miércoles, 10 de febrero de 2010

Sobre el arrepentimiento. San Efrén el Sirio


Salmo 120, del Salterio Espiritual de San Efrén el Sirio


Concédeme el perdón y dame fuerzas. Concédeme el don de la conversión para que pueda vivir en la santidad según tu voluntad. Santifica mi corazón que se ha convertido en un cubículo morada de los demonios.


Indigno soy de pedirte perdón, oh Señor, pues infinidad de veces te he prometido arrepentirme y he demostrado ser un mentiroso al no cumplir mi promesa. Tú me has levantado muchas veces más yo he elegido libremente volver a caer.


Por ello soy yo quien se condena y reconozco que merezco todo castigo y tortura. ¡Cuántos son los que contemplan las veces que iluminaste mi mente oscurecida! Y yo sin embargo vuelvo a mis viles pensamientos. Tiembla mi cuerpo lleno de espanto al contemplar esto, mas la sensualidad pecaminosa me reconquista.


¿Cómo podré enumerar los dones de tu gracia que, aunque miserable, he recibido y que yo he reducido a nada por mi apatía persistiendo en mi impiedad? Tú me has concedido miles de regalos y yo te he respondido con cosas repulsivas.


Más porque eres un mar de misericordia y un abismo de bondad, oh Señor, no permitas que sea cortado como la higuera estéril; no permitas que sea arrojado al fuego como los sarmientos secos. No vengas mientras estoy desprevenido pues todavía no he encendido mi lámpara ni tengo preparado mi vestido para la boda. Pues eres Bueno y Amante de la humanidad, ten misericordia de mí. Dame tiempo para arrepentirme y poder así no presentarme desnudo ante ti ante el trono terrible, dando un espectáculo lastimoso e infame.


¿Si el hombre virtuoso apenas puede salvarse, cuál será mi fin, yo que soy pecador? ¿Si el camino que lleva a la vida es estrecho, cómo podré yo recorrerlo viviendo en medio de los placeres y del pecado? Mas Tú, oh Señor, mi Salvador, el Hijo del Dios verdadero, líbrame del pecado que mora en mí y líbrame de la condenación eterna.

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