lunes, 31 de mayo de 2010

De lo sagrado a lo mundano


En medio de una sociedad en la que cada vez se desprecian más los valores cristianos en pro de un supuesto laicismo. En los que se abandona todo aquello que tenga que ver con los buenos usos y costumbres que surgen de la aceptación de los valores que emanan de Evangelio y que han sido los pilares sobre los que se han construido las sociedades occidentales, el cristiano ortodoxo que vive inmerso en estas sociedades contempla como su forma de vida y fe, como su respuesta a la llamada a la santidad que nos hace el Señor, precisamente porque Él es Santo, perturba y causa el rechazo de aquellos que reniegan y se apartan de lo que para él es el centro de su vida.

El idioma que se habla hoy en las calles, en los medios de comunicación, en las escuelas en la política… es duro y contrario al lenguaje de cristiano fiel y se hace más duro y contario cuando es precisamente la vida del cristiano la que denuncia el vacío y sin sentido de los que rechazan a Cristo Dios.

Te interpelan sin poner sobre la mesa sus vidas pecadoras y desquiciadas; te acusan de fanatismo religioso sin dejar lugar a la defensa; les desquicia el cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios y el cumplimiento de las tradiciones de la Iglesia. Su ataque se basa en juzgar, criticar, desacreditar y despreciar.

Muchos cristianos ortodoxos que por diversos motivos viven fuera de sus países de origen poco a poco se van apartando del modo de vida tradicional que surge de la fe que profesan y van adaptándose a estas formas de vida sin Dios, sin voluntad, sin criterio. Entran en la dinámica de los que quieren crear personas a las que sólo les interese satisfacer sus necesidades primarias, sin ninguna preocupación espiritual, sin esperanza en la vida eterna.

Y no sólo es algo que llega a los fieles, sino que por desgracia también contagia a los pastores que se dejan influir por esa mentalidad fácil y llevadera, por la forma de vida mundana, que busca la cooperación y el apoyo social, que evita la disgregación pero que degrada su misión espiritual y los separa de las personas sencillas y fieles. Pastores mas mundanos que la propia laicidad que los rodea, que reniegan de la Tradición de la Iglesia. Que ven en su sotana una dignidad y no un ministerio, profesionales de la religión y no servidores del Altísimo.

“Sed santos, como yo soy Santo” Esta es la invitación del Señor y eso es lo que hemos celebrado este domingo después de la fiesta del Divino Pentecostés. No sólo es la celebración de aquellos que ya alcanzaron la santidad, sino también la confesión de fe en que nuestra iglesia Ortodoxa es Santa y que cada uno de sus miembros está llamado a la santidad.

Santidad que sólo es posible por medio del injerto que se realizó en nosotros por medio del Santo Bautismo y que por medio de la gracia increada hace que por nuestras venas espirituales corra el río vivificante del Espíritu Santo. Santidad que ha de ser vivida en la Iglesia, que ha de ser confesada con nuestras vidas, dando testimonio del Dios Trinidad: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

Y hoy como en todos los tiempos es necesaria esa confesión de fe que nos hace ir contra corriente, dando testimonio ante el mundo de la Luz Verdadera que derribará a los demonios que azotan nuestra sociedad actual y que por desgracia no son tan distintos de los que fueron vencidos con las sangre de los mártires en otras épocas de la Historia.

El mundo, los hombres que nos rodean necesitan de auténticos cristianos santos, de Obispos, sacerdotes y laicos que con sus vidas den testimonio ante los hombres de la fe que profesan.

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