domingo, 28 de febrero de 2010

Sinaxario del Segundo Domingo de Cuaresma: San Gregorio Palamás

El gran predicador de la Luz radiantees ahora llevado por la Fuente de Luz a la Luz sin ocaso

Este hijo de la divina Luz sin ocaso, que nació en la Ciudad Imperial [de Constantinopla] de radiantísimos y gloriosos padres, era un verdadero hombre de Dios y un maravilloso siervo y ministro de los Divinos Misterios. Mediante su virtud y enseñanza deseaba embellecer no sólo lo que según los sentidos es el exterior de la humanidad, sino también mucho del ser interior que no se ve. Su padre murió siendo Gregorio aún muy joven. Su madre, sus hermanos y sus hermanas lo criaron, instruyéndole en la moral, el catecismo y las Sagradas Escrituras, y lo enviaron a maestros de la sabiduría mundana, de quienes aprendió exitosamente. Combinando brillantemente su educación con su celo natural, pronto se hizo diestro en las artes verbales. A la edad de veinte años, considerando todas las cosas terrenales como sueños inferiores y pasajeros, busco refugio en Dios, el Autor y Dador de toda sabiduría, para consagrar su ser entero a Dios mediante una vida de perfección. Entonces reveló a su madre su gran amor por Dios, sus intenciones piadosas, y su deseo ardiente, y descubrió que por mucho tiempo ella también había deseado esto y que se regocijaba por su decisión. Congregando inmediatamente a sus hijos, su madre dijo con gozo: «¡Heme aquí, con los hijos que Dios me ha dado!» Y les reveló las intenciones de Gregorio, preguntándoles si esto les parecía bien. Este, con palabras de instrucción, los convenció resueltamente a todos de seguirlo en su amor y retiro de la vida [mundana]. Distribuyendo entonces sus posesiones terrenales según la enseñanza del Evangelio, y abandonando gozosamente el amor humano, la honra terrenal, y la aprobación de los hombres, siguió a Cristo.

Instalando a su madre y a sus hermanas en un monasterio, él y sus hermanos se marcharon al sagrado Monte Atos, donde convenció a sus hermanos de permanecer en diferentes monasterios para que no tuviesen tiempo de estar juntos, perfeccionando así su vida en Dios. Él mismo se sometió a la obediencia de un admirable varón llamado Nicodemo, que había consagrado su vida de silencio sólo a Dios. Aprendiendo de él todo precepto y virtud por obra, mediante una revelación mística allí recibió la protección de la Purísima Madre de Dios, una ayuda invencible en todas las cosas. Después de que Nicodemo dejo esta vida para ir a Dios, habiendo vivido celosísimamente en la Gran Lavra por muchos años con perfección de pensamientos y amor por el silencio, Gregorio dejó la Lavra y abrazó [la vida] del desierto.

Creciendo siempre en amor y siempre deseando estar con Dios, se dedicó a una vida de extrema severidad, fortaleciendo su razón con atención resuelta, levantando sus pensamientos a Dios, practicando la oración en todo tiempo, meditando sobre las cosas divinas, y llevando una vida excelente. Con la ayuda de Dios venció ataques de los demonios, y limpiando su alma con torrentes de lágrimas en las vigilias nocturnas, se convirtió en un vaso escogido de los dones del Espíritu de Dios, y frecuentemente tenía visiones de la Divinidad.

Extraordinariamente , a causa del comienzo del ataque de los Ismaelitas contra Tesalónica, se retiró a una ermita en la montaña, donde se vio precisado a hablar con mucha gente. Habiendo vivido una vida diligente - pues ya no era joven - y habiendo limpiado su cuerpo y su alma enteramente, recibió la gran unción al sacerdocio por orden de Dios, y se hacía resplandeciente como un ángel durante la celebración de los Sagrados Misterios, y todos los que lo observaban se conmovían. Era verdaderamente grande y era reconocido como un portador del Espíritu por aquellos que vivían vidas piadosas, revelando esto a aquellos que observaron estas señales: tenía autoridad sobre los demonios y podía librar a los poseídos de sus ardides y engaños. Podía hacer que árboles infecundos diesen fruto. Podía ver los eventos del futuro, y fue bendecido con otros dones y frutos del Espíritu Santo.

¿Y qué más puede decirse? En primer lugar, las licenciosas asechanzas del enemigo maligno. Y entonces las mentiras y calumnias de los nuevos teómacos fueron dirigidas contra él. Durante veintitrés años sufrió mucha indignación y aflicción. Pues la bestia italiana, Barlaam de Calabria, filosofaba de una manera mundana, y a través de la vanidad de su filosofía (pues creía saberlo todo) lanzó un ataque en contra de la Iglesia de Cristo, contra nuestra fe y aquellos que la profesaban abiertamente. Pues una es la gracia del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y la luz del siglo venidero, así como los justos también brillan como el sol, según demostró antes Cristo mismo en el resplandor del Monte Tabor. Y Barlaam simplemente enseñó erróneamente que todo poder y acción de la Divinidad trihipostática son creadas, y a todos aquellos que piadosamente creían que la Luz divina es increada, así como todo poder y acción de Dios, los llamó biteístas y politeístas, como los judíos, Sabelio y Arrio nos han llamado. Por causa de estos, el divino Gregorio, como defensor de la piedad y gloriosísimo intercesor, luchó ante todos y fue injuriado. Fue enviado por la Iglesia a Constantinopla, y cuando el divino Emperador Andrónico, cuarto desde el Paleólogo, buscó defenderle, un sagrado Concilio fue convenido. Y cuando Barlaam apareció con su impía enseñanza y sus acusaciones contra la piedad antes mencionadas, el gran Gregorio, lleno del Espíritu de Dios y revestido de poder invencible de lo alto, impidió que su boca hablase contra Dios y lo deshonró hasta el extremo. Con palabras y documentos de fuego espiritual, consumió las herejías de Barlaam como maleza hasta hacerlas cenizas. Incapaz de soportar la humillación a causa de estas cosas, el enemigo de la piedad huyó de nuevo a Italia, de donde había venido. Inmediatamente después de esto, el Concilio expuso cuán peligroso este era, y con argumentos en su contra destruyó sus escritos.

Pero aquellos que habían compartido estas ideas no cesaron de luchar contra la Iglesia de Dios. Por esto, a instancias del sagrado Concilio, del Emperador mismo, y lo que es más importante, por orden de Dios, Gregorio fue persuadido a ocupar el trono episcopal, siendo designado pastor de la Santa Iglesia en Tesalónica. Como obispo, Gregorio hizo grandes obras por la Fe Ortodoxa con valentía y firmeza. Pero aparecieron muchos malvados herederos de Barlaam y Acindino, feroces bestias nacidas de la ferocidad, así como sus enseñanzas y escritos - no una, ni dos, ni tres veces, sino muchas veces y en gran cantidad; y no durante el reino de un solo emperador o patriarca, sino durante el reinado de tres emperadores sucesivos, de un igual número de patriarcas, y de la celebración de muchos concilios. Mediante palabras y escritos inspirados, Gregorio los combatió de muchas maneras y eventualmente los venció por completo. Y algunos aún persisten, no teniendo respeto por las altas cortes de la Iglesia, y atacando desvergonzadamente a los santos que los vencieron. Pero, en resumen, estas fueron las victorias de Gregorio sobre los impíos.

Entonces Dios, de manera inefable, envío a su maestro al Oriente. Iba como el anciano de Tesalónica para hacer paz entre dos emperadores reñidos, pero fue capturado por los agarenos, teniendo que ir con gran sufrimiento de lugar en lugar y de ciudad en ciudad por todo un año, predicando sin temor el evangelio de Cristo. Gregorio confirmaba a los cristianos en su fe, encareciéndoles a que permanecieran firmes; convenciendo con sabiduría divina a los que vacilaban en la fe, a los que no tenían entendimiento, y a los que hacían preguntas acerca de los eventos recientes; y dando sanidad libremente a los que lo pedían. Hablaba muchas veces y sin vacilación con los que no creían, con los miserables apóstatas, con los que habían seguido a estos, y con los que calumniaban nuestras enseñanzas sobre encarnación de nuestro Dios y Señor y la veneración de la Santa Cruz y los santos íconos. Algunos se maravillaban y otros se enfurecían, extendiendo su mano contra él; y le habrían hecho mártir de no ser por el plan de Dios y la promesa del dinero que se pagaría por su rescate. Así fue salvada su vida.

Entonces el gran santo fue librado por los que amaban a Cristo, y este mártir incruento regresó con gozo a su rebaño. Además de los muchos y grandes dones y sublimes cualidades que le adornaban, ahora tenía en sí las heridas de Cristo, trayendo en su cuerpo las marcas del Señor Jesús, como el Apóstol Pablo (cfr. Gálatas 6:17; 2 Corintios 4:10). Describámosle, enumerando sus cualidades. Además de excelente era manso y humilde. (No hablamos aquí de Dios y de las cosas divinas, pues era un ardiente defensor de estos.) No recordaba los males y era amable, siempre deseando devolver bien por mal. Nunca discutía, y era siempre paciente y longánime en la adversidad. Estaba más allá de la vanidad y la sensualidad. Era siempre moderado y nunca extravagante en cuanto a las necesidades personales, y por esto nunca se enfermaba. Soportaba hasta el límite lo que le hicieran, siempre silenciosa y amablemente, de modo que todos consideraban que era razonable, atento y de mucha gracia. Por esto, sus ojos nunca estaban secos, sino que estaba familiarizado con el torrente de lágrimas.

Y así, como un mártir, lucho de principio a fin contra los demonios y las pasiones, expulsando a los herejes de la Iglesia de Cristo, definiendo la Fe Ortodoxa mediante sus palabras y escritos, y sellando con estos todo escrito divinamente inspirado, pues su vida y sus palabras se convirtieron en sello de las vidas y palabras de los santos. Cuidó su rebaño por trece años más en la santa manera de los Apóstoles, y habiéndolo embellecido con su enseñanza moral, lo guió al redil celestial. Y tras servir a todos los ortodoxos, tanto a los que vivieron en su tiempo como a todos lo que aún no habían nacido, fue llevado a mejor vida después de haber vivido sesenta y tres años. Encomendó su espíritu en manos de Dios, dejando su cuerpo a su rebaño como porción especial y tesoro precioso, iluminado y glorificado al fin.

Pues cada día Cristo beneficia con milagros a los que se acercan con fe,y concede sanidad de muchas enfermedades,y muchos cuentan de sus sanidades.Por sus oraciones, oh Dios,ten piedad de nosotros. Amén.

sábado, 27 de febrero de 2010

DUMINICA SF. GRIGORIE PALAMA - Vindecarea Slabanogului din Capernaum -

Predică la Vindecarea Slabanogului

Duminica trecută am ascultat pericopa Evanghelică despre tăria minunată a arătării măreţe şi puternice a lui Hristos. Natanael, care a pus la îndoială cuvintele Apostolului Filip, că îndelung aşteptatul Mesia S-ar fi arătat în lume, şi aceasta în persoana lui Iisus din Nazaret - tot Natanael, de îndată ce a ajuns înaintea Domnului, L-a recunoscut îndată, şi L-a mărturisit atât ca Fiu al lui Dumnezeu, cât şi ca Împărat al lui Israel. Evanghelia de astăzi vorbeşte despre ostenelile mari şi luptele oamenilor cu credinţă adevărată, pentru a veni înaintea Domnului Hristos.

