domingo, 14 de febrero de 2010

Sinaxario del Domingo del Perdón



Que toda la tierra llore amargamente
juntamente con los padres de nuestra raza humana,
pues esta ha caído con aquellos
que probaron el dulce fruto del árbol.

En este día conmemoramos la caída de Adán, el primer creado, tras haber comido del fruto del Paraíso, que nuestros santos y divinos padres han ordenado para el domingo antes de la Gran Cuaresma, a fin de demostrar el gran efecto sanador del ayuno sobre la naturaleza humana y el gran daño del desenfreno y la desobediencia. Poniendo a un lado los incontables casos de estos vicios en el mundo, los padres han expuesto el vivo ejemplo de Adán, el primer creado, que sufrió gran daño por su fallo total en el ayuno y trajo este daño sobre nuestra naturaleza. Al no guardar el primer mandamiento de un ayuno beneficioso que Dios había requerido de la humanidad, rindiéndose a los deseos de su vientre y de la serpiente a través de Eva, no sólo no se hizo divino, sino que él dio lugar a la muerte, trayendo perdición sobre toda nuestra raza humana. A causa del desenfreno de Adán, el Señor ayunó por cuarenta días y fue obediente. Fue por esta razón que los santos Apóstoles instituyeron el presente ayuno de cuarenta días, para que así como Adán perdió la incorrupción mediante su desenfreno, nosotros podamos recuperarla mediante la abstinencia. Además, como se ha dicho anteriormente, la intención de los santos padres era relatar de una forma condensada en el Triodio todas las obras de Dios desde el principio hasta el fin del mundo. Puesto que la transgresión y la caída de Adán por comer del fruto del árbol es la causa principal del estado de la humanidad, los padres exhortan a los que estamos observando esta conmemoración a evitar el pecado de Adán y a huir del desenfreno en todas las cosas.

Ahora bien, fue en el sexto día que Adán fue creado por la mano Dios según su propia imagen y a través de su aliento vivificante. Recibiendo el mandamiento de Dios, vivió en el Paraíso hasta la hora sexta [las doce del mediodía, N. del T.], cuando desobedeció el mandamiento de Dios y fue expulsado. Y así como Adán extendió su mano en la hora sexta para tomar del fruto, Cristo, el nuevo Adán, extendió sus manos sobre la Cruz en la hora sexta del sexto día, anulando la sentencia de perdición causada por el primer Adán. Pues este fue creado entre la corrupción y la incorrupción por la Providencia, teniendo libre albedrío. Dios pudo haber hecho a Adán sin pecado, pero su providencia fue proveer para la reparación. Por esta causa dio el mandamiento que Adán podía participar de todo árbol en el jardín, excepto de uno sólo. ¿Acaso no significa esto que Adán debía entender la esencia de todas las cosas creadas por el poder divino, pero que no debía intentar entender la esencia de la divinidad? Es decir, que Dios ordenó a Adán que se preocupara de todo otro elemento y cualidad, razonando con su mente para la gloria de Dios, pues esto es el alimento verdadero. Pero no debía buscar la esencia divina: Dios, quién es él, donde está, y cómo creó todas las cosas de la nada. Pero Adán, para su propio daño, intentó examinar a Dios y determinar su esencia sin ocuparse de las otras cosas; y cuando Satanás le indujo mediante Eva el deseo de convertirse en divino falló en su intento, puesto que él era no perfecto sino aún niño.

Algunos dicen que el árbol de la desobediencia era una higuera, y que al percatarse de su desnudez, Adán y Eva utilizaron sus hojas para cubrirse. Por esta razón Cristo maldijo la higuera como causa de esa desobediencia, atribuyéndole una clase de semejanza al pecado. Pues habiendo transgredido, vistiéndose de carne mortal, y recibiendo la maldición, Adán fue expulsado del Paraíso, y por orden de Dios una espada de fuego guardó sus puertas. Adán se sentó ante las puertas del Paraíso y lamentó las muchas bendiciones que había perdido al fallar en su observancia del ayuno en el tiempo oportuno. Y a través de él la raza humana entera compartió esa sentencia, hasta que nuestro Creador, teniendo compasión de nuestra naturaleza que se perdía a causa de Satanás, nació de la Santa Virgen y vivió una vida excepcional, mostrándonos el camino para apartarnos del diablo - es decir, la abstinencia y la humildad - y, ganando valerosamente la victoria sobre el engañador, nos regresó a nuestro anterior estado.

En su deseo de poner todos estos eventos ante nosotros, los santos padres, portadores de Dios, han comenzado con el Antiguo Testamento: la creación del mundo; la caída de Adán por comer del fruto, conmemorada hoy; y más adelante con las palabras de Moisés y de los profetas, y la poesía de David, que imparten gracia. Luego los eventos del Nuevo Testamento en orden, de los cualas el primero es la Anunciación, que ocurre siempre durante la Cuaresma por la providencia inefable de Dios; la resurrección de Lázaro; el Domingo de Ramos; la lectura de los santos Evangelios durante Semana Santa; y de los profundos textos de la santa y salvadora Pasión de Cristo. Después de esto, la Resurrección y el todo lo restante hasta el descenso del Espíritu Santo que se lee en el libro de los Hechos, y cómo este evento se convirtió en una proclamación que juntó a todos los santos, pues en el libro de los Hechos la Resurrección es confirmada a través de señales y prodigios.

Puesto que hemos sufrido tanto a causa del fallo de Adán en guardar el ayuno, este evento se conmemora hoy, al principio de la Gran Cuaresma, de modo que teniendo presente el enorme mal causado por el desenfreno de Adán, nos apresuremos gozosamente a aceptar y guardar el ayuno. Y ya que Adán pecó en su deseo de llegar a ser divino, quizás podamos así recibir la divinización mediante el ayuno, las lágrimas y la humildad hasta que Dios nos visite; pues sin éstos es imposible recuperar lo que hemos perdido. Debe notarse también que el santo Ayuno de cuarenta días es la décima parte del año entero. Ya por nuestra pereza no estamos dispuestos a ayunar constantemente o a librarnos de hábitos malvados, los Apóstoles y los divinos padres nos han transmitido el Ayuno como una clase de primicias de la cosecha de nuestras vidas. Y como hemos actuado inadecuadamente durante el año entero, podemos ahora limpiar nuestras almas con el ayuno, la contrición y la humildad. Debemos guardar el Gran Ayuno con el mayor cuidado. Pues así como hay cuatro estaciones en el año, también hay cuatro ayunos. Aún así, los divinos Apóstoles nos han confiado la Cuaresma como el más grande de los ayunos, ya que honra la santa Pasión de Cristo, su ayuno y su glorificación. Moisés ayunó por cuarenta días antes de recibir la Ley; también Elías, Daniel y todos los que hallaron favor ante Dios. Adán nos ilustra el beneficio del ayuno en comparación con el desenfreno. Por esta razón la conmemoración del destierro de Adán del Paraíso fue designada por los santos padres para ser conmemorada en este día.

En tu inefable compasión, oh Cristo nuestro Dios,
haznos dignos del alimento del Paraíso,
y ten piedad de nosotros,
pues sólo tú amas la humanidad. Amén.

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