jueves, 24 de enero de 2019


Por nuestra falta de fe vivimos apresurados, inquietos, de aquí para allá. Nos olvidamos de lo que nos dice Cristo en el Evangelio:

"Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo codo? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad.' Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán."'(Mt 6, 25-34)

Fe, fe, ay, el don divino, el regalo que no tiene precio pues infinito es su valor, esto es lo que nos falta, y sin embargo no clamamos con los ojos llenos de lágrimas día y noche a Dios para que nos lo conceda.

No nos apresuremos a correr hacia el “mañana”. Vivamos hoy, aprendamos a ver hoy la voluntad de Dios en nuestras vidas para el hoy que estamos viviendo y sobre todo tengamos una determinación inquebrantable para cumplirla a cada segundo.


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