Patru oameni purtau pe o rudenie de-a lor sau pe un prieten, care era bolnav de paralizie - ducându-l pe patul său, el fiind foarte slab şi lipsit de ajutor. Ei au încercat fără să izbutească, să străbată prin mulţimea deasă de oameni, pentru a ajunge lângă Domnul şi, neizbutind, s-au urcat pe acoperişul casei, l-au desfăcut şi, cu osteneală multă, au lăsat în jos patul în care zăcea slăbănogul şi l-au aşezat la picioarele Vindecătorului făcător de minuni. Aceasta era măsura credinţei lor în Hristos. Şi văzând Iisus credinţa lor, i-a zis slăbănogului: Fiule, iertate îţi sunt păcatele tale! Domnul nu a auzit credinţa lor spusă în cuvinte, dar El a văzut aceasta. Ochii Lui duhovniceşti au pătruns până în adâncurile cele mai ascunse ale inimii omeneşti şi, privind aceste adâncuri, a văzut această credinţă. Cu ochii Săi trupeşti, El văzuse şi cunoscuse ostenelile şi strădaniile lor, pentru a aduce omul bolnav înaintea Lui. Atunci, credinţa lor era vădită atât vederii duhovniceşti a Domnului, cât şi ochilor Lui trupeşti. Necredinţa cărturarilor care erau de faţă la această întâmplare, era de asemenea vădită pentru Domnul. Ei cugetau în inimile lor: Pentru ce vorbeşte Acesta astfel - el huleşte. Cine poate să ierte păcatele, fără numai Dumnezeu? Şi îndată cunoscând Iisus cu duhul Lui că aşa cugetau ei în sine, a început să-i mustre cu blândeţe pentru aceasta: "De ce cugetaţi acestea în inimile voastre?" Domnul, în judecata Sa limpede, citeşte inimile necurate cu aceeaşi lesniciune cu care le citeşte pe cele curate. Aşa cum a văzut de îndată inima curată a lui Natanael, în care nu se afla vicleşug, tot la fel şi aici, El vede de îndată şi cu limpezime inimile cărturarilor, care erau pline de vicleşug. Pentru a le arăta că El are putere atât asupra trupurilor, cât şi asupra sufletelor oamenilor, atât ca să ierte păcatele, cât şi ca să vindece trupul cel slăbănog, Domnul spune paraliticului: "Zic ţie: Scoală-te, ia-ţi patul tău şi mergi la casa ta." La o poruncă atât de hotărâtă, slăbăngol s-a sculat îndată şi, luându-şi patul, a ieşit înaintea tuturor, încât erau toţi uimiţi şi slăveau pe Dumnezeu, zicând: Asemenea lucruri n-am văzut niciodată.

Iată cât de multe puteri minunate arată Domnul deodată:

El vede în inimile oamenilor şi deluşeşte credinţa în unii şi vicleşugul în alţii.

El iartă sufletului păcatul său, făcându-l sănătos şi curat de boala şi de slăbiciunea sa.

El redă sănătatea trupului slăbănog şi paralizat prin puterea cuvintelor Sale.

O, cât de măreaţă şi înfricoşătoare, minunată şi dătătoare de sănătate este arătarea Dumnezeului Celui viu!

Dar noi trebuie să venim şi să stăm înaintea Dumnezeului Celui viu. Acesta este lucrul de cea mai mare însemnătate pe calea mântuirii: să venim cu credinţă înaintea Domnului şi să-L simţim pe El. Uneori, Domnul Însuşi vine şi Îşi descoperă harul înaintea noastră, când El a venit la Marta şi Maria în Betania, când S-a arătat pe neaşteptate Apostolului Pavel, pe drum sau altor Apostoli pe Marea Galileii şi pe drumul spre Emaus, înlăuntrul uşilor încuiate, ori Mariei Magdalena în grădină, ori multor sfinţi în vise şi vedenii. Uneori, oamenii au fost aduşi înaintea Domnului de către Apostoli, aşa cum Andrei l-a adus pe Simon Petru şi Filip l-a adus pe Natanael şi aşa cum urmaşii Apostolilor şi misionarii au adus mii şi milioane de credincioşi la Domnul şi tot aşa cum un credincios a adus pe un altul. În sfârşit, uneori chiar oamenii se ostenesc din toate puterile lor, ca să ajungă înaintea Domnului, aşa cum s-a întâmplat cu aceşti patru oameni, care au desfăcut acoperişul casei pentru a aduce înaintea Domnului pe slăbănog. În aceste trei chipuri oamenii se pot simţi înaintea Domnului. Noi trebuie să ne silim şi să stăruim ca să ajungem înaintea Domnului şi pentru ca Dumnezeu să ne primească în preajma Sa şi să ne lumineze. De aceea, noi trebuie să luăm aceste trei căi în ordine inversă, adică noi trebuie, cu credinţă şi cu osârdie, să facem tot ceea ce ne stă în putinţă pentru a ajunge la Dumnezeu; apoi trebuie să urmăm chemarea şi îndrumările Sfintei Biserici apostolice şi ale Părinţilor şi Învăţătorilor Bisericii; şi, în cele din urmă, numai după împlinirea primelor două condiţii, trebuie, cu rugăciune şi nădejde, să aşteptăm ca Dumnezeu să ne aducă la El şi, prin Duhul Său, să ne lumineze, să ne întărească, să ne vindece şi să ne mântuiască.

Cât de mari trebuie să fie strădaniile noastre pentru a deschide calea către Duhul lui Dumnezeu, ni se arată în chipul cel mai lămurit, în exemplul acestor patru oameni, care nu s-au dat înapoi de la urcarea pe acoperiş, nu i-a oprit nici ruşinea, nici frica, pentru a-l aduce pe prietenul lor bolnav înaintea Dumnezeului Celui viu, pe deasupra, prin acoperiş. Acest exemplu de osârdie este asemănător - dacă nu cumva mai mare - aceluia al văduvei care s-a rugat stăruitor, de judecătorul cel nedrept, ca să-i facă dreptate faţă de potrivnicul ei (Luca 18:1-5). Aceasta înseamnă împlinirea poruncii Domnului, ca să strige la Dumnezeu ziua şi noaptea şi Dumnezeu îi va auzi pe ei. Aceasta este o dovadă a adevărului altei porunci a lui Dumnezeu: "Bateţi şi vi se va deschide" (Matei 7:7). În sfârşit, aceasta este desluşirea cuvintelor uimitoare ale lui Hristos: "Împărăţia cerurilor se ia prin stăruinţă şi cei ce se silesc pun mâna pe ea." (Matei 11:12). Atunci, Domnul le cere următorilor Săi credincioşi, ca ei să facă tot ceea ce le stă în putinţă, ca ei să se silească cu toată puterea lor, să fie lucrători câtă vreme au lumină, să se roage fără încetare, să ceară, să caute, să bată, să postească şi să facă fapte de milostenie fără de număr - toate acestea să le facă pentru ca să li se deschidă lor Împărăţia cerurilor - prin simţirea lui Dumnezeu cea măreaţă, înfricoşătoare şi dătătoare de viaţă. Domnul spune: "Privegheaţi, dar, în toată vremea, rugându-vă, ca să vă întăriţi . şi să staţi înaintea Fiului Omului" (Luca 21:36). Să fiţi cu trezvie şi cu mare purtare de grijă faţă de inima voastră, ca să nu se deschidă aceasta faţă de pământ; privegheaţi asupra gândurilor voastre, ca acestea să nu vă îndepărteze de Dumnezeu; fiţi cu purtare de grijă faţă de lucrările voastre, ca să vă înmulţiţi talantul şi ca acesta să nu se împuţineze sau să piară cu totul; aveţi grijă de zilele voastre, ca să nu vină moartea asupra voastră pe neştiute şi să nu vă prindă nepocăiţi de păcatele voastre. Aceasta este credinţa noastră Ortodoxă: lucrătoare, rugătoare şi păzitoare, pătrunsă până în adâncuri de lacrimi şi osârdie. Nici o altă credinţă nu cere atâta osârdie din partea credincioşilor săi, ca să se învrednicească să stea înaintea Fiului lui Dumnezeu. Aceasta spune despre aceste stăruinţe lumii întregi, dar Domnul şi Mântuitorul nostru Însuşi le-a cerut pe acestea credincioşilor şi Biserica le repetă într-una, de-a lungul veacurilor, din neam în neam, arătând credincioşilor numărul tot mai mare de luptători duhovniceşti, care au împlinit legea lui Hristos şi li s-a dat slavă şi putere de negrăit prin cuvânt, atât în cer, cât şi pe pământ.

Dar, pe de altă parte, trebuie să nu ne înşelăm pe noi înşine, crezând că toate nevoinţele şi osârdia omului aduc în sine mântuirea. Nu trebuie să ne închipuim că numai prin nevoinţele şi osârdia sa, omul va fi în stare să ajungă înaintea Dumnezeului Celui viu. Dacă nu este după Voia lui Dumnezeu, nici un om muritor nu poate să ajungă vreodată să stea înaintea feţei lui Dumnezeu. Pentru că Domnul Însuşi, care a menit această întreagă osârdie şi nevoinţe, spune în altă parte: "Când veţi face toate cele poruncite vouă. Să ziceţi: Suntem slugi netrebnice, pentru că am făcut ceea ce eram datori să facem" (Luca 17:10). Şi în alt loc: "Nimeni nu poate să vină la Mine, dacă nu-l va trage Tatăl" (Ioan 6:44). Şi iarăşi: "Fără Mine nu puteţi face nimic" (Ioan 15:5). Şi iarăşi, în alt loc: "Prin har sunteţi mântuiţi" (Efeseni 2:5). Ce mai putem spune după toate astea? Să spunem că toată sârguinţa noastră pentru mântuire este în zadar? Să stăm nemişcaţi şi să aşteptăm ca Domnul Însuşi să ne aşeze, prin puterea Sa, înaintea feţei Sale? Nu spune chiar Proorocul Isaia: "Toate faptele dreptăţii noastre ca un veşmânt întinat" (Isaia 64:6)? Să lepădăm, atunci, toată strădania şi nevoinţele noastre? Atunci n-am ajunge şi noi întocmai ca şi sluga care a săpat şi a ascuns în pământ talantul domnului şi, pentru aceasta, stăpânul său i-a strigat: "Slugă vicleană şi leneşă!" (Matei 25:26). Noi trebuie să ne păstrăm mintea limpede şi să ne străduim să împlinim poruncile lămurite ale Domnului. Noi trebuie să ne străduim din toate puterile noastre, dar stă numai în puterea lui Dumnezeu să ne binecuvânteze strădaniile şi să ne aducă înaintea Sa. Apostolul Pavel a venit aici cu o lămurire minunată, când a zis: "Eu am sădit, Apollo a udat, dar Dumnezeu a făcut să crească. Astfel, nici cel ce sădeşte nu e ceva, nici cel ce udă, ci numai Dumnezeu, Care face să crească." (I Corinteni 3:6-7). Atunci, totul depinde de Dumnezeu - de puterea, înţelepciunea şi milostivirea Lui. Cu toate acestea, noi trebuie să plantăm şi să udăm şi nu trebuie să cutezăm să ne lepădăm de datoria noastră fără să fim în primejdia pierzării veşnice.

