que fue expuesta a la veneración durante tres días y noches. Los fieles esperaron bajo la lluvia una media de entre doce y catorce horas para venerar el santo relicario que contiene la faja tejida con lana de camello por la misma Madre de Dios para su uso y que a pesar de los siglos permanece incorruptible.
Y así podríamos seguir enumerando ciudades por las que ha pasado este inapreciable tesoro. En Ekaterimburgo una procesión de veinte mil personas acompañó a la reliquia a la Catedral Metropolitana, pasando posteriormente ante ella más de cuatrocientas mil personas. Ciento cincuenta mil fueron las que la veneraron en Krasnoyarsk. Cientos de miles han sido los que la han venerado desde el Círculo Polar Ártico hasta Volgogrado y Stavropol en el sur donde estrá en los próximos días.
Muchos de los que se acercan a venerarla son mujeres ya que es una ocasión irrepetible para venerarlo ya que no pueden acceder al Jardín de la Panaghía. Muchas lo hacen con lágrimas en los ojos y gran fe y esperanza en el corazón suplicando el hijo que no pueden concebir. Recorren los peregrinos en ocasiones cientos de kilómetros teniendo que esperar horas para poder venerarla un momento que llena de gozo espiritual el alma en una experiencia irrepetible. Las colas son interminables bajo la lluvia, de noche a la interperie más sólo se escuchan oraciones, el canto de los acatistos a la Madre de Dios, no hay impaciencia ni malas palabras, ni discusiones amargas. Como decía un comentarista estos días de la televisión rusa: “parece que toda la ciudad sea una gran iglesia”.
¿Y en Occidente? Fue robada la cabeza de san Juan Bautista de Constantinopla y la catedral de Amiens, que es donde está ese gran tesoro espiritual permanece vacía, fría, muerta en su inútil belleza. Igualmente fue robada la Corona de Espinas de nuestro Señor y cuando los primeros viernes de cada mes es expuesta en Notre dame de París son apenas unos pocos los que se acercan a venerarla.
Un amigo que visitó Tierra santa hace dos años me contaba que estando en la gruta de la natividad en Belén, entró un grupo de peregrinos-turistas americanos protestantes, todos vestidos con la misma camiseta, con los pines acreditativos con un lema cristiano. Hablaban en voz alta, reían, tomaban fotos e incluso una pareja se sentó junto a la estrella para fotografiarse. Al poco tiempo entraron un grupo de peregrinos rumanos, que seguramente también harán turismo durante su peregrinación, las mujeres llevaban cubierta la cabeza, encendieron velas, se arrodillaron ante la estrella que marca el nacimiento del Salvador de los hombres, y juntos siguieron el canto del tropario de Navidad entonado por el preot que iba con ellos. ¡Qué diferencia de actitud, que no es más que la expresión de la vivencia interior! Seguramente los protestantes conocerán mejor la Biblia, serán más cultos, tendrán más dinero, pero no tienen ni idea de lo que es un lugar sagrado, no sienten la gracia que emana de él, no están conectados a la fuente de esa gracia que es Cristo.
Hoy en día muchos son los que quieren peregrinar a estos lugares donde se veneran tantas reliquias que han sobrevivido a guerras y revoluciones en occidente, la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma, la de Santiago en España, el Cáliz de la Cena en Valencia, también en España, el Mandilion en la ciudad italiana de Turín…. Más no es bueno ni aconsejable que se haga por mucho que nos duela. Decía un Padre de la Santa Montaña que no tienen gracia al encontrarse en las parasinagogas de los papistas que se alegran de poder quitarles a algunas el polvo después de estar olvidadas desde hace décadas en los armarios de sus sacristías.
¿Alguien quiere venerar las Reliquias de los santos Pedro y Pablo? Haga pintar un icono en un monasterio según los cánones de la Santa Iglesia, que el sacerdote lo bendiga y que esté cuarenta días en el santuario y luego que lo ponga a la veneración de los fieles en su parroquia y sentirá como la gracia de Dios se derrama abundantemente sobre aquellos que con fe lo veneren, pero por favor, que no se le ocurra ir a la Gran Babilonia del Anticristo.
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