Se encuentra estos días el patriarca Bartolomé de visita en la Gran Laura de la Santa Montaña que está bajo su jurisdicción. Durante esta visita se ha dirigido a los igumenos de los monasterios y ha recordado la situación que se vive en Atos. Por un lado están los monjes cismáticos de Esphigumenou, que han roto su comunión con la Iglesia de Constantinopla y por lo tanto con la Iglesia universal, al considerar que Su Santidad ha caído en la herejía del ecumenismo entre otras cosas; por otro, la mayoría de Igumenos y monjes de Athos, son contrarios a las relaciones interreligiosas que han establecido las distintitas Iglesias Ortodoxas, así como a lo encuentros litúrgicos que se celebran, son contrarios a lo que San Justin Popovic denominó como la “madre de todas las herejías”. Desde luego, no rompen su comunión con el Jerarca, pero manifiestan su oposición a su actitud.
Recordaba el Patriarca las palabras de San Atanasio, fundador del que es el más antiguo de los monasterios de la Santa Montaña: “la obediencia es la primera de las virtudes que perfecciona al monje; aligera la vida ascética ya que la carga es levantada por el Igumeno. La segunda es el amor y la unidad entre los hermanos, que evita las discordias y peleas”.
En todo tiene razón Su Santidad ya que por la obediencia, el monje se asemeja a Cristo que voluntariamente subió por nosotros a la Cruz en obediencia al Padre. Por obediencia el monje no se equivoca y asciende por el camino de la perfección. Ahora bien, si a uno le mandan pecar, ¿ha de obedecer? Imaginemos que un día el Igumeno de la Gran Laura se levanta al toque del simandrón y manda que se quemen todos los iconos del Catolicón en el patio del monasterio, y prohíbe a los monjes tener iconos en sus habitaciones y lanza al fuego las reliquias, ¿qué tendrían que hacer los monjes? Este ejemplo es claro y cierto pues ocurrió durante la persecución iconoclasta. ¿Obedecieron también los santos monjes del monasterio de Zografou con su Igumeno, cuando llegó la orden desde Constantinopla de aceptar la unión con los latinos, o antes bien, prefirieron ser encerrados en la torre del monasterio por estos para prenderle fuego después?
Desde luego, el monje ha de obedecer en todo, pero el monje no es tonto, el monje no deja de tener capacidad de raciocinio, ni voluntad, ni libre albedrio, y precisamente por su vida ascética sabe, cuando es un monje santo, por donde viene el demonio metiendo cizaña. No veremos al monje iluminado por Dios liarse a palos con aquellos que son contrarios a la Fe Ortodoxa, al contrario, la historia nos dice que será él, el que se deje pisar y moler como es molido el trigo, antes de romper su comunión con la Iglesia y de separarse de la Ortodoxia de la fe.
Ningún monje ni laico ortodoxo, ni ningún sacerdote ni obispo puede creerse depositario de la Fe Ortodoxa ya que la depositaria de este legado de la Fe es la Iglesia. Pero lo que sí que pueden tener bien claro es cuál es esta Fe Ortodoxa y que es lo que se separa de ella ya que tenemos las Sagradas Escrituras, los escritos de los Santos Padres y las disposiciones de los Concilios Ecuménicos. Si hay algo que no está conforme con este depósito, claro como la luz del día, no pertenece al depósito de la Iglesia y si un fiel laico, monje, diácono, sacerdote u obispo, profesa o hace algo contrario a este depósito se sitúa fuera de la Iglesia.
Bien dice el Apóstol Pablo en su carta a los Hebreos: " Tened confianza en vuestros dirigentes y someteos a su autoridad, porque velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta por ellas” (Heb. 13:17) y así lo ha recordado el Patriarca con mucha razón. Por eso los Jerarcas de la Iglesia de Cristo (que no de ellos) han de ser los primeros en guardar prístino este depósito, actuando siempre escrupulosamente de acuerdo a las enseñanzas de los Santos Padres, y cumpliendo en todo aquello que ha sido dispuesto por los Santos Concilios Ecuménicos. Pues a ellos miran el rebaño de Cristo y de ellos esperan ser conducidos a los pastos de las salvación. Por eso rezamos por ellos pidiendo insistentemente a Dios que ilumine y guarde a nuestros Jerarcas, conscientes del gran peso que llevan con el omorfión.
¡Pero líbrenos Dios de los Jerarcas que se disfrazan de pastores y luego son lobos rapaces que esperan el momento de devorar a los corderos!
Se lamenta Su Santidad de las protestas que han encabezado los monjes de los monasterios del Monte Athos, al que mira toda la Ortodoxia, y las denuncias que han hecho a consecuencia de los desmanes cometidos en el llamado diálogo ecuménico e interreligioso. Justifica él todas las actividades, oraciones, encuentros, discusiones teológicas, etc., etc…. Pero se olvida de una cosa y es que el mismo Apóstol recomienda no perder el tiempo con aquellos que persisten en su error aún después de ser amonestados hasta tres veces. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Cita después las palabras del Salvador en la Última Cena: “Que sean uno”, ¿pero no se referirá al Señor a los de dentro de casa? ¿No se tendrá que trabajar primero por la “Unión de las Santas Iglesias de Dios”?
El dialogo está muy bien, pero en ocasiones no es más que diálogo de sordos, pues lo primero que es necesario es la conversión del corazón y que sean verdaderos teólogos los que realicen ese diálogo, teniendo en cuenta que los otros se encuentran en la oscuridad del error por desgracia.
“Si alguno se ha extraviado del camino de la verdad, haga volver al pecador del error de su camino y los salvaré de la muerte” (St. 5:19-20), dice el apóstol Santiago, pero Recordemos que Dios también deja libertad al hombre. Ellos tienen delante de si las Escritura, el testimonio de los Padres, los Concilios, pero persisten en el error y peligramos de que nos arrastren con ellos.
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