Este de datoria agricultorului să planteze şi să ude, dar depinde de puterea, înţelepciunea şi mila lui Dumnezeu dacă seminţele vor încolţi, vor creşte şi vor da roadă.

Este de datoria omului de ştiinţă să examineze şi să cerceteze, dar depinde de puterea, înţelepciunea şi mila lui Dumnezeu dacă cunoaşterea i se va descoperi lui, sau nu.

Este de datoria părinţilor să-şi crească şi să-şi educe copiii în frica lui Dumnezeu, dar depinde de puterea, înţelepciunea şi milostivirea lui Dumnezeu dacă aceşti copii vor trăi mai mult sau mai puţin.

Este de datoria preoţilor să-i înveţe, să le dea cunoştinţe, şi să-i îndrume pe credincioşi, dar depinde de puterea, înţelepciunea şi mila lui Dumnezeu dacă strădaniile preoţilor vor aduce roadă sau nu.

Este de datoria noastră, a tuturor, să ne străduim şi să ne silim, ca să ne învrednicim să stăm înaintea Fiului lui Dumnezeu, dar depinde de puterea, înţelepciunea şi mila lui Dumnezeu dacă vom fi primiţi sau nu de Domnul.

Dar noi nu trebuie să ne străduim fără să avem nădejde în milostivirea lui Dumnezeu. Toată silinţa noastră să ne fie luminată de nădejdea că Domnul este cu noi şi că El ne va primi în lumina înfăţişării Sale. Nu se află nici un izvor mai adânc şi mai nesecat, decât izvorul milostivirii lui Dumnezeu. Când fiul rătăcitor s-a pocăit după căderea lui îngrozitoare până la treapta porcilor, tatăl său cel milostiv a mers să-l întâmpine, l-a îmbrăţişat şi l-a iertat. Dumnezeu este neobosit în alergarea Lui, ca să-i întâmpine pe copiii Săi cei pocăiţi. El Îşi întinde mâna către toţi cei care se întorc cu faţa către Dumnezeu. "Tins-am mâinile Mele în toată vremea către un popor răzvrătit." (Isaia 65:2), a spus Domnul către evrei. Aşadar, când Domnul Îşi întinde mâna Sa către cei răzvrătiţi, cum să nu fie El ascultător? Ascultătorul prooroc David spune: "Văzut-am mai înainte pe Domnul înaintea mea pururea, că de-a dreapta mea este, ca să nu mă clatin." (Psalm 15:8). Atunci, Domnul nu tăgăduieşte să se arate înaintea celor care se străduiesc pentru mântuirea lor.

De aceea, să nu socotim strădaniile noastre că sunt în deşert, aşa cum fac cei lipsiţi de Dumnezeu şi cei care se află în deznădejde, ci, atunci când ne ostenim şi facem cele mai mari osteneli cu putinţă, nădăjduim în mila lui Dumnezeu. Să ne sporim ostenelile în timpul Postului Mare, aşa cum ne învaţă Sfânta Biserică. Pe calea aceasta a noastră, să ne lumineze exemplul celor patru credincioşi care s-au urcat pe acoperiş şi l-au desfăcut şi au lăsat în jos, înaintea Domnului, patul în care zăcea slăbănogul cel paralitic. Dacă o cincime din sufletul nostru este paralizată sau bolnavă, să ne grăbim dimpreună cu celelalte patru cincimi sănătoase înaintea Domnului şi El va da sănătate părţii din lăuntrul nostru, care este bolnavă. Dacă unul dintre simţurile noastre s-a smintit de lumea aceasta şi s-a îmbolnăvit din pricina tulburării prea mari, să ne repezim cu celelalte patru simţuri înaintea Domnului, pentru ca El să se milostivească de simţul nostru bolnav şi să-l vindece. Când o porţiune a trupului se îmbolnăveşte, doctorul recomandă două feluri de îngrijire: purtare de grijă şi hrănirea restului trupului, astfel încât porţiunea sănătoasă să ajungă mai puternică şi mai sănătoasă, şi să poată rezista astfel bolii din porţiunea care este bolnavă. La fel este şi cu sufletele noastre. Dacă în minţile noastre se află îndoială, să luptăm cu osârdie în inimă şi în suflet, pentru a ne întări credinţa şi, cu ajutorul Domnului, să se vindece şi să se întărească mintea noastră bolnavă. Dacă am păcătuit uitând de rugăciune, să ne grăbim să facem fapte de milostenie, să ne restabilim cucernicia pierdută - şi de la capăt.

Şi Domnul va vedea credinţa noastră, şi ostenelile, şi strădania noastră şi ne va milui pe noi. Şi El, în milostivirea Lui nesfârşită, ne va primi la El, în duhul acela fără de moarte şi de viaţă dătător, prin care cete nenumărate de îngeri şi armate întregi de sfinţi primesc viaţă, primesc putere şi bucurie. Slăvit şi lăudat fie Domnul şi Mântuitorul nostru Iisus Hristos, dimpreună cu Tatăl şi cu Duhul Sfânt - Treimea cea deofiinţă şi nedespărţită, acum şi pururea şi-n vecii vecilor. Amin.

Sf. Nicolae Velimirovici

homilia del Archimandrita Gregorios Kapsanis, igumeno del monasterio de Grigoriu (Aghion Oros)

I Oda del Canon de San Gregorio Palamás. Coro de Licurgos Angelópulos

Racionalismo y santificación



“Hijo, tus pecados te son perdonados”

En el segundo domingo de la cuaresma se honra a Gregorio Palamás (+1358), arzobispo de Tesalónica, cuya santidad fue declarada en 1368. La institucionalizació n de esta conmemoración constituyó una afirmación de la enseñanza de este santo sobre la santificación del ser humano por su participación de la gracia divina increada, y no de la esencia divina, así como fue definido en los dos concilios reunidos al respecto en Constantinopla en 1341 y 1351.


Las razones históricas que motivaron tal definición de nuestra fe se encuentran en el enfrentamiento de San Gregorio con el racionalismo de los cristianos de occidente, especialmente de un monje italiano llamado Barlaam, y también de unos griegos occidentalizados. Barlaam pretendía que a Dios se llega a través de la razón. Palamás afirmaba que la razón sola no puede abrazar a Dios, y que es necesaria una santidad de vida, la purificación del ser humano por el ascetismo.


La enseñanza que adoptó la Iglesia por Palamás, y que sumaba toda la tradición de la Iglesia , se resume en base a dos criterios: la refutación del dualismo alma-cuerpo y la distinción entre esencia divina y energías divinas. Como consecuencias de estos dos criterios son, por una parte, la posibilidad dada a la totalidad de la persona humana, y no solamente a la razón, de participar de la gracia de Dios, desde ahora y desde esta vida; y por otra parte, la necesidad de una purificación previa para llegar al conocimiento de Dios y la comunión con Él.


Con respecto al primer criterio, Palamás no aceptó la existencia de un dualismo entre alma y cuerpo, como lo admitía Barlaam, y antes de él la filosofía griega. Por su racionalismo, Barlaam menospreciaba al cuerpo, y en consecuencia, a la materia. El error de los que destruyeron los íconos y de los que creyeron en la razón solamente es que ambos consideraban que hay un conflicto entre el alma y el cuerpo. En cambio, nosotros creemos en la unidad del ser humano y respetamos al cuerpo por haber sido tomado por el Verbo de Dios en Su encarnación. Por ello, refutamos la separación entre cuerpo y alma, entre el elemento racional y el elemento corporal. He aquí la consecuencia: esto es lo que creemos cuando comulgamos los Preciosos Dones para la santificación del alma y del cuerpo; cuando confesamos en el Credo que resucitaremos, alma y cuerpo, en el día de la Segunda Venida en la gloria; cuando ungimos con el Santo Míron el cuerpo y no solamente el alma; esto es lo que pasó cuando el Señor se transfiguró en el monte Tabor y la luz de la divinidad emanó de Su rostro y de Su cuerpo, o cuando el Señor apareció a sus discípulos después de la resurrección con su cuerpo glorificado.


Y, con respecto al segundo criterio, Palamás hizo una distinción entre la esencia divina y las energías divinas. Según la fe de nuestra Iglesia, la gracia de Dios no es Su esencia, pero sí, sus energías. Esencia y energías son ambas increadas, divinas. La esencia no es participativa de parte de la creatura, sino el hombre sería Creador como Dios, mientras que es Su criatura. En cambio, las energías son participativas de parte de la criatura. La distinción entre esencia y energías no implica división en Dios, sino que Dios está enteramente presente en su esencia incomunicable y también en sus energías que lo manifiestan y son accesibles a sus criaturas. Esto significa que cuando la Gracia de Dios more en nosotros, tendremos lo que Dios tiene, excepto el atributo de Creador. Por consiguiente, lo que santifica al hombre proviene necesariamente de Dios, increado y divino como Él, y participativo de nuestra parte, sin que sea Su propia esencia.


Esta gracia nos eleva por encima de las pasiones humanas, estado al que podemos acceder ya desde esta vida. Ésta es la santificación que expresaron los Padres de la Iglesia y que Palamás enseñó conforme a toda la tradición anterior a él. Esta santificación es posible desde ahora, por la propia palabra del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él” (Jn 6:56), y “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14:23). Desde ahí la consecuencia: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5:8). Es decir que el conocimiento de Dios es imposible sin la purificación, sin la práctica de la virtud, porque este conocimiento no es independiente de la purificación y de la liberación de nuestras pasiones; ni proviene de los estudios sino de la pureza; tampoco es un tema racional sino una comunión de todo el ser humano. La perspectiva ortodoxa estipula que la experiencia del ascetismo es esencial para ver a Dios.


Si el lugar de la materia en la vida espiritual nos empujó a la veneración de los íconos, también el lugar del cuerpo en la vida espiritual lo vivimos en el ayuno que resucita al alma y al cuerpo en Cristo. Por ello, el ascetismo aparece como si fuera una confesión dogmática sobre la manera de lograr la santificación de todo el ser humano. La pacificación de las pasiones y su redirección hacia la comunión con Dios resulta en que el cuerpo será el templo del Espíritu Santo.


Por haber practicado esta senda, los santos llegaron a la comunión con Dios, y a ser transfigurados desde esta vida reflejando la luz increada, y no la luz solar. Aún más, sus reliquias fueron depositarias de la gracia de Dios, cuya prueba se revela por los milagros que se manifestaron a través de ellas.


Así, estamos invitados, alma y cuerpo, a correr durante el tiempo de la gran cuaresma para participar de la gracia de la resurrección y escuchar la voz divina: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Amén.

domingo, 21 de febrero de 2010

Sinaxario del Primer Domingo de Cuaresma: Domingo de la Ortodoxia



Me regocijo cuando veo la veneración debida a los íconos,alguna vez tan ignominiosamente rechazada.

En este Primer Domingo de la Gran Cuaresma, el Domingo de la Ortodoxia, la Iglesia de Cristo celebra la restauración de los santos y venerables íconos por el Emperador Miguel, la santa y bienaventurada Emperatriz Teodora, y el santo Metodio, Patriarca de Constantinopla.

