domingo, 21 de febrero de 2010

Sinaxario del Primer Domingo de Cuaresma: Domingo de la Ortodoxia



Me regocijo cuando veo la veneración debida a los íconos,alguna vez tan ignominiosamente rechazada.

En este Primer Domingo de la Gran Cuaresma, el Domingo de la Ortodoxia, la Iglesia de Cristo celebra la restauración de los santos y venerables íconos por el Emperador Miguel, la santa y bienaventurada Emperatriz Teodora, y el santo Metodio, Patriarca de Constantinopla.

En la complacencia de Dios, León el Isaurio, un porquerizo y borriquero, heredó el cetro del trono. En aquel tiempo san Germán estaba al timón de la Iglesia [de Constantinopla] . León mandó a buscarlo y le dijo: «Ya que me parece que no hay diferencia ente los íconos y los ídolos, ordena que sean removidos inmediatamente de entre nosotros. Aunque si son la verdadera imagen de los santos, que sean colgados más alto en las paredes, para que nosotros que nos revolcamos en pecados no los mancillemos venerándolos». Mas el Patriarca respondió así a la abominación del Emperador: «Oh Rey, hemos oído de alguien que una vez levantó su mano contra los santos íconos. Este se llamaba Conón. ¿Serás tú ese hombre?» El Emperador dijo: «Así me llamaba en mi niñez». Y como el Patriarca se negó a obedecerle, el Emperador lo depuso e instaló a Atanasio, que simpatizaba con él. Y así comenzó la lucha contra los santos íconos en aquel tiempo.

Después de este León, Constantino Coprónimo heredó tanto el reino como los salvajes ataques contra los íconos. ¿Y que puede decirse acerca del número y la clase de obras que hizo ese hombre inicuo, excepto que tuvo un fin vergonzosísimo? Su hijo, cuya madre era kázara, heredó el reino después de él y también tuvo un mal fin. Irene y Constantino ascendieron entonces al trono. Según la instrucción del santo Patriarca Tarasio estos convocaron el Séptimo Concilio [787 d. C.], y los santos íconos fueron aceptados de nuevo en la Iglesia de Cristo. Después de que renunciaron al reino, Nicéforo ascendió al trono. Después de él vinieron Estauracio y Miguel Rhagnabé, que eran ambos iconodulos.

El bestial León el Armenio se apoderó del trono de Miguel, y siendo engañado por un eremita impío, comenzó el segundo iconoclasmo. Entonces la Iglesia fue de nuevo privada de su belleza. Le sucedió Miguel el Armoriano, cuyo hijo Teófilo dirigió entonces esta segunda locura contra los íconos. Pues este fue el Teófilo que entregó a muchos santos padres a tormentos y torturas, no buscando la verdad sobre los santos íconos y creyendo lo que quería. Decía: «Si alguno en la ciudad tiene la intención de rebelarse, será atrapado poco después de que yo me entere». Y después de reinar por doce años, fue afligido con un desorden intestinal que le llevó a desear la muerte. Abría su boca tan ampliamente, que incluso sus órganos internos quedaban visibles.

La Emperatriz estaba tan perturbada por lo que ocurría que apenas podía dormir. Y en un sueño vio a la Santísima Madre de Dios sosteniendo al Niño Pre-eterno, rodeada de luminosísimos ángeles. Estos golpeaban y humillaban a su esposo Teófilo. Cuando hubo acabado el sueño, recobrando su juicio Teófilo, exclamó: «¡Ay de mí en mi miseria! He sido afligido por causa de los santos íconos». E inmediatamente la Emperatriz levantó un ícono de la Madre de Dios sobre él y le suplicó con lágrimas. Teófilo, siendo dirigido a percatarse que uno de los clérigos que le rodeaba tenía puesto un engolpio, lo tomó y lo besó. Tan pronto sus labios tocaron el ícono abrió ampliamente su boca, regresando a la normalidad. Así fue aliviado de su adversidad y aflicción y pudo dormir al fin, tras confesar que es bueno venerar los santos íconos. Entonces la Emperatriz, trayendo los santos y preciosos íconos de su habitación, convenció a Teófilo de que los besara y venerara con todo su corazón. Teófilo murió poco tiempo después. Teodora ordenó entonces que todos los que estaban en la prisión y en el exilio fuesen puestos en libertad. Juan fue depuesto del trono patriarcal, ya que era más un mago y adorador de demonios que Patriarca. Entonces Metodio, un confesor de Cristo, ascendió al trono patriarcal tras haber sufrido mucho, siendo encerrado en una cueva para que muriese.

