Las velas pueden ser un modelo espiritual para nosotros
según nos dice san Simeón de Tesalónica.
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Las velas están hechas de cera pura de abeja, de
cera purificada de toda impureza por lo que nuestros corazones han de estar
purificados.
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La cera es maleable, no rígida como la parafina.
Las velas de cera pura las podemos doblar, así nuestras almas han de ser
maleables para que se conviertan y fortalezcan con las enseñanzas del Santo
Evangelio.
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Así como la cera se elabora del polen de las
flores y tiene una fragancia dulce, así nuestras almas deben tener el buen olor
de la fragancia divina.
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A medida de que la vela se va consumiendo, se
funde y alimenta la cera la llama, así tenemos que luchar ascéticamente para
obtener la unión con Dios.
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Así como la llama de la vela ilumina la
oscuridad, brille la luz de Cristo en nuestros corazones delante de los hombres
para glorificar el nombre de Dios.
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Así como la vela ofrece su propia luz para
iluminar las tinieblas del hombre, así las virtudes de la fe, la esperanza y la
caridad han de iluminar la vida del cristiano.
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Como la cera se derrite, así hemos de
derretirnos en el amor a nuestro prójimo.
Roguemos para que la luz de Cristo brille en nosotros.
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