domingo, 28 de febrero de 2010

Sinaxario del Segundo Domingo de Cuaresma: San Gregorio Palamás

El gran predicador de la Luz radiantees ahora llevado por la Fuente de Luz a la Luz sin ocaso

Este hijo de la divina Luz sin ocaso, que nació en la Ciudad Imperial [de Constantinopla] de radiantísimos y gloriosos padres, era un verdadero hombre de Dios y un maravilloso siervo y ministro de los Divinos Misterios. Mediante su virtud y enseñanza deseaba embellecer no sólo lo que según los sentidos es el exterior de la humanidad, sino también mucho del ser interior que no se ve. Su padre murió siendo Gregorio aún muy joven. Su madre, sus hermanos y sus hermanas lo criaron, instruyéndole en la moral, el catecismo y las Sagradas Escrituras, y lo enviaron a maestros de la sabiduría mundana, de quienes aprendió exitosamente. Combinando brillantemente su educación con su celo natural, pronto se hizo diestro en las artes verbales. A la edad de veinte años, considerando todas las cosas terrenales como sueños inferiores y pasajeros, busco refugio en Dios, el Autor y Dador de toda sabiduría, para consagrar su ser entero a Dios mediante una vida de perfección. Entonces reveló a su madre su gran amor por Dios, sus intenciones piadosas, y su deseo ardiente, y descubrió que por mucho tiempo ella también había deseado esto y que se regocijaba por su decisión. Congregando inmediatamente a sus hijos, su madre dijo con gozo: «¡Heme aquí, con los hijos que Dios me ha dado!» Y les reveló las intenciones de Gregorio, preguntándoles si esto les parecía bien. Este, con palabras de instrucción, los convenció resueltamente a todos de seguirlo en su amor y retiro de la vida [mundana]. Distribuyendo entonces sus posesiones terrenales según la enseñanza del Evangelio, y abandonando gozosamente el amor humano, la honra terrenal, y la aprobación de los hombres, siguió a Cristo.

Instalando a su madre y a sus hermanas en un monasterio, él y sus hermanos se marcharon al sagrado Monte Atos, donde convenció a sus hermanos de permanecer en diferentes monasterios para que no tuviesen tiempo de estar juntos, perfeccionando así su vida en Dios. Él mismo se sometió a la obediencia de un admirable varón llamado Nicodemo, que había consagrado su vida de silencio sólo a Dios. Aprendiendo de él todo precepto y virtud por obra, mediante una revelación mística allí recibió la protección de la Purísima Madre de Dios, una ayuda invencible en todas las cosas. Después de que Nicodemo dejo esta vida para ir a Dios, habiendo vivido celosísimamente en la Gran Lavra por muchos años con perfección de pensamientos y amor por el silencio, Gregorio dejó la Lavra y abrazó [la vida] del desierto.

Creciendo siempre en amor y siempre deseando estar con Dios, se dedicó a una vida de extrema severidad, fortaleciendo su razón con atención resuelta, levantando sus pensamientos a Dios, practicando la oración en todo tiempo, meditando sobre las cosas divinas, y llevando una vida excelente. Con la ayuda de Dios venció ataques de los demonios, y limpiando su alma con torrentes de lágrimas en las vigilias nocturnas, se convirtió en un vaso escogido de los dones del Espíritu de Dios, y frecuentemente tenía visiones de la Divinidad.

Extraordinariamente , a causa del comienzo del ataque de los Ismaelitas contra Tesalónica, se retiró a una ermita en la montaña, donde se vio precisado a hablar con mucha gente. Habiendo vivido una vida diligente - pues ya no era joven - y habiendo limpiado su cuerpo y su alma enteramente, recibió la gran unción al sacerdocio por orden de Dios, y se hacía resplandeciente como un ángel durante la celebración de los Sagrados Misterios, y todos los que lo observaban se conmovían. Era verdaderamente grande y era reconocido como un portador del Espíritu por aquellos que vivían vidas piadosas, revelando esto a aquellos que observaron estas señales: tenía autoridad sobre los demonios y podía librar a los poseídos de sus ardides y engaños. Podía hacer que árboles infecundos diesen fruto. Podía ver los eventos del futuro, y fue bendecido con otros dones y frutos del Espíritu Santo.

¿Y qué más puede decirse? En primer lugar, las licenciosas asechanzas del enemigo maligno. Y entonces las mentiras y calumnias de los nuevos teómacos fueron dirigidas contra él. Durante veintitrés años sufrió mucha indignación y aflicción. Pues la bestia italiana, Barlaam de Calabria, filosofaba de una manera mundana, y a través de la vanidad de su filosofía (pues creía saberlo todo) lanzó un ataque en contra de la Iglesia de Cristo, contra nuestra fe y aquellos que la profesaban abiertamente. Pues una es la gracia del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y la luz del siglo venidero, así como los justos también brillan como el sol, según demostró antes Cristo mismo en el resplandor del Monte Tabor. Y Barlaam simplemente enseñó erróneamente que todo poder y acción de la Divinidad trihipostática son creadas, y a todos aquellos que piadosamente creían que la Luz divina es increada, así como todo poder y acción de Dios, los llamó biteístas y politeístas, como los judíos, Sabelio y Arrio nos han llamado. Por causa de estos, el divino Gregorio, como defensor de la piedad y gloriosísimo intercesor, luchó ante todos y fue injuriado. Fue enviado por la Iglesia a Constantinopla, y cuando el divino Emperador Andrónico, cuarto desde el Paleólogo, buscó defenderle, un sagrado Concilio fue convenido. Y cuando Barlaam apareció con su impía enseñanza y sus acusaciones contra la piedad antes mencionadas, el gran Gregorio, lleno del Espíritu de Dios y revestido de poder invencible de lo alto, impidió que su boca hablase contra Dios y lo deshonró hasta el extremo. Con palabras y documentos de fuego espiritual, consumió las herejías de Barlaam como maleza hasta hacerlas cenizas. Incapaz de soportar la humillación a causa de estas cosas, el enemigo de la piedad huyó de nuevo a Italia, de donde había venido. Inmediatamente después de esto, el Concilio expuso cuán peligroso este era, y con argumentos en su contra destruyó sus escritos.