Mientras esto ocurría, Joanicio el Grande, que practicaba el ascetismo en el Monte Olimpo, recibió una visitación divina. El gran ayunante Arsacio vino a él y dijo: «Dios me ha enviado a ti, para que vayamos al justo Isaías el Recluso en Nicomedia y nos instruyamos acerca de lo que Dios quiere y lo que es justo para su Iglesia». Cuando llegaron donde el venerable Isaías, este les dijo: «Así dice el Señor: He aquí que se acerca el fin de los enemigos de mi imagen. Vayan ante la Emperatriz Teodora y el Patriarca Metodio y díganles: “Dejen de hacer lo que no es santo, y ofrézcanme sacrificio junto a los ángeles venerando la faz de mi imagen y la Cruz”». Oyendo esto, fueron inmediatamente a Constantinopla y dijeron todo esto al Patriarca y a todo el pueblo de Dios congregado. La congregación fue entonces a la Emperatiz, quien estuvo de acuerdo con todo, pues esta es la piadosa tradición de los Padres, llena de amor divino. La Emperatriz trajo inmediatamente la imagen de la Madre de Dios para que todos la vieran, y venerándola dijo: «Sean condenados todos los no veneran las imágenes besándolas con amor, pero no en adoración como a ídolos, sino como imágenes por amor a sus arquetipos». Y se regocijaron con gran gozo. En respuesta, ella les suplicó que rogaran por su esposo Teófilo, y viendo su fe, obedecieron con desgana. El Patriarca Metodio congregó a todo el pueblo entre los santos, y se dirigieron a la Gran Iglesia de Cristo [Hagia Sophia]. Entre los congregados estaban Joanicio el Grande del Olimpo, Arsacio, Pancracio y los discípulos de Teodoro el Estudita, y los confesores Teófanes y Teodoro Grapto, Miguel de la Ciudad Santa, y muchos otros. Y rogaron a Dios con lágrimas por Teófilo durante toda la noche.

Esto ocurrió durante la primera semana del Gran Ayuno, tomando parte la Emperatriz Teodora misma, todas las mujeres y todo el pueblo. Habiendo completado las oraciones, la Emperatriz Teodora se retiró al amanecer del viernes, y soñó que estaba al pie de la Cruz, y que había muchas personas que pasaban ruidosamente llevando instrumentos de tortura. Al reconocer ella al Emperador Teófilo entre los que eran llevados con sus manos atadas a su espalda, siguió al grupo y a sus guardias. Al llegar a las puertas, ella tuvo una visión sobrenatural: un hombre sentando ante la imagen de Cristo y Teófilo siendo traído ante él. Alcanzando sus pies, la Emperatriz rogó por el Emperador. Y el varón abrió su boca, diciendo: «Grande es tu fe, oh mujer. Sabe que por tus lágrimas y tu fe, así como por las oraciones y peticiones de mis siervos y mis sacerdotes, concedo el perdón a tu esposo Teófilo». Entonces dijo a los guardias: «Suéltenlo y entréguenselo a su esposa»; y tomándolo ella, se fue gozosamente. E inmediatamente salió del sueño.

Ahora bien, el Patriarca Metodio escribió en un rollo los nombres de todos los Emperadores herejes, incluyendo a Teófilo, mientras se ofrecían oraciones y peticiones, y la colocó debajo del altar. Pero el viernes vio a un ángel grande y terrible entrar al templo, que viniendo a él le dijo: «Tu petición ha sido oída, oh obispo, y el Emperador Teófilo ha recibido el perdón. No insistas más sobre esto ante la Divinidad». Y queriendo confirmar la verdad de esta visión, el Patriarca descendió de su lugar, y tomando el rollo, descubrió al abrirlo que—¡oh, los juicios de Dios!—toda referencia al nombre de Teófilo había sido borrada por Dios.

Oyendo esto, la Emperatriz se regocijó grandemente y pidió al Patriarca congregar a todo el pueblo con íconos y cruces en la Gran Iglesia, para que fuese adornada con los santos íconos y para que el nuevo milagro de Dios fuese conocido por todos. Y cuando todos se habían congregado en la iglesia sosteniendo velas, la Emperatriz llegó con su hijo. Una procesión fue llevada a cabo con los íconos, el madero de la divina y preciosa Cruz, y los santos y divinos Evangelios. Y dejando la Iglesia clamaron «¡Señor, ten piedad!», yendo en procesión por el camino indicado. Entonces regresaron a la Iglesia, done la Divina Liturgia fue celebrada.

Cuando los santos y preciosos íconos fueron restaurados a su lugar, los santos mencionados antes y los piadosos gobernantes fueron glorificados, y los impíos que no aceptaban la veneración de los santos íconos fueron anatematizados y condenados. Y desde entonces estos santos confesores ordenaron la conmemoración anual de esta solemnidad, para que nunca jamás caigamos en una ignominia similar.

Oh inmutable Imagen del Padre,por las oraciones de tus santos confesores,ten piedad de nosotros. Amén.

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