Sinaxario del Tercer Domingo de Cuaresma: Veneración de la Santa Cruz
Venere toda la tierra a la Cruzmediante la cual ha aprendido a adorarte, oh Verbo.
En este tercer domingo del Gran Ayuno, celebramos la veneración de la preciosa y vivificante Cruz. Ya que durante los cuarenta días del ayuno en cierto modo estamos también crucificados, mortificados en cuanto a las pasiones, contritos, humillados y en dejadez, la preciosa y vivificante Cruz se nos ofrece como refrigerio y confirmación, recordándonos la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y consolándonos. Si Dios fue crucificado por nosotros, cuán grande debe ser nuestro esfuerzo por él, ya que nuestras aflicciones han sido aliviadas por las tribulaciones del Señor y por el recuerdo y la esperanza de la Cruz de gloria. Pues así como nuestro Salvador fue glorificado mediante la deshonra y el dolor al ascender a la Cruz, nosotros también debemos soportar nuestros dolores, para ser glorificados con él. Además, así como los que viajan por un largo y arduo camino, abrumados por el esfuerzo de su viaje, descansan por un momento al encontrar un árbol que da sombra y continúan su camino refrescados, también en este tiempo del Ayuno, este camino doloroso y difícil, los Santos Padres han plantado la vivificante Cruz para nuestro alivio y refrigerio, a fin de alentarnos y de hacer más fáciles los esfuerzos que están por venir. O como cuando hay una procesión real el cetro y las banderas del rey le preceden y sólo entonces aparece él mismo, radiante y gozoso en su victoria y haciendo que se regocijen sus súbditos, así también Nuestro Señor Jesucristo, deseando mostrar su segura victoria sobre la muerte y su gloria en el día de la Resurrección, envía su cetro precediéndole - la señal de su reinado, la vivificante Cruz - a fin de alegrarnos y darnos refrigerio, pues nos fortalece grandemente y nos permite estar preparados para recibir al Rey con todo la fuerza posible y alabarle por su radiante victoria.
Esta semana esta a mitad del Santo Ayuno Cuaresmal. El Ayuno es como una fuente amarga a causa de nuestra contrición y de la tristeza y el dolor por el pecado que trae. Y así como Moisés arrojó el árbol en las aguas amargas de Mará y las endulzó (cfr. Éxodo 15:22-26), también Dios, que nos ha alejado del Faraón a través del Mar Rojo espiritual, endulza la amargura del ayuno cuaresmal mediante la madera de la preciosa y vivificante Cruz y nos consuela como a aquellos que estaban en el desierto, hasta el momento en que por su Resurrección nos lleve a la Jerusalén celestial. Y ya que la Cruz es llamada, y es en verdad, el árbol de la vida, es el árbol mismo que estaba plantado el jardín del Edén. Por lo tanto, es justo que los Santos Padres hayan plantado el Árbol de la Cruz en medio del ayuno cuaresmal para conmemorar que Adán comió del dulce fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, y que este nos fue quitado para darnos el Árbol de la Cruz, comiendo del cual de ningún modo moriremos, sino que tendremos vida en abundancia.
Por el poder de tu Cruz, oh Cristo nuestro Dios,guárdanos también de la tentaciones del Maligno;y haznos dignos de venerartu divina Pasión y vivificante Resurrección,habiendo pasado radiantemente el largo tiempo del ayuno,y ten piedad de nosotros, pues eres buenoy amas la humanidad. Amén.
Venere toda la tierra a la Cruzmediante la cual ha aprendido a adorarte, oh Verbo.
En este tercer domingo del Gran Ayuno, celebramos la veneración de la preciosa y vivificante Cruz. Ya que durante los cuarenta días del ayuno en cierto modo estamos también crucificados, mortificados en cuanto a las pasiones, contritos, humillados y en dejadez, la preciosa y vivificante Cruz se nos ofrece como refrigerio y confirmación, recordándonos la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y consolándonos. Si Dios fue crucificado por nosotros, cuán grande debe ser nuestro esfuerzo por él, ya que nuestras aflicciones han sido aliviadas por las tribulaciones del Señor y por el recuerdo y la esperanza de la Cruz de gloria. Pues así como nuestro Salvador fue glorificado mediante la deshonra y el dolor al ascender a la Cruz, nosotros también debemos soportar nuestros dolores, para ser glorificados con él. Además, así como los que viajan por un largo y arduo camino, abrumados por el esfuerzo de su viaje, descansan por un momento al encontrar un árbol que da sombra y continúan su camino refrescados, también en este tiempo del Ayuno, este camino doloroso y difícil, los Santos Padres han plantado la vivificante Cruz para nuestro alivio y refrigerio, a fin de alentarnos y de hacer más fáciles los esfuerzos que están por venir. O como cuando hay una procesión real el cetro y las banderas del rey le preceden y sólo entonces aparece él mismo, radiante y gozoso en su victoria y haciendo que se regocijen sus súbditos, así también Nuestro Señor Jesucristo, deseando mostrar su segura victoria sobre la muerte y su gloria en el día de la Resurrección, envía su cetro precediéndole - la señal de su reinado, la vivificante Cruz - a fin de alegrarnos y darnos refrigerio, pues nos fortalece grandemente y nos permite estar preparados para recibir al Rey con todo la fuerza posible y alabarle por su radiante victoria.
Esta semana esta a mitad del Santo Ayuno Cuaresmal. El Ayuno es como una fuente amarga a causa de nuestra contrición y de la tristeza y el dolor por el pecado que trae. Y así como Moisés arrojó el árbol en las aguas amargas de Mará y las endulzó (cfr. Éxodo 15:22-26), también Dios, que nos ha alejado del Faraón a través del Mar Rojo espiritual, endulza la amargura del ayuno cuaresmal mediante la madera de la preciosa y vivificante Cruz y nos consuela como a aquellos que estaban en el desierto, hasta el momento en que por su Resurrección nos lleve a la Jerusalén celestial. Y ya que la Cruz es llamada, y es en verdad, el árbol de la vida, es el árbol mismo que estaba plantado el jardín del Edén. Por lo tanto, es justo que los Santos Padres hayan plantado el Árbol de la Cruz en medio del ayuno cuaresmal para conmemorar que Adán comió del dulce fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, y que este nos fue quitado para darnos el Árbol de la Cruz, comiendo del cual de ningún modo moriremos, sino que tendremos vida en abundancia.
Por el poder de tu Cruz, oh Cristo nuestro Dios,guárdanos también de la tentaciones del Maligno;y haznos dignos de venerartu divina Pasión y vivificante Resurrección,habiendo pasado radiantemente el largo tiempo del ayuno,y ten piedad de nosotros, pues eres buenoy amas la humanidad. Amén.
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