domingo, 21 de noviembre de 2010

Homilia sobre la Fiesta de la Entrada de la Purísima Señora Theotokos en el Santísimo por San Gregorio Palamas, Arzobispo de Tesalónica

¿Si un árbol se conoce por su fruto, y un buen árbol da buenos frutos (Mateo 7:17; Lc 6:44), entonces no es la Madre de la Misma Bondad, la que llevaba la Belleza Eterna, incomparablemente más excelente que todo bien, sea en este mundo o en el mundo de lo alto? Por esto, la co-eterna e idéntica Imagen de la bondad, Pre-eternal, transcendiendo todo ser, Aquel que es el pre-existente y el buena Verbo del Padre, movido por su amor indecible por la humanidad y por la compasión por nosotros, tomo nuestro imagen, para que pudiera reclamar para sí nuestra naturaleza, que había sido arrastrado al fondo del Hades, con el fin de renovar esta naturaleza corrupta y elevarla a las alturas de los cielos. Con este fin, El tuvo que asumir una carne que era a la vez nueva y la nuestra, para que nos reformara desde fuera de nosotros mismos. Ahora Él encuentra una Sierva perfectamente digna para estas exigencias, la proveedora de su propia naturaleza intacta, la Siempre Virgen alabada ahora por nosotros, y cuya entrada milagrosa en el Templo, en el Santo de los Santos, que ahora la celebramos. Dios La predestinó antes de los siglos para la salvación y la reclamación de nosotros. Fue elegida, no exactamente de la multitud, pero de los rangos de elegidos de todos los tiempos, famosos por su piedad y comprensión, y por sus palabras y hechos agradables a Dios.

Al principio, hubo uno que se levanto contra nosotros: el autor del mal, la serpiente, que nos arrastro hacia el abismo. Hay muchas razones que lo impulsó a levantarse contra nosotros, y hay muchas maneras en que esclavizó nuestra naturaleza: la envidia, la rivalidad, el odio, la injusticia, la traición, la astucia, etc. Además de todo esto, también tiene dentro de sí el poder de traer la muerte, que él mismo engendró, siendo el primero en caer fuera de la verdadera vida.

El autor del mal estaba celoso de Adán, cuando lo vio llevado de la tierra al cielo, desde donde el fue justamente tumbado. Lleno de envidia, se asalto a Adán con una ferocidad terrible, e incluso quiso vestirlo con el vestido de la muerte. La envidia no es sólo la que engendra el odio, sino también el asesinato, que esta serpiente realmente odiando al hombre la inculco en nosotros. Porque él quería ser el dueño del creado-de-la-tierra, para arruinar a el que fue creado como imagen y semejanza de Dios. Como no se atrevía a hacer un ataque cara a cara, recurrió a la astucia y al engaño. Este verdaderamente terrible y maligno mentiroso pretendía ser un amigo y útil consejero, asumiendo la forma física de una serpiente, y furtivamente tomó su posición. Por su consejo contrario a Dios, infundo en el hombre su propio poder llevador de la muerte, como un fuerte veneno.

Si Adán hubiera sido lo suficientemente fuerte para guardar el mandamiento divino, entonces se hubiera demostrado como vencedor de su enemigo, y hubiera resistido el ataque mortal. Pero desde que se dio voluntariamente al pecado, fue derrotado y se hizo un pecador. Como el es la raíz de nuestra raza, el nos ha creado como ramos portadores de la muerte. Entonces, fue necesario para nosotros, si el tuviera que luchar contra su derrota y proclamar la victoria, para librarse del fuerte venenoso dador de la muerte en su alma y cuerpo, y para absorber la vida eterna y la vida indestructible.

Era necesario para nosotros tener una nueva raíz de nuestra raza, un nuevo Adán, no sólo uno Quién fuera libre de pecado e invencible, pero que también fuera capaz de perdonar los pecados y liberar del castigo los sujetados. Y no sólo que El tuviera la vida en sí mismo, sino también la capacidad de restaurar a la vida, para que la pudiera conceder a los que se uniera a él y se relacionara con él, otorgando tanto la vida y el perdón de sus pecados, restaurando a la vida no sólo a aquellos que vinieron después de él, sino también aquellos que ya habían muerto antes que él. Por lo tanto, San Pablo, el gran portavoz del Espíritu Santo, exclama, "Fue hecho el primer hombre Adán en ánima viviente; el postrer Adán en espíritu vivificante. "(1 Cor. 15:45).