En la complacencia de Dios, León el Isaurio, un porquerizo y borriquero, heredó el cetro del trono. En aquel tiempo san Germán estaba al timón de la Iglesia [de Constantinopla] . León mandó a buscarlo y le dijo: «Ya que me parece que no hay diferencia ente los íconos y los ídolos, ordena que sean removidos inmediatamente de entre nosotros. Aunque si son la verdadera imagen de los santos, que sean colgados más alto en las paredes, para que nosotros que nos revolcamos en pecados no los mancillemos venerándolos». Mas el Patriarca respondió así a la abominación del Emperador: «Oh Rey, hemos oído de alguien que una vez levantó su mano contra los santos íconos. Este se llamaba Conón. ¿Serás tú ese hombre?» El Emperador dijo: «Así me llamaba en mi niñez». Y como el Patriarca se negó a obedecerle, el Emperador lo depuso e instaló a Atanasio, que simpatizaba con él. Y así comenzó la lucha contra los santos íconos en aquel tiempo.

Después de este León, Constantino Coprónimo heredó tanto el reino como los salvajes ataques contra los íconos. ¿Y que puede decirse acerca del número y la clase de obras que hizo ese hombre inicuo, excepto que tuvo un fin vergonzosísimo? Su hijo, cuya madre era kázara, heredó el reino después de él y también tuvo un mal fin. Irene y Constantino ascendieron entonces al trono. Según la instrucción del santo Patriarca Tarasio estos convocaron el Séptimo Concilio [787 d. C.], y los santos íconos fueron aceptados de nuevo en la Iglesia de Cristo. Después de que renunciaron al reino, Nicéforo ascendió al trono. Después de él vinieron Estauracio y Miguel Rhagnabé, que eran ambos iconodulos.

El bestial León el Armenio se apoderó del trono de Miguel, y siendo engañado por un eremita impío, comenzó el segundo iconoclasmo. Entonces la Iglesia fue de nuevo privada de su belleza. Le sucedió Miguel el Armoriano, cuyo hijo Teófilo dirigió entonces esta segunda locura contra los íconos. Pues este fue el Teófilo que entregó a muchos santos padres a tormentos y torturas, no buscando la verdad sobre los santos íconos y creyendo lo que quería. Decía: «Si alguno en la ciudad tiene la intención de rebelarse, será atrapado poco después de que yo me entere». Y después de reinar por doce años, fue afligido con un desorden intestinal que le llevó a desear la muerte. Abría su boca tan ampliamente, que incluso sus órganos internos quedaban visibles.

La Emperatriz estaba tan perturbada por lo que ocurría que apenas podía dormir. Y en un sueño vio a la Santísima Madre de Dios sosteniendo al Niño Pre-eterno, rodeada de luminosísimos ángeles. Estos golpeaban y humillaban a su esposo Teófilo. Cuando hubo acabado el sueño, recobrando su juicio Teófilo, exclamó: «¡Ay de mí en mi miseria! He sido afligido por causa de los santos íconos». E inmediatamente la Emperatriz levantó un ícono de la Madre de Dios sobre él y le suplicó con lágrimas. Teófilo, siendo dirigido a percatarse que uno de los clérigos que le rodeaba tenía puesto un engolpio, lo tomó y lo besó. Tan pronto sus labios tocaron el ícono abrió ampliamente su boca, regresando a la normalidad. Así fue aliviado de su adversidad y aflicción y pudo dormir al fin, tras confesar que es bueno venerar los santos íconos. Entonces la Emperatriz, trayendo los santos y preciosos íconos de su habitación, convenció a Teófilo de que los besara y venerara con todo su corazón. Teófilo murió poco tiempo después. Teodora ordenó entonces que todos los que estaban en la prisión y en el exilio fuesen puestos en libertad. Juan fue depuesto del trono patriarcal, ya que era más un mago y adorador de demonios que Patriarca. Entonces Metodio, un confesor de Cristo, ascendió al trono patriarcal tras haber sufrido mucho, siendo encerrado en una cueva para que muriese.

Mientras esto ocurría, Joanicio el Grande, que practicaba el ascetismo en el Monte Olimpo, recibió una visitación divina. El gran ayunante Arsacio vino a él y dijo: «Dios me ha enviado a ti, para que vayamos al justo Isaías el Recluso en Nicomedia y nos instruyamos acerca de lo que Dios quiere y lo que es justo para su Iglesia». Cuando llegaron donde el venerable Isaías, este les dijo: «Así dice el Señor: He aquí que se acerca el fin de los enemigos de mi imagen. Vayan ante la Emperatriz Teodora y el Patriarca Metodio y díganles: “Dejen de hacer lo que no es santo, y ofrézcanme sacrificio junto a los ángeles venerando la faz de mi imagen y la Cruz”». Oyendo esto, fueron inmediatamente a Constantinopla y dijeron todo esto al Patriarca y a todo el pueblo de Dios congregado. La congregación fue entonces a la Emperatiz, quien estuvo de acuerdo con todo, pues esta es la piadosa tradición de los Padres, llena de amor divino. La Emperatriz trajo inmediatamente la imagen de la Madre de Dios para que todos la vieran, y venerándola dijo: «Sean condenados todos los no veneran las imágenes besándolas con amor, pero no en adoración como a ídolos, sino como imágenes por amor a sus arquetipos». Y se regocijaron con gran gozo. En respuesta, ella les suplicó que rogaran por su esposo Teófilo, y viendo su fe, obedecieron con desgana. El Patriarca Metodio congregó a todo el pueblo entre los santos, y se dirigieron a la Gran Iglesia de Cristo [Hagia Sophia]. Entre los congregados estaban Joanicio el Grande del Olimpo, Arsacio, Pancracio y los discípulos de Teodoro el Estudita, y los confesores Teófanes y Teodoro Grapto, Miguel de la Ciudad Santa, y muchos otros. Y rogaron a Dios con lágrimas por Teófilo durante toda la noche.

Esto ocurrió durante la primera semana del Gran Ayuno, tomando parte la Emperatriz Teodora misma, todas las mujeres y todo el pueblo. Habiendo completado las oraciones, la Emperatriz Teodora se retiró al amanecer del viernes, y soñó que estaba al pie de la Cruz, y que había muchas personas que pasaban ruidosamente llevando instrumentos de tortura. Al reconocer ella al Emperador Teófilo entre los que eran llevados con sus manos atadas a su espalda, siguió al grupo y a sus guardias. Al llegar a las puertas, ella tuvo una visión sobrenatural: un hombre sentando ante la imagen de Cristo y Teófilo siendo traído ante él. Alcanzando sus pies, la Emperatriz rogó por el Emperador. Y el varón abrió su boca, diciendo: «Grande es tu fe, oh mujer. Sabe que por tus lágrimas y tu fe, así como por las oraciones y peticiones de mis siervos y mis sacerdotes, concedo el perdón a tu esposo Teófilo». Entonces dijo a los guardias: «Suéltenlo y entréguenselo a su esposa»; y tomándolo ella, se fue gozosamente. E inmediatamente salió del sueño.

Ahora bien, el Patriarca Metodio escribió en un rollo los nombres de todos los Emperadores herejes, incluyendo a Teófilo, mientras se ofrecían oraciones y peticiones, y la colocó debajo del altar. Pero el viernes vio a un ángel grande y terrible entrar al templo, que viniendo a él le dijo: «Tu petición ha sido oída, oh obispo, y el Emperador Teófilo ha recibido el perdón. No insistas más sobre esto ante la Divinidad». Y queriendo confirmar la verdad de esta visión, el Patriarca descendió de su lugar, y tomando el rollo, descubrió al abrirlo que—¡oh, los juicios de Dios!—toda referencia al nombre de Teófilo había sido borrada por Dios.

Oyendo esto, la Emperatriz se regocijó grandemente y pidió al Patriarca congregar a todo el pueblo con íconos y cruces en la Gran Iglesia, para que fuese adornada con los santos íconos y para que el nuevo milagro de Dios fuese conocido por todos. Y cuando todos se habían congregado en la iglesia sosteniendo velas, la Emperatriz llegó con su hijo. Una procesión fue llevada a cabo con los íconos, el madero de la divina y preciosa Cruz, y los santos y divinos Evangelios. Y dejando la Iglesia clamaron «¡Señor, ten piedad!», yendo en procesión por el camino indicado. Entonces regresaron a la Iglesia, done la Divina Liturgia fue celebrada.

Cuando los santos y preciosos íconos fueron restaurados a su lugar, los santos mencionados antes y los piadosos gobernantes fueron glorificados, y los impíos que no aceptaban la veneración de los santos íconos fueron anatematizados y condenados. Y desde entonces estos santos confesores ordenaron la conmemoración anual de esta solemnidad, para que nunca jamás caigamos en una ignominia similar.

Oh inmutable Imagen del Padre,por las oraciones de tus santos confesores,ten piedad de nosotros. Amén.

El Domingo de la Ortodoxia

Tomado de un sermón de san Juan de Shanghai y San Francisco

En el día del Triunfo de la Ortodoxia celebramos la victoria de Cristo sobre el iconoclasmo y sobre todos los demonios. La Cruz del Señor separaba a los creyentes de los incrédulos, a aquellos que seguían el camino de la salvación de aquellos que seguían el camino de la perdición. Los iconoclastas de hoy - los protestantes y otros que niegan los santos íconos - del mismo modo rechazan la Cruz del Señor. Ellos permiten bonitas pinturas de varios eventos bíblicos en las paredes de sus hogares, pero repudian la veneración de íconos, que nos recuerda la salvación se alcanza siguiendo un camino difícil y estrecho como el que siguió el Señor Jesucristo, un camino de lucha con las pecados y los vicios, un camino de ayuno y oración. Aquellos que quieren ver el cristianismo como un atractivo camino de flores, que piensan que es posible entrar en la bienaventuranza de la eternidad sin ningún esfuerzo en particular, sin luchar contra sus pasiones - los tales niegan todo esto. Ellos siguen el camino del ladrón a la derecha [de la Cruz]: rechazan todas las leyes que el Señor mismo ha dado y que ordenó que sus Apóstoles predicaran por todo el mundo; niegan las leyes y escritos sagradamente preservados en la Iglesia Ortodoxa. Así, mediante la Cruz algunos son salvos para el conocimiento de la teología [el verdadero conocimiento de Dios], el conocimiento de la verdad eterna, mientras otros son arrastrados por el peso de la blasfemia al tormento del Hades. Tal amplio camino esta ante nosotros los Ortodoxos si deseamos seguir el camino que Cristo nos ha indicado.

sábado, 20 de febrero de 2010

La veneración de los íconos



“En verdad os digo que veréis abrirse el cielo”

Las razones históricas de institucionalizar el “domingo de la ortodoxia” se encuentran en la victoria de la restauración de la veneración de los íconos en Constantinopla el 11 de marzo de 843, día que coincidió con el primer domingo de la cuaresma. Desde entonces, nuestra Iglesia lo celebra en dicho domingo. Además, la denominación de “ortodoxia” que se afectó a este domingo designa un contexto más allá de lo histórico, o sea el dogma que se cristalizó en el VII Concilio Ecuménico en Nicea en 787 sobre la veneración de los íconos. A la victoria - que se anunció después de haber pasado varias décadas llenas de guerras y persecuciones por parte de los emperadores bizantinos contra la Iglesia , y también llenas de mártires -, no le concierne un dogma en particular, sino todos los dogmas de la Iglesia proclamados en los concilios ecuménicos anteriores. Esta victoria selló, en realidad, todos los dogmas y los confirmó. Así, la veneración tuvo como base los dogmas de la Santa Trinidad y de la Encarnación declarados en concilios anteriores.


