Misterio del Cristo Misterio de la Iglesia.
Aquellos que comulgan en el Cuerpo y en la Sangre del Resucitado pueden entrever lo que san Pablo denomina, en su epístola a los Colosenses, el Misterio del Cristo (4:3): "Misterio escondido desde hace siglos y las generaciones y que ahora viene de ser manifestado a sus santos" (1:26).
Intentemos, no de "comprender" este misterio — pues es infinitamente mas grande y mas profundo que la inteligencia humana, que no puede "comprender," es decir, contener lo que es mas pequeño que ella, pero contemplarlo con admiración, como Pablo cuando lo encontró sobre el camino a Damasco.
El Cristo, Hijo de María, es un hombre como nosotros: todo lo que hay en Él es comunicable a los otros hombres: es el porqué nos puede salvar.
Este mismo Cristo, Hijo único de Dios, es Dios, el mismo y único Dios que su Padre y que el Espíritu Santo, es el porqué nos puede unir al Padre.
Por la comunión en el Cuerpo y en la Sangre del Cristo, somos incorporados a su Cuerpo de Resucitado, nos tornamos un solo cuerpo con Él y nos tornamos participantes de Su divinidad. Este cuerpo misterioso constituido por la unión de la Cabeza (Cristo) con los miembros (los comulgantes) se denomina Iglesia.
La cabeza de un cuerpo actúa poniendo en movimiento a sus miembros. Lo mismo el Cristo actúa en el mundo solicitando a los fieles, miembros de su Iglesia. El Cristo es presente y actuando en el mundo por su Iglesia. Los miembros de esta responden a los impulsos de la Cabeza escuchando su Palabra.
Los miembros de un cuerpo no es un miembro viviente que si la sangre que viene del corazón pasa dentro de ese miembro. Los miembros de la Iglesia no son miembros vivientes que si el Espíritu Santo circula en ellos, uniéndolos entre ellos y uniéndolos a la Cabeza.
Este hecho misterioso que hombres, pecadores pero creyentes son unidos por la obra del Espíritu Santo al Cuerpo del Cristo resucitado, se tornan miembros de un solo Cuerpo, el Cristo, y de esta manera prolongan en el mundo de hoy la acción del Cristo, de suerte que habla y actúa por ellos, se llama el misterio de la Iglesia.
Este misterio del Cristo o misterio de la Iglesia tiene varios aspectos que san Pablo denomina (1 Corintios 4:1) "misterio de Dios," que los cristianos ortodoxos llaman comúnmente "misterios" simplemente, que el idioma latino a denominado sacramenta, de donde la palabra habitual en español de sacramentos.
Sacerdocio de Cristo Sacerdocio de la Iglesia.
Sacerdocio De Cristo
EL Señor Jesús siendo a vez Dios y hombre, restableció la comunicación entre Dios y los hombres: hace escuchar a los hombres la voz de Dios, pues es la Palabra de Dios hecha carne; y por otra parte, ascendió al cielo con su naturaleza de hombre, Abogado de los hombres al lado de Dios su Padre; "Intercede ante el rostro de Dios en nuestro favor" (Hebreos 9:24), presentándole la "ofrenda que Él ha hecho de Sí mismo una vez por todas" (Hebreos 7:27) por Sus hermanos los hombres. Es esta función de intermediario entre Dios y los hombres que denominamos "Sacerdocio del Cristo"; a causa de esta función "sacerdotal" el Cristo recibe en la Epístola a los Hebreos y en toda la Tradición cristiana el título de "sumo sacerdote": "Tú eres sacerdote para la eternidad"; ya decía de Él el Salmo 109 [110] citado por la Epístola a los Hebreos.
El Sacerdocio de la Iglesia.
Cristo Es nuestro Sumo Sacerdote; pues, lo hemos visto, el Cristo actúa en el mundo por su Cuerpo, la Iglesia; es pues por Ella que hace escuchar su Voz en el mundo; es Ella que lo asocia a la ofrenda que Él presenta de Sí mismo al Padre. el Cristo no hace nada sin su Cuerpo, la Iglesia participa pues plenamente al sacerdocio del Cristo: es decir que, para actuar en el mundo, pero también para hablar a su Padre, el Señor Jesús pide la colaboración de cada uno de nosotros: "Ustedes son colaboradores de Dios," nos dice san Pablo (1 Corintios 3:9). Cuando un cristiano se inclina con amor sobre alguien quién sufre, él es la mano del Cristo; cuando un cristiano anuncia la verdad del Evangelio, él es la boca del Cristo. Todavía se necesita que este fiel del Cristo previa y verdaderamente se haya tornado miembro del Cuerpo del Cristo, que el Espíritu Santo lo haya cambiado en miembro del Cuerpo de Cristo, haya verdaderamente hecho de él un "sacerdote," es decir un hombre que participa a la obra del Cristo: al sacerdocio del Cristo. Es este cambio que se efectúa en lo que nosotros denominamos el misterio de la crismación.
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