Exceptuando a Dios, no hay nadie que sea sin pecado, o el creador de la vida, o capaz de remitir el pecado. Por eso, el nuevo Adán no sólo debe ser hombre, sino Dios. Él es al mismo tiempo la misma vida, la sabiduría, la verdad, el amor y la misericordia, y toda otra cosa buena, para que Él pueda renovar el viejo Adán y restaurar su vida a través de la misericordia, la sabiduría y la rectitud. Estos son los opuestos de las cosas que el autor del mal los utiliza para llevarnos a nuestra vejez y muerte.
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Como el asesino de la humanidad se levanto en contra de nosotros con la envidia y el odio, así la Fuente de la vida fue levantado [en la cruz], debido a su inconmensurable bondad y al amor por la humanidad. Él desea intensamente la salvación de su criatura, es decir, que su criatura sería restaurada por él mismo. En contraste con esto, el autor del mal quería traer la criatura de Dios a la ruina, y por esto puso la humanidad bajo su propio poder para afligirnos con tiranía. Y así como él logró la conquista y la caída de la humanidad por medio de la injusticia y de la astucia, del engaño y de trampas, así que el Libertador ha provocado la derrota del autor del mal, y la restauración de Su propia criatura por intermedio de la verdad, de la justicia y de la sabiduría.

Fue un hecho de justicia perfecta que nuestra naturaleza, que fue esclavizada voluntariamente y derrotada, debería entrar de nuevo a la lucha por la victoria y deshacerse de su esclavitud voluntaria. Por lo tanto, Dios acepto recibir nuestra naturaleza, hipostáticamente unirse con ella de una manera maravillosa. Pero era imposible unir la Naturaleza Mas Alta, cuya pureza es incomprensible para la razón humana, a una naturaleza de pecado antes de haber sido purificada. Por lo tanto, para la concepción y el nacimiento del Dador de la pureza, era necesario una perfectamente impecable y Purísima Virgen.

Hoy nosotros celebramos la memoria de las cosas que han contribuido, aunque sea solo una vez, a la Encarnación. Aquel que es Dios por naturaleza, el co-sin-principio y Coeterno Verbo y el Hijo del Padre Trascendente, se convierte en el Hijo del Hombre, el Hijo de la Siempre Virgen. "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos."(Hebreos 13:8), inmutable en su divinidad y sin mancha en su humanidad, Él solo, como el profeta Isaías profetizó," " nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca"(Isaías 53: 9). Solamente Él en maldad no ha sido formado, ni fue concebido en pecado, en contraste con lo que el profeta David dice acerca de sí mismo y de todos los demás hombres (Sal 50/51). Hasta en lo que Él ha asumido, él es  perfectamente puro y no tiene necesidad de ser purificado El mismo. Pero por nosotros, Él aceptó la purificación, el sufrimiento, muerte y resurrección, para que Él pueda transmitir a nosotros.

Dios nace de la Virgen Santa y sin mancha, o mejor dicho, de la Purísima y Santísima Virgen.  Ella está por encima de toda la contaminación de la carne, e incluso por encima de todo pensamiento impuro. Su concepción no es causa del deseo carnal, sino por la sombra del Santísimo Espíritu. Tal deseo estando totalmente ajeno a ella, a través de la oración y de la preparación espiritual Ella declaró al ángel: " He aquí la sierva del Señor; hágase á mí conforme á tu palabra. " (Lucas 1,38), y Ella concibió y dio a luz. Así, con el fin de hacer la Virgen digna de este sublime propósito, Dios escogió esta siempre virgen Hija, ahora alabada por nosotros, antes de los siglos, y desde la eternidad, escogiéndola de entre Sus elegidos.


Vamos entonces a volver nuestra atención, a donde comenzó esta elección. De los hijos de Adán, Dios escogió al maravilloso Seth, que se mostró viviendo como en el cielo a través de su comportamiento, y a través de la belleza de sus virtudes. Es por eso que el fue elegido, y de quien la Virgen florecerá como la divinamente digna carroza de Dios. Ella era necesaria para dar a luz y para llamar a los nacidos en la tierra al ahijado celestial. Por este motivo también todos los del linaje de Seth fueron llamados "hijos de Dios", "porque a de este linaje de un hijo del hombre nacerá el Hijo de Dios. El nombre de Seth significa un levantar o una resurrección, o más específicamente, significa el Señor, que promete y da la vida inmortal a todos los que creen en Él.

Y con que exactitud precisa es este paralelismo! Seth nació de Eva, como ella misma dijo, en lugar de Abel, a quien Caín mató por celos (Génesis 4:25), y Cristo, el Hijo de la Virgen, nació para nosotros en lugar de Adán, a quien el autor del mal también mató por celos. Pero Seth no resucito a Abel, ya que él era sólo un prototipo de la resurrección. Pero nuestro Señor Jesucristo resucito a Adán, ya que Él es la verdadera Vida y la Resurrección de los nacidos en la tierra, por cuya causa a los descendientes de Seth se les otorga la adopción divina a través de la esperanza, y son llamados hijos de Dios. Fue a causa de esta esperanza que estaban llamados hijos de Dios, como es evidente por el que primero se llamó así, el sucesor en la elección. Este fue Enós, el hijo de Seth, que como Moisés escribió, entonces los hombres comenzaron á llamarse del Nombre del Señor (Gén. 4:26).