Nuestra Iglesia da a este día un carácter festivo particular. Es conocida la procesión de los santos íconos, al finalizar los maitines (o, por razones pastorales, en la liturgia). En la procesión, se hacen letanías cortas en los cuatro puntos cardinales de la Iglesia , y se lee el “Sinodikon de la ortodoxia”, o sea textos referidos a quienes defendieron la fe a través de toda la historia de la Iglesia , y también a quienes blasfemaron contra ella. Se trata de proclamar nuestra adhesión a la fe de los primeros y el rechazo de la creencia de los segundos y su excomunión (anatema) de la Iglesia. Así , por ejemplo, se proclama la excomunión de los que no creen en la resurrección del cuerpo.


La práctica de la veneración de los íconos fue defendida por San Juan Damasceno (+749). Su argumentación principal giró sobre que el Verbo de Dios se encarnó y se hizo visible. Si el Antiguo Testamento prohibió representar a Dios: “No te harás esculturas ni imagen alguna… No te postrarás ante ellas” (Ex 20:4; 5), esto era por el miedo de confeccionar una imagen o una escultura de Dios. Nosotros no hacemos esto; tampoco representamos la esencia de Dios. Sino que, después que el Verbo de Dios tomó un cuerpo humano, podemos representarlo en su humanidad visible. No hay peligro de caer en la idolatría, ya que justo en el mismo concilio se insistió acerca de que no se ofrece una adoración, sino una veneración al ícono. La veneración no concierne a la materia de la cual está constituido el ícono, sino que “es transmitida a su principal prototipo”, según la expresión de San Basilio el Grande (+379), o sea a la persona representada en el ícono (El Señor, la Virgen , los santos).


El ícono defiende el misterio de la encarnación. Quien lo acepta ha confesado su aceptación de los siete Concilios Ecuménicos. Su veneración forma parte de toda la Ortodoxia. No cabe duda de la importancia del ícono en nuestro culto. Además de la enseñanza escrita, los íconos constituyen la enseñanza gráfica. Por ellos y junto con las oraciones, se trasmitió nuestra fe de generación en generación. Los íconos siempre ocuparon su lugar de privilegio en las iglesias ortodoxas, como si la iglesia fuera un solo gran ícono: la iglesia no conoció una sola pared desnuda, sino que la iglesia es un conjunto de íconos colgados en las paredes. Desde nuestros templos salió el ícono a nuestras casas, debido a que nuestra casa es una “iglesia doméstica”.


El ícono trae al alma orante la presencia de tal o cual santo. En varios lugares, es común que cada ortodoxo tenga el ícono de su propio santo patrono. El ícono jugó un rol importante durante los períodos de persecuciones. Por ejemplo, en Europa del este, la mayoría de la Iglesias fueron cerradas después de 1917, pero el ícono permaneció como vínculo entre la familia y la fe ortodoxa. Siempre el ortodoxo lleva en su bolsillo, en su portafolio o en su valija un ícono que lo acompaña en sus viajes. Para los ortodoxos, besamos el ícono del Señor como si lo besáramos a Él. Es una forma de vivir una cierta familiaridad con Él. Si bien el ícono es una ventana abierta entre Dios y nosotros, pero no es la única. El conjunto del culto, si se practica, será un punto de encuentro con el Señor.


Sin embargo, la importancia del ícono no se termina aquí, porque es una ventana para ver el ícono del Señor sobre todo rostro. Indignarte de la conducta de alguien o de su reproche, estar en situación conflictiva con él, etc., desfigura, en tus ojos, la imagen de Dios en él. La vida espiritual aspira a ver siempre la belleza espiritual que se halla en todo hombre: si te acostumbras a ver bello a tu prójimo, te volverás bello; y si te conduces amablemente con alguien, tu alma se volverá amable. Pero, si muestras dureza en tu comportamiento, tu corazón se volverá duro; o si juzgas a los demás, tu opinión acerca de su conducta generará que tu corazón se vuelva yermo. El ícono de Dios en los demás es un dogma. ¡He aquí el cumplimiento de nuestra fe! Amén.

I domingo de la Gran Cuaresma: DOMINGO DE LA ORTODOXIA

Festejando hoy el triunfo de la Ortodoxia en este primer domingo de Cuaresma, recordamos con alegría tres eventos que aun pertenecen al futuro.

Cada vez que tenemos una fiesta o una alegría en la Iglesia, nosotros los ortodoxos, miramos primero hacia atrás, dado que nuestra vida presente depende de lo que aconteció en el pasado. Dependemos en primer lugar, por cierto, del primer y definitivo triunfo de Cristo mismo, crucificado y resucitado, que es el Señor y el dueño del mundo. Este es el primer triunfo de la Ortodoxia. Este es el contenido de todo nuestro recuerdo y de toda nuestra alegría. El Mesías que es Dios perfecto y al mismo tiempo hombre perfecto, seleccionó y eligió a doce hombres, les dio el poder de predicar sobre ese triunfo y los envió a todo el mundo a predicar y a bautizar, a construir la Iglesia, a anunciar el Reino de Dios. Y sabéis cómo esos doce hombres, muy sencillos por cierto, simples pescadores, salieron y predicaron. El mundo los odió, el Imperio Romano los persiguió y fueron bañados en su propia sangre.

Pero la sangre derramada fue otra victoria. La Iglesia creció, la Iglesia cubrió al universo con la verdadera fe. Después de una batalla desigual que duró trescientos años, entre el poderoso Imperio Romano y la indefensa Iglesia de Cristo, el Imperio Romano aceptó a Cristo como Dueño y Señor. Ese fue el segundo triunfo de la Ortodoxia. El Imperio Romano reconoció a aquel que crucificó y a aquellos que persiguió como portadores de la verdad, y su doctrina como la doctrina de la vida eterna. La Iglesia triunfó. Pero el segundo período de contratiempos y tribulaciones comenzó.

Los siglos siguientes trajeron muchos atentados tendientes a distorsionar la fe, de adaptarla a las necesidades humanas, de llenarla con un contenido humano. En cada generación hubo quienes no podían aceptar el mensaje de la Cruz, de la Resurrección y de la vida eterna. Intentaron cambiarlo y a esos cambios los llamamos herejías. Nuevamente hubo persecuciones. Nuevamente, Obispos Ortodoxos, monjes y laicos defendieron su fe y fueron condenados y enviados al exilio o fueron bañados en su sangre.

Después de cinco siglos de conflictos, persecuciones y discusiones, llegó el día que recordamos hoy. El día de la victoria final de la Ortodoxia, como la verdadera fe contra las herejías. Sucedió en el primer domingo de la Cuaresma del año 843 en Constantinopla. Después de casi cien años de persecuciones contra la veneración de los santos iconos, la Iglesia finalmente pudo proclamar que la verdad ha sido formulada, que la verdad estaba realmente en poder de la Iglesia, que la Iglesia estaba realmente en poder de la verdad. Desde entonces, el pueblo ortodoxo, en todo el mundo, se reúne en este domingo para proclamar al mundo su fe en esa verdad, su convicción que su Iglesia es realmente Apostólica, realmente Ortodoxa, que es en efecto realmente universal.

Este es el evento del pasado que conmemoramos hoy. Pero hagámonos una pregunta: ¿Todos los triunfos de la Ortodoxia pertenecen al pasado? Mirando el presente, algunas veces sentimos que el único consuelo consiste en recordar el pasado. ENTONCES la Ortodoxia era gloriosa, ENTONCES la Iglesia Ortodoxa era poderosa, ENTONCES dominaba. ¿Qué hay del presente?

Mis queridos amigos, si el triunfo de la Ortodoxia pertenece al pasado, si no hay nada que hacer más que conmemorar, entonces la Ortodoxia está muerta. Hoy reunidos todos aquí, Ortodoxos literalmente de los cuatro confines de la tierra, también proclamamos el triunfo de la Ortodoxia en el presente.

El hecho que estamos aquí, es un triunfo por sí mismo. Este es el evento más hermoso, que todos nosotros, con todas nuestras diferencias, con todas nuestras limitaciones, con todas nuestras flaquezas, podemos reunirnos para decir que pertenecemos a la fe Ortodoxa, que somos uno en Cristo y en la Ortodoxia. Vivimos muy lejos de los centros tradicionales de la Ortodoxia. Nos consideramos Ortodoxos y sin embargo estamos en el Occidente, tan lejos de las gloriosas ciudades que fueron los grandes centros de la fe Ortodoxa por siglos: Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén. Esas ciudades están tan lejos, y sin embargo tenemos la sensación que algo como un milagro ha sucedido, que Dios nos ha enviado aquí, tan lejos en el Occidente, no sólo para establecernos aquí, para incrementar nuestros ingresos, para construir nuestra comunidad.

Él nos ha enviado como embajadores de la Ortodoxia, para que esta fe, nuestra fe, pueda seguir siendo verdadera y realmente universal. Nuestra fe Ortodoxa nos obliga a creer que no es por accidente sino por divina providencia, que ha llegado a todos los países, a todas las ciudades, a todos los continentes del mundo. Después de aquella debilidad histórica de nuestra religión, después de la persecución del Imperio Romano, de los turcos, del ateísmo sin Dios, después de todas las tribulaciones que tuvimos que atravesar, hoy comienza un nuevo día. Algo nuevo está por suceder.

Es el futuro de la Ortodoxia que tenemos que festejar hoy, y particularmente el futuro de la Ortodoxia en España. El pasado, el presente y el futuro. En el comienzo, el Dios-hombre solo en la Cruz, la completa decepción. Tres días después, Él apareció. Apareció a Sus discípulos, y sus corazones ardían porque sabían que Él era el Señor resucitado. Desde entonces, en cada generación hubo gente con el corazón ardiente, gente que ha sentido que esta victoria de Cristo habría de ser llevada al mundo para ser proclamada, para ganar más almas humanas y para convertirse en fuerza transformadora en la historia. “Amémonos unos a otros para que en unanimidad confesemos”. Esto nos recuerda que todos juntos pertenecemos a Cristo, a Su Cuerpo, a la Iglesia.

Pongamos por encima de todo los intereses de la Ortodoxia. Entendamos que cada uno de nosotros ha de ser el apóstol de la Ortodoxia en los países que aun no son Ortodoxos, en una sociedad que nos está preguntando: “¿Qué creen? ¿Cuál es vuestra fe? Hoy es el triunfo de la Ortodoxia y proclamamos al mundo, junto a los Santos Padres del Concilio: “Esta es la fe de los Apóstoles, esta es la fe de los Ortodoxos, esta es la fe de los Padres, esta fe es el fundamento del mundo”.

Esta es nuestra fe también. Somos seleccionados. Somos elegidos. Somos de los pocos felices que podemos decir que nuestra fe es “apostólica”, “universal”, “la de los Padres”, “Ortodoxa”, “la Verdad”. Teniendo este maravilloso tesoro, preservémoslo, cuidémoslo, y usémoslo de tal manera que este tesoro se convierta en la victoria de Cristo en nosotros y en Su Iglesia. Una y otra vez, más y más, a fin de que con entusiasmo en el corazón podamos proclamar junto a Felipe: “Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas han escrito. Jesús de Nazaret, el hijo de José. Ven a ver”. De esta manera nuestra vida será una constante invitación: “¡Hemos encontrado la Ortodoxia! Ven a ver.

