sábado, 31 de diciembre de 2011

POR QUÉ ESTE AÑO NO HAY ÁRBOL DE NAVIDAD EN LA PARROQUIA

Cada año las fiestas de Navidad se presentan en nuestras sociedades occidentales como una fiesta de guirnaldas llenas de luces, de adornos multicolores y músicas estridentes presididas por un payaso vestido de rojo y un omnipresente árbol de hoja perenne lleno de luces, bolas lazos y espumillones que se ponen en tiendas y centros comerciales casi a comienzos de noviembre como un reclamo al gasto superfluo y compulsivo. Todo esto está presente hasta que pasa el 25 de diciembre y entonces se ve arrinconado por los carteles de las rebajas que vuelven a llamar a los incautos a gastarse el dinero que no gastaron en los días anteriores.

Sin embargo para un ortodoxo los días que van desde la fiesta de San Felipe el 14 de noviembre al 25 de diciembre han de ser días de ayuno y oración, de preparación para el sagrado acontecimiento del nacimiento de Cristo, Dios y Hombre.

Por desgracia, nada esto es importante en esos días y no hablo ya de los países católicos o protestantes, sino también de los ortodoxos ya que las redes comerciales globalizadas hacen que tanto en un centro comercial de España, en uno de Estados Unidos o en uno de Rumanía; en las televisiones de Rusia, de Alemania, de Italia, se presente una imagen distorsionada de la Navidad y de su verdadero mensaje más si cabe cuando la emigración ha repartido a los ortodoxos por toda Europa. La conclusión es que la Navidad, de ser un acontecimiento religioso y salvador se ha convertido en un vulgar objeto de consumo con el cual intentamos mostrar a los demás lo que podemos gastar y lo que tenemos aunque no lo tengamos.

Siendo la Navidad un objeto de consumo tiene su márquetin muy bien estudiado y en él se recurre a ideas sacadas de la tradición como si el volver a casa por Navidad tuviese que ver con el comprar una determinada marca de turrón y no con la celebración del Nacimiento de Cristo.

La verdadera Navidad queda pues encerrada entre las paredes de la Iglesia. El canto de las catavasias de la Navidad que desde el domingo anterior de San Felipe comienzan ya a anunciar la inminencia de la fiesta y que son el origen de que los villancicos se canten ya desde estas fiestas como respuesta popular unida a la tradición litúrgica, los oficios divinos, la gente que acude a confesarse, a tomar la comunión en medio de una atmósfera que nada tiene que ver con la que se vive fuera en las calles de nuestras ciudades.

Mientras en la Europa cristiana era San Nicolás, los Magos de Oriente o San Basilio los que traían los regalos a los niños por su relación con su caridad San Basilio y San Nicolás y su protagonismo como portadores de presentes al Niño Dios, los Magos de Oriente, tanto el ateísmo ilustrado y el consumismo americano, como el comunismo en el Este fueron sustituyendo a éstos santos personajes navideños por una suerte de personajes busrlescos, caricaturas en su mayor parte de San Nicolás, llamados Papá Noel, Viejo de Invierno, Abuelo Navidad, etc. Y hasta los herejes protestantes no soportando ver a Santa Klaus, o sea, San Nicolás vestido con sus ornamentos episcopales, lo disfrazaron primero de duende vestido de verde terminándolo de metamorfosear la Coca-Cola en el gordo borracho de nariz colorada que hoy conocemos.

Y junto a estos cambios se ha ido sustituyendo el pesebre italiano, el Niño Jesús de la Europa Central y del Norte, el Belén español y el icono de la Santa Navidad ortodoxo por ese otro invento protestante, utilizado para adornar sus parasinagogas iconoclastas después de la reforma de Lutero y que tomaron de las tradiciones y cultos paganos. Este árbol ha ido poco a poco ganando espacio, trasladando y suplantando todo símbolo cristiano dentro de la Navidad y haciéndose omnipresente en casas, calles, plazas, tiendas, centros comerciales y…. en las Iglesias.

Dejando de lado las encuestas y estudios realizados en países occidentales y centrándonos en los países de mayoría ortodoxa, especialmente en los realizados en Rumanía y tomando como base los que ha hecho el IRES (Instituto de Evaluación y estrategia de Rumanía) podemos ver datos muy interesantes: el 84% de los encuestados aprecia las tradiciones rumanas de Navidad de entre ellas la más importante es el canto de los Colindae con un 48%. No está mal, incluso la famosa comida de Navidad era considerada como algo importante por el 11%. Más ahora vienen los datos preocupantes el 82% considera la Navidad como la fiesta rumana más plena en tradiciones, el 80,4% la considera como la fiesta más hermosa y el 70,8 % piensa que la navidad es la fiesta más importante del año.

La única fiesta del año para los cristianos es la SANTA PASCUA DE RESURRECCIÓN de la que derivan todas las demás fiestas y no hay mayor esplendor en ninguna otra a lo largo del año. Si un cristiano ortodoxo considera la Navidad, más hermosa o más importante que la Santa Pascua, algo va mal, muy mal.

Quizás nuestras iglesias se hayan paganizado también y se hayan dejado influir por ese tufillo que entra desde las calles de nuestras ciudades, se adornen con profusión de árboles de Navidad y guirnaldas y el centro de la fiesta deje de ser el Icono del Nacimiento de Cristo sustituido en ocasiones por relamidas estampas fantasiosas de una supuesta familia inventada por la desbordante imaginación de los pintores occidentales.

Recuperemos nuestras auténticas tradiciones, que el centro auténtico de estos días sea la celebración de la Santa Liturgia del día de Navidad, con su vigilia solemne, que el fin último no sea el desear comer el tocino, los sermales, el cerdo o el pavo, sino participar en la comunión con el Cuerpo y la sangre de Cristo. Compartamos en estos días no gastando innecesariamente en cosas superfluas mientras sabemos que hay gente que está en paro y pasa necesidad. Y que el centro de nuestras casas esté estos días ocupado por el icono que nos muestra el misterio del Dios infinito, eterno, inmensurable, hecho Niño en Belén para nuestra salvación.

2 comentarios:

JDavidM dijo...

Tristemente, esa es la tendencia, Padre. Para mí, recién convertido (mejor dicho, recién "retornado" al camino correcto), también fue una desagradable sorpresa el observar cómo en los países de tradición ortodoxa ya esa contaminación hizo de las suyas.

Sarut mana! Que Dios le dé un año lleno de bendiciones!

Anónimo dijo...

Como católico, no puedo dejar de decir que estoy plenamente de acuerdo con el análisis de la situación.