viernes, 2 de julio de 2021

SILENCIO



Todos nosotros hoy, monjes y laicos, solteros o casados, tenemos un gran problema: la inquietud. No podemos encontrar paz y tranquilidad en nuestras almas. Todos estamos agobiados por muchas preocupaciones. A medida que se desarrollan nuevas tecnologías, la cantidad de preocupaciones y problemas aumenta, aunque parece que debería ser al revés… ¿Por qué sucede de esta manera? De hecho, el hombre encuentra la paz solo en la Verdad. La tecnología no puede darle descanso a un hombre, porque le facilita la vida solo al cuerpo. Pero el hombre no es solo un cuerpo: tiene cuerpo y alma.
Por eso debemos encontrar la manera de dar descanso tanto al cuerpo como al alma. Hay una paradoja en la Iglesia: cuando el cuerpo se cansa por amor a Cristo o por amor al prójimo, los pobres o los enfermos, los que necesitan ayuda, entonces, a pesar de la fatiga física, una paz maravillosa se instala en el alma y luego este descanso se transmite del alma al cuerpo, dándole nueva fuerza para actuar. Este sentimiento era maravillosamente familiar para los santos: paz, descanso, gracia y gran gozo. Pero para lograr la paz espiritual, tienes que esforzarte. Se necesita esfuerzo para adquirir la gracia divina. Debemos amar trabajar por amor a Dios y por el beneficio de los demás.
Tenemos que tomarnos un tiempo para estar en silencio. Por supuesto, no podemos estar en el desierto las veinticuatro horas del día, como San Antonio el Grande, pero sería bueno si pudiéramos estar en silencio durante al menos una hora, especialmente por la noche, antes de dormir, en vez de estar con el móvil, la tv o el ordenador hasta el momento de acostarte. Dedica parte de la noche a la vigilia, prívate de un poco de sueño y entonces encontrarás vitalidad de espíritu; tu mente se aclarará. Y nos volveremos al menos un poco como San Antonio el Grande, San Juan el Precursor, Moisés y el Profeta Elías. Y Cristo mismo y la Santísima Madre de Dios nos ayudarán, como ayudaron a todos los santos antes mencionados. ¿Qué une a todos estos santos? Todos tenían un deseo común: adquirir energía Divina: la gracia del Espíritu Santo.
El silencio sagrado, el desapego, la oración y el ayuno no eran fines en sí mismos para ellos, sino medios para alcanzar un fin. No estaban apegados a todo esto. Lo mismo ocurre con la lectura del Salterio. No es un fin, sino un medio. ¿Y cuál es nuestro objetivo final? Nuestro objetivo es alcanzar la pureza de corazón: crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí (Sal. 50:12).

Que Dios nos conceda tener esta buena y noble meta. Y para tener metas tan grandes, necesitamos grandes modelos a seguir. Por favor, leer la vida de los santos si deseáis vivir una vida espiritual, para que el deseo de silencio sagrado, el deseo de desapego, el deseo de oración, el deseo de santidad puedan nacer en vuestros corazones. De lo contrario, llegaremos a la vejez y heredaremos no la santidad, sino la corrupción.
Teniendo delante de nosotros la época vacacional ¿Quieres ser moderno y seguir la moda? Deja la ciudad. Encuentra un pueblo tranquilo donde puedas descansar del ajetreo y el bullicio de la ciudad. Pero no te lleves el ruido de la ciudad al campo, de lo contrario tu tranquilidad se verá perturbada. Al estar en la naturaleza, fuera de la ciudad, podemos disfrutar de la paz y la tranquilidad, especialmente de noche.
Utiliza las horas de silencio correctamente, para estudiar la Sagrada Escritura, para la oración y para la comunión con la Santísima Trinidad, la Madre de Dios y los santos. Lee el Salterio, porque en él encontrarás una fuente de lágrimas que purificará tu corazón y a la vez, una fuente de alegría.

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