martes, 24 de marzo de 2009

La fiesta de la Anunciación


Hoy ha llegado la alegría de todos,

que absuelve de la primitiva condena.

Hoy ha llegado Aquel que está en todas partes,

para llenar de júbilo todas las cosas”


(Andrés de Creta, Homilía 111.
Exordio de la homilia sobre la Anunciación).


“Este es el día de una buena nueva de alegría, es la fiesta de la Virgen; el mundo de aquí abajo se toca con el de ahí arriba; Adán se renueva y Eva se libra de la primitiva aflicción; el tabernáculo de nuestra naturaleza humana se convierte en templo de Dios gracias a la divinizacion de nuestra condición por El asumida. El modo del advenimiento de Dios nos es desconocido, el modo de la concepción queda inexpresable. El Angel se hace ministro del milagro; el seno de la Virgen recibe un Hijo; el Espíritu Santo es enviado; desde lo alto el Padre expresa su beneplácito, la unión se realiza por voluntad común; en Él y por medio de Él, henos aquí salvos; unimos nuestro canto al de Gabriel y cantamos a la Virgen: Ave llena de gracia, a través de ti llega la salvación, el Cristo nuestro Dios; la ha tomado nuestra naturaleza y nos ha elevado hasta él. Ruégale por la salvación de nuestras almas.” (Doxasticon. Himno de la víspera de la fiesta)


“Hoy se inicia nuestra salvación y la manifestación del eterno misterio: el Hijo de Dios se hace Hijo de la Virgen y Gabriel anuncia la gracia.Con él decimos a la Madre de Dios: Salve llena de gracia, el Señor es contigo. A ti capitana que por nosotros combates, nosotros, tus siervos, salvados de los peligros, dedicamos el himno de victoria, como canto de agradecimiento, oh Madre de Dios.Pero tú que posees una fuerza invencible, líbranos de todos los peligros, para que podamos cantarte: Alégrate, oh esposa inviolada” (De los dos himnos de la fiesta: el Apolytikion y Kontakion).


En la Anunciación es donde “ se ha realizado el misterio que sobrepasa todos los limites de la razón humana, la Encarnación de Dios” (Monje Gregorio).
Esta fiesta es “el canto proemial de una alegría indecible” (Andrés de Creta. Homilia 119).

Los primeros testimonios de esta solemnidad litúrgica aparecen en la época del emperador Justiniano, siglo VI.En la Iglesia antigua la fiesta de la Anunciación iba asociada inseparablemente a la Navidad. Al aumentar la importancia de la Natividad del Señor, se formó un pequeño ciclo navideño y la Anunciación cobró mas autonomía respecto al núcleo primitivo hasta constituirse en fiesta mariana autónoma. Desde el principio la fiesta se estableció el 25 de marzo, porque circulaba la opinión de que Jesús se había encarnado coincidiendo con el equinoccio de primavera, tiempo en el que según las concepciones de la antigüedad, fue creado el mundo y el primer hombre. Esto lo comenta muy extensamente Anastasio Antioqueño (+599) en su Homilia sobre la Anunciación, 6- 7. Ulteriores precisiones de naturaleza teológica son hechas por Máximo el Confesor (+662) en la Vida de María, 19. En ambos resuena la concepción de Cristo segundo Adán y la recreación del mundo por parte de Dios en la Encarnación con vistas a la Resurrección, plenitud de todo lo creado. Lo que mayormente llama la atención de esta fiesta es el sentido de alegría, alguna vez difusa, pero siempre profunda, que se nota en los himnos, oraciones y homilías. Esto entró en conflicto con la austeridad de la Cuaresma, se decreto que se celebrará con toda solemnidad cayera cuando cayera. La Iglesia ha dotado a esta solemnidad de una prefiesta, el 24 de marzo, con un espléndido oficio y numerosos himnos entre los que cabe destacar por su belleza el Canon de los Maitines de Teófanes Graptos (+845), acérrimo defensor de los iconos en la época iconoclasta.
Los textos de esta fiesta están influenciados por una amplia tradición bíblica y patristica que incluye las aportaciones de los apócrifos, en especial del Protoevangelio de Santiago.Tambien de tradición apócrifa es el estado viudo y de edad de José, así como la vara florecida de éste, como signo de elección para esposo de María, con la variante de la paloma que sale del bastón de José y se posa sobre su cabeza como elegido. La iconografía parece haber sintetizado las aportaciones de esta multiplicidad de tradiciones que tienen una raíz común en el evangelio de Lc. 1, 26-38, en el que está contenida la esencia del Credo de los primeros cristianos sobre la Encarnación: Jesús ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y ha nacido de una Virgen.
Sobre el texto de Lucas 1, 26 – 38, Santos Padres y escritores espirituales, se detienen a comentar dos aspectos: por qué el anuncio fue dado a una virgen prometida y por qué la virgen quedó turbada por el saludo del ángel. Hay consideraciones muy buenas de reflexión teológica, catequética y meditativa.Citaremos algunos: Orígenes, Comentario del Evangelio de Lucas; Ignacio de Antioquia, en su Carta a los Efesios; Sofronio de Jerusalén, (+638), Homilia sobre la Anunciación, 23. Se debe al Comentario del Evangelio de Lucas, de Orígenes sobre la meditación que María hacia, qué esta aparezca representada con un libro sagrado delante o entre sus manos. Esta misma idea la remarca el monje Epifanio en su libro el Discurso sobre la vida de la Santa Madre de Dios, 5: “...María se dedicaba intensamente al estudio de la Sagrada Escritura, trabajaba la lana, la seda...” Cuando María aparece con un libro entre las manos o en el atril su significado teológico es: ella ha generado al Verbo, la Palabra, el Libro de nuestras almas.

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