Encíclica de su SS Santidad Bartolomeos I con motivo del Domingo de la Ortodoxia

+BARTOLOMÉ

POR LA MISERICORDIA DE DIOS ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA-NUEVA ROMAY PATRIARCA ECUMENICOA TODO EL PLEROMA DE LA IGLESIA SEAN LA GRACIA Y LA PAZ DE NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO Y DE NOSOTROS LA ORACION, LA BENDICION Y EL PERDON

Nuestra Santísima Iglesia Ortodoxa festeja hoy su fiesta por antonomasia, y la Madre Iglesia de Constantinopla, desde el centro martírico e histórico, nuestro Patriarcado Ecuménico, dirige la bendición, la ternura y el amor a todos sus devotos hijos espirituales a ella fieles en todo el mundo. Sea el Nombre de Dios Bendito!

Aquellos que intentaron hacer desaparecer la Iglesia a través de los siglos a través de diversas persecuciones evidentes y no, aquellos que intentaron corromperla con sus enseñanzas heréticas, aquellos que intentaron amordazarla y quitarle la voz y el testimonio en el mundo, todos ellos fracasaron. La nube de los mártires, las lágrimas de los bienaventurados y las plegarias de los santos la cubren espiritualmente y la protegen, mientras que el Paráclito, el Espíritu de la Verdad, la conduce a toda la Verdad.

Con sentimiento de obligación y de responsabilidad, a pesar de los obstáculos y desaveniencias, el Patriarcado Ecuménico, como primera Iglesia de la Ortodoxía, se preocupa por la protección y la consolidación de la unidad de la Iglesia Ortodoxa, a fin de que en un solo corazón y una sola boca sea confesada la fe ortodoxa de nuestros padres en cada época y especialmente en nuestros días. Pues la Ortodoxía no es un tesoro de museo para que sea cuidado, sinó aliento de vida que debe ser expandido para que reavive a los hombres. La Ortodoxía es siempre actual, basta que la proyectemos con humildad y la interpretemos teniendo en cuenta las necesidades y las problemáticas existenciales del hombre en cada época y en cada contexto cultural.

En orden a este objetivo la Ortodoxía debe encontrarse en continuo diálogo con el mundo. La Iglesia Ortodoxa no teme al diálogo, pues la misma Verdad no le teme. Contrariamente, si la Ortodoxía se cierra en sí misma y no dialoga con los que están fuera de ella, no solamente ha de fracasar en su misión, sinó que se convertirá de una Iglesia “católica” y “de acuerdo a la Ecumene” en un grupo introvertido y auto-complaciente, en un “gueto” al margen de la historia. Por esta razón también los grandes Padres de nuestra Iglesia nunca temieron el diálogo con el contexto espiritual de su época, hasta con los filósofos idólatras de sus tiempos, y con este modo influenciaron y reconfiguraron la cultura de su época y nos legaron una Iglesia verdaderamente ecuménica.

Este diálogo con el mundo es llamada a continuar hoy la Ortodoxía, a fin de que dé su testimonio y el aliento vivificador de su Fe. Este diálogo, sin embargo, no es posible que lleque al mundo de afuera sino pasa primero por los que llevan el nombre de cristianos. Debemos primero dialogar los cristianos entre nosotros y solucionar nuestras diferencias a fin de que sea creíble nuestro testimonio hacia el mundo. El esfuerzo por la unidad de los cristianos es voluntad y mandamiento del Señor, el cual antes de su pasión rezó a su Padre “a fin de que todos (sus discípulos) sean uno, a fin de que el mundo crea que Tú me enviaste” (Jn. 17, 21). No es posible que el Señor luche por la unidad de los cristianos y nosotros quedemos indiferentes. Esto constituiría una traición criminal y ruptura de su mandamiento. Exactamente por estas razones, el Patriarcado Ecuménico, con la opinión concordante y la participación de todas las iglesias ortodoxas locales, lleva a cabo desde hace varias décadas diálogos teológicos oficiales panortodoxos con las iglesias y confesiones cristianas mayores. Objetivo de estos diálogos es la discusión, en espíritu de amor, de todas las cosas que nos separan a los cristianos, tanto en la fe como en la organización y vida de la Iglesia. Estos diálogos y cada intento de relaciones pacíficas y fraternales de la Iglesia Ortodoxa con otros cristianos desafortunadamente combaten hoy con un fanatismo intolerable para la tradición ortodoxa ciertos grupos que reclaman exclusivamente para sí mismos el título de celotes y defensores de la Ortodoxía, como si no fueran ortodoxos todos los Patriarcas y los Santos Sínodos de las iglesias ortodoxas, que unánimemente decidieron y mantienen estos diálogos. Los enemigos de cada intento de reconstituir la unidad entre los cristianos se elevan por sobre los Sínodos Episcopales de la Iglesia con el peligro de crear cismas dentro de la Ortodoxía.

En esta su lucha, los que critican el intento de reconstitución de la unidad de los cristianos no distan aún en tergiversar la realidad engañando al pueblo fiel. De esta manera, callan el hecho de que los diálogos teológicos se llevan a cabo con la decisión unánime de todas las iglesias ortodoxas y así atacan solamente al Patriarcado Ecuménico. Propagan falsamente que es inminente la unión entre los ortodoxos y los católicos romanos, aún sabiendo que las diferencias que se discuten en el diálogo ecuménico entre ellos son todavía muchas, y que se necesitará mucho tiempo para la discusión; así tambien conocen que la unión es decidida solamente por los sínodos de las iglesias y no por comisiones de diálogo. Reclaman que el Papa ha de subyugar a los ortodoxos pues éstos dialogan con los católicos romanos! Juzgan a todos los que participan en los diálogos como “heréticos” y “traidores” de la Ortodoxía, simplemente porque dialogan con los heterodoxos, compartiendo con ellos la riqueza y la Verdad de nuestra Fe. Desacreditan cada esfuerzo de diálogo entre los cristianos separados y cada intento de reconstitución de su unión como “herejía del ecumenismo” sin dar ninguna prueba de que durante las relaciones con los no ortodoxos la Iglesia Ortodoxa haya dejado o haya negado los dogmas de los Sínodos Ecuménicos y de los Padres de nuestra Iglesia.

Hermanos e hijos amados en el Señor,La Ortodoxía no tiene necesidad ni del fanatismo ni de la intolerancia para protejerse. Aquel que cree que la Ortodoxía tiene la Verdad no teme el diálogo, pues la Verdad nunca peligra por el diálogo. Contrariamente, cuando todos hoy se esfuerzan en solucionar las diferencias a través del diálogo, la Ortodoxía no puede dirigirse con intolerancia y fanatismo. Tened, pues, completa confianza en vuestra Madre Iglesia. Ésta se mantuvo incorruptible durante siglos y transmitió a otros pueblos la Ortodoxía. Ésta también hoy lucha en medio de condiciones adversas para mantener la Ortodoxía viva y respetable en toda la ecumene.

Desde este sacro centro de la Ortodoxía, desde el histórico Patriarcado Ecuménico, los besamos fraternalmente y los bendecimos paternalmente a todos vosotros, hermanos e hijos en el Señor, deseando de que pasen con salud y sacra compunción el estadio de las virtudes y de las luchas espirituales de la santa y gran Cuaresma y que seáis dignos, conjuntamente con todos los fieles y cristianos ortodoxos en todo el mundo, de adorar la purísima pasión y la glroriosa resurrección del Salvador Cristo.

Domingo de la Ortodoxía 2010-02-16

lunes, 15 de febrero de 2010

PERDONADME, PADRES Y HERMANOS, PUES SOY UN MISERABLE PECADOR

"Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus transgresiones, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras transgresiones" (Mateo 6:14–15) ¡Que simples y accesibles medios de salvación! Vuestras transgresiones son perdonadas bajo la condición de que perdonéis las transgresiones de vuestro prójimo contra ti. Esto significa que estáis en vuestras propias manos. Oblígate a ti mismo a pasar desde los sentimientos agitados hacia vuestro hermano a verdaderos sentimientos pacíficos y eso es todo. El día del perdón ¡que celestial y gran día de Dios es este! Si todos nosotros haríamos uso de el, como deberíamos, este día haría que las sociedades cristianas sean sociedades celestiales, y la tierra se uniría con el cielo.

(Obispo Teófano el Recluso, "Pensamientos para Cada Dia del Año")

domingo, 14 de febrero de 2010

Sinaxario del Domingo del Perdón



Que toda la tierra llore amargamente
juntamente con los padres de nuestra raza humana,
pues esta ha caído con aquellos
que probaron el dulce fruto del árbol.

En este día conmemoramos la caída de Adán, el primer creado, tras haber comido del fruto del Paraíso, que nuestros santos y divinos padres han ordenado para el domingo antes de la Gran Cuaresma, a fin de demostrar el gran efecto sanador del ayuno sobre la naturaleza humana y el gran daño del desenfreno y la desobediencia. Poniendo a un lado los incontables casos de estos vicios en el mundo, los padres han expuesto el vivo ejemplo de Adán, el primer creado, que sufrió gran daño por su fallo total en el ayuno y trajo este daño sobre nuestra naturaleza. Al no guardar el primer mandamiento de un ayuno beneficioso que Dios había requerido de la humanidad, rindiéndose a los deseos de su vientre y de la serpiente a través de Eva, no sólo no se hizo divino, sino que él dio lugar a la muerte, trayendo perdición sobre toda nuestra raza humana. A causa del desenfreno de Adán, el Señor ayunó por cuarenta días y fue obediente. Fue por esta razón que los santos Apóstoles instituyeron el presente ayuno de cuarenta días, para que así como Adán perdió la incorrupción mediante su desenfreno, nosotros podamos recuperarla mediante la abstinencia. Además, como se ha dicho anteriormente, la intención de los santos padres era relatar de una forma condensada en el Triodio todas las obras de Dios desde el principio hasta el fin del mundo. Puesto que la transgresión y la caída de Adán por comer del fruto del árbol es la causa principal del estado de la humanidad, los padres exhortan a los que estamos observando esta conmemoración a evitar el pecado de Adán y a huir del desenfreno en todas las cosas.

Ahora bien, fue en el sexto día que Adán fue creado por la mano Dios según su propia imagen y a través de su aliento vivificante. Recibiendo el mandamiento de Dios, vivió en el Paraíso hasta la hora sexta [las doce del mediodía, N. del T.], cuando desobedeció el mandamiento de Dios y fue expulsado. Y así como Adán extendió su mano en la hora sexta para tomar del fruto, Cristo, el nuevo Adán, extendió sus manos sobre la Cruz en la hora sexta del sexto día, anulando la sentencia de perdición causada por el primer Adán. Pues este fue creado entre la corrupción y la incorrupción por la Providencia, teniendo libre albedrío. Dios pudo haber hecho a Adán sin pecado, pero su providencia fue proveer para la reparación. Por esta causa dio el mandamiento que Adán podía participar de todo árbol en el jardín, excepto de uno sólo. ¿Acaso no significa esto que Adán debía entender la esencia de todas las cosas creadas por el poder divino, pero que no debía intentar entender la esencia de la divinidad? Es decir, que Dios ordenó a Adán que se preocupara de todo otro elemento y cualidad, razonando con su mente para la gloria de Dios, pues esto es el alimento verdadero. Pero no debía buscar la esencia divina: Dios, quién es él, donde está, y cómo creó todas las cosas de la nada. Pero Adán, para su propio daño, intentó examinar a Dios y determinar su esencia sin ocuparse de las otras cosas; y cuando Satanás le indujo mediante Eva el deseo de convertirse en divino falló en su intento, puesto que él era no perfecto sino aún niño.