De esta manera, la elección de la futura Madre de Dios, comenzando con los primeros hijos de Adán y siguiendo en el tiempo a través de todas las generaciones, a través de la Providencia de Dios, pasa al Profeta-rey David y a los sucesores de su reino y linaje. Cuando el momento elegido había llegado, a continuación, de la casa y la posteridad de David, Joaquín y Ana son elegidos por Dios. A pesar de que no tenían hijos, eran por su vida virtuosa y buena disposición los mejores de todos los descendientes del linaje de David. Y cuando en la oración le rogaban a Dios que los libere de su falta de hijos, y prometieron dedicar su hijo a Dios desde su infancia. Por el mismo Dios, la Madre de Dios fue proclamada y dada a ellos como una niña, para que a partir de unos padres tan virtuosos resultara una niña de todas las virtudes. Así que de esta manera, la castidad se unió a la oración y se convirtió en realidad por intermedio del nacimiento de la Madre de la virginidad, que dio a luz en la carne a Aquel que nació de Dios Padre antes de los siglos.

Ahora, cuando el Justo Joaquín y Ana vio que se había concedido su deseo, y que la promesa divina se realizó, en su vez, como los verdaderos amantes de Dios, se apresuraron a cumplir su promesa dada a Dios inmediatamente que la niña había sido destetada de la leche. Ahora han llevado esta verdaderamente santificada niña de Dios, ya la Madre de Dios, esta Virgen en el Templo de Dios. Y Ella, llena de dones divinos, incluso a una edad tan pequeña, ... Ella, más que otros, determino lo qué se hacia con ella. En su forma Ella reveló que ella no era tanto presentada en el templo, sino que ella misma entró en el servicio de Dios por su propia voluntad, como si tuviera alas, tratando de alcanzar este amor sagrado y divino. Se consideró conveniente y apropiado para entrar en el templo y habitar en el Santísimo.

Por esto, el Sumo Sacerdote viendo que esta niña, más que nadie, tenía la gracia divina en si, deseaba llevarla dentro del Lugar Santísimo. Él convenció a todos los presentes para recibir a esto, ya que Dios lo había avanzado y aprobado. A través de Su ángel, Dios ayudó a la Virgen y le envió alimentos místicos, con lo que Ella fortaleció su naturaleza, mientras que en el cuerpo Ella fue llevada a la madurez y se hizo más pura y más exaltada que los ángeles, teniendo a los espíritus celestiales como siervos. Ella fue llevada al Santísimo no sólo una vez, pero fue aceptada por Dios para vivir allí con Él durante Su juventud, para que a través de ella, las moradas celestiales puedan abrirse y otorgar la morada eterna a los que creen en Su milagroso nacimiento.

Así que, y por esta razón Ella, desde el principio de los tiempos, fue elegida de entre los elegidos. La que se manifiesta como el Santísimo, La que tiene un cuerpo aún más puro que los espíritus purificados por virtud, es capaz de recibir... el Verbo hipostático del Padre Sin principio. Hoy la Siempre Virgen María, como un tesoro de Dios, se guarda en el Santísimo, para que a su debido tiempo, (como más tarde sucedió) Ella serviría para el enriquecimiento y un adorno para todo el mundo. Por lo tanto, Cristo Dios también glorifica a Su Madre, tanto antes del nacimiento, como también después de Su nacimiento.

Nosotros que entendemos que la salvación empezó para nosotros a través de la Santísima Virgen, le damos gracias y la alabanza de acuerdo a nuestra capacidad. Y en verdad, si la mujer agradecida (de los cuales el Evangelio nos dice), después de escuchar las palabras salvíficas del Señor, bendijo y agradeció a Su Madre, alzando la voz por encima del ruido de la multitud y dijo a Cristo, "Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste. "(Lucas 11:27), entonces nosotros los que tenemos las palabras de la vida eterna escritas para nosotros, y no sólo palabras, sino también los milagros y la Pasión, y la elevación de nuestra naturaleza desde la muerte, y su ascensión desde la tierra al cielo, y la promesa de la vida inmortal y la salvación infalible, ¿cómo no vamos a cantar himnos sin cesar y glorificar a la Madre del Autor de nuestra Salvación y el Dador de la Vida, celebrando Su concepción y nacimiento, y ahora Su Entrada en el Santísimo?

Ahora, hermanos, vamos a mudarnos desde lo terrenal a lo celestial. Vamos a cambiar nuestro camino de la carne al espíritu. Cambiemos nuestro deseo de las cosas temporales a las que perduran. Vamos a despreciar a los placeres carnales, que sirven como atracciones para el alma y pronto pasarán. Deseemos dones espirituales, que se quedan sin disminuirse. Volvamos nuestra razón y nuestra atención de las preocupaciones terrenales y elevarlas a los lugares inaccesibles de los Cielos, al Santísimo, donde la Madre de Dios ahora reside.

Así que de esta forma, nuestras canciones y oraciones ante Ella serán aceptadas, y a través de su intercesión, seremos herederos de las bendiciones venideras, por intermedio de la gracia y del amor para la humanidad de Aquel Que nació de Ella para nuestro bien, nuestro Señor Jesucristo, a quien sea gloria y honor y adoración, junto con Su Padre sin proncipio y Su Coeterno y vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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