Pero aquellos que habían compartido estas ideas no cesaron de luchar contra la Iglesia de Dios. Por esto, a instancias del sagrado Concilio, del Emperador mismo, y lo que es más importante, por orden de Dios, Gregorio fue persuadido a ocupar el trono episcopal, siendo designado pastor de la Santa Iglesia en Tesalónica. Como obispo, Gregorio hizo grandes obras por la Fe Ortodoxa con valentía y firmeza. Pero aparecieron muchos malvados herederos de Barlaam y Acindino, feroces bestias nacidas de la ferocidad, así como sus enseñanzas y escritos - no una, ni dos, ni tres veces, sino muchas veces y en gran cantidad; y no durante el reino de un solo emperador o patriarca, sino durante el reinado de tres emperadores sucesivos, de un igual número de patriarcas, y de la celebración de muchos concilios. Mediante palabras y escritos inspirados, Gregorio los combatió de muchas maneras y eventualmente los venció por completo. Y algunos aún persisten, no teniendo respeto por las altas cortes de la Iglesia, y atacando desvergonzadamente a los santos que los vencieron. Pero, en resumen, estas fueron las victorias de Gregorio sobre los impíos.

Entonces Dios, de manera inefable, envío a su maestro al Oriente. Iba como el anciano de Tesalónica para hacer paz entre dos emperadores reñidos, pero fue capturado por los agarenos, teniendo que ir con gran sufrimiento de lugar en lugar y de ciudad en ciudad por todo un año, predicando sin temor el evangelio de Cristo. Gregorio confirmaba a los cristianos en su fe, encareciéndoles a que permanecieran firmes; convenciendo con sabiduría divina a los que vacilaban en la fe, a los que no tenían entendimiento, y a los que hacían preguntas acerca de los eventos recientes; y dando sanidad libremente a los que lo pedían. Hablaba muchas veces y sin vacilación con los que no creían, con los miserables apóstatas, con los que habían seguido a estos, y con los que calumniaban nuestras enseñanzas sobre encarnación de nuestro Dios y Señor y la veneración de la Santa Cruz y los santos íconos. Algunos se maravillaban y otros se enfurecían, extendiendo su mano contra él; y le habrían hecho mártir de no ser por el plan de Dios y la promesa del dinero que se pagaría por su rescate. Así fue salvada su vida.

Entonces el gran santo fue librado por los que amaban a Cristo, y este mártir incruento regresó con gozo a su rebaño. Además de los muchos y grandes dones y sublimes cualidades que le adornaban, ahora tenía en sí las heridas de Cristo, trayendo en su cuerpo las marcas del Señor Jesús, como el Apóstol Pablo (cfr. Gálatas 6:17; 2 Corintios 4:10). Describámosle, enumerando sus cualidades. Además de excelente era manso y humilde. (No hablamos aquí de Dios y de las cosas divinas, pues era un ardiente defensor de estos.) No recordaba los males y era amable, siempre deseando devolver bien por mal. Nunca discutía, y era siempre paciente y longánime en la adversidad. Estaba más allá de la vanidad y la sensualidad. Era siempre moderado y nunca extravagante en cuanto a las necesidades personales, y por esto nunca se enfermaba. Soportaba hasta el límite lo que le hicieran, siempre silenciosa y amablemente, de modo que todos consideraban que era razonable, atento y de mucha gracia. Por esto, sus ojos nunca estaban secos, sino que estaba familiarizado con el torrente de lágrimas.

Y así, como un mártir, lucho de principio a fin contra los demonios y las pasiones, expulsando a los herejes de la Iglesia de Cristo, definiendo la Fe Ortodoxa mediante sus palabras y escritos, y sellando con estos todo escrito divinamente inspirado, pues su vida y sus palabras se convirtieron en sello de las vidas y palabras de los santos. Cuidó su rebaño por trece años más en la santa manera de los Apóstoles, y habiéndolo embellecido con su enseñanza moral, lo guió al redil celestial. Y tras servir a todos los ortodoxos, tanto a los que vivieron en su tiempo como a todos lo que aún no habían nacido, fue llevado a mejor vida después de haber vivido sesenta y tres años. Encomendó su espíritu en manos de Dios, dejando su cuerpo a su rebaño como porción especial y tesoro precioso, iluminado y glorificado al fin.

Pues cada día Cristo beneficia con milagros a los que se acercan con fe,y concede sanidad de muchas enfermedades,y muchos cuentan de sus sanidades.Por sus oraciones, oh Dios,ten piedad de nosotros. Amén.

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