Algunos dicen que el árbol de la desobediencia era una higuera, y que al percatarse de su desnudez, Adán y Eva utilizaron sus hojas para cubrirse. Por esta razón Cristo maldijo la higuera como causa de esa desobediencia, atribuyéndole una clase de semejanza al pecado. Pues habiendo transgredido, vistiéndose de carne mortal, y recibiendo la maldición, Adán fue expulsado del Paraíso, y por orden de Dios una espada de fuego guardó sus puertas. Adán se sentó ante las puertas del Paraíso y lamentó las muchas bendiciones que había perdido al fallar en su observancia del ayuno en el tiempo oportuno. Y a través de él la raza humana entera compartió esa sentencia, hasta que nuestro Creador, teniendo compasión de nuestra naturaleza que se perdía a causa de Satanás, nació de la Santa Virgen y vivió una vida excepcional, mostrándonos el camino para apartarnos del diablo - es decir, la abstinencia y la humildad - y, ganando valerosamente la victoria sobre el engañador, nos regresó a nuestro anterior estado.

En su deseo de poner todos estos eventos ante nosotros, los santos padres, portadores de Dios, han comenzado con el Antiguo Testamento: la creación del mundo; la caída de Adán por comer del fruto, conmemorada hoy; y más adelante con las palabras de Moisés y de los profetas, y la poesía de David, que imparten gracia. Luego los eventos del Nuevo Testamento en orden, de los cualas el primero es la Anunciación, que ocurre siempre durante la Cuaresma por la providencia inefable de Dios; la resurrección de Lázaro; el Domingo de Ramos; la lectura de los santos Evangelios durante Semana Santa; y de los profundos textos de la santa y salvadora Pasión de Cristo. Después de esto, la Resurrección y el todo lo restante hasta el descenso del Espíritu Santo que se lee en el libro de los Hechos, y cómo este evento se convirtió en una proclamación que juntó a todos los santos, pues en el libro de los Hechos la Resurrección es confirmada a través de señales y prodigios.

Puesto que hemos sufrido tanto a causa del fallo de Adán en guardar el ayuno, este evento se conmemora hoy, al principio de la Gran Cuaresma, de modo que teniendo presente el enorme mal causado por el desenfreno de Adán, nos apresuremos gozosamente a aceptar y guardar el ayuno. Y ya que Adán pecó en su deseo de llegar a ser divino, quizás podamos así recibir la divinización mediante el ayuno, las lágrimas y la humildad hasta que Dios nos visite; pues sin éstos es imposible recuperar lo que hemos perdido. Debe notarse también que el santo Ayuno de cuarenta días es la décima parte del año entero. Ya por nuestra pereza no estamos dispuestos a ayunar constantemente o a librarnos de hábitos malvados, los Apóstoles y los divinos padres nos han transmitido el Ayuno como una clase de primicias de la cosecha de nuestras vidas. Y como hemos actuado inadecuadamente durante el año entero, podemos ahora limpiar nuestras almas con el ayuno, la contrición y la humildad. Debemos guardar el Gran Ayuno con el mayor cuidado. Pues así como hay cuatro estaciones en el año, también hay cuatro ayunos. Aún así, los divinos Apóstoles nos han confiado la Cuaresma como el más grande de los ayunos, ya que honra la santa Pasión de Cristo, su ayuno y su glorificación. Moisés ayunó por cuarenta días antes de recibir la Ley; también Elías, Daniel y todos los que hallaron favor ante Dios. Adán nos ilustra el beneficio del ayuno en comparación con el desenfreno. Por esta razón la conmemoración del destierro de Adán del Paraíso fue designada por los santos padres para ser conmemorada en este día.

En tu inefable compasión, oh Cristo nuestro Dios,
haznos dignos del alimento del Paraíso,
y ten piedad de nosotros,
pues sólo tú amas la humanidad. Amén.

Estíqueras de las Vísperas de I Lunes de la Gran Cuaresma

I Lunes de la Gran Cuaresma

VÍSPERAS
Que se hacen en la tarde del Domingo del Perdón.

En el Señor a ti te clamo, insertamos las siguientes estiqueras:
Tono 2º
Porqué junto al Señor hay la misericordia y con Él abundante redención. Es Él quien liberará Israel de todas sus iniquidades.
Humillemos la carne con la abstinencia siguiendo el camino del ayuno purificador. Que podamos buscar al Señor que nos salva con oraciones y lágrimas y llenos de compunción digámosle: ¡Ten piedad de nosotros porque hemos pecado contra ti! Ten piedad de nosotros, Cristo nuestro Dios, y sálvanos como salvaste a los ninivitas permitiéndonos participar en tu Reino celestial.
Alabad al Señor todas las naciones, celebradle, pueblos todos.
Cuando pienso en todo lo que he hecho, oh Señor, caigo en la desesperación, pues se que soy digno de todos los tormentos. He despreciado tus mandamientos, oh Salvador, y he gastado mi vida como el hijo pródigo. Por eso te suplico, a ti que eres el único misericordioso: Purifícame por el arrepentimiento, ilumíname por las oraciones y ayunos y no me desprecies, oh mi Bienhechor.
Porque poderosa es su misericordia hacia nosotros, y la lealtad del Señor permanece por los siglos de los siglos.
Permítenos comenzar el ayuno con alegría; permítenos prepararnos para realizar los esfuerzos espirituales; permítenos limpiar nuestra alma y nuestro cuerpo; permítenos abstenernos de las pasiones al abstenernos de los alimentos; permítenos regocijarnos en las virtudes del Espíritu. ¡Que todos podamos contemplar la Pasión de Cristo, nuestro Dios y regocijarnos en la Pascua Santa!

sábado, 13 de febrero de 2010

ORACION DE SAN EFREN EL SIRIO


ORACIÓN DE SAN EFRÉN


Se dice durante la Cuaresma al terminar todas las oraciones

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. (Gran metanía)

Doamne şi Stăpânul vieţii mele, duhul trândăvirei, al grijii de multe, al iubirii de stăpânire şi al grăirii în deşert nu mi-l da mie. (Metanie)

Da en cambio a tu siervo el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. (Gran metanía)

Iar duhul curăţiei, al gândului smerit, al răbdării şi al dragostei, dăruieşte-l mie, slugii Tale. (Metanie)

Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano, Tú que eres bendito por los siglos de los siglos. Amén. (Gran metanía)

Aşa, Doamne, dăruieşte-mi ca să văd greşelile mele şi să nu osândesc pe fratele meu, că binecuvântat eşti în vecii vecilor. Amin. (Metanie)

Se hacen doce metanías y se termina diciendo: “Señor Hijo de Dios ten piedad de mí pecador”

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. Da en cambio a tu siervo el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano. Tú que eres bendito por los siglos de los siglos. Amén. (Gran metanía)

Doamne şi Stăpânul vieţii mele, duhul trândăvirei, al grijii de multe, al iubirii de stăpânire şi al grăirii în deşert nu mi-l da mie. Iar duhul curăţiei, al gândului smerit, al răbdării şi al dragostei, dăruieşte-l mie, slugii Tale. Aşa, Doamne, dăruieşte-mi ca să văd greşelile mele şi să nu osândesc pe fratele meu, că binecuvântat eşti în vecii vecilor. Amin. (Metanie)

ORACIONES PARA EL INICIO DE LA GRAN CUARESMA

ORACIONES PARA EL COMIENZO DE LA GRAN CUARESMA

El sacerdote, vestido con el epitrachilion, lee estas oraciones en la iglesia con compunción, el primer lunes del Gran Ayuno, o en otro día de la primera semana del Ayuno, después de Maitines o después de las Horas.

S Roguemos al Señor.

C Señor ten piedad.

S Oh Dios, esperanza de toda la tierra, de uno a otro confín, que has ordenado los días del ayuno por medio de la Ley, de los Profetas y de los Evangelistas, permítenos pasar este santo tiempo, de forma pura, conservando la fe intacta, y guardando tus mandamientos todos los días de nuestras. Envía un ángel de paz para guardar nuestras idas y venidas en cada trabajo bueno para que, siendo obedientes y agradables a ti, podamos estar en comunión perfecta con tus santos y puros Misterios. Acepta, oh Señor y Dueño nuestro, las postraciones y ayunos de tus siervos concediendo la salud y purificación de cuerpo y alma a todos aquello que te bendecimos, a ti Padre Eterno, a tu Hijo unigénito y a tu Todo Santo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén.

S Roguemos al Señor.

C Señor ten piedad.

Bendito seas, oh Señor, Dios de nuestros padres, de Abraham, Isaac, y Jacob; que creaste el cielo, la tierra y el mar con lo que contiene.

Que nos ofreces un tiempo de salvación para que podamos arrepentirnos de nuestras iniquidades, que aceptaste las lágrimas de tu siervo el profeta y rey David y le otorgaste la remisión de los pecados cuando se arrepintió.

Que aceptaste la oración de Manases el cual estaba atado con cadenas de hierro y te pidió perdón, arrepentido, de sus pecados.

Que salvaste a la prostituta que acogió a los enviados de Israel para reconocer Jericó

Escucha ahora las peticiones de tu indigno siervo y no tengas en cuenta los pecados y ofensas de los que se postran ante ti arrepentidos. Concédenos contrición de corazón y remordimientos de por nuestros pecados, pues sólo Tú, nuestro Creador, puedes limpiarnos de ellos y perdonarnos.

Concédeles la gracia de poder presentarse ante ti y con corazón contrito y humillado poder confesarlos, con santo temor ante tus indignos ministros, como si lo hicieran ante ti mismo, Justo y Temible Juez.


Y de acuerdo a tus promesas perdonar a los que se postren ante ti compungidos, humillados y arrepentidos implorando el perdón completo y la remisión de los pecados.

Pues tu dijiste que lo que se desligue en la tierra quedará desligado en el cielo, Dueño nuestro, Señor Jesucristo nuestro Dios, acepta a tus siervos que arrepintiéndose de sus pecados, conocidos y desconocidos, voluntarios e involuntario, los confiesan según tus preceptos.

Haz que recibiendo tu perdón misericordioso seamos llenados de tu gracia y seamos fortalecidos para que ninguno vuelva al pecado y a las malas acciones impropias de los que han sido perdonados. Levántalos y ayúdalos a salir de toda trampa y superstición e influencia mala del diablo para que puedan servirte en santidad y justicia todos los días de su vida.

Pues Tú eres nuestro Dios y viniste al mundo no para llamar al virtuoso si no para acoger al pecador arrepentido. Tú nos mandaste perdonar setenta veces siete las ofensas pues te muestras con nosotros infinitamente compasivo y misericordioso.

Así mismo, como no condenaste a la mujer adultera que te trajeron los fariseos para probarte, si no que la acogiste con misericordia y perdonándola le dijiste que no pecara más, perdónanos a nosotros pues eres misericordioso y amas a la humanidad.

Y como fuiste compasivo con la pecadora que te ungió los pies y los limpió con sus lágrimas, secándolos con sus cabellos, concede a tus siervos el don de poder llorar y limpiar con lagrimas de arrepentimiento sus pecados

Da firmeza a sus mentes y corazones para que puedan conocer en tu Unigénito, al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Acéptalos como aceptaste a Pedro que se arrepintió y lloró amargamente el pecado de haber renegado de ti tres veces y tiéndeles tu mano como se la tendiste a él para que no perezcan cuando el demonio arremeta contra ellos.

