viernes, 19 de octubre de 2007

21 de octubre: 6° Domingo de Lucas

En la lectura evangélica de hoy, Cristo se presenta como libertador de las potestades demoníacas, que retienen al ser humano cautivo y lo tienen totalmente dominado. A este acto benéfico de Dios observamos la respuesta del endemoniado que fue liberado. Después de su encuentro con el libertador y salvador Cristo, se transforma radicalmente, el desnudo se viste, el hombre alocado se presenta ahora cuerdo. El hombre antisocial, que vivía en los sepulcros y en los desiertos, se encuentra ahora comunicado con sus semejantes. En el lugar de la agresividad y de la manía destructora que mostraba, se dirige a sus amigos y conocidos y les cuenta de su milagrosa curación. De esta manera se destaca la sociabilidad del ser humano y en especial del cristiano. La sociabilidad es una característica esencial de la naturaleza humana. Es cierto que otros seres vivos presentan cierta sociabilidad, pero esta se diferencia cualitativamente de la sociabilidad humana. Es menos perfecta y se manifiesta sólo en el plano horizontal, es decir, en la comunicación entre seres vivos. Contrariamente, la sociabilidad humana es más perfecta y se desarrolla también en el plano vertical, como religiosidad, es decir, como la comunicación de los humanos con Dios. Entonces, la religiosidad, como característica particular del ser humano, presenta una nueva dimensión en su sociabilidad. “aquel que camina por el sendero de la virtud, no se satisface hasta que consiga compañeros”, decía un filósofo. La sociabilidad del ser humano se manifiesta como superación de su individualidad. La reclusión del ser humano en sí mismo, impide el desarrollo de la sociabilidad así como de la religiosidad. La superación de la individualidad se realiza con el amor a Dios y al prójimo. El amor traspasa los límites del individuo. El individuo se transforma en persona que viene a encontrar a la otra persona humana con respeto y amor. El cristiano es el ser sociable por excelencia, pero también es el ser antisocial por excelencia. Es antisocial porque niega al mundo y las cosas del mundo, para entregarse a Dios. Pero es sociable también, porque en Dios y con Dios encuentra el verdadero amor y la sociabilidad con todo el mundo. Así como Cristo, el creyente se convierte en el prójimo para cada ser humano, incluso para su enemigo. El creyente se convierte en foco de salvación para su semejante. La fe que no tiene las proyecciones que dicta el amor, es una fe teórica y por ello, muerta. El cristiano no puede sentirse contento cuando está encerrado en sí mismo y no puede ver las necesidades de su hermano. La auténtica sociedad humana se desarrolla sobre el prototipo de la Santa Trinidad. Cada persona de la Santa Trinidad, no tiene una parte de la naturaleza divina, sino que es Dios perfecto y tiene toda la divinidad. Así también, cada persona humana verdadera, no tiene una parte de la naturaleza humana, sino que es un ser humano perfecto que posee toda la humanidad. A pesar de la insondable diferencia que existe entre Dios y el ser humano, Dios Trinitario se proyecta en la Iglesia como el modelo para toda la humanidad y para cada ser humano en particular. El prototipo trinitario encuentra su aplicación en la Iglesia. La Iglesia, como escribe san Máximo Confesor, es modelo e imagen de todo el mundo. Ello revela, no sólo el lugar de los cristianos en la sociedad, sino también la misión de la Iglesia en el mundo. A pesar de ello, los seres humanos, incluso los cristianos, mantienen enemistad y proyectan en sus enemigos sus propias debilidades y maldades. De esta manera justifican el odio que siente contra ellos, mientras se consideran inocentes eximiéndose de toda responsabilidad. La Iglesia llama al creyente a un movimiento opuesto. Lo llama a que vea la maldad o la debilidad del otro como propia y a que la combata dentro de sí mismo. Es más, lo llama a combatir dentro de sí mismo sus propias maldades y debilidades. El creyente debe tener el corazón puro y debe ver a los demás como personas buenas. Los pensamientos que cultiva uno sobre los demás, revela su propio ser. Y, de la forma en que se coloca frente a sus semejantes, se puede conocer su propia situación espiritual.

No hay comentarios: