martes, 22 de enero de 2019

SAN ANTONIO EL GRANDE
La semana pasada en el nuevo calendario, celebrábamos la semana de los padres del monasticismo: San Pablo de Tebas, San Antonio el Grande y San Macario de Egipto.
Hoy son muchas las voces que se alzan diciendo que hay que adaptar el mensaje del Evangelio a los nuevos tiempos que corren, a la sociedad de hoy día, que el mensaje de los Padres ya no es válido porque los tiempos han cambiado.
Pocos son los que han leído la vida de San Antonio escrita por San Atanasio. En occidente se quedan con la visión de un santo simpático con un cerdito que lo acompaña. No saben de las terribles luchas de Antonio en medio del desierto, de su continua batalla con los demonios que lo tentaban y que precisamente ese cerdo es la imagen del demonio que logró vencer con la ayuda de la fe, oración y la penitencia.
San Antonio era un joven que vivía cerca de la ciudad de Menfis. Se había terminado la última de las persecuciones y los cristianos del imperio vivían por primera vez en paz. Alejandría era la capital de la cultura mundial, Pero también la paz trajo la relajación.
Un domingo Antonio entró en la iglesia. Se estaba leyendo el Evangelio: "Ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo..." Y así lo hizo, vendió todo lo que tenía, tierra, casa... todo y se retiró al desierto. Muerto al mundo, fue a vivir a una tumba. Pronto el desierto se llenó de miles (literalmente) de monjes y monjas que no adaptaron el Evangelio a aquel momento en el que vivían, sino que adaptaron ellos su vida al Evangelio de forma radical y el desierto floreció.
Hoy necesitamos hacer lo mismo, somos nosotros los que hemos de adaptar nuestras vidas al Evangelio de Cristo. Qué adaptación puede tener el "Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo" Cómo se puede adaptar a hoy el "No podeis servir a dos señores..." o el "Nadie te condena, ve y no peques más..."
Si queremos que este mundo cambie, no hemos de esperar a grandes acciones por parte de los poderosos de este mundo. Hemos de cambiar nuestro corazón como lo hizo San Antonio, abrirlo a la gracia, a Cristo nuestro Redentor.
Qué él interceda por nosotros para que sean salvadas nuestras almas.

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