Limpia sus almas y cuerpos de todo lo malo y sánalos, Médico de nuestras almas y cuerpos, pues Tú dijiste que no necesita el médico el sano, si no el enfermo. Visítanos y sálvanos pues si no es por ti pereceremos.

Por eso, oh Señor nuestro Jesucristo, concede a tus siervos que puedan completar este ayuno, que ahora comienzan, limpios de toda mancha, cumpliendo tus mandatos y siendo perseverantes en la oración y así serte agradables todos los días de su vida y participar intachables en la comunión col precioso Cuerpo y la Preciosa Sangre de tu Hijo

Porque Tú eres, oh Dios, la remisión del penitente pues no quieres la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Pues no quieres que perezca la obra de tus manos y no te alegras de las desgracias del hombre, sino que tienes misericordia y salvas abriendo las puertas del conocimiento de la Verdad

Se ahora la fuerza de tus siervos y concédeles la gracia de rechazar el pecado, renunciar a toda mala acción y volverse a ti. Concédenos la gracia de cumplir con el ayuno en paz, llenos de obras buenas y así poder celebrar tu Pasión salvadora y tu gloriosa Resurrección y al final de nuestras vidas unirnos a todos los que te han sido agradables y participar de las eternas alegrías dándote gloria a ti, y a tu Padre sin principio y a tu Todo Santo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén

Plegaria de San Efrén

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. (Gran metanía)

Da en cambio a tu siervo/a el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. (Gran metanía)

Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano. Porque Ti eres bendecido por los siglos de los siglos. Amén. (Gran metanía)

12 metanías diciendo: “Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador.”

y se termina diciendo:

Señor y Maestro de mi vida, no me abandones al espíritu de pereza, de desánimo, de dominación o de palabra vana. Da en cambio a tu siervo/a el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de caridad. Oh Señor y Rey, concédeme reconocer mis faltas y no juzgar a mi hermano. Porque Ti eres bendecido por los siglos de los siglos. Amén.

Después bendice con la mano diciendo:

S Que la bendición de Dios sea con vosotros por medio de su gracia, compasión y amor a la humanidad, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

C Amén

O Maica dulce-a vietii mele

Duminica lasatului de sec de branza


Duminica Izgonirii lui Adam din Rai


Parintii care cunosc bine vechile randuieli liturgice din perioada Triodului ne spun ca tema izgonirii lui Adam din rai, legata de Duminica Lasatului sec de branza, reprezinta o transpunere a expulzarii temporare a penitentilor in afara bisericii, care odinioara avea loc atunci. Acestia trebuiau sa ramana in afara usilor bisericii - ca oarecand Adam in fata usilor incuiate ale raiului - si sa-si planga pacatele pana la sfarsitul Postului Mare, cand erau reintrodusi in ea, impreuna cu cei care inca nu faceau parte din comunitatea bisericeasca. De aceea imnografia acestei Duminici se intemeiaza pe imaginea lui Adam, tanguindu-se inaintea portilor raiului. (cf. Parintele Macarie Simonopetritul, Triodul explicat)
Dar aceasta randuiala mai explica inca ceva: prezenta picturilor (sau a mozaicurilor) reprezentand Izgonirea si plangerea lui Adam (impreuna cu alte episoade din viata protoparintelui nostru) in proximitatea locului unde penitentii isi imitau protoparintele "in strapungere si lacrimi", adica in afara bisericii, pe suprafata exterioara a zidurilor ei, sau, uneori, in nartexul acesteia.
Astfel de exemple intalnim si in programul iconografic al vestitelor biserici de la Manastirea Voronet, Manastirea Molodovita si Manastirea Sucevita. Cu unele diferente de la un loc la altul, asupra carora nu vom starui acum, intalnim pictate aici urmatoarele scene: Facerea lumii, Crearea lui Adam, Crearea Evei, Adam si Eva calcand porunca, Izgonirea lor din rai, Adam lucrand pamantul si Eva torcand.

Privindu-le, am zice ca iconarii au reprodus cu fidelitate primele capitole din Cartea Facerii si indicatiile oferite de Erminie - acel manual de pictura bizantina de care se slujeau zugravii de biserici. Insa pentru cel care le studiaza mai cu atentie exista o pricina de nedumerire: pretioasele vesminte pe care le poarta in rai stramosii omenirii. De ce zugravii le-au "tesut" straie ca de sarbatoare (la Voronet, Adam are chiar o mantie pe umeri) cand stim prea bine ca in Cartea Facerii se spune ca "Adam si femeia lui erau amandoi goi"? (Facere 2, 25). Sau, cu alte cuvinte spus: De ce costumul lui Adam nu e "costumul lui Adam"?

Locul in care vom afla un raspuns la aceste intrebari ne este indicat de mai multi teologi ai Bisericii Ortodoxe, care, plecand de la afirmatiile Parintilor celui de-al saptelea Sinod Ecumenic despre importanta unitatii imaginii liturgice si a cuvantului liturgic, ne invata ca cele doua moduri de expresie (imnografia si iconografia) "constituie un fel de control al unuia asupra celuilalt, traiesc aceeasi viata si au, in cadrul cultului, o actiune ziditoare comuna" (Leonid Uspensky, Teologia icoanei).

Asadar, sa deschidem Triodul la Duminica Izgonirii lui Adam din rai, acolo unde, dupa cum vom vedea, aceasta imagine a "imbracarii" sau "dezbracarii" unui vesmant cu totul special, "nestricacios", "tesut de Dumnezeu" - pe care omul il purta inainte de a fi imbracat "hainele de piele" - poate fi intalnita aproape in fiecare imn. Iata doua dintre aceste imne, unul de la Vercenie si celalalt de le Utrenie:

"De vesmantul cel de Dumnezeu tesut m-am dezbracat eu ticalosul, prin sfatul vrajmasului, neascultand porunca Ta cea dumnezeiasca, Doamne. Si m-am imbracat acum cu frunze de smochin si cu haina de piele; caci m-am osandit a manca prin sudori paine cu munca; si pamantul a fost blestemat sa-mi rodeasca spini si palamida. Ci Tu, Cel ce Te-ai intrupat din Fecioara in anii cei de apoi, chemandu-ma, iarasi adu-ma in rai." (la Vecernie)

"Cu vesmant de Dumnezeu tesut m-ai imbracat, Mantuitorule, in Eden ca un milostiv; iar eu am calcat porunca Ta, plecandu-ma vrajmasului, si gol m-am vazut eu, ticalosul." (la Utrenie)
Prin urmare, zugravii bisericilor bucovinene nu au facut altceva decat sa propovaduiasca cu mijloacele specifice o invatatura deja existenta in Biserica, invatatura potrivit careia cei dintai oameni creati "erau imbracati in slava cea de sus" - vesmantul cel de Dumnezeu tesut - "care ii acoperea mai bine decat o haina" (Sfantul Ioan Gura de Aur, Omilii la Facere).

Ajunsi in acest punct al demersului nostru putem spune ca abia acum ni se descopera motivul pentru care teologii Bisericii noastre ii zugravesc, prin cuvant sau culoare, pe protoparintii nostri in rai, imbracati cu acele vesminte pretioase, iar dupa caderea in pacat, dezbracati de ele: ca noi sa pricepem si sa luam aminte ca "asa cum Adam dupa calcarea poruncii a fost izgonit din rai si din desfatarea si din petrecerea impreuna cu ingerii, si a ajuns gol si departe de fata lui Dumnezeu, asa si noi, pacatuind, ne despartim de Biserica robilor Sai sfinti si dezbracam prin pacat vesmantul dumnezeiesc pe care l-am imbracat botezandu-ne, si care, precum credem, este Hristos (Galateni 3, 27)" (Sfantul Simeon Noul Teolog, Cartea discursurilor etice).

San Efrén el Sirio: Eva y Maria


Oh cítara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevó la vida al mundo.

Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse cómo una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los incrédulos no osarán indagar sobre su Hijo.


Su Hijo aplastó la serpiente maldita y destrozó su cabeza. Curó a Eva del veneno que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.

Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.

Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habitó en las entrañas de la hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!

El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le donó la vida.

El Verbo del Señor descendió de su trono; se llegó a una joven y habitó en ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen purísima: supera toda alabanza.

Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmó y selló la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.

Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajó al hombre de su dignidad.

Eva llegó a ser rea del pecado, pero el débito pasó a María, para que la hija pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las generaciones.

María llevó el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acercó sus pechos a la hoguera y amamantó a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quien podrá hablar de Ella?

Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María llenó el orbe de vida y paz.

Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomó sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.

María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el río de la vida, que con su agua irrigó el mundo y vivificó a los muertos.

Eres santuario inmaculado en el que moró el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio se obró el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.

María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.

Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que llenó al mundo de bendición.

¡Bendita, tú, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.


(Carmén 18, 1)

miércoles, 10 de febrero de 2010

Sobre el arrepentimiento. San Efrén el Sirio


Salmo 120, del Salterio Espiritual de San Efrén el Sirio


Concédeme el perdón y dame fuerzas. Concédeme el don de la conversión para que pueda vivir en la santidad según tu voluntad. Santifica mi corazón que se ha convertido en un cubículo morada de los demonios.


Indigno soy de pedirte perdón, oh Señor, pues infinidad de veces te he prometido arrepentirme y he demostrado ser un mentiroso al no cumplir mi promesa. Tú me has levantado muchas veces más yo he elegido libremente volver a caer.


Por ello soy yo quien se condena y reconozco que merezco todo castigo y tortura. ¡Cuántos son los que contemplan las veces que iluminaste mi mente oscurecida! Y yo sin embargo vuelvo a mis viles pensamientos. Tiembla mi cuerpo lleno de espanto al contemplar esto, mas la sensualidad pecaminosa me reconquista.


¿Cómo podré enumerar los dones de tu gracia que, aunque miserable, he recibido y que yo he reducido a nada por mi apatía persistiendo en mi impiedad? Tú me has concedido miles de regalos y yo te he respondido con cosas repulsivas.


Más porque eres un mar de misericordia y un abismo de bondad, oh Señor, no permitas que sea cortado como la higuera estéril; no permitas que sea arrojado al fuego como los sarmientos secos. No vengas mientras estoy desprevenido pues todavía no he encendido mi lámpara ni tengo preparado mi vestido para la boda. Pues eres Bueno y Amante de la humanidad, ten misericordia de mí. Dame tiempo para arrepentirme y poder así no presentarme desnudo ante ti ante el trono terrible, dando un espectáculo lastimoso e infame.


¿Si el hombre virtuoso apenas puede salvarse, cuál será mi fin, yo que soy pecador? ¿Si el camino que lleva a la vida es estrecho, cómo podré yo recorrerlo viviendo en medio de los placeres y del pecado? Mas Tú, oh Señor, mi Salvador, el Hijo del Dios verdadero, líbrame del pecado que mora en mí y líbrame de la condenación eterna.

martes, 9 de febrero de 2010

Las dos venidas de Cristo. San Cirilo de Jerusalén.



Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro. En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles.
No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor, diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.

El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé.

Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.

De ambas venidas habla el profeta Malaquías: De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis. He ahí la primera venida.

Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar —dice el Señor de los ejércitos—. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.

Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas, en estos términos: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.

Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último dia, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será otra vez renovado.

(Catequesis 15,1-3: PG 33, 870-874)